El apagón

Se cuenta que al inicio del tiempo estaban la tierra y el cielo, que la luz se hizo después, para ayudarnos a entender lo que estaba pasando en esa masa de tinieblas.

Unos días más tarde, llegó el hombre hecho a imagen y semejanza de quien hizo la luz, pero él se creyó hacedor de luz, y se perdió en las tinieblas de una oscura caverna, ya que no hay nada más abismal que la absoluta incapacidad para entender lo que pasa

El hombre dejó que su vista cayera en la contemplación de una luz azul y pequeña en sus manos, ya no quiso ver hacia arriba en los cielos porque girarse hacia arriba daba tortícolis y molestias.

Después de esos cambios henos aquí en las profundidades, con frío, pero con linternas en nuestras manos, esas lucecitas que nos ayudan a creer que entre nosotros nos comunicamos.

Alguien se atrevió a decir que en nuestra caverna vemos sombras, proyectadas en la pared gracias a unas luces encendidas por titiriteros, aceptamos no hacerle caso porque en esta caverna nos vemos como seres de luz, ya que traemos lucecitas azules en nuestras manos, lucecitas capaces de “abrir nuestro entendimiento”.

-¡Qué maravilla hacer luz propia y comprender que lo mejor es lo que ahora hacemos!- pero más bello fue cuando comprendimos que dejamos de ver el cielo y que en las tinieblas en las que estábamos esa luz azul no nos daba entendimiento.

Todo ocurrió con un apagón, las lumbreras de cada quien obsoletas se volvieron, nos dimos cuenta de que estábamos a obscuras, viviendo con frío y mucho miedo.

Se apagó la luz, de momento ni siquiera se habló de titiriteros, quizá sea momento de salir y de ver con los propios ojos al cielo y entender que somos criaturas semejantes, pero no iguales a quien nos dio el entendimiento.

Maigo

Brindis con copas repletas

El saber popular, tan accesible, tan común, califica de víbora a quien ose decir algo falso buscando afectar a alguien y pretendiendo un beneficio propio. El calificativo, aunque algunos lo duden, se adecua perfectamente a nuestra experiencia cotidiana, pues el veneno de la serpiente vertido en palabras destruye letalmente. Antes de atacar, la serpiente se desliza suave y lentamente, reconoce a su presa y, en el momento oportuno, ataca. El veneno tiene un efecto más letal cuando está disfrazado de algo gustoso, como el vino. A quien se le ofrezca una copa rebosante del astuto elíxir, puede detenerse a observarlo, quizá ponga en duda si es vino auténtico o alguna otra substancia, aunque le será difícil rechazar el obsequio por haber sido ofrecido con mano de aparente amistad. La duda será disuelta cuando el veneno haya hecho su efecto destructivo. Eva y Adán no se dan cuenta del error de haberse dejado seducir por la serpiente astuta hasta que se los muestra Dios.

La pronunciación de las palabras venenosas la encontramos en diversos ámbitos y múltiples circunstancias de la cotidianidad. Aunque un ejemplo concreto podría clarificarnos cómo se va expandiendo el veneno. Supongamos la existencia de una persona molesta y quizá la molestia que sienten algunos sea por un buen número de razones. Como siempre sucede con una persona odiada, hay quienes se muestran más adversos hacia ella, hay quienes son sus enemigos. Algunos enemigos siempre están al acecho de la ocasión oportuna para hacerle daño. La ocasión surge: el odiado recibirá la visita de un amigo para él y muchos otros muy querido, y no sin motivo, pues es una persona buena, a tal grado que le gusta ayudar desinteresadamente. Los enemigos del odiado hacen una fiesta donde todos sus compañeros de odio están invitados; la fiesta es excesivamente grande, está planeada para recibir no sólo a los partidarios, sino también a quienes quieran unirse a su causa. El culmen de la fiesta se da cuando todos están hablando mal sobre el odiado e, increíblemente, sobre su amigo a quien ni siquiera conocen. Todos se han convencido entre sí de la maldad de ambos sujetos. Los organizadores hacen un brindis, entre todos se quieren convencer de lo positivo de destruir al odiado, su amigo, y todos los amigos de estos. El vino es bebido. El veneno se ha regado.

