Visitas

Sé que no lo soñé, y sin embargo me sigue pareciendo tan irreal como si hubiera sido un invento de los caprichos de mi imaginación.

Poco tiempo hacía que había vuelto a mi cama después de complacer las necesidades de la naturaleza. La lluvia en el exterior hacía de la noche una delicia para cualquiera y un tierno arrullo para el cansado.

Debo admitir que me encontraba haciendo las paces con Morfeo mientras retorcía mi cuerpo sobre el desgastado colchón, cuando, muy a lo lejos, tenía encendida a modo muy tenue y tibio, el ardiente deseo que vinieras a buscarme, a buscar calor bajo mis sábanas y encontrar cariño en mis brazos. Sin embargo, al carecer de un genuino don de telepatía, esos deseos debían, como todas las noches, ser ahogados por la pesadumbre de los mundos oníricos que visito por necesidad.

Faltaba mucho para perder la consciencia, es por eso que aseguro que no fue un quehacer de mi imaginación, el que la puerta de mi habitación se abriera de repente con demasiado cuidado, como quien busca entumecer el ruido y no despertar al resto de los habitantes de la casa, como lo haría un ladrón o un amante temerario. Fue esta delicadeza la que me llamó la atención más que el hecho tan inusual en una noche de sábado. Como es natural, esperaba ver tu rostro, a penas iluminado por la luna, cubierto entre tinieblas y frío sonriendo con una mueca de complicidad y deseo.

En cuanto se hubo abierto, no encontre otra cosa que silencio y soledad, no fue un susto lo que terminó ahuyentando por el resto de la noche mi posibilidad de descanso, sino la decepción de saber que no eras tú quien vino a visitarme. Una vez que el escalofrío pasó, me encogí de hombros, me levanté de mi cama a cerrar la puerta de mi habitación y regresé a esperar, que la próxima vez que se abriera, fueras tú quien endulzara mi noche.

Un cuentero con insomnio

De su vida no se supo mucho. Casi siempre estaba encerrado en su torre, rodeado de papel, de plumas, tinta y sueños. Algunos lo consideraban enfermo, otros no veían en él más que a un pobre ciego solitario que en ocasiones sonreía sin razón aparente.

Con el paso del tiempo sus carnes se fueron secando y sus huesudas manos comenzaron a temblar al tomar la pluma con la que escribiera tanto. Muchos pensaron que loco siempre había sido, pero que con las pérdidas notables entraría en razón y que aprendería a vivir de manera razonable.

Lo cierto es que no lo hizo, siguió soñando, rodeado de papeles, tinta y personajes, soñando despierto, escribiendo dormido y viviendo lo que muchos consideraron un martirio.

Un día el cuentero murió y al limpiar su lugar, lleno de polvo y manchas de tinta, sus razonables coetáneos se encontraron con un último cuento, redactado en una página. La última por él escrita.

La página en cuestión era curiosa,  los márgenes perfectos, la letra, era preciosa. Conforme el lector pasaba los ojos y veía, la gente razonable notó lo que decía.

Era la historia de un cuentero, de un ser extraño porque de su vida nada se sabía. En una torre vivía encerrado, rodeado de papel y de tinta, pero siempre por sueños aguijoneado.

Por lo que se leía era fácil saber, que algunos enfermo lo juzgaban  y que otros de sus coetáneos tan sólo lo compadecían. Como se hace con un ciego que negando su ceguera de nada se valía.

En la hoja se hablaba de un cuentero con insomnio, cuyas carnes se secaban, y que a pesar de tener manos huesudas a la pluma no soltaban, porque eran las manos de un enamorado.  De un ser locuaz, especialmente para los ojos de quienes viviendo conforme a razones a los amores se negaban.

Un dialogo se abría en una hoja que quedaba, en la que el cuentero con insomnio su último cuento contaba, era el relato de un cuentero que a los cuentos siempre amaba.

Maigo.

Insomnio

“No one may speak of the dead, no one may interpret their mutilated

dreams and visions. And yet, I sense their presence…I remember:

 it happened yesterday, or eternities ago.

 A young boy discovered the Kingdom of Night.”

