Gente que vi ayer

 

Gente que vi ayer

 

Ese anatomista que a veces soy, anduvo de mirón el día de ayer y de diversos encuentros salieron estas saetas. Cada uno encuentre la suya.

 

Practica el arte de confundir la discreción con el desprecio.

Acostumbra pasar de la abstracción a la abstinencia.

Sabe presentar como profundidad a su inseguridad

Cree que la honestidad es impericia.

Admirar, adular y fabular no le hacen diferencia.

Námaste Heptákis

 

Escenas del terruño. 1. El presidente no admitirá públicamente que la nueva estrategia es administrar el narco, no combatirlo. Sabor a PRI. 2. Cada semana el ejecutivo anuncia al menos tres programas «transformadores». El pasado domingo, en un evento sinaloense, se anunció un programa más: el programa nacional de promoción de la lectura. Del programa sólo sabemos lo que se dijo en el templete. La información oficial se reduce al relato de lo dicho en el templete. Se presentan programas al por mayor, pero no existen más que en los discursos, o si existen no son públicos los detalles de los mismos. Obviamente, nos obliga a criticar de oídas. Obviamente, eso hará imposible evaluarlos. 3. Antier echaron, literalmente, de su oficina al entonces director de la Biblioteca Vasconcelos, Daniel Goldin; que se fuera al sótano cargando su escritorio, le dijeron. Modales de la Cuarta Transformación. Ayer, Daniel renunció; que no se diga que lo corrió el nuevo régimen. Simulación, pues.

Coletilla. Julio Hubard hace la más completa exposición que he leído acerca de la reflexión zaidiana sobre la palabra. Además, zaidianamente, encontró un poema desconocido de nuestro clásico vivo. Por su parte, en Letras Libres de febrero, Aurelio Asiain muestra que la claridad y precisión de los ensayos de Zaid se originan en la perfección de sus poemas. ¡Sigamos celebrando la inteligencia de Gabriel Zaid!

Alimento de los ojos

Alimento de los ojos

el rito de acariciar

prendiendo fuego

Leemos acariciando la superficie de la página, palpando los renglones, lengüeteando las sílabas. ¿Acaso la comprensión es el beso entre las palabras y las ideas? ¿O los lunares pautan el estilo de la prosa? ¿Qué sería entonces una lectura compartida? ¿Qué pensar de la lectura pública? Cabe preguntarnos todo esto ante El lector a domicilio [Sexto Piso, 2018], la nueva novela de Fabio Morábito [Alejandría, 1955].

         Ya es lugar común nombrar como inquietantes las letras de Morábito. Cualquier lector habitual de Morábito puede reconocer la exactitud imprecisa de su lenguaje: nadie sabe decir tan perfectamente las cosas más indeterminadas. Inquietante, sí, pero claro, clarísimo sin transparencia, transparentísimo de opaco. Morábito nombra la realidad que se desdice, en él la palabra es una morada eventual, la bruma que sigue al ventarrón. Y, evidentemente, El lector a domicilio no puede ser más claro, menos claro. Comprender la nueva novela de Morábito implica acostumbrar los sentidos a la claridad, reconocer sus capas, acariciar lo poético desde la tersura de la piel en la mirada hasta el incendio del deseo en la boca. Novela sensual, sí, recatadamente sensual.

         En lo más superficial, en la piel de la novela, El lector a domicilio tiene una trama absurda. Un hombre al que se la ha conmutado el castigo por un crimen por la participación en un programa de lectores a domicilio. El hombre acude formalmente a los domicilios asignados para cumplir cada semana con cierto tiempo de lectura. En cada casa, el hombre lee una obra distinta. Las semanas en que se distiende el castigo dispensa las tramas de las obras. Peripecias del carácter, imprevista sustitución de la prosa por la poesía y el programa de lectores a domicilio se complica. Pequeños gustos, licencias y concesiones complican todo hasta la consecución de un crimen y la oportunidad heroica del hombre. Así la trama. Pero El lector a domicilio es más que una trama.

