La orgullosa crueldad

 

La orgullosa crueldad

Haré una pregunta incómoda e incorrecta: ¿por qué suponer que la pederastia es un problema psicológico? Lo ha supuesto la Iglesia mexicana sin que, al parecer, logre ver las consecuencias. Por ello, adelantando el final de mi planteamiento, el nuevo plan para enfrentar los casos de pederastia entre los clérigos mexicanos fracasará. No, no quiero sólo ser un aguafiestas, sino que quiero mostrar el problema teórico de la suposición y su perversa consecuencia práctica. Y quiero sugerir que la perversidad práctica motiva en mayor medida el nuevo plan, por lo que no sólo cabe pensar que alguien nos está engañando al postularlo, sino que a sabiendas del engaño se oculta un acto vil. Intentaré explicarme.

         Psicológicamente el juicio moral es sólo una valoración. A fin de no reconocer como malo el acto pederasta, lo cómodo es interpretarlo como una condición psicológica. Que sea posible suspender el juicio moral para reducirlo a condición psicológica supone al mal como administrable, al pecado como subjetivo y a la infracción como atenuable. Si el mal es administrable debería ser la discusión teológica de fondo; aunque lo cómodo es suponer que la condición caída nos conduce al pesar y que el progreso nos puede hacer confortable el peregrinaje. El mal, como si hubiese dejado de ser misterio, ahora es presentado como un problema superable. Es más, y siguiendo el discurso del Papa, se cree que el mal permea por el mundo y si acaso aparece en la Iglesia es por tratarse de un organismo más, de otra institución mundana. El mal, parece suponer la jerarquía católica, toca a la Iglesia tangencialmente. Así, algunos creen que el mal torna administrable, asunto de especialistas.

         Los especialistas que pueden atender a los curas pederastas son, por tanto, los mismos que atienden a los pederastas en general: psicólogos, jueces y, quizá, otros curas. La administración psicológica de la pederastia permitirá “reconocer conductas de riesgo” que, a su vez, los hombres de la ley se encargarán de administrar. Si se da el caso que el pederasta sea creyente, puede administrar su culpa con un cura. Si se da el caso que el pederasta sea un cura, su cura superior administrará legalmente la culpa. Sencillo: el pecado es una valoración subjetiva y administrable. La única diferencia entre el cura y el hombre de a pie, parece suponerse, es la jurisdicción bajo la que se desempeña. ¿Así o más mundano?

         Al reducir el asunto a la mundanidad, la Iglesia se oculta sus propias faltas. Quizá su falta más grave sea su actual incomprensión de la carne, su claudicación a pensar el erotismo. Que la Iglesia ya no piense la carne es precisamente la señal del misterio.

         Fracasará el nuevo plan porque los especialistas mundanos no pueden pensar la carne: la especialidad sólo es posible como negación del erotismo. La prueba puede reconocerse cuando preguntamos qué es la castidad en la perspectiva psicológica. Nótese que al mundanizar la pederastia clerical se vacía de sentido la virtud de la castidad. Por ello mundanamente no se alcanza a ver diferencia alguna entre la pederastia de un sacerdote y cualquier otro tipo de pederastia. Se cree, absurdamente, que es un problema de valores. Y los psicólogos, discúlpenme, no pueden entender la virtud de la castidad en tanto psicólogos. Si el nuevo plan realmente quisiese evitar la pederastia clerical, tendría que empezar por no desvirtuar la castidad, por pensar la carne.

         Lo que sí busca el nuevo plan es un marco pretendidamente legal para discriminar personas y frustrar vocaciones. El nuevo plan se ha presentado como la determinación psicológica de “conductas de riesgo en los candidatos para el ingreso a los seminarios y a la ordenación sacerdotal”. Claro, podría suponerse que se trata de un plan a largo plazo, ya no contra los curas pederastas de hoy, sino para evitar que mañana haya curas pederastas. Pero eso es mentira. Los psicólogos serán útiles para discriminar, excluir y frustrar a los jóvenes homosexuales que aspiran a la ordenación sacerdotal. Pues el objetivo indicado a la pesquisa psicológica es el mismo que en la Ratio Fundamentalis Institutiones Sacerdotalis (VIII, c) de diciembre de 2016 se determinó como necesario para excluir a los homosexuales. Se supone, perversamente, que los curas homosexuales —cuya existencia se niega formalmente a la luz del Catecismo de la Iglesia Católica, 2357 y 2358— son los pederastas, lo cual no sólo es falso (en tanto generalización), sino una muestra más de la renuncia de la Iglesia a pensar la carne. (El Magisterio parece haber olvidado, en torno al punto que comento, que precisamente en el Catecismo de la Iglesia Católica 2359, se dice que el homosexual está llamado a la castidad. ¿Por ello ahora se desvirtúa a la castidad?) Validando este mecanismo de exclusión, la Iglesia crea un chivo expiatorio. Por eso creo que es completamente vil justificar la violencia contra un grupo de la cristiandad bajo el pretexto de prevenir un daño. Hay perversidad y vileza en el engaño. Lo peor es que parece que a nadie le importa darse cuenta. ¿Es tan difícil ver que la desidia aunada a la lujuria produce la más orgullosa crueldad?

