El pasado rey de Francia

Cuentan los entendidos que sobre espejos y pasteles hablan, que hace muchos años había un rey en Francia, por nombre llevaba Luis, y luises fueron sus monedas.

Este rey construyó un castillo enorme sobre terrenos que de caza eran y para aderezarlo mandó traer a toda la realeza, a fin de que sus buenas costumbres adoptara

Dicen los más chismosos, que el rey el sol se sentía, y que cada acto de su día lo veía como un rayo de luz que a sus gobernados iluminaría, desde muy temprano cuando se levantaba, el rey hacía ceremonia para usar la ropa que lo adornaba, los cortesanos solícitos a la vestimenta del rey elogiaban y en las excelencias de sus hábitos cada exceso justificaban.

La vida en el castillo, que moda imponía desde Francia, se fue enfrascando en el encierro, los nobles y la realeza vivián un mundo de ensueño, mientras afuera otros platos se cocinaban, entre hambre, frío y despojo, aderezado con amargo odio contra el encerrado monarca.

Aunque el sol francés brillaba entre los espejos, los oropeles lo cegaban y no lo dejaban ver la realidad que el verdadero astro rey alumbraba, este encierro entre espejos, jardines, fuentes y aderezos a la realeza cegaba y la dejaba indefensa en contra de lo que se le preparaba.

El final del rey de Francia, nieto de aquel rey sol que a muchos deslumbrara, por todos es sabido, pero eso no impide que en otras latitudes haya hombres que viven en palacios y que salen de los mismos sólo para escuchar alabanzas, sintiendo molestias cuando lo que llegan a sus oídos son sabores de otras trazas, con el señalamiento de errores o de imperdonables faltas.

¡Ay de aquellos que se hacen castillos con alabanzas, se encierran y se ciegan como en su momento lo hicieron los reyes en Francia!

¡Ay de aquellos que en lisonjas a sus hábitos pierden para todos la esperanza, pues no por levantarse temprano o dormir tarde se cumple con el deber que corresponde a un buen monarca!

¿Qué cuál es ese deber? Hasta donde sé es prestar oído a todos los asuntos que debe gobernar, porque es escuchando más que hablando como se entiende a la realidad.

Maigo

Por una nueva entonación

Es desafortunado el uso que le damos a la red. Podemos entablar contacto con cualquier persona, pero no conversamos de cuestiones importantes; podemos leer miles de libros de las mentes más insignes del mundo, pero nos parece un desafío pasar los ojos por 100 caracteres; podríamos conocer y entender diversas opiniones sobre los asuntos más polémicos, pero nos encanta imponer nuestra opinión. Aunque el mal uso que hacemos del internet no es totalmente culpa nuestra, pues somos demasiado limitados para una plataforma cuyos límites no nos parecen claros. La buena información queda eclipsada por la infinidad de mala información; los asuntos importantes quedan reducidos a una opinión entre millones de opiniones a las que no se les puede tratar con calma.

Un ejemplo de mal uso de la red es la indignación que se suscitó porque el himno nacional de Canadá cambió unas palabras para volverlo más incluyente. En algunos países, como México, el cambio sirvió para criticar el himno nacional de cada país; no sirvió para cuestionar la importancia de los himnos en cada nación, ni para sugerir qué conviene que diga un himno, en el caso de que sea importante, sino simplemente para señalar un defecto nacional. Gabriel Zaid en un ensayo titulado “Por otro himno” señala que las palabras usadas en el himno nacional mexicano no muestran el español de los mexicanos ni el sentimiento nacional. Como casi todos los himnos, el mexicano es demasiado bélico para los tiempos actuales; el himno nacional francés, surgió en plena revolución francesa. Tanto Francia como México han sido blanco del terrorismo y el narcotráfico, respectivamente, ¿por qué la belicosidad de sus himnos no les ayuda a levantar los ánimos en sus más sombríos días o a sentirse más unidos?, ¿será un defecto del patriotismo, que ahoga las líneas de cada himno, el no poder servir en tiempos de paz con explosiones de violencia? Siendo más específicos: ¿el patriotismo realmente pudo unificar a toda una nación, a todo un imperio, a todo un reino?

¿Qué clase de himno necesitamos quienes pasamos buena parte de nuestro tiempo enredados en internet? Pero cabe más la pregunta: ¿nuestros ánimos, referentes al patriotismo, no son tan diversos como para tener un himno? Dada nuestra libertad de expresión, inclusive resultaría imposible pensar que tengamos ánimos que sean movidos o unificados por un himno. Pero pensándole un poco, quizá se puedan resumir los ánimos políticos en dos clases: quienes están interesados en la política y los apáticos de los asuntos públicos. Podrían proponerse dos himnos nuevos para cada clase de persona teniendo en cuenta las experiencias de cada sector y sus intenciones. Los problemas vendrían cuando se le rindieran honores a la bandera, pues se tendrían que hacer dos ceremonias y no parece clara la pertinencia de que cada grupo deba quedarse a la ceremonia de la que su ánimo no forma parte, pero, por respeto a las opiniones de los otros, cada grupo deberá escuchar ambas ceremonias. Evidentemente los apolíticos quizá no quisieran manifestar su ánimo en contra de la política, pero al menos habría que hacer algo representativo de ello. Algo así como un largo y prolongado silencio, que contraste con la ceremonia, pero que dure lo mismo. Tal vez lo mejor sea no moverle a las tradiciones, finalmente a pocos les importan.

