Titila

Escribir como si supiera lo que digo, resultó ser una tarea mucho más difícil de lo que imaginé. Verá, soy un excelente mentiroso en la vida real, y me he venido a dar cuenta que me valgo de recursos físicos más que de los artilugios retóricos que creí poseer. Es verdad, creí poseer muchas otras cosas más, que ahora me parecen más caducas que la infancia. Algunas de ellas debieron ser bonitas, como dicen los libros que son las estrellas, como dicen los médicos que es el leer. Otras, por necesidad, feas y vergonzosas, pero aún así las extraño por igual. Creí poseer la habilidad para engañar a la muerte, un nombre, una casa, una esposa, tres hijas. Tal vez se acuerden algún día de mí, tal vez me acuerde algún día de ellas. Tal vez, si no he aprendido a mentir aún por escrito, algún día mi diario (si es que poseo alguno) me ayude a recuperar el tiempo perdido. Lo que sí me recuerdan a cada momento, es que tengo los recuerdos perdidos, y una enfermedad cuyo nombre no recuerdo cómo deletrear.

Distinción Natural

¡El último popote sobre el planeta había sido reciclado en el más grande de los reguiletes generadores de energía eléctrica!

¡Albricias, albricias!

La noticia apareció en todos los diarios de la Nación Mundial (o Cosmópolis, como le llaman algunos románticos anticuados). El ser humano por fin había terminado con esa empresa comenzada a principios del siglo veintiuno. Demostrando así, una vez más, que la constancia, la cooperación y la comunidad trabajada desde lo más elevado del corazón de la humanidad es capaz de lograrlo todo.

Todos estaban alegres y entusiasmados. Felices porque ya solo había que acabar con zorros, perros, cangrejos, mapaches, lagartos, dingos y tiburones, para que las tortuguitas, por fin pudieran reproducirse sin temor a que algún depredador ocupe el hueco que la extinción del terrible y despreciable popote, dejó vacante.

Dar la vuelta

Resulta muy atractivo empezar desde cero. Ver hacia el futuro desde el presente para remediar el pasado. Disponer el porvernir a partir del arreglo de lo que pensamos y recordamos. Hay unos más burdos, como el olvido intentado con dar la espalda, y otros más sutiles. El distanciamiento de lo que fuimos no significa únicamente borrarlo. Los reinicios se aprecian valiosos por las oportunidades que ofrecen. La situaciones más difíciles, angustiantes y dolorosas son la coyuntura ideal para que la apreciación cobre realidad. En medio del árido desierto, a nuestros ojos aparece un oasis. La carga pesada de errores, el remordimiento voraz, no propicia la paz en el hombre. A menos de que alguien alcance un cinismo pleno, la memoria dificulta la elusión de nuestros actos no tan afortunados, vicios que gustan mostrarse a medias o pecados mortales. Los buenos deseos sobre lo que podemos ser, pensamos que se traducen en buenos actos. Aunque no haya ningún indicio concreto, pensamos la disposición de ellos suficiente para sostener las expectativas.

En un sentido, para actuar bien se necesita visualizar los resultados afortunados y quizá virtuosos. Sin guía, ni expectativas, no hay motivo suficientemente para actuar. Si nadie buscara una situación determinada, nadie se vería impelido a llevarlo a la concreción. Los buenos deseos estremecen el cuerpo y llegan a recordar la libertad que gozamos al actuar (sobre todo al acertar virtuosamente cuando se veía sumamente difícil). Sin embargo, dicho aspecto en el obrar es tan excitante que suele ser más atractivo que el acto mismo, el acto en su completitud. La visualización sustituye las asperezas o la satisfacción al haberse concluido.  El reinicio es máxima expresión de los buenos deseos. Disponer, imaginar y escoger parecen suficientes pruebas para tener un futuro mejor. Su confianza despreocupa ante las dificultades de obrar y acertar.

La limitación del acto busca simplificar el pasado. El análisis del tiempo en el obrar humano persigue lo mismo. El nuevo inicio quiere remarcar el límite entre futuro y pasado; entre un antes y después. Dicha intención frustra la regresión moral. Si bien es cierto que el acto concreto es prioritario para saber qué tan bien actúa alguien, juzgarlo no se limita a los resultados ofrecidos. No se busca remediar en lo que se hizo, sino en lo que se podrá hacer, y según hemos dicho, no hay garantía de lo virtuoso de esto. Por eso es importante, nuevamente, entenderlo en su completitud, esto es, a través de sus medios y fines. Aquí radica la sutileza que se distingue del olvido dando la espalda. Se puede borrar lo que se fue, simplificando la responsabilidad al obrar.