         El libro dialoga con un poema de Isabel Fraire [México, 1934-2015], con un recuerdo de un poema de Isabel Fraire y con una vida inspirada con un poema de Isabel Fraire… sin que la poetisa sea un personaje en la obra. En alguna escena, un comité de buenas personas organiza una lectura pública en homenaje de Isabel Fraire. El homenaje se realiza de tal modo que, “organizados para no leer” ha dicho un clásico, no hay lugar ni oportunidad para recordar a la homenajeada. La lectura pública se convierte en un acto de propaganda social; la memoria es impermeable a la belleza cuando se está demasiado ocupado. La imposibilidad social de vivir con poesía es paralela a la incapacidad lectora del protagonista, quien lee en voz alta entonando perfectamente con su perfecta voz sin ser capaz de poner atención en aquello que lee. Cumplir con el acto exterior de la lectura, o cumplir con el cuento público de lo “literario”, puede limitarse al enclaustramiento en el propio mundo, a la clausura en el monasterio del deber. No hay lugar para la poesía ni en la vida pública, ni en la privada, si leer sólo es nuestra confirmación. Para que haya lectura, como en el amor, debemos perdernos en los pliegues del otro, encontrar nuestra morada en la piel ajena —muestra el poema de Fraire.

         ¿Perderse en el otro? ¿La lectura como deriva en lo ajeno? ¿Leer como acto erótico? La novela pone en tela de juicio toda la erudición hermenéutica. El lector que no se pierde a sí mismo en el texto no comprende lo que lee, no lo sigue: hace de la lectura una interpretación, una ejecución pública, un entretenimiento social para un auditorio que sólo entiende lo público como la escenografía de la selfie. El lector que se pierde a sí mismo en el texto está, quizá por primera vez, abierto al mundo, dispuesto al otro, camino al conocimiento en alguien más. Cuando el lector se pierde a sí mismo, se cancela la posibilidad de leer a domicilio. La lectura, ya no mensaje: vida.

         El lector a domicilio muestra la dificultad de la cancelación de la lectura como entretenimiento a través de los problemas sensuales de la obra. El tacto se vuelve problema con el poema de Fraire: la diferencia entre acariciar y tocar es inconmensurable, cual lo prueba el abrazo insípido o el fogoso roce incidental. El oído se vuelve problema en la ejecución pública de la lectura: la bella voz de un mal lector de poesía defrauda a la inteligencia. El olfato se vuelve problema ante la inminencia del peligro, que se respira sin fragancia alguna en el aire. El gusto se desmorona entre las migajas de las palabras mal gustadas. Y la vista muestra incapaz al ojo más allá del horizonte, pues sólo por la lectura reconocemos al horizonte como tal. El problema de la sensualidad es presentado en una de las escenas más morabitanas de la obra: ¿cómo se podría persuadir a un sordo por convención de su capacidad de oír? ¡Tan difícil como persuadir a los cultos que la lectura no es progresiva! ¡Tan lejos como entender al erotismo como pathos!

         La pasión, precisamente, es la claridad opaca que permea la nueva obra de Fabio Morábito. El lector a domicilio nos puede mostrar el verdadero crimen: olvidamos leer con sensualidad, acariciar los versos, susurrar cálidamente los acentos, buscar el camino de las sílabas, perdernos a nosotros mismos en las ideas. A veces la lectura es un espectáculo para dos.

Námaste Heptákis

 

