La velocidad del arrepentimiento
La aplicación de la justicia debe ser pronta y expedita.
Ahora con las nuevas formas de comunicación es más fácil enterarse de delitos
cometidos en los municipios más recónditos del país, incluso del mundo, con una
leída rápida nos enteramos de cómo una mujer francesa mantuvo a su hija cautiva
en el maletero de su auto durante al menos los primeros seis años y de cómo un
hombre encontró a la criatura entre suciedad y desnutrición. Las reacciones
ante esto son inmediatas, el linchamiento mediático aparece. El vituperio es lo
menos que se merece esa mala mujer. Cada quien debe tener lo que se merece: ésta
es la justicia más pronta. ¿Cómo sabemos qué le corresponde a cada quién? ¿Cómo
juzgamos las acciones? Y ¿Qué consideramos que es el hombre para llegar al
consenso de que éste es el mejor castigo que se le puede dar?
El linchamiento mediático es sólo la reacción de los indignados ante una injusticia, nadie se toma enserio un emoticono, eso no deja huella en ningún lado… El meme tampoco, pues su nacimiento no es la pregunta por la naturaleza humana. Pensemos en un caso más cercano. Ayer apenas, salía la noticia de otro linchamiento real, un presunto asaltante fue capturado por los pobladores y con hierro caliente lo marcaron. Las reacciones en internet son de alegría y de satisfacción: corazones y caritas riendo. Más noticias como ésta, decían, lo hubieran matado. Pero la policía llegó, como en otros casos, para salvar al delincuente de la furia colectiva. Como siempre, la justicia llegó tarde. Ésa es la desgracia del mundo, el delincuente tarda dos minutos en actuar; la justicia, años. Por eso lo mejor es castigar por nuestra propia mano.
¿Cómo consideramos el castigo? Como dolor, lo que se
busca es emparejar la situación, hacer que el otro sufra tanto como la víctima.
Dolor es justicia, parece incluso la forma única de la vida humana, quien menos
sufra es el más feliz, quien haga sufrir debe sufrir más. En este sentido la
justicia nunca podrá devolvernos la calma ni encaminarnos a una buena vida. En ese
sentido la justicia crea un estado de desolación, ya que no se cometen crímenes
por pensar en el dolor del otro, si no por pensar que si me atrapan me
castigarán duramente, o se perfecciona el crimen para no sufrir esto. La justicia
desde aquí no nos une, pues no es la búsqueda del bien, sino evitar el mal.
Si dolor y tranquilidad son los únicos directores de la acción humana es fácil corromper al otro, siempre y cuando se le ofrezcan beneficios. Ahí está una posible respuesta a por qué las autoridades no actúan: están coludidos con el criminal, se han vendido o los tienen amenazados: vivirás bien si me obedeces. Así parece que la justicia es la posibilidad de causar dolor o de evitarlo. El más justo es el más fuerte o el más seductor. Pero en este hormiguero donde sólo nos saludamos para no mordernos, cómo explicar el deseo por hacer el bien, no por causar dolor, dejando a todos doloridos, si no de ayudar al otro. Eso parece que se escapa al deseo de venganza y aislamiento. ¿Cómo explicar la amistad? Nos juntamos para hacer el bien, deseamos vivir en paz con el otro y ser felices, entonces ¿qué es el hombre? ¿No será que lo inmediato de las pasiones nos impide dar una respuesta clara ante tal cuestionamiento? Las pasiones ahora llevan la velocidad del internet, pero no por ello son más claras, ni nos dicen qué pensar del actuar humano. Quizá por eso la justicia anda lento, por meditar, quien la encadena o seduce para que no siga con su proceso, ése la corrompe.
Ayer cometí una estupidez y hoy me arrepiento, pero, en
la vida moderna, ¿aún hay tiempo para arrepentirse, para pensar en lo que se
hizo? Yo creo que sí. Hasta cierto punto, es el castigo natural. A eso nos
lleva el dolor a los hombres, a tener reflexión de nuestros actos, no somos
animales solamente, pues quien busca justificar la existencia en la intensidad
de las pasiones amor y odio o alegría y dolor, está pensando que la vida es
injusta siempre, o que el hombre está destinado a la desgracia de no poder
contenerse: aquí, sí, sólo cabe el linchamiento, ya que éste causará placer y
dolor, pero nunca reflexión.
Javel
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