En el reinicio hay una negación de las vicisitudes de la vida del hombre. Se está más cercano a la soledad que vivir entre semejantes. La voluntad es imaginación creadora. El nuevo comienzo o la consciencia de hombre súbito, por eso, se afianza bien en ciertos adoradores de la naturaleza o soñadores del aislamiento. Sin nadie alrededor, con un mundo indiferente, se ve muy posible el éxito afortunado. En defensa de la familia en la formación del carácter del hombre, Chesterton la imaginaba como un cosmos pequeño. Diferentes ideales, perspectivas, opiniones, gustos, ocupaciones se enfrentan entre los que viven en un hogar. Nacer en un grupo que no se pidió, donde la llegada parece fortuita, es una prueba para actuar en el hombre. Sea para satisfacerse o actuar con plena justicia; un límite con que se nace. En nuestros días donde las desgracias se desbordan y las teorías académicas parecen un fracaso para la inasible realidad, el reinicio parece muy lógico. Mejor concluir esta época e inaugurar la nueva era, mejor abandonar el planeta y colonizar una tierra desconocida, mejor recular a las asperezas y  empezar nuevamente en el extranjero. Descreer de la política y moral no sólo puede ser indicio de cobardía al actuar, sino un rechazo a la ocasión donde se vive. Negar las vicisitudes de la vida humana es negar también su justicia.

Notas marginales. 1. La internet se asocia a banalidad e incultura. Un espacio flotante de comunicación fútil. Sin embargo, también «la internet es una hemeroteca que no cesa de expandirse». Hace unas horas arrancó Zona Paz; una noticia que alegra la semana.

2. Andrés no mintió: la Cuarta Transformación llega a todo, incluso a la democracia realizándose.

Felicidad progresiva

Común es creer que todo tiempo venidero será mejor. La base de este anhelo, podría pensarse, es la infinita insatisfacción que causa el presente. Si el presente es insatisfactorio o no nos posibilita la felicidad, ¿por qué creemos, como ya lo creímos, que el futuro no será otro presente presente de insatisfacciones? Aunque buscando otras justificaciones al optimismo de que Cronos se vuelva un padre consentidor, o al menos responsable, podemos recordar las fantásticas frases puestas en la publicidad. Los letreros, anuncios, comerciales, logotipos y otras armas de las que se vale el discurso usado por las marcas para vender más sus productos, prometen dicha si estos son consumidos a gran escala (lo que a veces resulta contraproducente es la contra publicidad de la publicidad misma, pues sugieren en letras pequeñas y de manera poco llamativa que es preferible no excederse cuando se trata de sustancias adictivas). La dicha prometida del modo dicho por la publicidad siempre es futura; eterna promesa que nunca se cumple.

No sólo basta criticar a la publicidad para no ser seducidos por su influjo, pues eso nos alejaría de comprender que la idea de un futuro mejor en nuestra vida presente es la que le da fuerza a la publicidad, así como la publicidad le da fuerza a esa idea. La mayor publicidad es creer que es fácil alcanzar la felicidad, es fácil creer que la felicidad llegará sola o que está completamente en nuestras manos ser felices. ¿Es un desvarío de la inteligencia el pensar que todo lo podemos controlar, principalmente que podemos bloquear todos los impedimentos que tenemos para ser felices? Qué sea lo que nos impide ser felices es una pregunta que no resulta fácil responder; dicho de otra manera: ¿qué nos vuelve felices? El poder deshacer cualquier obstáculo para alcanzar la felicidad, ¿nos hace felices por el poder mismo o por la posibilidad de conquistar cualquier antojo? Ante los antojos, ¿hay diversas clases y jerarquías? Es decir, no es lo mismo satisfacer el apetito con un platillo, a entablar una buena conversación o a mantener ocupado el mayor tiempo posible el lecho. Tal vez el no saber en qué consista la felicidad sea el principal obstáculo para que el presente sea un presente y debamos mantener la vista fija hacia un ambiguo y posiblemente buen futuro. Dicho de otra manera: creemos que la felicidad llegará próximamente, que al fin sabremos en qué consiste ser felices.