E. W. 

¿Dormiste bien?, preguntó. Con una sonrisa grandota y sincera asentí. Dormí como hacía un rato no lo hacía. ¡Qué mañana! Mis ojos bien abiertos, sin cansancio ni flojera. Todo se veía claro. Ya era justo y necesario; desde hacía dos semanas el impertinente insomnio había llegado, y, como de costumbre, estaba de aprovechado. La noche que se fue era miércoles. Quién sabe a qué otra cama se habría ido; pobre cama y pobre hombre. Pero qué  importaba, ahora el insomnio ya no estaba, y era mejor disfrutarlo porque el grosero siempre regresaba. Ese día, aunque especial, fue más o menos normal: los mismos lugares, la misma comida, las muchas miradas desapercibidas, el periódico siempre con sus malas noticias. No me importó leer de muertes y desdichas, yo estaba feliz porque había podido dormir. Luego llegó la noche, tomé el libro, era hora de terminarlo (aunque quizá él terminó conmigo). Leía sobre las noches de un hombre y un niño que son el mismo. Leía de las noches de un judío que sobrevivió el 1945. Tres campos de concentración, hambre, sed, no despedirse de sus hermanas ni de su madre, ver morir a su padre; todo esto soportó. Se salvó, dice, no por ser listo o fuerte, sino por pura suerte. Cuenta sus noches más tristes en que, aun con el cansancio más grande, no pudo dormir. Cuenta que ahora la noche sigue siendo gris, sigue sin poder dormir. Llega el insomnio porque no puede olvidar, porque se tiene que acordar. Recuerda, dice, porque es su responsabilidad. Porque si olvida se vuelve cómplice y culpable. En la noche lo invade su pasado, pero también su presente. No duerme pensando tantos  problemas y muertes actuales. No puede dejar ir su pasado, pero tampoco su actualidad. No puede pero tampoco quiere…Leí eso y qué pena me di. ¿Cómo había podido dormir?, ¿cómo había tenido el descaro de sentirme feliz y  cargar mi sonrisa por ahí?  Era cómplice y culpable. El presente que habito, que sé pesado, lleno de excesos, defectos y muertes, me había importado bien poquito.  Ahora no sé cuál será peor, si el insomnio o la eterna indiferencia.

PARA APUNTARLE BIEN:   “Does it ever give thee pause, this other strange item of it, that men then had a soul,  –not by hearsay alone, and as a figure of speech; but as a truth that they knew, and practically went upon! Verily it was another world then…But yet it is a pity we have lost the tidings of our souls: -actually we shall have to go in quest of them again, or worse in all ways will befall” Thomas Carlyle

MISERERES: Se anuncia Reforma Educativa (otra vez). La mayoría piensa que es necesaria, pero critican que lo propuesto no es novedad. Mientras pasa todo esto, Las abejas –la organización civil- pide cárcel para Chuayfett por el caso Acteal. El Premio Nacional de Periodismo de 2011, es de un economista que habla sobre la pobreza en México que, a mi parecer, es muy atinado. Acá está: http://www.nexos.com.mx/?P=leerarticulo&Article=2099486 .

Insomnio cinematográfico

Después de varios días sin dormir el mundo comienza a verse plano, brillante y cristalino como la impresión de una vieja fotografía. El ojo deja el juicio habitual y se despersonaliza, como si fuera una cámara de video. Y el acontecimiento se va imprimiendo en la conciencia como una larga y desordenada grabación esperando que la editen.

Gazmogno

Noches de insomnio.

Todos aquellos que hemos tenido alguna gran preocupación, algún gran miedo, un gran coraje o una gran emoción, sabemos qué es el insomnio. El insomne no duerme y lo intenta, lo intenta y se desespera, se desespera y pasa la noche girando en la cama, pasa la noche girando en la cama y se percata de la lentitud del tiempo, se percata de la lentitud del tiempo y anhela el amanecer… anhela el amanecer y con la llegada del mismo espera dormir en la noche siguiente.

El insomne afortunado deja de ser tal a la noche siguiente, el desafortunado comienza a ver la cama como el recordatorio incesante de que no puede dormir, de que quizá ya nunca más duerma, y con esta idea pasa la noche esperando que algún día llegue el dulce descanso que es dormir.

