Pérdida de miedo

Una amiga que trabaja para un periódico me preguntó con una extraña preocupación: «¿me estaré volviendo insensible?, ¿estaré normalizando la violencia?, ¿mi empatía hacia las víctimas se estará yendo por todas las notas y fotos que a diario debo hacer? No sé por qué ya no me sorprende la cantidad de asesinatos del día.» No sé si entienda bien las causas de su preocupación. Ella es una persona que podría ser considerada como buena por la mayoría. No creo que se estuviera transformando en un robot de datos al que sólo le importan las notas, es decir, que sólo se viera preocupada por su trabajo, o dicho de una manera más directa, dudo que paulatinamente, con una lentitud que impide observar el cambio, haya pasado de ser amable a ser completamente egoísta. Ella no quería eso. Supongo que pocos desean transformar su alma de buena a mala. Las evidencias, en cambio, nos muestran que el destino de los demás importa cada vez menos. El mayor miedo es comprender que tal vez vivimos en una sociedad en la que todos pelean contra todos.

La pelea no es explícita. Mientras caminamos no pensamos en cómo robar a quien pasa a nuestro lado; mientras convivimos con los demás no planeamos cómo aprovecharnos de ellos. Las peleas acaecen en dosis pequeñas. Una de las cuales es la omisión; no hacer el bien cuando puede hacerse. No sé si, pensando nuevamente en cambios paulatinos, los que dejan de hacer el bien cuando pueden hacerlo, posteriormente son los que buscan las situaciones en las que puedan obtener el mayor beneficio con el menor esfuerzo. Y si de esto se pasa a hacer el mal porque se disfruta hacerlo. Tal vez todo esto suceda al mismo tiempo. Tal vez los únicos cambios que sufre el alma humana sean las intenciones o el alcance en el que se perjudica; no es lo mismo, no afecta a la misma cantidad de personas, robar un cacho de queso de la cocina que un millón de dólares. No lo sé. Y mis dudas aumentan cuando pienso en el feminicida que declaró haber matado a un número de mujeres que no recordaba. El asesino, radicado en el Estado de México (una entidad en la que viven más de veinte millones de personas), enterró restos óseos de sus víctimas en su patio. A diario pasaba por el lugar en el que estaban enterrados restos humanos de mujeres que él mismo había matado. Cerca de ahí comía. Ahí dormía. Supongo que ahí convivía con algunos amigos o familares de vez en cuando. Es sumamente complicado comprender lo que hay en el alma de una persona que desde principios de los años noventas comenzó a matar mujeres, quien un mes previo a su arresto había destazado a una mujer que supuestamente era su amiga. Él confesó haberlas matado porque a las mujeres sólo les importaba su dinero. Él se sentía como un objeto y, sin ninguna consideración hacia la humanidad particular de ellas, desterrando por completo de su cabeza cualquier idea de la sacralidad humana, escupiendo en la dignidad de las personas, se vengaba de ellas. Tal vez ese es el pretexto que dio a las autoridades y sí disfrutaba matando mujeres; tal vez ese era su pretexto: queriendo querer y ser querido, veía que eso era imposible, y el mundo en esas condiciones no le gustaba. Pero él hacía del mundo un lugar poco habitable al matar mujeres. Pensaba sólo en sí; no veía que esas mujeres tenían familia, seres queridos que se preocupan por ellas. Era, o es, el egoísta en uno de sus estados más viles y exagerados.

En la película El buen Pedro (2012), un tranquilo oficinista mata a prostitutas. Jamás dicen por qué lo hace. Sí señalan con qué las mata: un cuchillo grande. Pedro está enfermo; requiere que su vecina le aplique inyecciones cada cierto tiempo. No sé específica la enfermedad, pero en ocasiones le duele la espalda. Pedro usa lentes, es robusto y parece que no quiere mantener relaciones de ningún tipo con las personas. Parecería que está enojado con las personas en general por motivos desconocidos. Sufría de bullying en la infancia, o su familia lo trataba mal; quizá alguien en específico le hizo pasar una experiencia traumática en la infancia. Su vecina intenta coquetear con él. Él la rechaza. ¿Por qué hace lo que hace? Tengo una interpretación basándome en el instrumento con el que las mata y la profesión de las personas a las que mata, así como los problemas que padece el detective que investiga el asesinato. Las asesina porque le excitan en extremo y quiere que sean sólo suyas. El egoísmo más obsesivo, más peligroso es el de los asesinos seriales.

