Volutas

 

1

Soy el que no fui ayer, pero mañana triunfará otro .

2

¿Jugamos a la inmortalidad?

Para postergar el plazo.

Es un juego, nada más.

¿Un minuto de felicidad es suficiente para ganarle al inminente fin?

Las almas que contienen el fuego no mueren.

3

La morbosa obscuridad:

no hay historias aquí,

fantasmas no hay.

Todos quieren huir

hastiados de sí.

Amantes de piel blanca,

mirada impávida,

muertos al fin,

ni un sacrificio los haría volver.

Javel

 

Señales de humo

El calor del alba se le impuso como la necesidad. No lo había sentido tan intolerable en mucho tiempo. Apagó el radio cuando el reportero cambió al tema de algún nuevo desfalco millonario. No le interesaba. Los detalles ofrecidos sobre el incendio de madrugada en el parque de diversiones lo habían dejado tan satisfecho como había deseado: eran pocos y eran magros. Rebosaban de esa seguridad que sólo la ignorancia puede dar. Refrescante, el aire templado de la mañana se dejó sentir por fin, entrando por la ventana de la camioneta, despejando el olor del reciente racimo de cigarros; pero más refrescante aún fue la risa suspirante del alivio que se le extendió desde el pecho hasta las puntas de sus dedos. Aún dolían, pero eso ya no parecía tan malo: seguramente requerirían tan sólo un poco de pomada para las ampollas y descanso propicio para cicatrizar, y con eso estarían listos de nuevo para apretar ahí donde la tenacidad se vence. «Alguien dijo que las acciones eran manantiales de infinitas series de efectos ‒le dijo a su mudo copiloto, con esa voz cadente que cuidaba cada tono con esmero‒, mira bien que las traiciones son así, nomás que el manantial mana gasolina».

Originalidad del Fénix

Originalidad del Fénix

El hombre tiene una inclinación natural a ayudar que la sociedad va pervirtiendo, si bien es cierto que algunos nacen tímidos para ayudar, así como otros orgullosos para recibir ayuda.

Me atrevo a declarar que a todos cuando niños, al ver que mamá preparaba los alimentos o que papá hacía las faenas del jardín, una fuerza irresistible nos empujaba a preguntar con una cierta alegría “¿Te ayudo?” De esto no se esperaba nada a cambio más que un “Sí, mira, así se hace”. Cuando llegaba el no, algo en nosotros agonizaba. Aquí nace la paciencia o el fruto agrío que es alimento del rencoroso. La alegría que nos empuja a ayudar al otro, no que nace después de ayudarlo, sino que está antes del acto, es de los rasgos más humanos que yo he visto.

Ayudamos al otro y así aprendemos el bien o pensamos cómo llegar a él.

Ayudar al otro no implica necesariamente que vea a ése en problemas o que lo juzgue de débil o inútil, de lo que nos acusa este rasgo, es de querer que el bien le llegue a otro con más prontitud. Es decir que desde la pasividad del espectador, el bien se ansía más pronto, hasta que ponemos manos a la obra y vemos que tardará un poco más. Por esto, la paciencia es importante. Que se desea ser partícipe del bien del otro es innegable, pero no por egoísmo, ni por sentir autocomplacencia, ni por agriar el bien obtenido entre los dos con un ‘ahora me debes algo’; por un lado se es desconsiderado, por el otro un mercenario del bien. El bien del otro ya es bien mío, pues puse mi cuerpo y mi alma a trabajar de tal manera que ejercitaba la búsqueda y obtención de lo bueno.

No niego que ayudar es difícil y que ha de hacerse considerando la situación, la personalidad del otro y la mía, el fin que se quiere lograr, los inconvenientes que hay en ello, etc., etc., pero sí creo que pensarlo tanto tiempo nos vuelve lentos para actuar. Ofrecer silenciosamente una mano franca, o preguntar cual niños, ¿en qué te ayudo? Es un hábito que no ha de morir. Lo que sí ha de morir es esta llama enloquecida que arde en el pecho.

Cuando terminamos de tender la mano, sabemos que ahí acabó. Sin embargo, el calor de la antigua llama junto al amor que azuza nuestro ánimo, bien pronto encenderían un nuevo bosque tan pronto viéramos a alguien más en apuros. El deseo de ayudar renace con más fuerza, quizá por esta alegría (que se va haciendo hábito) que hay en sacrificar un poco de nosotros por alguien más. En esto es el hombre igual al Fénix. Del Fénix se sabe que nunca morirá, pero sí puede cambiar su plumaje de aurea antorcha, por plumas de un vanidoso cuervo, si no sabe lo que da, y exige lo que no vale el cariz de su estirpe… así el Fénix no moriría, pero viviría eternamente viejo, feo y rencoroso, acumulando vida, riquezas, odios.

Ayudar: arder en alegría mientras se muere por otro, es de los rasgos más auténticamente humanos que yo he visto: ésta es la originalidad del Fénix.