Creer que en algún momento, por alguna vía, podremos saber qué nos hace felices, ¿no es volver a la idea de que el futuro está en nuestras manos? Es decir, ¿no sería como creer que mediante nuestra inteligencia alcanzaremos aquel saber que al parecer tanto se nos ha ocultado o que no hemos podido ver? Si alguien alcanza ese saber, ¿podrá compartirlo? Tal vez la única manera de ser felices y no confiar excesivamente en el futuro sea adoptar las palabras quijotescas: “Bien podrán los encantadores quitarme la ventura, pero el ánimo y la valentía será imposible”.

Yaddir

Cinismo y Dignidad

Cinismo y Dignidad

Se desconfía, por definición, de aquello que no parece bueno, -hablo en el terreno de los hechos. La desconfianza es la antesala para la investigación, así como para el sano reclamo a lo que no se hace evidente. Es por esto que la acción política debe ser clara y justa. Cuando es claro y justo el proceder de un político, de un servidor público, no sólo la confianza aparece, sino que el progreso es posible en una nación. Pues de este modo se crean lazos y guardianes del justo actuar de los hombres. La sociedad crece y se nutre en el actuar claro y justo. Pero así como la claridad se puede hacer acompañar de la justicia, también hay quien la engarza a la injusticia y al que es claro e injusto, se le llama cínico.

Por eso, la claridad –sigo en el terreno de los hechos– no sólo atiende a la estructura lógica con que se piensa y presenta un proyecto o idea, pues es claro que también se puede estructurar magistralmente una mentira, sino a la prudencia con que se reviste el hecho. El impúdico no es prudente, pues su ambición no conoce límite, es decir, no atiende a leyes, ni piensa en el bien común. El cínico es un traidor hasta consigo mismo, pues calla sus intenciones al mismo tiempo que con el pie golpea al pueblo. Pero quizá ya no haya pueblo que golpear, pues para esto se necesitan inocentes, alguien que aún dude que el mal gobierno no existe. Sin embargo durante cinco años hemos visto crecer al nepotismo, la violencia, la corrupción, el desinterés por las leyes, las cloacas que construyeron las ratas en la casa de la justicia. En fin, en cinco años hemos visto cómo crece a pasos agigantados la injusticia. La duda ya no cabe, el cínico está ahí.

La claridad del cínico es la burla, pero el pueblo a estas alturas (2017) ya no desconfía, porque ya sabe que el cinismo se impondrá. Parece que vendrá una triste realidad nuestra para el próximo Julio, pero no hay que bajar la guardia ante la burla. Hay que tomar como oportunidad el hecho de que las mismas ratas se muestran al sol, de que se desenmascaran los cerdos vampiros para retirarlos, si no a todos, al menos sí a la mayoría o a los más peligrosos. Además, si no hacemos esto, con el tiempo también enfermaremos de maldad, pues permitiremos que el cínico –asunto extraño a su naturaleza– siga socavando la ley y haciendo piruetas y laberintos que le permitan escapar a sus responsabilidades ¡Ah!, pero eso sí, conservando el poder. Así, poco a poco, estaremos bajo tierra: muertos. Pero todos sabemos que así no es la política, ya que poder significa responsabilidad y responsabilidad quiere decir: cuidar de la dignidad de un pueblo. Cuidemos de nuestra dignidad, analicemos bien las opciones que tendremos.

Javel

Minuta del polvo

Minuta del polvo

Para los muertos

Para los vivos, porque algo queda

 

 

Vibra un clamor en el grito del aire,

fiero beso de migraña sellado

en un soplo tibio, en un pulso helado;

la voz recrea una oquedad inane

y el polvo encarna con la sangre

haciendo llaga un puño débil,

seguro en su incierta desnudez.

El espacio no amamanta heridas,

sólo abrojos de engañosa tez

que tornamos luces habitables.

Queda la carne, el rumor estéril

de una esperanza hija de la noche,

nictálope en su calor forzado,

ciega aún ante el parto temporal

de su futuro, gesto del presente.

Dentelladas pide el muerto suelo,

que la sepultura es vieja madre;

hallarás entre tu tierno duelo

el agua de tu manida orfandad,

simulando tu reflejo, tu bondad.

Cruzarás la piel inerte de una tumba:

sentirás tu rostro al paso de tu mano.