Entre los insomnes desafortunados, hay insomnes famosos por su incapacidad para dormir, unos se resignan a no dormir jamás y deciden pasar las noches en banquetes, otros pasan las horas obscuras escribiendo, leyendo, y haciendo todo lo que les impida pensar en sí mismos y en aquello que les impide dormir, y que junto con ello les impide vivir en paz.

Quizá el insomne más famoso de todos los tiempos sea aquel rey de lejanas tierras áridas, llamado Schahriar. De pocos hombres sabemos que soporten mil y una noches de insomnio, y menos vemos en sus mil y un distracciones la cura para ese mal. Quién diría que justo son mil y una noches de un insomnio bien llevado lo que permitiría al descorazonado rey recuperar el sueño.

Debemos ver cómo es que el insomnio de Schahriar es bien aprovechado si es que en algún momento anhelamos curarnos del insomnio. Del rey famoso por sus insomnios casi no sabemos nada, sólo que un engaño le ha quitado la posibilidad de dormir bien y de confiar en la persona con la que duerme.

Sabemos un poco más de la última de sus víctimas, que de hecho no llegó a ser tal, sabemos que gracias a la palabra que la acompaña todo el tiempo y que le permite tejer y mostrar a Schahriar la imagen completa de lo que aborrece, de lo que teme y de lo que añora se salva de la muerte. Tentados estamos a creer que la finalidad de la cuentista es la de salvar su cuello y nada más, pero no, Scherezada no es mezquina y la salvación que ella alcanza no sólo la toca a ella, sino a todas las doncellas piadosas que siguen la voluntad de Alá y que condenadas a morir estaban por causa de un adulterio no cometido.

Debemos ver lo que pasa cuando Scherezada relata su cuento, su único cuento, así como única es su vida y la oportunidad que tiene de conducir al rey a la salida de la condena que significa dejar de dormir en paz.

Notemos que Schahriar no escucha los cuentos de Scherezada para dormir, y sin embargo consigue hacerlo después de tres años. Notemos que el rey escucha picado por la curiosidad y sabiendo que después del relato viene el amanecer, y esperando que junto con el amanecer llegue la mortaja para su joven esposa. Notemos que la joven esposa se escapa de la mortaja y salva su cuello, el de otra doncella y al rey de la pena que supone la condena a muerte.

Además debemos ver que el relato de Scherezada va tejiendo el mullido tapete en el que Schahriar dormirá por fin. Relato maravilloso que sin juzgar directamente al rey apela a su sentido de la justicia para mostrarle cuán injusto es por dejarse llevar por el enojo y la decepción que trajeron consigo los actos de una pérfida y miserable mujer.

Y al ver y notar lo que logra el cuento en el alma de Schahriar, debemos como insomnes desear que en algún momento aparezca junto a nosotros una Scherezada que nos cuente cuentos para curar nuestra alma de las injusticias que cometemos o pensamos cometer en agravio de las que sufrimos.  A fin de que algún día, quizá ya pasadas mil y una noches de escuchar atentamente y de ver lo que somos podamos dormir nuevamente en paz.

Maigo.

Perdón, tengo insomnio

Uno intenta escribir algo. Algo que valga la pena pero lo único que puedo hacer es balbucear palabras que se aglomeran mientras los sedantes causan efecto. Mi problema es el insomnio. Y las palabras se van perdiendo mientras el cerebro se relaja y se distiende. Todo se vuelve nebuloso.

Mi problema es el insomnio, ¿ya lo dije? Pero mi verdadero problema es otro. Siempre creemos que estamos haciendo algo cuando en realidad estamos haciendo otra cosa. Yo creía que estaba intentando dormir cuando en realidad lo que intento es perdonar. Perdonar a alguien… perdonarme a mí mismo.

Mas, ¿cómo lograr eso que se llama perdón? ¿Es posible? ¿En verdad es posible quitarse el sentimiento de haber sido traicionado, humillado por la única persona de la que uno jamás se esperaría la traición? Uno perdona, ¿y luego? ¿Las cosas vuelven a ser iguales? A veces creo que la única posibilidad de superar una traición es a través de la venganza. Una vez vengado el asunto, éste queda saldado.

