Camino

El sueño de un hombre lo condujo a su desgracia; su desgracia ayudó a salvar una familia; la salvación de la familia trajo consigo la esclavitud de un pueblo y la esclavitud del pueblo permitió que se mostrara una vez más la grandeza del creador.

Maigo.

De Soñadores…

José el Soñador siempre supo quién era, se sabía hijo de Jacob, se sabía mortal, se sabía criatura de Dios y a pesar de todas las dificultades por las que pasó siempre se reconoció así. Su sitio en el mundo le era bien conocido, se sabía joven e inexperto respecto a sus hermanos y menor en poder respecto al faraón al que sirvió.

José se miraba como lo que era, como un soñador que sufrió una traición sumamente dolorosa, se miró como soñador y esclavo y como soñador y señor en este mundo, se vio como instrumento de la voluntad de un Dios que por mucho le era superior.

Sigmund también soñaba, también se miraba, se juzgaba y analizaba constantemente, pero con sus exámenes se perdió, soñaba y soñaba pero no miraba nada, a nadie obedecía y cada vez veía menos quién era, tal vez esto se deba a que la traición sufrida por Sigmund fue muy diferente a la que le tocó en suerte padecer al joven José, Sigmund fue traicionado por su subconsciente, y por más que interpretaba sueños no lograba ver nada.

Bien se puede decir que José se encontró soñando, y el joven Sigmund se perdió al tratar de ver en los sueños aquello que nunca les había pertenecido, es decir, un origen extremadamente humano y lejos de lo divino.

 

Maigo