Sobre las ideologías

En mis momentos de mayor dogmatismo saludo a casi cualquier desconocido sólo porque se parece a un amigo o familiar. De la misma manera procuro no salir de casa para no toparme con las mil caras hermanas de mis enemigos, quienes se cuentan a manojos. Pero un rato de reflexión me ayuda a carcajearme de mi estado. Poco consuelo resulta saber que mi padecimiento no es un invento mío, pues muchos, casi tantos como la gente que me tiene ojeriza, se dejan llevar por sus prejuicios a un nivel científicamente imposible de demostrar. Lo que sí me da risa es escuchar los grandilocuentes discursos de quienes creen que todos somos completamente diferentes, casi tanta como los dogmáticos partidarios de la igualdad.

Los prejuicios más sólidos no son los que instaura el oscuro y viscoso sistema, aquel ser que todo lo ve, todo lo sabe, y quiere mantener el poder a toda costa, sino aquellos basados en las ideas más sofisticadas. Las ideas, como el dinero, nos permiten ver las cosas de la manera como realmente no son. Adecuan la realidad a como queremos que nos aparezca. ¿Pero de dónde surgen los disfraces ideales? Al parecer, surgen de la comodidad, de las respuestas más fáciles a las preguntas más difíciles. Pero no cualquier respuesta queda con cualquier pregunta, para que una respuesta sencilla funcione debe acomodarse de alguna manera, embonar, a la pregunta. ¿Para qué sirve el conocimiento? La mayoría respondería que para conseguir un buen trabajo y ganar una buena cantidad de dinero. Si lo que se estudia le gusta a quien se arma para el futuro y le deja buen dinero, ya respondió a la pregunta de cómo ser y sentirse exitoso. El conocimiento es poder. Pero la respuesta es tan aparente como decir que el éxito es sinónimo de la felicidad.

Que nos guiemos con el mapa de la apariencia no quiere decir que en los escombros de lo aparente no se encuentre lo real. Tampoco significa que nuestras capacidades intelectivas sean insuficientes para entender el mundo. Quizá sea mejor hacernos preguntas y preguntar: ¿nos encontramos limitados para conocer los sucesos más insólitos de la realidad?, ¿entendemos los límites de nuestro entendimiento? Si no los desafiamos, no nos interesaría entenderlos. Sin intentar la reflexión de esos límites, no hay buenas respuestas.

Υαδδιρ

En busca de una actitud ciudadana

La fuga de Joaquín Guzmán Loera alias “el chapo”, ha generado una montaña de comentarios, pues hecho tan apantallador difícilmente queda desaprovechado. La mayoría de las voces (la parte baja de la montaña) se burla de la fuga, recalcando en cada carcajada la incompetencia del gobierno federal o un afán de no querer quedarse callados por parte de los ingeniosos comentaristas. Una facción menos cuantiosa, aunque quizá más importante (pues se trata de políticos y periodistas a los cuales se les toma como personas de opinión sensata), dicen que no hubo escape por parte del capo, sino un gran montaje, es decir, el gobierno federal y aquél planearon el escape, haciendo una gran puesta en escena para que la credibilidad en las instituciones no se perdiera ante los ojos del público. Otros pocos se indignan, critican al gobierno, pero lo más importante para ellos es que se resuelva la situación, que el país se encuentre en mejores condiciones.

En el escenario, mejor dicho, en la situación de los muchos comentarios, de la voz de moda o el ataque egoísta, hay una pregunta que me parece ineludible: ¿por qué es importante la fuga del “chapo”? Algunos dirán, celebrando al famoso capo, que de esa manera se manifiesta la astucia humana. Pero decir astucia humana es contradictorio, pues los astutos, siguiendo ese argumento, viven aprovechándose de los escasamente astutos; además, los forofos del astuto, se ubican a sí mismos dentro de los aprovechados (pues sólo hay un astuto y los demás le sirven). A esto se le puede objetar que los grandes capos son almas caritativas, porque dan dinero a los pobres. Esta objeción es absurda por el simple hecho de que los grandes capos tienen a su servicio personas que abusan de la gente inocente (Servando Gómez Martínez alias “la tuta” decía que en su organización castigaba y excluía a quienes se aprovechaban de su poder dañando a los inocentes, pero él no podía controlar a todos sus colaboradores, pues el estado de Michoacán es muy grande para vigilarlos); el capo que regala billetes a las adolescentes, puede tener a su servicio hombres que violenten a éstas. Otra respuesta es que así podemos ver la corrupción del partido que ostenta actualmente el poder. Una tercera, que considero más sensata, es que de esa forma el estado mexicano queda débil en materia de seguridad (lo cual no nos lleva a pensar en una ineptitud general, en todas las áres, por parte del gobierno), pues el crimen organizado tiene la capacidad suficiente para superar una cárcel de alta seguridad. Ante esto podemos volver a la burla momentánea (no sólo por efímera, sino también porque si la seguridad del gobierno sigue empeorando, próximamente no habrá tiempo para reírnos), tomando una actitud poco ciudadana, porque la mayoría de los que hacen chistes, poco se preocupan por el rumbo del país, sólo buscan demostrar su capacidad para provocar la risa. También puede servir para que se opine con una manipuladora acusación, buscando un beneficio propio si a alguien le conviene que se diga esto; lo que tampoco es una actitud ciudadana. Pero también podemos indignarnos por el cuestionable manejo del gobierno, preocuparnos por la seguridad del país, y pensar en una posibilidad de mejora en la seguridad. Este último punto nos deja en una gran interrogante: ¿es posible mejorar las condiciones en las cuales se encuentra el país, siquiera pensando en el ámbito de la seguridad? Momentáneamente se me ocurre responder que sí, con dos justificaciones que quizá resulten insuficientes: es posible si hay gobernantes decentes y si mediante la educación pueden surgir buenos ciudadanos que se alejen del crimen organizado.

La confianza en la educación como formadora de buenos ciudadanos puede parecer más ilusa que la confianza en los gobernantes decentes, pues, dicho muy sucintamente, en el país se educa para hacer trabajadores efectivos, no buenos hombres. En la perspectiva política, se ha visto que los gobernantes decentes no son cosa de ilusiones y huecas promesas, pues con ciertos políticos al mando de ciertas zonas, los ciudadanos de ese lugar viven con seguridad, gozan de servicios básicos (entre ellos los de salud) y se les informa, mediante ciertos módulos, lo que hacen aesos mismos gobernantes. Visto así, creer que no existe posibilidad alguna, por muy pequeña que parezca, de que las condiciones políticas mejoren es una exageración tremenda. La actitud ciudadana que nos corresponde mostrar, desde esta perspectiva, es elegir de la mejor manera a nuestros gobernantes, empezando por conocerlos desde lo que ya han podido hacer. Además, si hay quienes pueden demostrar que es mejor tener una actitud ciudadana que una actitud de moda o de egoísmo para el país, no podemos creer tan fácilmente en la aniquilación de la política; podemos creer en la restructuración paulatina, y lejana, de la política.

Yaddir