Estantería. 1. Jesús Silva-Herzog Márquez reflexiona en torno a la Cartilla moral de Alfonso Reyes. Dice que la Cartilla moral «es posible que sea el peor texto de Reyes pero, aún si lo es, es infinitamente mejor que los textos con los que nos atragantamos cotidianamente. Nunca será mal momento para encontrarse con Reyes, así sea a través de la lectura de su lista del mandado». Y concluye: «Quien lea esta cartilla encontrará una defensa de la alegría y una burla de la solemnidad. Comprenderá que la tradición es vitalidad y no servidumbre a lo antiguo. Aprenderá también a distinguir la emoción patriótica de la manipulación nacionalista. Sabrá que hay que ser modestos frente a las sorpresas del azar para no caer en la soberbia». 2. Rodrigo Martínez Baracs cuenta la historia de la Cartilla moral. 3. Para Fernando García Ramírez, Gabriel Zaid es un juguetón comprometido con la verdad. 4. Para Humberto Beck, Gabriel Zaid es el renovador de la prosa de ideas en castellano. 5. Para Armando González Torres, el trabajo de Gabriel Zaid es lúdico y omnívoro. 6. Para Julio Hubard, los ensayos de crítica al progreso de Gabriel Zaid se caracterizan por reunir la imaginación y la economía, son la muestra de la perfección de lo pequeño. 7.  Según Malva Flores, la poesía de Gabriel Zaid es el ejemplo perfecto del esmero cuidadoso por la claridad. 8. «Para mí, Gabriel Zaid es una estrella que permite orientarse en el camino. No es una estrella fugaz, no es un meteoro, es una estrella que ha estado ahí, que seguirá ahí y cuya luz no se gasta con el uso», dijo Adolfo Castañón.

Coletilla. Comparto el poema de Isabel Fraire que se menciona en la entrada, publicado por primera vez en el número 27 de El corno emplumado, la revista beatnik mexicana, en julio de 1968.

tu piel, como sábanas de arena y sábanas de agua en remolino

tu piel, que tiene brillos de mandolina turbia

tu piel, a donde llega mi piel como a su casa

y enciende una lámpara callada

tu piel, que alimenta mis ojos

y me pone mi nombre como un vestido nuevo

tu piel que es un espejo en donde mi piel me reconoce

y mi mano perdida viene desde mi infancia y llega hasta

el momento presente y me saluda

tu piel, en donde al fin

yo estoy conmigo

 

El soledoso arte de narrar

El soledoso arte de narrar

Algunos creen que el escritor imagina una trama completa y la distribuye habilidoso en frases. ¡Eureka, tenemos una novela! Otros más consideran que el escritor tiene una idea y va buscando modos de expresarla, tasando la gramática alquímicamente. No faltará quien piense que para narrar se requiere primero la privilegiada mirada que reconoce entre lo diario aquello que puede ser narrado. O bien, habrá quien crea que la obra literaria es producto de la planeación, el ejercicio y el profesionalismo. ¡Metodología de la obra maestra! Pues los lectores preguntamos con entusiasmo por la obra literaria, creyendo que el autor es la autoridad para respondernos todo sobre la obra. Creencia, por cierto, que encuentra su problematización más literaria en Versos de vida y muerte de Amos Oz.

La novela de Oz ofrece una apariencia inicial: se trata del discurso interno de un escritor que reflexiona sobre el arte narrativo a causa de un evento cultural en que será cuestionado sobre su obra literaria. Así, la novela nos va presentando el monólogo interior del autor (que permanece anónimo a lo largo de la obra, pero que es popular y famoso; contradicción, por cierto, con la que Oz nos permite ir más allá de la apariencia inicial. El autor se llama a sí mismo el autor en su discurso interno; nadie se nombra a sí mismo como el autor al interior de su alma. Oz es el autor de un autor que es autor de un autor), al tiempo que va desarrollando lo que parece ser la acción. La acción, empero, nunca se presenta directamente, sino por medio de lo que en la apariencia inicial es el discurso interno del escritor. ¿La acción se realiza por la narración del escritor o el escritor narra la acción realizada?

