Tiene razón Genaro Lozano al afirmar que la sociedad civil se halla más activa, más participativa, que nunca. En eso no se equivoca. Diariamente hay noticias sobre la lluvia de cambios del actual gobierno. La conferencia matutina mengua la vigencia de un diario repartido en el alba. Por su parte, la llamada sociedad civil mantiene escrutinio en este incesante paso. Escucha, lee, revisa, investiga, contrasta, confronta, reclama las acciones gubernamentales. Parece que la dinámica en la política se ha agilizado, acorde a los tiempos vertiginosos de la modernidad, y nos hemos sobrepuesto a la terquedad calderonista o la claudicación peñanietista. Por otro lado, la politización alcanza a evidenciarse en otros linderos. Mínimamente ciertos actores políticos gozan de un rostro popular (cabe destacar al Honorable diputado Gómez Noroña y Javier Lozano como tuitstars) y en más de un chiste, o plática a la hora de la comida, aparece un evento ocurrido en el gobierno morenista. No serán los más informados, pero el rumbo político mantiene su atención.
Numerosos cambios han sucedido a partir de la toma de posesión —en diciembre, en diciembre—. Cambios de orden económico, administrativo, tributario, incluso histórico. Entre ellos, casi imperceptible, está el del temple político. El triunfo del anterior primero de julio trajo consigo, en principio, un júbilo generalizado. El triunfo del Candidato entusiasmó a los simpatizantes; el viraje a la izquierda entusiasmó a politólogos y a uno que otro activista; la elección devolvió la fe en la democracia; la declaración de la noche tranquilizó los miedos y fobias de la oposición y sector empresarial; varios mexicanos sintieron que sucedía el Cambio prometido. Aquella noche reventó la frustración sentida por muchos mexicanos. Por una noche, su silencio —tan propio de ellos— perdió su compostura.
No dudo que la política requiera el acaloramiento para mantenerse viva y fluyendo. La defensa de los intereses, su posicionamiento y la preservación de justicia es un asunto tan importante en los hombres que están dispuestos a combatir por él. En ocasiones, los debates pierden su cortesía mínima y los ataques arteros vuelan entre los participantes. A pesar de que muestran su incontinencia y falta de civilidad, sabemos que recurrieron a esa táctica por afán de defender su postura y quedando sin discurso (se les puede criticar su grado de vileza o deficiencia en ideas, mas no su desinterés). Los estallidos revolucionarios toman propulsión de la esperanza de un cambio y soportan la tempestad por un nuevo régimen en el horizonte. Resisten hambres y presiones oficiales con tal de sustituir lo establecido. Los políticos, en línea de guerra, necesitan coraje para defender su nación. Es falso que la política se agote en acuerdos o ingeniería social.
Sin embargo la coyuntura actual es el exceso. El primero de julio significó la demolición de la plutocracia. Se había derrotado al Poder, a ese grupo que ha amasado riqueza y fortuna mediante la administración pública. Ahora era el turno de que ellos fueran desfavorecidos y el pueblo aprovechara de todo lo que se les ha privado. Surgió un alivio que trocó en excitación y desesperación diligente. Todos los mexicanos fuimos invitados a tomar lo suyo del Cuerno de la Abundancia. Los servidores públicos trabajan bajo la instrucción de coadyuvar en esta tarea. No es casualidad que la estrategia y la planeación no sean el lado fuerte de este gobierno. La cruzada moral, llamada Cuarta Transformación, alcanza proporciones épicas al recordar aquel primero de julio. Se alimenta de la frustración guardada y esperanza reprimida. Deshacer el entuerto nacional es mantener al margen al enemigo y no darle la oportunidad de que asalte otra vez la vida pública. Si el pueblo es bueno, su corazón noble y golpeado será la guía.
Paralelo a los devotos del actual régimen, están algunos de sus críticos y opositores. Con la misma furia, pretenden combatir a los simpatizantes. Le mientan la madre al presidente, tildan de escorias a quienes lo apoyan y se escandalizan de toda acción emprendida. No es lo mismo ser un crítico —con argumentos, noción moral, temple firme o sapiencia política— a un furioso opositor. Reproducen el coraje habido en el Gobierno, aunque en palabras quieran diferir. Su obcecación los pinta perfectamente como el reaccionario obstinado al régimen muerto; son pieza perfecta en el discurso oficial. Nuestro presidente es conducido por una loca pasión y el rumbo político parece ir en el mismo sentido.
Notas marginales. Cuando fui dejando mi infancia, le tenía pavor al Nuevo Cine Mexicano. Perfume de violetas podía amedrentarme con su crudeza. Ver la contraportada de Todo el poder me producía ñañaras. La realidad sórdida, no vivida por mí, era más aterradora que cualquier espectro. Chicuarotes también contiene esa crudeza, sin embargo recurre a la ilusión y humor para hacerlo más digerible y poético. No sólo eso, sino que a través de esa coloración logra mayor realismo humano. A la película se le ha criticado que una mitad suya deviene en melodrama. A ello cabe lanzar la pregunta: ¿es telenovelesco vislumbrar la complejidad de un jovencito pícaro, vándalo, a veces agresivo, y con ello estar más prevenidos de la santificación o desprecio?
2. El 01 de julio Germán Dehesa cumpliría 75 años. No me tocó ser lector de su Gaceta del Ángel, sin embargo una recopilación del Reforma me ha dejado conocer su estilo lleno de complicidad, agudo y desenfadado. En alguna otra ocasión, en este blog, se dijo que se extraña su pluma. Así es, en efecto.