Yaddir

Camino

El sueño de un hombre lo condujo a su desgracia; su desgracia ayudó a salvar una familia; la salvación de la familia trajo consigo la esclavitud de un pueblo y la esclavitud del pueblo permitió que se mostrara una vez más la grandeza del creador.

Maigo.

Hábitos y Condena

 

Entonces se les abrieron los ojos y se dieron cuenta de que estaban desnudos, y se hicieron unos taparrabos cosiendo unas hojas de higuera.

Gen. 3,7

La acción diaria dice de nosotros lo que somos, de ahí que debamos ser cuidadosos al comenzar el día, pues lo que vamos haciendo en el trascurso del mismo irá mostrando lo que hemos sido hasta el momento y en cierto modo va dibujando lo que haremos al día siguiente.

Hay quien ve esto como una exageración y señala que los actos que se llevan a cabo diariamente no han de cambiar en nada el curso de nuestras vida, pero no se trata aquí de pensar en grandes cambios, no todos los días nos encontramos con la posibilidad de comer el fruto prohibido, y no todos los días se abre el paso franco a la muerte, al dolor y al trabajo; no, ahora lo importante pensar es en los actos que se llevan a cabo todos los días, aquellos que por ser cotidianos nos dicen quienes somos.

Cuando Adán se encontraba en medio del jardín del Edén tenía un solo trabajo, debía cuidar del jardín y nombrar a las creaturas que en él se encontraban, colocar un nombre es algo fundamental si es que lo pensamos bien, y no sólo porque de ahí en adelante lo nombrado sea denominado de una manera y no de otra, sino porque hace del ser que nombra un ser que conoce y toma en cuenta lo nombrado.

Si Adán deja de nombrar a lo que hay en el Edén éste corre el peligro de olvidar lo que ahí se encuentra, de no tomarlo en cuenta y de descuidarlo en todos los sentidos posibles. La acción diaria de Adán lo hace ser habitante y protector, al mismo tiempo que corona de la creación.

Si pensamos un poco sobre el cambio que recibe la actividad de Adán cuando éste ha probado el fruto de la ciencia, entonces quizá alcancemos a comprender por qué el hombre ya no podía continuar viviendo ahí. El conocimiento que pudieran obtener Adán y Eva una vez que comieron del fruto prohibido cambió en algo su hacer diario, su hacer de todos los días, lo que podía ser visto por Dios ahora había sido abandonado y cambiado por otro, uno que ambos decidieron ocultar por vergüenza.

Viéndolo así, el pecado que cometieron Adán y Eva no fue el de haber comido de un fruto prohibido, sino el de haber abandonado su diario hacer para cambiarlo por otro. Antes de comer Adán se dedicaba a nombrar y a cuidar de la creación, después de hacerlo se ocupó de notar cuán desnudo estaba, lo que significa simple y llanamente que cambió la dirección de su mirada y por ende sus preocupaciones diarias, es decir, cambió él y con ese cambio se hizo indigno de permanecer en el paraíso.

Considerando las graves consecuencias de un ligero cambio de dirección en la mirada, y de unos instantes realizando una actividad que no es la propia de la vida que se supone queremos conservar, no puede dejar de resultar mucho más curioso que haya quien vea a la vida como un cúmulo de momentos claves y traumáticos, y no como un continuo suceder de movimientos, todos determinados por la acción que se va decidiendo en cada instante.

Maigo.

El trabajo del león

Yavé tomó, pues, al hombre y lo puso en el jardín del Edén para que lo cultivara y lo cuidara.