En cuanto nos percatamos que la acción de la obra siempre es incompleta, o potencial, también nos percatamos de la inexactitud de la apariencia inicial: el discurso interno del autor reúne indistintamente los pensamientos y las impresiones, las reflexiones y las imaginaciones, del personaje llamado el autor. Distinguir la indistinción es importante porque apunta al hecho literario. Cierto, el autor sentado en la mesa de un café imagina el pasado y el futuro de la mesera, la peripecia de quienes ocupan la mesa contigua, la tragedia del conocido común de los vecinos de mesa, la relación posible entre el conocido común y la mesera, o entre la exnovia imaginada del exnovio imaginado de la mesera apenas vista y el imaginado desconocido conocido común de los vecinos de mesa… El discurso interno del autor es imaginación de la experiencia cotidiana, al tiempo que narración, recreación de esa misma experiencia. ¿Las acciones ocurren realmente o es nuestro modo de reunir la experiencia lo que nos permite reconocer las acciones?

Si no hay acciones fuera del marco de un discurso, el origen del discurso es la fuente de nuestra vida diaria. Vivimos en tanto hablamos; los hablantes somos los creadores de lo que vivimos. Sin embargo, Oz no permite que lleguemos a esa conclusión tan sencillamente. El que en la apariencia inicial es el discurso interno del autor y que en una segunda mirada es la imaginación narrativa de un autor aparece pronto como el discurso interno del autor, de aquellos con los que se relaciona el autor y del punto de vista del espectador que es el lector (algo así como ese efecto único de Virginia Woolf al cambiar la fuente de la narración entre los personajes sin que ninguno agote la narración por sí misma). O bien aquello que nos narra nos hace narradores que crean el marco desde el que surgen las acciones, o bien el autor es narrador de las narraciones ajenas y la vida es la reconstrucción literaria del desconocimiento de los otros. ¿Qué es aquello que nos narra? ¿Qué autor puede ser tal que su narración reconstruya la vida de los otros?

No se trata en Versos de vida y muerte de crear con la palabra, aunque a varios lectores les podría ser fácil esa blasfemia. El título de la obra está tomado del título de una obra que forma parte del discurso interno de la obra misma. Versos de vida y muerte nos presenta en varias de sus páginas algunos fragmentos de los poemas de un personaje que intituló su poemario Versos de vida y muerte. La narración novelística crea la obra poética. El lugar de los poemas es el intrincado sitio desarrollado en la novela. En la ejecución de la obra poética encontraremos el lugar de la creación novelística.

Versos de vida y muerte (poemario) es una obra tradicional del sionismo que reivindica al Estado de Israel y a los valores del mismo Estado. Según nos enteramos por la novela, los poemas fueron muy populares en un momento anterior a aquel en que se desarrollan el discurso y la acción de la novela; ahora, no se sabe si el autor sigue vivo y sólo los mayores recuerdan los poemas. La popularidad se explica por la intención nacionalista de los versos. Los poemas arraigan entre la gente, se popularizan, se vuelven necesarios, cuando expresan las opiniones de su tiempo, cuando confirman las convicciones de sus coetáneos, cuando nos dan la razón. Versos de vida y muerte (poemario) es el opuesto a Versos de vida y muerte (novela), que ve con ironía el nacionalismo, que cuestiona las opiniones de su tiempo, que impide confirmar cualquier convicción de sus coetáneos. En tiempos en que los lectores opinan que el lenguaje es sólo un problema, Amos Oz nos hace preguntarnos sobre la distinción entre palabra e imaginación, difuminando dicha distinción. En tiempos en que algunos lectores tienen la convicción de que el lenguaje es yahvista, Amos Oz nos conduce a considerar que el lenguaje sólo es posible por la distancia que da la imaginación: los hombres no creamos con las palabras, sino que por ellas salen a la luz las creaciones. ¿Quién crea? Amos Oz crea un autor que crea un discurso que crea a un autor que crea un poemario que crea a un autor que crea un modo de vida. El autor concluye con toda autoridad: la vida es una alegría que acaba en llanto. ¿Entonces quién crea la alegría? ¿Acaso podremos evitar el llanto?

Námaste Heptákis

 

Escenas del terruño. Un accidente demasiado perfecto. Tras él, el presidente interpreta los hechos como un problema moral: que no lo acusen los neofascistas. El problema, empero, es legal. Ni el presidente por encima de la ley, ni la moral como excepción de lo legal. Fue un accidente demasiado perfecto.