«Sabemos tanto de tantos que no podemos entender el dolor por el que padece cada persona de la que leemos en las noticias» fue lo que le contesté a mi amiga para encontrar una respuesta a lo que padecía. La sorpresa de saber que un asesino pudo matar mujeres por casi treinta años sin ser detenido es terrorífica. No alcanzamos a dimensionar que en México haya asesinos que puedan quedar impunes por tanto tiempo. Lo peor es que nos hemos acostumbrado a ser supervivientes en lugar de pretender vivir bien. Algunos ya ni se espantan que las noticias ya no les espanten. ¿Los periodistas verán transformada su vida por reportar la violencia?, ¿es preferible vivir con miedo constante a mirar las noticias como hechos que sea poco probable que nos puedan suceder? ¿En qué clase de personas nos hemos convertido?

Yaddir

Desdibujo

Desdibujo

 

En El sueño del celta, Mario Vargas Llosa permite al lector experimentar la incómoda presencia de la civilización en lo salvaje, de la civilización cargada de historia. Que es, precisamente, en El paraíso en la otra esquina donde el peruano indagó al civilizado que busca su historia, donde exploró el encuentro de la civilización y lo salvaje a la luz del deseo personal, casi natural. (¿Acaso hay en Vargas Llosa deseos naturales? Los que lo parecen, siempre aparecen por la pluma del escribidor). En El sueño del celta, insisto, el civilizado cargado de historia irrumpe en lo salvaje, e irrumpe con la rudeza del deseo impersonal de la historia: del deseo impersonal de la civilización y la impersonalización del deseo civilizado. La impersonalización del deseo torna en una violencia específica, la misma que Nietzsche identificó como hija de la historia, del embotamiento histórico, de la enfermedad de la historia (cf. Sobre la utilidad y perjuicio de la historia para la vida, 2). La violencia del deseo impersonal fue identificada como el centro de Heart Of Darkness por el tomista Harry Neumann, quien diagnosticó que el universalismo ético y religioso conduce inevitablemente a las peores atrocidades, pues el costo de la universalidad se paga al precio de una libertad atea. La libertad atea, empero, no está libre de lirismo, pues en ello consiste su autoafirmación (Selbstbehauptung). La grandeza de Conrad viene de la dificultad para conformarse a afirmación alguna, incómoda dificultad, incomodidad de la presencia que surca los renglones de la obra.

         Creo haber encontrado en un poema de aire conradiano una posibilidad más de reconocer el descubrimiento del Corazón de las tinieblas sin partir de la incómoda presencia: la duración desdibujada. Creo, repito, haber encontrado un camino para pensar la duración desdibujada en un buen poema de David Huerta [México,1949]. Se intitula “Nadie en el bosque”.

En medio de la negrura

de los arroyos,

la brisa se extiende.

 

Los árboles aparecen

debajo de la niebla.

 

La hierba luce

una pedrería tenue: reguero

de gotas cristalinas.

 

Los animales duermen.

El verdor se desmaya

bajo la grisura lunar.

 

Nadie en el bosque. Y todo

en equilibrio, durando.

 

Notemos la sonoridad del poema. Los arroyos arroyan; la extensión, extiende. Lo dicho y lo escrito hacen sonar la imagen del poema. La acentuada a del cuarto verso levanta al lector el espacio de la lectura, mientras que la b y la j del quinto lo devuelven abajo. El verso central encuentra en la pedrería las precisas piedras del camino, así regadas, frente a nosotros, por caminar y en nuestra lengua. Los animales no suenan animados, por eso duermen. La grisura describe la dermis terregosa de la luna. El equilibrio está al centro del último verso pidiendo una pausa en la duración final. El poema suena en todas sus letras. ¿Para qué suena el poema?

         Una primera impresión podría ser que el poema es una descripción, la formación de un paisaje a los ojos del lector. Aquí los arroyos, allá los árboles. Animales dormidos y nadie en el panorama. ¿Nadie? Precisamente, porque el poema nos presenta a nadie en el bosque es porque, a mi juicio, el poema no es una descripción, no es un paisaje. El nadie del poema es un yo desdibujado.

