La impráctica incomodidad
Supongo que algún pragmático, intentando evitar la decisión sobre subordinar la amistad a la política o la política a la amistad, podría pensar que lo sensato es diferenciar a la política de la amistad y mantenerlas tan claramente definidas que, si bien ambas se ordenan a la felicidad humana, pueda identificar ámbitos de realización distintos para cada una. Quizá dicho pragmático suponga que la realización de la amistad es menos pública que la política; o que la realización de la política se circunscribe en menor medida a lo personal. Probablemente un pragmático así considere que la justa proporción entre la amistad y la política facilite la felicidad.
Sin embargo, ni la felicidad es un producto ni la amistad o la política son tan claramente distinguibles. Distinguir amistad y política a partir de la disposición grupal de ambas es una distinción superficial e insuficiente. Superficial, porque simplifica las realizaciones posibles de la amistad. Insuficiente, porque cancela la posibilidad de pensar al bien común como finalidad. Si el bien común depende de nuestra disposición a él, ni es bien, ni es común. Si el bien común no es anterior a nuestra disposición, ni es posible la política, ni es deseable la amistad. Si el bien común no se funda en la comunidad natural, ni es posible la amistad, ni es deseable la política. Y sólo podremos comprender la comunidad del bien común cuando contestemos a la pregunta “¿qué es lo político?”.
Sin contestar a la pregunta, y suponiendo todavía que la política y la amistad son claramente distinguibles, es posible señalar una consecuencia más de la posición pragmática: ni la amistad ni la política tienen una consecuencia moral. Con mayor asiduidad sospechamos de la amoralidad política, incluso cuando hacemos de la indignación una “causa” política (y sólo es hasta Hobbes cuando “causa” comenzó a usarse en ese sentido para explicar la política [cfr. Voegelin, La nueva ciencia de la política, capítulo 4]); no así extendemos la sospecha sobre la amistad (excepción hecha del adolescente que “necesita justificar” sus amistades). Suponiendo la amoralidad política, la justicia se limitaría a la legalidad y la legalidad al cumplimiento de disposiciones: la tecnocracia. Suponiendo la amoralidad amistosa, la justicia se limitaría a la fidelidad y la fidelidad a la complicidad; y todos saben que se puede ser tan cómplice en lo malo como en lo bueno, aunque en lo malo la complicidad siempre sea más complicada. La amoralidad de la amistad y la política nos deja sin razones para la política y la amistad.
La amoralidad, empero, no es lo peor de la disposición pragmática, sino lo más presentable. Lo impresentable de la disposición pragmática es el embuste necesario en que se convierte cualquier realización de la política o de la amistad. Careciendo de razones para la política, nada impide el advenimiento de la tiranía: tiranía de la fuerza, tiranía de la pasión o tiranía del miedo… tiranía del poder, al fin. Careciendo de razones para la amistad, nada impide la voluntaria ceguera. Sin razones para la política es imposible reconocer a la tiranía. Sin razones para la amistad es imposible reconocerse. Perdiendo la amistad nos perdemos. Y la amistad es imposible si fracasa la política. ¿Ya se entiende por qué algo nos está incomodando? El visitante toca a la puerta…
Námaste Heptákis
Para no olvidar. 1. Hoy se cumplen cuatro meses de la desaparición de Claudia Ivonne Vera García, activista del colectivo «¿Y quién habla por mí?», desaparecida por policías estatales en Veracruz. No hay información nueva sobre su caso. 2. El próximo martes se cumplen 22 meses de la desaparición de los normalistas de Ayotzinapa. Las reuniones de los padres de los desaparecidos y los funcionarios federales han continuado, aunque no se ha llegado a ningún acuerdo nuevo.
Escenas del terruño. 1. Luis González de Alba reflexiona, en dos partes, sobre el fracaso de la izquierda setentera en la política mexicana. 2. El semanario Eje Central dio a conocer la existencia de una organización civil que tiene a la oficina de comunicación de Enrique Peña Nieto como centro de operación y a la opacidad como origen de sus recursos. 3. En las últimas dos semanas cinco familias completas han sido ejecutadas en el país; en el mismo lapso se ha registrado un incremento en el número de menores de edad ejecutados en nuestro país. En nuestra guerra civil se está derramando más sangre joven. 4. Bajo la premisa de que el Estado Islámico es consecuencia del capitalismo, comunistas españoles combaten del lado kurdo; interesante reportaje de Vice News.
Coletilla. Si lo publicado el lunes por Roberto Zamarripa en Reforma es cierto, los hechos violentos de Nochixtlán, Oaxaca, el 19 de junio son consecuencia de la incompetencia del «servicio de inteligencia» federal. Zamarripa informó que el supuesto operativo para desalojar un retén, en realidad fue un rescate de rehenes: ocho policías federales y una agente de inteligencia (una espía) del Cisen. Haciéndose pasar por la novia de uno de los policías retenidos, la espía fue liberada; pero sus superiores (el servicio de inteligencia federal) no se enteraron de la liberación y entraron armados a Nochixtlán para ejecutar el rescate. Horas más tarde, los funcionarios federales mintieron declarando que el operativo fue un desalojo y que los agentes no iban armados. Ya corrigieron su declaración en torno a las armas. ¿Escucharemos la declaración que reconozca un operativo fallido del servicio de inteligencia?
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