Coletilla. La revista Letras Libres celebrará 20 años con su número de enero de 2019, un número imperdible, lector, que has de ir a comprar lo antes posible. ¿Por qué? Porque su portada será origen de una polémica importante; podríamos decir que la ilustración de portada llevaría por título “La Rapsodia Bohemia de López Obrador”. El artículo principal es de Enrique Krauze y está dedicado a una detallada revisión de los libros de historia que ha escrito el presidente López Obrador. El historiador muestra la distorsión ideológica de la historia que permea en las opiniones del político que se jacta de estar haciendo historia. Además, el número incluye una narración de Héctor Manjarrez (que este año publicó sus relatos reunidos en Historia), un ensayo de Ian Buruma sobre la libertad del arte y poemas de Hernán Bravo Varela. Además, se celebran cincuenta años de traducción poética de Gabriel Zaid, presentando versiones del sabio mexicano a poemas de: Voltaire, Po Chu Yi, Shakespeare, Geoffrey Hill, Paul Celan, Janos Pilinszky, Richard García, George Bataille, Jan Zych, Fouad El-Etr, Dorothy Parker, Nerval, Safo, Vidyápati y Pessoa. Imperdible, lector, Letras Libres de enero de 2019.

Libertad antipolítica

Libertad antipolítica

 

La libertad de expresión, necesaria para la democracia, no garantiza la vida democrática. Es más, la vida democrática puede languidecer en plena libertad de expresión: que cualquiera diga cualquier cosa, que el único rasgo democrático sea la expresión mayoritaria, que las minorías se puedan expresar pero inútilmente… El arranque del gobierno de la que se dice izquierda podría respetar la libertad de expresión, pero el deterioro democrático se ha fraguado desde antes del mero triunfo: desde la democratización del dedo, desde la fraudulenta asamblea multitudinaria, desde el mitin, el templete, la chanza y la ocurrencia… No se trata de regular lo que se puede decir, ni de defender simplemente la posibilidad de decir cualquier cosa, se trata de defender la discusión pública, las razones públicas. Declinar la defensa de las razones públicas es el primer paso para postular la necesidad de limitación a la libertad de expresión: las mayorías unánimes pueden determinar la censura moral sin razones de por medio, basta un líder que pregunte a la asamblea y que la asamblea coree al unísono la respuesta. Sin el cuidado de las razones públicas, cualquier plebiscito podrá cancelar la libertad de expresión. Y todo esto viene a cuento por la confusión de la opinión pública ante el linchamiento de Gabriel Zaid.

         Debería estar fuera de duda la libertad de expresión de que goza Zaid; ese no es el punto a discutir. El punto a discutir, además del deterioro en la lectura, es la recepción pública de las razones. La ciudadanía “informada” parece no distinguir entre un eslogan, un espot o una campaña publicitaria, de un argumento, de una opinión razonada o de un posicionamiento público. La ciudadanía “informada y crítica” parece creer que en tiempos de campaña toda voz ha de tomar partido, toda expresión ha de ser parte de la competencia, toda opinión ha de funcionar como una estrategia de posicionamiento mediático. Creen, absurdamente, que todo lo público es publicitario. Así, repiten la división facilona entre progresistas y conservadores, malos y buenos, minoría rapaz y pueblo noble. La autonombrada progresía nacional denuncia a todo el que no la apoya como parte de un grupo orquestado para el despojo, para el daño, para el abuso… Los comparsas del maniqueísmo político no compiten, sobreviven. La palabra pública no razona, publicita. Se trata de ganar gritando fuerte. Se trata de convencer por el bien de todos y con las razones de nadie. Se trata de usar los métodos democráticos para asesinar a la democracia.