Ésta es la llama que se ha venido apagando en México.

Javel

Cenizas en vilo de un soplo nuevo: En cualquier momento, en cualquier lugar, entre cualquier compañía, te formularás la admirable pregunta de Franklin: “¿Qué bien puedo yo hacer aquí?” Amado Nervo.

 

Quemarse

Quemarse

El apocado y fracturado suelo

de mi terruño sin razón se quema,

muere ahogado en taciturno duelo

estrepitoso, confusión de un lema

que va incendiando nuestro cielo al vuelo

hecho palabras de fugaz poema;

es vil comedia entronizar Quijotes

cuando se trata de ceniza y brotes.

 

Tacitus

Las cosas mal hechas

En un sueño vi tigres de un azul que no había visto nunca

y para el cual no hallé la palabra justa”

B.

La semana pasada hubo ruido, desorden, ataques y amenazas injustificadas. Yo recuerdo las caras –dijo- pero no recuerdo la suya. “Como un sueño en el sueño. Nada. Sólo fuego de un enojo vacío. Sólo el falso enojo que es máscara de un rostro sin boca y sin ojos. Rostro que ya no es rostro El rostro se ha borrado. Símbolo de lo que no es promesa ni sospecha ni suspiro de ideal.  Pero que tampoco puede ser, ya, olvido”. ¿Que quién era él para descubrir que detrás de la máscara no había nadie? Era la memoria; los palacios, las cavernas, todas las cosas.

PARA APUNTARLE BIEN: “For in the end, it is all about memory, its sources and its magnitude, and, of course, its consequences…God is God because He remembers” –Elie Wiesel

Y esto es una parte del poema “Avenida Juárez” de Efraín Huerta.

Uno mira los árboles y la luz, y sueña
con la pureza de las cosas amadas
y la intocable bondad de las calles antiguas,
con las risas antiguas y el relámpago dorado
de la piel amorosamente dorada por un sol amoroso.
Saluda a los amigos, y los amigos
parecen la sombra de los amigos,
la sombra de la rosa y el geranio,
la desangrada sombra del laurel enlutado.

¿Qué país, qué territorio vive uno?
¿Dónde la magia del silencio, el llanto
del silencio en que todo se ama?
(¿Tantos millones de hombres hablaremos inglés?)
Uno se lo pregunta
y uno mismo se aleja de la misma pregunta
como de un clavo ardiendo.
Porque todo parece que arde
y todo es un montón de frías cenizas,
un hervidero de perfumados gusanos
en el andar sin danza de las jóvenes,
un sollozar por su destino
en el rostro apagado de los jóvenes,
y un juego con la tumba
en los ojos manchados del anciano.

Todo parece arder, como
una fortaleza tomada a sangre y fuego.
Huele el corazón del paisaje,
el aire huele a pensamientos muertos,
los poetas tienen el seco olor de las estatuas
—y todo arde lentamente
como en un ancho cementerio.

MISERERES: La Dirección General de la UNAM sigue “tomada” por los estudiantes que –según- se oponen al a la actualización de los planes y programas de estudios. Ayer se publicó, además, que se creó una nueva comisión para la “Prevención Social de la Violencia”; su tarea se limitará a hacer recomendaciones y promociones. Y ya. Se comienza a discutir, por otro lado, una reforma hacendaria, y ya se anticipan las promesas de más y mejor trabajo, pero también, el aumento al IVA en alimentos y medicinas.

Amor al Honor

Lo canta el poeta, encantados nosotros

oímos los versos fluyendo encendidos,

deseamos que el fuego se esparza en el mundo

así como ya se ha esparcido mil veces,

cual yesca azuzada por lenguas ardientes

de viejos cantores que en suelos fecundos

preñaron de nombres y escenas la mente

de cientos de pueblos; y ahora, del nuestro,

deseamos hacer crepitante brasero

queriendo el honor que acompaña su nombre

que es Nadie y es Fuego, y es pobre mendigo

Rey entre los nobles y sabio entre hombres,

odiado entre dioses y amado entre amigos:

deseamos que brille el famoso Odiseo.

¿No es honda traición abrazar el deseo

que al fondo del alma confunde nobleza

con esa herramienta sutil, misteriosa,

que opera el poeta mostrando lo bello?

¿No es necio esperar que se obtenga lo mismo

que en versos se otorga al guerrero imbatible

habiendo tan sólo vencido en aquellos

combates que se han ensoñado en un trance?

Con todo y el ronco carbón encendido

al centro del horno asentado en el pecho,

refresca la voz como viento sonoro

de aquel viejo sabio que habló con cuidado

mudando la gloria y templando a Odiseo

y dándole opción de elegir hado nuevo,

lo hizo vivir de la guerra alejado.

Marzo en mi diario

Fuego quemado,

Mas no extinto, revives

Dejando el hollín.

Hiro postal