Sin embargo se oye hablar del perdón aquí y allá. El perdón es bueno, purifica. Perdonar y no guardar rencor, ¿cómo hacerlo? ¿Es acaso como borrar unas palabras mal escritas, o extirparse uno mismo un tumor que se extiende y se pudre cada vez más con el paso del tiempo? Pero un tumor se ve, se palpa, se localiza y se remueve. Y qué hacer con la sed de venganza, rencor y odio que quedan, que se empozan en el alma, ¿se extirpan también?

Uno intenta perdonar como intenta dormir, pero por lo menos para esto último hay calmantes. ¿Sabe alguien qué es lo que hay para el perdón?

Gazmogno

El Insomne

 

...Le ladrarán a mi sombra los perritos vagabundos,
con mi modesto equipaje llegaré del más allá
y arrodillado en mi Río de la Plata lindo y sucio,
me amasaré otro incansable corazón de barro y sal
y vendrán tres lustrabotas, tres payasos y tres brujos,
mis inmortales compinches gritándome!fuerza ché!
Nacé, nacé, dale vida, metéle hermano que es duro
pero muy bueno el oficio de morir y renacer.

 

Respecto a eso, los sueños y las personas me lo dicen por igual: “este no es tu sitio”. Lo que no saben los muy ilusos es que no se trata de un sitio esta cuestión, sino de un estado. La vigilia y el sueño no son sino estados, pero ¿qué sentido tiene distinguirlos si se vive en el insomnio?

 

Para unos y otros no soy sino el ejemplo limítrofe, para los que están al otro lado de mis párpados soy aquél somnoliento, el dependiente de la cafeina, quien les responde lento y casi siempre tras un replanteamiento. Aunque no siempre es así, también tengo amigos que saben comprender mi situación, incluso quienes envidian mi condición, aunque, claro, estos son los menos.

 

Para los de mis párpados hacia dentro, soy el extraño visitante, el que abusa de la lucidez en aquél mundillo fortuito, provisional e irrepetible que es un sueño. Varios tienen un marcadísimo aprecio por mí ahí dentro. Sueño que varios de los reales me aprecian por lo que realmente soy, ahí dentro: sin mi atención menguada por la somnolencia, muchos de los que usualmente me evaden, tienen conversaciones interesantes conmigo, gestos de auténtica camaradería… y aún más.

 

Justo la otra noche, platicaba con Rogelio de varias cosas, muchas de las cuales no recuerdo ahora, pero reíamos. Hablamos del alza de precios, de la última película de Jim Carrey, de una lluvia púrpura y de los recientes ataques de gatos a la oficina. Por supuesto, no podía faltar que hablásemos de los ojos ébano de Edith. Como si la hubiéramos invocado, en ese momento llegó ella, y con un gesto inexpresable con palabras –así son los sueños— me regaló un par de globos rojos, acto seguido: desapareció tras la puerta de su cubículo. Odio cuando eso pasa, me siento presa fácil de cualquier psicoanalista barato, pero así son mis sueños. No yo.

 

Desperté con una sonrisa boba y de ahí a correr al trabajo. Casi siempre llegar tarde por no usar despertador pero ¿y si me despertaba antes de la obviedad de Edith? ¡Hay cosas que uno simplemente no se puede perder! ¿Qué tal que perderse es encontrarse? y encontrarse así seguro es mejor que perderse en una montaña. Salude a ambos muy efusivamente. Aunque ellos no daban al por qué tanta atención de mi parte, no presté importancia. Dar aclaraciones podría ser fatal. En el fondo ellos sabrían, o al menos sospecharían de mi actitud

 

Comprenderás que en este punto, lo que me preguntaste hace un momento carece –al menos para mí— de sentido: “luchar por un sueño” o “ser realista” no me dice nada realmente. Ni son los extremos que me dices, ni son dos posibilidades de reordenar una vida. La disyuntiva está sólo en tu cabeza. El sueño es lo más al alcance que tenemos, y en lo cuál –hermano mío— ahora entenderás que soy privilegiado. Y en cuanto a la realidad ¿quién escapa de ella? ¿Quién vive a su  margen o escapa de su cauce? Bueno, bueno, no pongas esa cara, seguro que sí hay contradicción: hay veces que cuando duermo, no puedo esperar a despertar; y veces en que estando en vigilia lo que deseo es dormir, dormir como piedra.

 

Espera, es curioso que justo ahora experimente esta indecisión, amigo ¿tú estás dentro o fuera?