         Véase si no. Zaid dijo claramente que es digna de consideración para decidir el voto la situación en la salud del candidato puntero. La respuesta del candidato: que el escritor se obnubila al preguntar sobre su salud. La respuesta de los seguidores del candidato: que el candidato nunca se infartó y el escritor es chayotero. Al menos es público que la afirmación primera de los seguidores es rotundamente falsa: López Obrador sí sufrió un infarto. Los seguidores podrán mentir, dominar la tendencia del discurso público, mayoritear, pero eso no cambiará el hecho de que su premisa es falsa. La unanimidad de los seguidores se infartará a sí misma. La realidad supera cualquier repetición del discurso. O como en Esquilo, el arte es con mucho más débil que la necesidad…

         Sin embargo, creo que lo peor del episodio se encuentra en la descalificación tramposa de López Obrador, quien en un mitin adjetivó a Zaid como un escritor conservador, como alguien que ha perdido la imaginación y la inteligencia. ¿Zaid conservador? ¿Zaid carente de imaginación? ¿Zaid sin inteligencia? López Obrador miente y los seguidores que lo repiten mienten. ¿Quién es Gabriel Zaid?

         Gabriel Zaid concibe la crítica como el ejercicio de la imaginación inteligente. No es crítico el apego simplón a cualquier progresismo, pues precisamente es la inteligencia de Zaid la que nos mostró el lado improductivo del progreso: que la obsesión por el progreso entorpece la vida. Lo importante no es progresar, sino vivir bien. La falta de imaginación de los entusiastas del progreso obstaculiza los mejores modos de nuestra vida. La falta de inteligencia de los entusiastas del progreso colma de absurdos los movimientos más cotidianos. La experiencia vital se analiza con imaginación e inteligencia, y el análisis, que Zaid llama crítica, tiene un efecto práctico: el encuentro feliz con la verdad. Cierto, Zaid no es creyente del mero progreso, pero eso no lo hace un conservador: ni todo lo tradicional nos embellece la vida, ni todo lo nuevo nos la entorpece necesariamente. Cierto, la crítica de Zaid no es crítica-práctica revolucionaria: hacer bien tiene su arte, tanto como mejor no hacerlo, tanto como saber apreciar lo pequeño. Lo importante es que el ejercicio crítico sea práctico, que los afanes intelectuales no desprecien la vida, que en los vuelos de la imaginación no se olvide de vivir. El ejercicio de la imaginación inteligente que embellece la vida es la gran aportación política de la labor intelectual de Gabriel Zaid.

