Días sin ruido

Pocas veces escucho un silencio tan largo. Quieto; casi imperturbable. Vivo en una gran ciudad, así que el ruido se ha convertido en una canción de cuna. Si alguna reunión se pone muy ruidosa, comienzo a cerrar los ojos sin control.  Dormir sin ruido es difícil. ¿Qué pasa afuera que provoque tanta calma?, ¿qué estará por pasar? Algo se está tramando, parece sugerir la quietud del silencio.

La cuarentena trajo al intrusivo silencio como invitado recurrente. Acrecentó la incertidumbre del virus. Si tuviéramos ruido, actividades por hacer, discusiones que encender, tal vez sería más llevadero el encierro. Pasó así con la influenza. Pese a que contamos con una vacuna, desafiamos al virus por tener cosas más importantes que hacer en lugar de tomarnos un momento para ir a vacunarnos. Temo que así suceda con el Covid-19: cuando contemos con una vacuna, creeremos que ya lo vencimos. Volveremos a sepultar el silencio.

Niños corriendo, preocupándose por no ser alcanzados o queriendo ser los primeros en llegar a los juegos, padres vigilándolos a la distancia, contentos por lo alegres que están, disfrutando de una soleada tarde en un parque. La descripción cambia, pero debajo de la imagen siempre se recuerda lo felices que éramos y la ignorancia que sobre ello teníamos. Nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde. La felicidad parece perderse por no saber disfrutar lo pequeño, por ambicionar lo absoluto. Pero otras imágenes, el tráfico en su apogeo, grandes concentraciones de personas, gente disputando un asiento en el subterráneo, el smog entrando tranquilamente por nuestra nariz, se burlan del estrés cotidiano; también señalan que antes éramos felices y no lo sabíamos. ¿No hay felicidad sin malos momentos como no tenemos ruido sin silencio? No es que todos fuéramos felices por poder usar de los espacios públicos, simplemente podíamos salir. No éramos libres, simplemente no estábamos encerrados.

¿Extrañaremos el silencio cuando regresemos al constante y sonante ruido?, ¿buscaremos desaparecer el silencio para olvidar las sensaciones desagradables que experimentábamos por estar involuntariamente encerrados, a veces con muchas personas, a veces totalmente solos? (Los que más extrañan el ruido presumen que beberán como si intentaran terminar con todo el alcohol del mundo y no dirán que no a nadie ni a nada). ¿Recordaremos algo en específico de los días de confinamiento o ninguno tendrá nada de especial? Tal vez, al no tener ni un momento de paz, haya quien diga: “el encierro no era tan malo, y no lo sabíamos”.

Yaddir

 

Hippies contra oficinistas

¿Qué tan estresante es la vida moderna para que vivir como un hippie sea una de las mejores opciones de vida? Hay quien diría que las vacaciones son una modalidad del mencionado estilo de vida, pues las preocupaciones se alejan durante un puñado de días para contrarrestar el estrés. Aunque el estrés es causado por el trabajo con el cual se pudieron pagar los días de arena, sol, diversión y tranquilidad. No hay vacaciones sin trabajo; no se vacaciona si no se está estresado. La cíclica pesadilla de todo trabajador. La fórmula de la vida no moderna podría simplificarse como alejada de las preocupaciones, pues éstas son dolorosas; el mejor modo de vida, visto así, sería el de los constantes placeres y los pocos dolores. La disyuntiva sería saber cómo se consiguen más placeres con la menor cantidad de dolores posibles, si con la vida al natural o con la vida laboral. Pero esto sería como abandonar nuestro aspecto humano, pues nunca podemos dejar de preocuparnos por las consecuencias de las acciones que tomamos en la vida de las personas que queremos.

Un hippie consecuente sabe que sus acciones afectarán a las personas que lo quieren; sabe que su estilo de vida le afectará en todos los sentidos; sabe que si quiere alejarse del egoísmo moderno, no puede tomar una decisión egoísta. Quizá por ello pondera tanto el amor y la paz; quizá por ello busca que todos tengan un modo de vida semejante al suyo. Su modo de vida se vuelve estilo de vida si el mundo moderno es como él lo pinta y ahí no hay manera de vivir bien. ¿Aunque si lo que principalmente pondera es el amor, la ausencia total de egoísmo y el despoder humano, esto no podría darse sin necesidad de vivir alejado de las grandes urbes y de sus costumbres?, ¿tendrán razón los hippies y no es posible amar en el mundo moderno tal como se nos presenta?

Desafortunadamente la sencillez de la vida al natural no compagina con la complejidad del alma humana. De no ser porque el hombre que pretende vivir al natural sabe que debe dejar de lado la humana sociabilidad, podríamos decir que quiere alejarse de los problemas humanos, que le tuvo miedo a ser animal político. Siempre hay espacio para soñar que no hay nadie alrededor.

Yaddir