Námaste Heptákis

 

Escenas del terruño. 1. Que dice el presidente que la subasta de vehículos oficiales fue muy exitosa, pues recaudaron 62 millones de los 100 millones que se esperaban obtener. ¡Exitosísima! ¿Se acuerdan de cuando nos burlábamos de Peña Nieto por aquello de «estoy a uno, no menos, cinco»? Se siente la 4T: antes teníamos humor. 2. Me divierte ver a los priistas del PRI diciendo que el PRI debe volver a sus orígenes, que hay que reformarlo. Tras la derrota del 2000 nació el nuevo PRI, ¿se acuerdan? La imagen de una camada moderna y profesional de priistas dio como resultado al grupo que administró al país en los últimos años. El nuevo PRI nos dio a Peña, a los Moreira, a los Javieres… ¡Ya quiero saber a quién nos regalará el nuevo nuevo PRI! 3. He dicho más de una vez que la sociedad corrupta se exhibe en la gratificación por la delación y la crueldad. Ahora se busca que la delación sea recompensada por ley. 4. Primer acto: asesinan a un opositor de un proyecto gubernamental. Segundo acto: la Fiscalía dice que seguro fue asesinado por el crimen, que no se puede pensar que tiene alguna relación con su posición política. Tercer acto: el «súperdelegado» en el estado en que ocurrió el asesinato señala que se ha de investigar a los otros activistas y opositores. ¿Cómo se llama la obra? El régimen de la simulación. 5. Simulación es la marca del régimen. Ahora se dice que se abrirán los expedientes de la Dirección Federal de Seguridad y del Cisen, que para la máxima transparencia en los casos de violaciones flagrantes de los derechos humanos. Pero la apertura máxima no será total, pues no se abrirán los expedientes de los casos no resueltos. ¡Se salvó el presunto asesino LEA! 6. Combativa, la periodista de las revelaciones hizo pública la versión sobre un acuerdo entre el expresidente Peña y el Chapo. Lástima que en su afán por golpear a Peña la periodista haya caído en el engaño. Una más para su antología de periodismo ficción.

Coletilla. «El sur tiene la bendición de la naturaleza, pero la desgracia de la flojera». Jaime Rodríguez Calderón «El Bronco», góber de Nuevo León, estandopero de ocasión y nuevo Heródoto.

Reforma

Los enojos hacen revoluciones que muchas veces sirven para que todo siga igual.

Maigo

La Iglesia y el realismo

La Iglesia y el realismo

El mundo moderno ha

perdido el juicio, no tanto

porque acepte lo anormal

como porque no sabe

recuperar la normalidad

G. K. Chesterton

Es fácil decir que la Iglesia es esencialmente conservadora. Se resiste a la “modificación” del culto y al progreso, permanece en su lugar sin permitir que se le muestre la “verdad” a sus adeptos. No sé si sería un escándalo o una caricia al ego moderno si se descubriera que es partidaria del progreso; que haya elementos de los dogmas de fe que contravienen por siempre a las doctrinas liberales, pero que “en la práctica” haga de sus ministros y sus fieles secretamente devotos de la felicidad moderna. Es decir, que ella se haya vuelto, por fin, realista. Que sepa su lugar como cúspide del poder basado en la consolación retórica, en la administración de lo sobrenatural como recurso efectivo; que se confirme la sospecha de que la verdad efectiva, los actos muestren claramente la mentira, pero que se mantiene en pie sólo por manejo político del verdadero. El reino de los cielos se convierte en la promesa doctrinal de la Iglesia como congregación, como tendencia social, ininteligible más allá del número de sus seguidores.

