Vanidosas exclusividades

Cada que abro el periódico indudablemente sé que me mancharé los dedos de tinta y que me reiré. La risa para nada está en que de tanto leer sobre asesinatos me percate que poco entiendo del lugar donde vivo, se encuentra principalmente en leer “fulano dijo en exclusiva para el periódico el papel, algo”. Casi siempre, salvo exclusivas excepciones, el personaje es conocido exclusivamente entre un grupo de gente y lo que dice más convendría que lo dijera en exclusiva para quien lo estima mucho. Pero los periódicos y sus amigos los medios de información no son los únicos en creer que tienen un tesoro valioso en sus discursos, increíblemente en las esferas de la alta intelectualidad sus palabras son valoradas como joyas para pocos. El ejercicio de la reflexión no es fácil, pues cada que queremos pensar, podemos caer en ideas viejas, sean aceptadas por muchos desde hace mucho, o por pocos desde hace breve tiempo. Pero afirmar que el arte sólo puede ser comprendido por artistas o el teatro por directores de escena y dramaturgos es una falaz y vanidosa afirmación.

El arte es humano. Toda obra de arte surge, en parte, del hombre para el hombre. La literatura evidencia conflictos humanos que todos, pese a no ser escritores, podemos padecer; la pintura refleja escenas clave de la vida: la locura humana, el amor, la traición, el miedo, la culpa;  la música expresa las pasiones con notable vida, en su contraposición o en sus más particulares detalles. El hombre, hasta los casi divinos artistas, somos comunes. Tal vez los artistas se percaten que pocos pueden hacer lo que ellos, pero que sean comunes a los demás, no los vuelve idénticos a los demás. La labor del artista implica destacar lo común.

Volver exclusivos los discursos es cancelar la finalidad de la palabra, cercenarla. Lo único que garantiza la exclusividad es que se desperdicie la posibilidad de que los mejores discursos puedan ser llevados a lo público, a que se vuelvan comunes.

Yaddir