         Por allá de 1971, por ejemplo, Zaid y Cosío Villegas comenzaron a imaginar el fin del PRI. Por esos tiempos, Andrés Manuel López Obrador ingresó al PRI. Mientras Zaid consideraba al PRI un obstáculo para la democracia, López Obrador lo consideraba su camino al poder. Pero el candidato sale con que Zaid es conservador. Por allá de 1972, por ejemplo, Zaid es censurado por Monsiváis para que no se publicase una crítica a Luis Echeverría. López Obrador ha encumbrado la supuesta labor crítica y progresista del censurador, al tiempo que Echeverría es el único de los expresidentes cuya pensión no ha criticado AMLO. Pero el candidato sale con que Zaid es conservador. Durante el gobierno del presunto asesino Luis Echeverría, Zaid ejerció la crítica del poder político y de su amasiato con la intelectualidad (encabezada por Carlos Fuentes). Los seguidores de Andrés Manuel elogian el apoyo de los intelectuales a su proyecto (encabezados por Elena Poniatowska). Zaid criticó el estilo de legitimarse mediante el compromiso de los intelectuales, López Obrador copia el estilo de legitimidad echeverrista. Pero el candidato sale con que Zaid es conservador. Durante los gobiernos de Echeverría y López Portillo, Zaid criticó el manejo de las finanzas públicas desde la casa presidencial, al tiempo que denunció que los programas asistencialistas del desarrollo económico de esas administraciones quebrarían al Estado (además de retrasar la democracia). López Obrador añora los tiempos de la economía presidencial, también le llama desarrollo y también lo ve indisolublemente ligado a la asistencia, que será popular pero no democrática (piénsese en los clientelismos de las redes ciudadanas que le heredó el salinista Manuel Camacho Solís). Pero el candidato sale con que Zaid es conservador. Zaid criticó las políticas educativas de los gobiernos de Echeverría, López Portillo y de la Madrid, pues reconoció que el credencialismo y las pirámides académicas agravaban el problema educativo, llenándolo de grilla, de mediocridad, de demagogia. La propuesta educativa de López Obrador es universalizar las pirámides académicas y el credencialismo. Claro, la grilla académica, la guerrilla de pizarrón, la demagogia y el charrismo universitario le han dado a Andrés Manuel buena parte de sus cercanos colaboradores. Pero el candidato sale con que Zaid es conservador. Del mismo modo, Zaid criticó el deterioro democrático en el gobierno de Salinas: el empobrecimiento del país genera liderazgos que prometen manumisión a cambio del poder. Y ya saben quién ha fundado desde esa pobreza su liderazgo. Pero el candidato sale con que Zaid es conservador. Durante la transición democrática la crítica de Zaid se centró en las decisiones prácticas y las reformas paulatinas que han permitido la participación de los grupos diversos de la sociedad civil; descreído de las promesas de grandes cambios, Zaid ha sostenido la necesidad de cambios pequeños pero inteligentes, constantes pero imaginativos. En el mismo periodo, Andrés Manuel López Obrador ha prometido grandes cambios y unanimidad social, así como ha bloqueado reformas importantes y despreciado a los grupos diversos de la sociedad civil. Pero el candidato sale con que Zaid es conservador. Y el candidato puede decir lo que sea, puede mentir como tanto lo hace. El problema es creer que la libertad de expresión es de por sí democrática. En la tiranía también hay libertad de expresión: el tirano es libre de mentirse cuanto quiera. El problema es si los súbditos también ven el traje nuevo del tirano. El problema es que los súbditos crean que son libres de expresarse cuando vociferan las mentiras del tirano.

 

Námaste Heptákis

La intelectualada está flaca

He de confesar que me gusta leer Twitter. Tal vez me agrade la sensación de creer que me estoy enterando de todo. Si todos pueden decir cualquier cosa para que sea leída por cualquier persona, eso quiere decir que todo está ahí; al menos eso parece. Las tendencias marcan la moda de todas las conversaciones; son hechas por todos para todos. Dirigen lo importante de ser mencionado; mucho más importante, dictan lo que todos deben decir. Por ello, muchos han creído ver en dicha red social la voluntad de lo social, la herramienta para saber qué están pensando todas las personas. Es evidente que exageran, pues la voluntad tecleada no pasa de ser un gusto y opinar con rapidez, fluidez y brevedad con suerte podría considerarse una opinión. ¿Pueden escribirse ideas interesantes en caracteres limitados? Es obvio que sí, pues los aforismos, las greguerías, las sentencias y los versículos lo evidencian. El problema es si en una red social se puede leer con la calma y profundidad que requieren dichas formas literarias. La frase “Caminante no hay camino, se hace camino al andar” cabe varias veces en tuit, pero tarda varios años en ser comprendida. En Twitter no se enseña a leer bien.

Parte de la limitación de Twitter es que no ayuda a sintetizar ideas complejas, sino a simplificarlas. El mejor ejemplo de ello se presentó el domingo 27 de mayo cuando un grupo de intelectuales, y sus seguidores, cercenó la idea de un ensayo para desquitar sus frustraciones políticas. El texto cercenado tenía como idea central que los candidatos presidenciales en México eran malas opciones para gobernar el país. El escrito, en lugar de invitar a no votar o anular el voto, invitaba a votar; el ensayista decía que él votaría por el candidato que ocupara el segundo escaño en las preferencias marcadas por las encuestas, pese a que ese candidato también tan malo como sus pares. Los tuiteros no entendieron la ironía; tampoco entendieron qué nos quería decir el ensayista con la ironía. ¿Por qué votar pese a que los candidatos no fueran lo suficientemente aptos para dirigir un país? Porque la democracia es más importante que cualquier preferencia o gusto político. Sólo votando democráticamente se evita la hegemonía política.