Gen. 2,15

Los seres vivos se mantienen a sí mismos gracias al trabajo que realizan, el león es león porque caza a la cebra, y esto se nota claramente cuando vemos que cuando el primero ya no es capaz para salir de cacería lo único que puede esperar es la muerte, es decir, dejar de ser.

Pero afirmar simple y llanamente que el león es león sólo cuando caza a la cebra nos puede llevar a consideraciones absurdas, quizá hasta contradictorias. No faltará quien considere que el trabajo del león ha de ser continuo para que este se mantenga siendo lo que es, de modo que no podemos decir que éste consista sólo en salir de cacería; el animal en cuestión también necesita comer lo que atrapa y necesita dormir y hacer otros movimientos que no tienen como finalidad la cacería de otro animal.

Quienes piensan así el trabajo del león tienen bastante razón, pues éste ha de ser continuo ya que el león no es en un momento lo que deja de ser después, si pensamos que la habilidad para atrapar cebras es lo que hace a un león ser león, entonces habría que dejar fuera a los cachorros y a los leones viejos y enfermos que se dedican a otra cosa.

Definitivamente lo que hace a un león ser león debe ser algo mucho más complejo que el simple acto de cazar, el cual nos puede servir sólo en tanto que muestra al animal del que ahora se habla enseñando al mundo el uso de sus mejores facultades, las cuales sirven para que éste se mantenga con vida.

La finalidad de los movimientos del león, es la de mantener con vida al león que se mueve, ninguno de sus movimientos se puede entender completamente si dejamos de lado dicha finalidad, al grado de que si vemos a uno de estos grandes felinos corriendo tras un equino sin comprender que lo hace para alimentarse, lo único que vemos es una mancha amarilla desplazándose tras una mancha rallada.

Si complejos son los movimientos de los leones, qué no será con los de los hombres, la finalidad de los movimientos de los primeros se muestra con claridad en cada uno de los miembros de esa especie de animales, pero los movimientos erráticos y muchas veces contradictorios del hombre nos hacen dudar con frecuencia de la finalidad de los mismos.

Sin esa finalidad clara, es más que obvio que los movimientos de criatura tan singular como el hombre serán sumamente oscuros. Pero, qué es lo que hace que los movimientos de los hombres resulten tan extraños y peculiares.

Para empezar, el hombre es el único animal que puede terminar con su vida por elección, y esto depende de aquello que considere mucho más valioso que la vida misma, que bien puede ser el honor, la riqueza o el saber, de hecho, es el único ser que puede elegir, aún cuando la gama de elecciones es sumamente limitada, nadie puede elegir dejar de ser hombre y comenzar a ser un simple animal, aunque lo intente, lo que veremos en ese caso será a un hombre disfrazado de lo que no puede ser.

El hombre piensa, y de ahí que muchos consideren que pensar es lo que hace del hombre propiamente hombre, dejando a este como trabajo el cultivo del pensamiento, pero no todos los que nacen como hombres llevan a cabo dicho cultivo y muchas veces esto ocurre o bien porque el hombre elige no hacerlo o bien porque las circunstancias de la vida no se lo permiten.

Si pensamos en que el trabajo del primer hombre fue nombrar a los animales en el paraíso, podemos también pensar que en cuanto éste es condenado a trabajar y deja de tener tiempo para seguir nombrando creaturas, entonces deja de ser lo que originalmente era, por lo que se aprecia que difiere en mucho el trabajo del león que debe buscar su subsistencia del trabajo del hombre que debe hacer otra cosa además de sobrevivir.

El hombre tiene dos trabajos en la vida, uno consiste en ser aquello para lo que ha sido creado, trabajo que se ha olvidado en la medida en que se debe cumplir antes con el otro, con el que llegó por medio del castigo, que es aquel que lo mantiene con vida y que le permite hacer su primera y más importante labor, que por lo pronto es pensar en qué consiste la misma.

Maigo.