Pues sí, Tito se murió anoche en la fiesta. Estaba sentado allí rodeado de sus amigos, de nuestros amigos. Yo estaba con Paola, y pasé la noche con ella. Sin embargo, él estuvo todo el tiempo rodeado de sus mejores amigos. Todos ellos brindaban y cantaban al rededor de la mesa, todos ,excepto Tito que ya estaba muerto.Según dicen que se quedó dormido, y como él siempre se duerme temprano, a nadie el extrañó que estuviera escurrido sobre la silla, que no dijera nada o que tuviera la boca abierta y un hilo de baba cayera al suelo desde sus rancios labios. La fiesta transcurrió con las peculiaridades que son comunes en todas las fiestas: un borracho por aquí, una violada por allá, un grupo de amigos brindando al rededor de un muerto. Yo tampoco me hubiera dado cuenta de que tito había muerto si no es porque, cuando regresé de acompañar a Paola a su casa Tito seguía allí con la misma pose rígida que tenía en la noche. No se había movido nada, y cuando mi perro lo empujó cayó sobre su cara como su estuviera hecho de madera. Supongo que no hay mejor forma de morir: rodeado de tus mejores amigos.
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Comienza el baile:
Comienza el baile:
Es la primera vez que mi niña baila,
por lo mismo no sé qué con la danza
¿Será bueno mostrarla tan mansa?
Porque, ¿no también el villano baila?
Poco a poco, a ver si sus pasos hila,
dice un viejo con risueña barriga.
Se ve que usted por más que baila no se fatiga.
¡Ése es un peligro!, gritan desde la fila
ebrios valentones con la cara demacrada.
Se embriagaron pronto, dice el panzón;
probemos, continúa, a ver si con la bailada
a usted no se le estropea el corazón.
Todos ellos llegaron con su niña amada.
Pero, dígame: ¿El amor necesita una razón?
Javel
Indolencia
Veo su amor en el lugar donde se encuentra,
y veo el dolor que ese amor trajo consigo,
veo sufriendo a quien siempre ha sido amigo
pero, oigo gritos que de esa visión me alejan.
Nadie expresa terror o condolencias,
sólo hay ruido de insultos y de fiesta,
es el ruido que ensordece mis oídos,
es el barullo que del amante me aleja.
Los espacios infinitos se han cerrado,
¡gloria y honor gritan algunos!
pero, no dejan de ver de lejos al sufriente,
y lo dejan sólo en el madero agonizando.
Ya no veo el puente que une al cielo con la tierra
ya no veo al madero sosteniendo a quien se entrega,
ya no veo y ya no oigo … el silencio se ha impuesto
como fiesta y el ruido me sumerge en la indolencia.
Fiesta decembrina
Hay festejos que cuestan la vida, ya sea del festejado o del festejante, y no lo digo pensando en tantas reuniones interrumpidas por la violencia, que bien puede ser interna, cuando ésta proviene de algún asistente mal comportado, o externa, que es la que proviene de algún no invitado decidido a lanzar maleficios y todo lo que tiene a la mano en contra de los festejados.
No, esos festejos cotidianos que se ven frustrados por la violencia no siempre cambian la vida de quienes acuden a ellos, pues estos no cambian en nada el modo de ser de los asistentes, quienes pretenden seguir siendo los mismos que son tras el paso de unas cuantas horas, y quienes deciden reconstruir su vida diaria tras la ruptura de una cotidianidad que a veces parece no gustarles.
Los festejos que cambian al hombre no suelen ser tan llamativos como aquellos que sólo lo toman por un tiempo. Los que llaman la atención gracias al furor de su llamado consiguen que el hombre se olvide de sí mismo y de lo que hace con su vida, eliminan cualquier intento de conversación molesta sobre lo que el hombre es con el estruendo se su llamado retumbante. Los otros en cambio suelen ser discretos y a veces hasta silenciosos, tanto que muchas veces no nos percatamos de su importancia sino hasta que vemos en el rostro del hombre una nueva sonrisa y una paz que no habíamos notado antes.
Hacen falta festejos silenciosos, como el que lleva a cabo el alma cuando se pone a pensar en el sentido de lo que festeja, pero estos son tan poco visibles que casi no les prestamos atención, aún cuando pueden llevar a un individuo a ser un hombre nuevo. El festejo en silencio lleva al hombre hasta las profundidades, mostrándole como luz en los abismos aquello que da sentido a una vida cotidiana que no por ser tal es mala, pero que puede mejorar en tanto se tenga presente lo que es bueno.
A su vez, lo bueno se deja ver con más claridad en el silencio de la reflexión, pues en ese silencio el hombre se encuentra consigo mismo, se ve y se juzga, se arrepiente y enmienda el camino para regresar a la senda segura y firme, o la toma y se abraza a ella si es que no había tenido oportunidad de conocerla.