Yaddir

Vuelos anhelantes

Hay miradas que buscan ser encontradas. Insistentes, sutiles o atrabancadas se dirigen a lo que desean. No importa si mueren en el intento, o se descubren vulnerables, sólo quieren hallarse en el horizonte. Extraviadas tratan de refugiarse, cueste lo que cueste. Con movimientos traviesos y tímidos, muestras de su imperfección, realizan un viaje casi perdido.

Existen otras miradas parecidas, con un vuelo tan nervioso que pueden confundirse con las anteriores. Siendo furtivas o feroces, persiguen incesantemente a su presa, con un apetito tan voraz que promete recompensas a sus ilusiones. Minuciosamente recorren lo que ven, gozando sobrevolar el terreno. Poco importa si terminan por devorarlo, la caza puede culminar en la región intangible del hombre.

Algunas miradas descienden agotadas y heridas. Después de un vuelo fatigoso y quizá doloroso, terminan casi moribundas. Haber encontrado una densa neblina en su camino debió dejarlas decepcionados. O haberse enfrentado a la terrible tormenta que nadie esperaba. En el momento de muerte acaban rendidas evaporándose en un ligero suspiro. Al final, otro modo de volar, otra manera de anhelar.

Bocadillo de la plaza pública. Esta semana la tierra ha temblado por la violencia e inseguridad, aunque diferentes razones y contextos. Además de los trágicos episodios en el viejo continente, el miedo y la intimidación han tomado gobierno en Acapulco. Varias escuelas han temido abrir sus instalaciones por haber recibido extorsiones. Ni siquiera el cobijo policíaco ha brindado seguridad frente a los grupos criminales. Es una historia nada rara en el país, no obstante por lo mismo destaca. Las escuelas se encuentran en las zonas marginales, aquéllas que poco a poco han venido sufriendo la indiferencia por los gobernantes. Incluso para los mismos habitantes la violencia se ha vuelto cotidiana, no se extrañan tanto de ver personas portando rifles en camionetas. El mismo Acapulco se ha venido reduciendo a la zona cercana a mar abierto, esos días dorados del siglo pasado han caducado. No bastó con aparecer los eventos a nivel nacional, tuvo que haber una movilización para hacer patente el reclamo. Por cierto, ambas tragedias, nacional e internacional, son importantes, ni una más ni una menos. En los dos casos hay asesinatos a considerar, aunque los adoradores de ambas culturas no lo adviertan.

Buscando a la libertad

Hacia el siglo XIX los franceses vieron nacer una magnífica pintura: La libertad guiando al pueblo de Eugène Delacroix. La pintura, fuera de si se trata de una obra romántica porque su autor fue catalogado en ese rincón, pareciera no ofrecer muchas dificultades interpretativas, pues su sentido parece directo. La libertad, el centro de la obra, alza en la mano derecha la bandera de Francia y en la izquierda sostiene un mosquete, lo cual nos habla de la búsqueda de la libertad de la nación francesa mediante la guerra; la mujer es fuerte, con amplias caderas, madre (guía) de una gran generación que se encuentra tras ella. De entre su vestimenta sencilla, un detalle destaca: una cinta de un rojo sanguíneo; la libertad trae ceñida la muerte: enfrente de ella se encuentran algunos asesinados, en su mayoría miembros del ejército de Luis XVI. Al menos esto sería lo comúnmente entendido cuando se observa la pintura.

Otra posible interpretación es la que podemos entender cuando vemos al individuo de la parte inferior derecha, el cual parece observar al enemigo con intenciones de asesinarlo violentamente; en su mirada se vislumbra el ansia de matar. La libertad se puede conseguir a base del derrocamiento definitivo del tirano, pero eso no garantiza la disolución de la tiranía ni el cese de la violencia. No todos miran a la libertad en la imagen, no todos están de acuerdo en actuar buscando esa grandeza que parece representar y ser parte inherente de ella; la libertad puede ser el pretexto, el poder y la violencia la finalidad.

La libertad a veces nos suena a ideal, pues quienes la niegan dirían que estamos sometidos por diversos factores y nunca lo dejaremos de estar, todo intento de liberarnos, según lo anterior, es vano; a veces a argumento, pues se afirma que todos los hombres, por el simple hecho de ser hombres, son libres, quienes impidan la libertad humana, visto así, son unos villanos; e inclusive, y eso parece las más de las veces, a deidad, ya que por ella, por su supuesta divinidad, se justifican los actos más terribles. La muerte, amiga de la libertad, siempre estará a su lado (visiblemente o escondida), sea como ideal, argumento o deidad.