         Sin el yo desdibujado, nada en el poema es posible. No hay solamente arroyos entre los que se extiende la brisa, sino que es en medio de la negrura de los arroyos donde la brisa se extiende. Y ni la negrura tiene mitad en sí misma, ni a los arroyos les pertenece lo negro. La negrura de los arroyos sólo es posible para el viajero arrebatado por los arroyos, traído a este centro en que se desdibuja por los arroyos, desde ellos, y que reconoce en medio de su negrura la brisa extendida. El desdibujado que sobrevive en los arroyos encuentra en la brisa la duración del oscuro instante.

         Descubrimos, pues, al personaje del poema traído por los arroyos desdibujado al amanecer. Ahí aparecen los árboles bajo la niebla. No son ellos los que están previamente allí, sino es ella la que los deja aparecer. Los árboles, las raíces, la tierra, no es lugar para la presencia, sino presencia en la duración, en la nubosa duración de la espesa niebla. El que es traído por los arroyos y se descubre durando al sentir la brisa mira presente a los árboles recién nacidos entre la niebla.

         No es, tampoco, en la duración donde la hierba es frágil, sino que lo es la pedrería. En la presencia, la hierba es señal de fragilidad, principalmente tras la longeva permanencia de los árboles. En la duración, en cambio, la hierba es suficientemente fuerte que luce sus piedras: ser hierba es ostentarse ante el viajero azorado por el arraigamiento envidiado. Y son las piedras quienes transparentan fragilidad: reflejan a la duración cristalina. El lucimiento de la hierba cristaliza en la duración del sobreviviente. El sobreviviente se encuentra perdurando en lugar que le es ajeno, intranquilo: los animales duermen, el desdibujado dura sobreviviendo. Y es su duración ante la que verdor desmaya: no es el sentimiento oceánico frente a la inmensidad del verdor selvático, sino la duración latente del momento de supervivencia, la fragilidad cristalina del encuentro del todo y la nada, nadie en el bosque. El momento de supervivencia es un equilibrio. El viajero encuentra su justo equilibrio al reconocerse todavía vivo, durando: desdibujado. Desdibujado su ímpetu explorador, desdibujado su empeño civilizador, desdibujado su orgullo civilizado. Se levanta a amanecer a  la amenaza de la vida: la duración desdibujada de quien se encuentra en el corazón de las tinieblas. La duración desdibujada de quien al final puede todavía decir que ha sobrevivido.

 

Námaste Heptákis

 

Escenas del terruño. 1. Será hasta febrero que los funcionarios se reúnan con los familiares de los desaparecidos de Ayotzinapa para hacer seguimiento de la investigación del caso. El abogado de los familiares señaló que ellos volverán a insistir en la investigación de las cuatro vías sugeridas por el GIEI (cuatro vías que comenté aquí). Se ha postergado hasta febrero a fin de presentarles a un funcionario nuevo en el seguimiento del caso. 2. ¿Dónde quedó el renovado Norberto Rivera Carrera? ¿Dónde quedó esa imagen de protector de las víctimas y promotor de la sociedad civil que el cardenal intentó mostrar en los últimos meses antes de su jubilación? Nuevamente la policía intentó impedir la celebración religiosa de los familiares de los desaparecidos de Ayotzinapa y el obispo Raúl Vera en la Basílica de Guadalupe. Antes de irse, el cardenal Rivera quiere patear el avispero. 3. Según mi cuenta, hasta el 29 de diciembre se registraron 263 feminicidios en el Estado de México, lo que es equivalente a cinco mujeres asesinadas cada semana. Estadísticamente, un 60% correspondió a jóvenes entre los 13 y los 23 años. Grave, ¿no? 4. Otra vez, y va de nuez: en pleno periodo vacacional un medio extranjero hace una «revelación» replicada por algunos medios nacionales. En esta ocasión el objetivo fue denostar a cuatro periódicos. La «revelación» consta del señalamiento de posibles conflictos de interés entre la publicidad oficial pagada en dichos medios y el control de las notas e investigaciones publicadas en los mismos. ¿Por qué publicar una «revelación» tan importante en periodo vacacional? Apuesto doble contra sencillo que alguien acaba de lanzar la bolita para descalificar la cobertura electoral de cuatro medios. ¿Quién le entra a la apuesta?

Coletilla. “Amar es romperse la espera con el tacto del éxtasis”. Ernesto de la Peña