Hacen falta festejos silenciosos, pero eso no implica que deban cancelarse los otros, el estruendo llama al hombre y puede servirle para atraer su atención sobre lo que importa más que las preocupaciones con las que está plagada la vida diaria. El ruido constante hace resplandecer aún más la hermosura del silencio y tras el aroma de la pólvora, usada en los cohetes y quemada la noche anterior, puede notarse la falta que nos hace el delicado perfume de las rosas.
Maigo
Hablando del Olvido V. Olvido Histórico
2 de octubre no se olvida
Hoy es el día del olvido, nos reunimos a olvidar y a reconstruir anécdotas que hace mucho dejaron de serlo, pues lo que fue anécdota, ahora forma parte del imaginario colectivo que sale a las calles gritando que el día de hoy no se olvida, y olvidando lo que se supone no se debe olvidar.
He de aclarar que no estoy negando hechos que desconozco, es imposible que niegue lo que no puedo demostrar que fue o no fue, pero sí estoy poniendo en duda que la mejor manera para recordar lo que se supone debemos recordar es la empleada por todos aquellos que salen a las plazas para hacer lo que no se hacía cuando ocurrió lo que se supone no se debe olvidar, o que por el contrario la mejor manera de recordar sea procurando reconstruir lo que se hacía cuando algo importante pasó.
Cuando se pretende rescatar del olvido algún suceso, éste es considerado en primera instancia como algo importante, pero negado por aquellos que se encuentran en el poder, o importante pero enterrado en las arenas del olvido gracias a las ventiscas de vida cotidiana que hacen que los días se sucedan uno a uno sin que estos efectivamente sean significativos para quien los vive.
Pretender sacar de las arenas del olvido aquello que éstas ya han devorado, exige tesón de quienes buscan iniciar tal empresa, pues un pequeño error en el intento por desenterrar el pasado puede traer consigo grandes errores en el momento de recordarlo, ya que se puede dejar de lado lo importante por lo fatuo.
Pero esto supone que hay algo importante que debe ser recordado, es decir, supone que el examen de la historia es algo que puede dotar de sentido la vida de quien la examina, y que ésta no sólo es un cúmulo de fechas inconexas que es mejor no aprender porque nada dicen a quien las memoriza. Este supuesto debe ser examinado, en especial cuando estamos tan cercanos a la idea de que la historia ya se ha terminado y que la mejor manera de progresar es permitiendo que el desierto del olvido crezca día a día.
Así pues, antes de decir que una fecha en específico no se olvida porque en ella ocurrió algo importante, es necesario ver por qué es importante el estudio de lo ocurrido en fechas anteriores a cuando los ojos del estudiante vieron la luz del sol por primera vez, es decir debemos examinar lo que se entiende por historia.
Hay muchas maneras de entender lo que es historia, y lo que une a esas diversas maneras son el pasado y la memoria del mismo, no importa si lo que se busca en esa memoria sea el orden que gobierna al mundo de los hombres, la posibilidad de la comprensión de la ley que trae consigo la salvación del alma, el carácter progresivo del ser humano como aquel ente que modifica más que ninguno su entorno o la posibilidad de aprender para no cometer errores que traen consigo los horrores más grandes que puede realizar el ser humano; sea cual sea el modo de pensar a la historia, ésta siempre se remonta a lo memorable y nos pone a la vista al hombre como ser memorioso.
Pero ese ser memorioso, rememora de distintas maneras, a veces con fiestas que le hacen olvidar todo y le permiten salir del orden que regularmente tiene establecido, mismas que desde el punto de vista de quien no se pierde en el olvido de sí que trae consigo la fiesta, sólo son vistas como desordenes que deben evitarse a toda costa, es decir, como actos de mal gusto; en otras ocasiones se rememora de maneras más solemnes, y más que un olvido se sí, lo que acontece con el ser que recuerda es que éste es capaz de ver el sitio que le corresponde en la vida, que bien puede ser un sitio por mucho inferior al que le corresponde ocupar a los dioses o a los héroes, pensados estos como aquellos seres que algo tienen de divino y que deben destacar entre los hombres debido a su naturaleza.
Quizá esta segunda manera de recordar sea la más apropiada para ver en el recuerdo histórico algo que dote de sentido a la vida de quien recuerda y no sólo la posibilidad de hacer lo que no se hace todos los días, como salir a las plazas públicas a gritar que el 2 de octubre no se olvida, o que México es una nación libre e independiente, o aprovechar que no hay que ir al trabajo cuando se supone que hay que acudir al templo. Pero esta manera de recordar nuevamente depende de cierta manera de pensar a la historia, en la cual el sentido progresivo de la misma no entra con facilidad, pues para el progreso no importa tanto de dónde viene el caminante, sino hacia dónde va.