Quien diga que la Iglesia es un club está siendo demasiado laxo con su experiencia de una congregación. Los clubes se distinguen por ser selectivos conforme a los fines que se propone, y rara vez soporta gentes que no compartan el “espíritu”. Los clubes deportivos están hechos para partidarios del estilo de vida, gentes adineradas que tengan oportunidad de pensar en el tenis como pasatiempo, porque creen que ese es un modo de pasar el tiempo. Aunque eso tenga que ver a la larga con sus convicciones sobre la vida, su afiliación está limitada por el manejo de su ocio: sólo requiere dinero y deseo de ejercitarse. Nunca le exigirá que aprenda el mejor modo de manejarse, porque si no sintiera que ya lo conoce no iría a un club. Las reglas de él son claras y sencillas de cumplir: son protocolares, como dicen los profesionales.

Queremos juzgar de la iglesia sólo por reunirse en un lugar con aspecto “simbólico”, como nos parecen los templos. Sin embargo, aunque veamos allí un rito que conjuga la palabra y la autoridad junto a las oraciones, nada nos hará sentido si perdemos de vista lo importante de ceremonia tal: la eucaristía. Si esto es cierto, quiere decir que lo que comúnmente llamamos Iglesia está centrado en el milagro de la encarnación; si es cierto, quiere decir que la Iglesia está fundada en algo que presenciamos al momento del rito, pero que no vemos en el sentido más literal. Eso no es novedad alguna. No podemos negarle realidad: lo presenciamos. Los actos que contradicen al dogma no lo hacen menos cierto, así como uno puede vivir siempre en el error más craso actuando del modo que cree más conveniente.

En la interpretación más reconocida del Cantar de los Cantares, se dice que la esposa puede interpretarse como la Iglesia, que espera al Señor. También se le define como el cuerpo místico de Cristo. Tal vez tenemos que ver que así como tenemos problemas para concebir una esposa fiel y pura, andamos a tientas dando palos de ciego cuando nos preguntamos por la posibilidad de conjugar una palabra tan ordinaria como cuerpo con una derivación del misterio, y que se corone con el nombre de alguien que sabemos que ha muerto. Así sucede cuando el realismo se vuelve un mareo. Así sucede cuando queremos entender el amor a partir de nuestra idea del cuerpo. El amor de una esposa tal sabe que lo mejor viene tras la espera; no hay espera para quien no permanece fiel. La Iglesia no es una institución moderna porque no nació para afiliar a simpatizantes, sino para amar y perdonar al prójimo. En la encarnación se muestra el cumplimiento de una Ley que ya la traía como germen; por ello, los denominados con el cuerpo místico de Cristo son reunidos para continuar en la virtud que los guía: la presencia del Hijo en la eucaristía. No se trata del cuerpo de Cristo como posibilitador histórico (en el sentido moderno) de la actualización del régimen político de la autoridad eclesiástica, sino de los que siguen lo que la encarnación les mostró para siempre. Hay cuerpo místico de Cristo por la Nueva Alianza que uno trata de imitar para ser digno del nombre.

El esfuerzo por evangelizar está preñado de este sentido: el número de adeptos no significa la fortaleza de la fe. Por eso la Iglesia no es un club. Se requiere siempre eliminar esta sospecha, porque sin ello confundimos también el sentido posible de una comunidad cristiana con el acuerdo político o con la concordia pacífica. En ese rostro de esposa inmaculada, tenemos que juzgar las fallas pertinentes del hermano y las propias. La Iglesia no puede llamarse “realista” ahora, porque siempre lo fue. Nunca ha pedido el templo hecho para poder obrar: empezó por la primera piedra. Renunciar a la encarnación como luz, a la revelación no es posible para ella. La Iglesia nunca podrá ser moderna propiamente porque no acepta la mentira. Sabe que la tiranía empieza ahí donde el amor termina.

Tacitus

La Roca

Y yo te digo que tú eres Pedro y que sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas o poder del Infierno no prevalecerán contra ella.

Mt. 16, 18

En medio de un seco desierto hay una roca que mana agua abundante: es el corazón de Pedro que llora tras negarse a su salvación; es el corazón del hombre que se salva al reconocerse pecador; y es el agua que corre para llenar de vida a los secos huesos que alguna vez murieron buscando su confort.

 

 

Maigo