Florece la cruz de mis recuerdos. El madero sembrado en el monte baña con su sombra a quienes saben que el dolor se resignifica, cuando llega a nuestras vidas por amor.
Floreciendo y dando frutos, quienes llevan consigo la dulce carga del servicio al prójimo no llevan fardos molestos; más bien llevan flores y buen incienso para perfumar al altar en el que el hombre se salva por su fe y por su actuar.
Y la cruz de mis recuerdos, con tres clavos y una corona espinada se perla con trabajos, y se baña en los rubís de quien sabe que no hay amor más grande que el de quien da la vida por los amigos.
Maigo