Por lo pronto la única manera de pensar que la memoria histórica tiene algún sentido, es considerando que ésta es efectivamente importante, y que mediante ésta nos es posible ver algo que sobre el hombre no se aprecia en otras maneras de pensarlo. Aceptando esto la pregunta por la mejor manera en que se debe recordar algún suceso se mantiene latente, pues la fiesta desenfrenada trae con invitado al olvido y el orden ritual de otro tipo de festejo también oculta en su seno al olvido de lo que se pretende recordar. En la primera, el festejante deja todo de una manera descuidada, en la segunda el recordante puede verse ahogado por el peso del ritual, a tal grado que sí éste no se lleva a cabo de la manera correcta sea necesario empezarlo otra vez. El hecho es que en ambos casos el olvido se muestra y deja a quien festeja y recuerda a veces sonriente y a veces lloroso.
Maigo.
«Que no pare la fiesta…»
Existen varias formas por las que nos damos cuenta de que el tiempo ha transcurrido. De entre todas ellas ciertamente los relojes ocuparían el primer lugar dada su consabida practicidad, seguidos muy de cerca de las fotografías pues no hay nada como una imagen para expresar lo que más de mil palabras no son capaces de decir. Sin embargo, a mí la forma que más me gusta –y apenas me di cuenta de esto ayer– es la de las fiestas, por extraño que esto se escuche.
En mi experiencia, tal parece que dependiendo de la edad que tengamos se van dando las fiestas a las que somos invitados y es así como nos damos cuenta de que el tiempo está transcurriendo. Muy probablemente nuestras primeras fiestas hayan sido la de los cumpleaños de nuestros amigos de la infancia, ésas que eran temáticas y donde todo lo utilizado –gorritos, platos, vasos, servilletas, manteles, piñata y bolsitas de dulce– estaba decorado con personajes de caricatura, películas o cualquier otro motivo infantil. En el caso de quienes fuimos educados bajo el techo de un hogar católico, también podemos contar entre nuestro haber de fiestas las de la Primera comunión y, en muy contados casos, la de la Confirmación. Cualquiera de las dos, por lo general, contempla a la familia más que a los amigos, pero lo importante es notar que, por las mismas fechas, todos los demás niños católicos también se encontrarían festejando su Primera comunión o quizá su Confirmación.
Ahora bien, en el caso de las mujeres, cuando éstas han dejado de ser unas niñas para convertirse en todas unas jovencitas, se festeja –aunque cada vez mucho, mucho menos– el hecho de que sus padres vayan a presentarlas ante la sociedad para que por fin se integren a ésta, celebración que es mejor conocida como XV años. En esta fiesta se le da oportunidad tanto a la chica festejada como a sus invitadas de lucir vestidos más ceñidos al cuerpo que hagan resaltar los cambios y transformaciones que éste ha sufrido debido a la etapa por la que están pasando. Asimismo, calzan sus primeros zapatos de tacón, se peinan el cabello de forma muy elaborada y colocan un poco de maquillaje en su rostro para aparentar más edad. Sin duda, con esta fiesta queda claro, tanto para hombres como para mujeres, que se ha dejado atrás la infancia para comenzar una nueva etapa en la vida.
¿Y cómo no incluir en el conteo las graduaciones escolares? Esas fiestas en las que decimos hasta luego –y en ocasiones adiós– a nuestros compañeros de aula, en las que celebramos que hemos concluido, de nueva cuenta, una etapa de estudios de manera satisfactoria y lo hacemos acompañados de nuestra familia, de algunos maestros, de nuestros amigos más íntimos y, por supuesto, de nuestros demás compañeros graduados. Justo ésta es la fiesta que me correspondería estar festejando en estos momentos de mi vida y, sin embargo, veo que no será posible dada la falta de interés de mis compañeros, lo cual considero una verdadera pena. No porque sea menester celebrarla ni porque me vaya a morir por no llevarla a cabo, sino simplemente porque considero que es una forma muy bonita de dar cuenta del tiempo que ha transcurrido, de las tantas y tantas fiestas a las hubimos que asistir para que fuera posible llegar a festejar esta otra y las que todavía nos faltan, como más cumpleaños, más Comuniones, más XV años, más graduaciones, las bodas, los bautizos, entre muchas otras que nos aguardan.
Lo único que espero es que no llegue un día en el haya transcurrido tanto el tiempo que sea demasiado tarde para darnos cuenta de que no celebramos tantas fiestas como hubiéramos querido y que entonces sea la Muerte la que haga fiesta a costa nuestra.
Hiro postal