Una de las pruebas más fuertes para creer que Twitter dirige lo que debe decirse es la inversión que se realiza por parte de los políticos para poner un tema sobre la mesa. Esto se realiza cuando se contratan ciertas cuentas para hacer tendencia un ataque político; la marea de la red se encargará de que los demás tuiteros hablen de eso. Seguir la marea conducirá a simplificar la experiencia política, como los usuarios que, sin darse cuenta, el domingo mostraron su pésima capacidad para entender lo que leen. Fueron tan malos lectores como los candidatos criticados. Si seguimos leyendo a tuits, leeremos mal, con todas las consecuencias políticas que eso lleva consigo.

Yaddir

Por una nueva entonación

Es desafortunado el uso que le damos a la red. Podemos entablar contacto con cualquier persona, pero no conversamos de cuestiones importantes; podemos leer miles de libros de las mentes más insignes del mundo, pero nos parece un desafío pasar los ojos por 100 caracteres; podríamos conocer y entender diversas opiniones sobre los asuntos más polémicos, pero nos encanta imponer nuestra opinión. Aunque el mal uso que hacemos del internet no es totalmente culpa nuestra, pues somos demasiado limitados para una plataforma cuyos límites no nos parecen claros. La buena información queda eclipsada por la infinidad de mala información; los asuntos importantes quedan reducidos a una opinión entre millones de opiniones a las que no se les puede tratar con calma.

Un ejemplo de mal uso de la red es la indignación que se suscitó porque el himno nacional de Canadá cambió unas palabras para volverlo más incluyente. En algunos países, como México, el cambio sirvió para criticar el himno nacional de cada país; no sirvió para cuestionar la importancia de los himnos en cada nación, ni para sugerir qué conviene que diga un himno, en el caso de que sea importante, sino simplemente para señalar un defecto nacional. Gabriel Zaid en un ensayo titulado “Por otro himno” señala que las palabras usadas en el himno nacional mexicano no muestran el español de los mexicanos ni el sentimiento nacional. Como casi todos los himnos, el mexicano es demasiado bélico para los tiempos actuales; el himno nacional francés, surgió en plena revolución francesa. Tanto Francia como México han sido blanco del terrorismo y el narcotráfico, respectivamente, ¿por qué la belicosidad de sus himnos no les ayuda a levantar los ánimos en sus más sombríos días o a sentirse más unidos?, ¿será un defecto del patriotismo, que ahoga las líneas de cada himno, el no poder servir en tiempos de paz con explosiones de violencia? Siendo más específicos: ¿el patriotismo realmente pudo unificar a toda una nación, a todo un imperio, a todo un reino?

¿Qué clase de himno necesitamos quienes pasamos buena parte de nuestro tiempo enredados en internet? Pero cabe más la pregunta: ¿nuestros ánimos, referentes al patriotismo, no son tan diversos como para tener un himno? Dada nuestra libertad de expresión, inclusive resultaría imposible pensar que tengamos ánimos que sean movidos o unificados por un himno. Pero pensándole un poco, quizá se puedan resumir los ánimos políticos en dos clases: quienes están interesados en la política y los apáticos de los asuntos públicos. Podrían proponerse dos himnos nuevos para cada clase de persona teniendo en cuenta las experiencias de cada sector y sus intenciones. Los problemas vendrían cuando se le rindieran honores a la bandera, pues se tendrían que hacer dos ceremonias y no parece clara la pertinencia de que cada grupo deba quedarse a la ceremonia de la que su ánimo no forma parte, pero, por respeto a las opiniones de los otros, cada grupo deberá escuchar ambas ceremonias. Evidentemente los apolíticos quizá no quisieran manifestar su ánimo en contra de la política, pero al menos habría que hacer algo representativo de ello. Algo así como un largo y prolongado silencio, que contraste con la ceremonia, pero que dure lo mismo. Tal vez lo mejor sea no moverle a las tradiciones, finalmente a pocos les importan.

Yaddir