Yaddir

LA_LIB~1

Propuesta del 10 sin 0 (por obeso)

Hace un par de días, mientras consumía mi tiempo curioseando en Facebook, encontré una noticia cuyo titular decía lo siguiente: “Dukan propone que los niños delgados puntúen más en los exámenes”. Tal título captó mi atención y como no tenía ni la más remota idea de quién era este tal Dukan –pues como diría mi abuelita: “en su casa lo conocen” –, de inmediato di clic al link y me dispuse a leer lo que esta persona tenía que decir al respecto. El artículo comenzaba diciendo que el susodicho era un nutriólogo francés famoso por su popular pero controvertida “Dieta Dukan”, la cual –habría de enterarme después– está basada en un alto consumo proteínico que si bien conlleva a la pérdida de peso, dicha pérdida está motivada por la fatiga que genera el alto consumo de proteínas, además de otros inconvenientes como problemas al respirar y mareos. La noticia continuaba con lo propuesto por Dukan, quien preocupado por el aumento de personas con sobrepeso en su país, plantea que las escuelas ofrezcan una optativa –y aquí supongo que se refiere a una pregunta y no a alguna materia– llamada “peso ideal” en los exámenes finales anuales, mediante la cual podrían obtener puntos extras si su Índice de Masa Corporal (IMC) se mantiene entre las medidas 18 y 25. Para aquellos que ya tengan sobrepeso, los puntos les serán otorgados incluso al doble si consiguen disminuir tal y mantenerse en el nuevo. Dukan considera que esta propuesta será un aliciente tanto para los jóvenes franceses como para sus padres, pues ambas partes están sumamente interesadas en que los primeros obtengan buenas calificaciones en el bachillerato y si con ello, además, van a perder peso, pues qué mejor.

Seguro habrá quien aplauda esta propuesta e incluso opine que debe implementarse también en nuestro país, pues sabemos de sobra que México encabeza la lista mundial en cuanto a sobrepeso y obesidad se refiere. No obstante, yo disiento de esta propuesta ya que no creo conveniente mezclar dos aspectos que si bien pueden llegar a relacionarse, tal vez hasta de forma estrecha, no tienen porqué confundirse; a saber: educación y salud. Si lo que se busca es promover que los estudiantes con sobrepeso bajen lo que tienen de más y aquellos que están en su peso, lo mantengan, que se diseñe un plan en el cual se contemplen consultas con un nutriólogo proporcionado por la misma escuela para que el estudiante que esté interesado pueda acudir con él, que incrementen las horas de ejercicio físico a la semana, que se le otorgue un reconocimiento al que haya logrado bajar de peso, o bien cualquier otra cosa que no tenga que ver con las calificaciones. ¿Por qué? Pues porque, hasta donde yo tengo entendido, las calificaciones sirven para evaluar qué tantos conocimientos tiene el estudiante sobre tales materias –y a decir verdad, a veces también dudo que las calificaciones sirvan para ello, pero eso es tema aparte. Empero, supongamos que se aprueba la propuesta; fácilmente cualquiera en su peso podría optar por no estudiar o no esforzarse mucho en la escuela y mejor dedicarse a mantenerse en él; no importa entonces que tal persona no vaya a lo que se supone que va a la escuela, al fin y al cabo que le dan puntos extras por mantenerse en su peso. Lo mismo podría pasar con aquellos que tienen sobrepeso: no esforzarse en la escuela y dedicarse a bajar los kilos que tiene de más –lo cual dicho sea de paso cuesta bastante trabajo–, ya que si lo consigue, le darán el doble de puntos y con que saque un 8 ya estaría del otro lado. ¿Y qué pasaría si los jóvenes con sobrepeso no consiguieran bajar esos kilos? Como si no fuera bastante ser tachados de gordos, también cargarían con el sambenito de ser “burritos” para eso de la escuela.

Como sea, ciertamente nada tiene que ver que una persona tenga 5, 20 ó 50 kilos de más con que sea inteligente o no, con que pueda aprender y sea capaz de adquirir conocimientos; si a ésas nos vamos, entonces las personas con anorexia o bulimia serían unos genios indiscutiblemente. Además, también me parece que el hecho de que una persona esté delgada –y en este ejemplo descarto a personas con anorexia, bulimia o cualquier otro desorden alimenticio– no quiere decir que por ello esté sana, pues bien puede conservarse así y con todo llegar a faltarle vitaminas, proteínas o cualquier otra cosa. Y nada más para aclarar, en el único punto que me parece que educación y salud llegan a tocarse es en que debemos aprender a comer balanceadamente; fuera de eso, no me viene a la mente otra relación entre ambos aspectos. Por eso, mejor “propongo corromper al puritano, espiar en la ducha a las vecinas” y si ustedes se preguntan qué tiene que ver esta propuesta con la de Dukan, pues así de absurda encuentro la relación que propone entre el peso y las calificaciones de los estudiantes.

Hiro postal