 

Tacitus

Fotografía de una calle

Todo empezó con una fotografía. «Si tuviera suficientes fotos –pensó el genio inventor Elpisiano Anquilón–, podría imaginar toda la calle». Esa noche se la había pasado contemplando la vieja fotografía en la que se apreciaba uno de sus tíos cuando era niño, corriendo en el patio de ésta que ahora era su casa (el tío se había mudado ya hace mucho), y en cuyos bordes se alcanzaban a adivinar porciones de la calle. ¿Cómo habría sido? Algunas cosas no existían ya, como esa maceta o aquella base para alimento de pájaro; pero muchas otras se veían aún: la acera, la casa del vecino de la izquierda (sin su remodelación, claro), el modo en que se inclinaba el Sol. Había tratado de hacerse una idea por horas sin descanso ni fruto de qué demonios había en la esquina de su cuadra en ese entonces. Esa noche fue la que tuvo por primera vez la idea: «Si tuviera una fotografía como ésta, pero de cada posible punto en la calle, podría imaginarla entera».

Por alguna razón, mirar a su tío con la playerita blanca e imaginar a su madre metida en la casa, teniendo las preocupaciones que hayan tenido en un día de hace tantos años, tal vez ayudando a hacer de comer la sopa de habas que hacía su abuela, lo hacía sentir una nostalgia pesada como un ancla. Estaba seguro de que los ojos de ese niño no tenían la tristeza de estos tiempos. «En ese entonces había esperanza. En ese entonces creían que estaba en sus manos mejorar las cosas; ahora ya es tarde, ya ningún niño tiene esos ojos», pensaba. Cómo le habría gustado estar allí, y no aquí –que eran el mismo lugar, dicho de paso–.

Esa noche encendió la hoguera. El ingeniero Elpisiano se dirigió meses después a todos los inversionistas que pudo encontrar con su idea. Ésta era más ambiciosa que los mapas satelitales, más costosa que los viajes virtuales a los museos importantes, más completa que todas las descripciones de todos los Atlas de todos los tiempos: un lugar virtual exacto. Contendría la imagen completa de todos los sonidos, aromas, colores, texturas, circunstancias, efectos, rincones, secretos… en general, haría acopio de todo lo que los armatostes ingenieriles pudieran captar para grabar en un instante la calle de su casa y poder mostrársela a sus hijos y nietos exactamente así como era hoy, sin importar el momento del tiempo en el que estuvieran. Siempre que quisiera podría caminar ese día y revivirlo. Nunca más se perderían en las voraces corrientes del reloj los eventos que hacían a esa casa ser lo que era, ni a él ser lo que era entonces. Entonces sería siempre.

Pero el proyecto no terminó allí. La idea, que casi de inmediato maravilló a las grandes compañías que lucraban con la nostalgia de los inadaptados al veloz cambio de las grandes compañías, fue reforzándose, cada ola más poderosa, cada ventarrón más voraz. Del mercado de las interacciones por internet pasó a enamorar a los historiadores (que suelen sentir amor por pocas cosas), a los científicos, a los gobernantes de los países predominantes, y al mundo entero. Conforme esta empresa avanzaba, la dureza del presente parecía doler más y más. Ya no quedaba mucho, y lo sabían bien.

El mapeo global de cada calle de cada ciudad de todo el mundo tardó tanto tiempo, que para cuando terminaron la primera muestra de imagen completa en sus tres dimensiones, ya habían pasado cincuenta años de que se tomaron las primeras fotografías de la calle del ya entonces difunto inventor. Pero su legado estaba por fin en las manos de todos, tal como lo soñó. Miles de millones de seres humanos de todo el planeta pudieron experimentar durante todas sus vidas el seductor placer de transitar las calles de un mundo que no era el suyo, de una época en que las cosas eran más sencillas, cuando los ojos de los niños aún brillaban y los padres confiaban en el porvenir; antes de que todas las compañías internacionales se volvieran mucho más poderosas que los países mismos y que El Sistema (tan odiado por todos) gobernara cada movimiento de sus vidas con sus lazos invisibles e impersonales. Por fin todos los miembros de la unida humanidad pudieron descansar en las tranquilas calles de un tiempo antes de que los grandes inventores hubieran hecho del mundo un lugar detestable, inerte y sin esperanza.