Perdido entre generalidades

La muerte de Juan Gabriel capturó la atención y preocupación de muchísimos mexicanos. Un escritor con visos de sociólogo decía que el cantante juarense era algo que entraba en el alma de las personalidades más disímiles, diputados y travestis, y de los lugares más contrastantes, tugurios y loncherías. La observación llevaba a las plumas de los periódicos (donde se gestan muchas opiniones comunes) a señalar una ocurrencia bastante cuestionable: gracias a las canciones del divo de Juárez, quien era homosexual, disminuía la homofobia. A Juanga se le quiso por ser un compositor y un cantante pegadizo, no por ser homosexual. Todas estas consideraciones me llevaron a cuestionarme si existe algo que sea común y particular en todos los mexicanos. Inmediatamente pensé que el gusto por las canciones del recién fallecido artista podía ser lo que develara lo mexicano. Aunque inmediatamente topé con que un gusto no define nada característico. Además, las canciones de amor con letras y tonos adoloridos podemos encontrarlas sumamente difundidas desde el renacimiento italiano. Quizá el odio por Donald Trump podría ser una característica mexicana. Sin embargo, el comediante norteamericano no es tomado enserio por buena cantidad de mexicanos, a veces ni por él mismo. Alguna pasión común, característica del alma mexicana tampoco parece haber, pues el amor, el odio, la alegría y la tristeza son comunes a todos los hombres. Quizá lo común es que no haya nada común. México, como todos los países, se caracteriza por la multiplicidad de caracteres.

Pero la idea anterior, la indagación por lo mexicano, no me abandonaba, no me ha abandonado. Pero tal vez debí haber escogido para mi análisis no una región, sino una actividad que identifique a determinadas personas. Creo que algo que me hace común contigo que me lees, lector, es la lectura. Además del gusto por los libros, ¿hay algo más que nos caracterice a todos los lectores? Al pensar en los lectores que conozco, creo que hay más cosas que nos distinguen que cosas que nos hagan comunes, como que a unos les gustan más los libros que muestran escenas y otros piensan que son mejores aquellos textos que les mueven a inteligir conceptos; hay quienes, además de inteligir lo que imaginan, lo reflexionan. Por otro lado existe el lector con carácter melancólico que sólo se entristece con lo que lee, así como el lector alegre que sólo busca reírse con las palabras. Se pueden hacer distinciones de lectores por edades o lectores por etapas escolares. Por edades están los que prefieren las imágenes en las páginas (los famosos dibujitos), los que se atreven a leer más que a ver imágenes, y los que sólo leen palabras. De los segundos están los lectores básicos, preuniversitarios y universitarios, de estos tres, mínimo hay dos claras divisiones: los que leen por obligación y los que leen por gusto. Todavía puede dividirse al universitario en tres: licenciado, ingeniero y doctor (en el sentido de médico); de estos tres hay más de treinta carreras en las que pueden distinguirse aún más los lectores. No es fácil encontrar algo general entre tantas singularidades. ¿De qué sirve hacer tantas divisiones? Sirve para tener un panorama general de características a las cuales se pueden dirigir los escritores; para saber a quiénes les escribirán.

¿A qué clase de lector se dirige un escritor? Quizá la pregunta esté mal hecha, pues eso significa que el escritor puede tener más idea de su lector que la que éste puede tener de aquél. Mejor sería preguntar: ¿qué busca un escritor de su lector? Dicho de otro modo: ¿le puede mostrar algún aspecto importante de las pasiones, el pensamiento, o de la organización política?, ¿puede y pretende un escritor educar a su lector? Con esta última pregunta no pienso que el autor manipule o quiera manipular a sus lectores, pues eso sería indoctrinación; aunque tampoco significa que el lector busque en un autor lo que él quiere encontrar, pues eso sería un afianzamiento de prejuicios. Creo que, en un principio, todo autor busca ser bien leído, bien entendido.

Me parece haber encontrado por fin algo que nos distingue a todos los lectores: todos reconocemos nuestra tremenda y casi infinita ignorancia. Por eso vamos leyendo cada vez más, y lo hacemos sin desesperación. Quizá leyendo mucho más podamos darnos cuenta si hay algo característico de los mexicanos o de los humanos en general.

Yaddir

El misterio lúdico del arte

En tiempos de libertinaje repudiamos todo tipo de orden. Creemos que la medida o principios son invenciones injustas. Exagerando esta consideración, afirmamos que estas arbitrariedades son impuestas por algún opresor. La injusticia está en someter nuestra libertad y reducir la posibilidad para una verdadera dicha. No resulta sorprendente que viviendo en estos tiempos la confianza en las leyes pase por ingenua o maligna. Defender la ley se vuelve asunto de gente tradicional, estrecha o conservadora (atributos dichos de modo muy ramplón). Análogamente sucede con el arte: su perfección reside entre más original e innovador resulte. Tampoco debe ser sorpresa por qué los clásicos del arte van perdiendo su atractivo.

Para comenzar a esclarecernos, cabe hacer la distinción entre orden y estructura. Comúnmente hablamos de estructura en la construcción de edificios. La estructura metálica, conformada por vigas y remaches, sostiene un edificio para evitar su derrumbe. Pueden pasar los años y éstos desgastan las paredes y suelos, pero la estructura es capaz de resistirlos. Frío e inmutable hace frente a los vientos favorables o perjudiciales. Asumir, por ejemplo, que las sociedades están ordenadas de este modo, se conoce como funcionalismo. Cada hombre nació y ejerce una posición en la estructura. Nunca reclamar —ni debe hacerlo— porque para eso nació. Los de ciencia son los que investigan y formulan teorías, los de mano dura cortan el trigo. Todos sincronizados hacen que el reloj funcione y vaya marcando el tiempo.

En un orden mecánico la originalidad es ruptura. Si el artista aspira a ser original, sus creaciones deben irrumpir. No son contemplaciones bellas, sino gritos al vacío. En ese sentido el juego se hace sin reglas y cada corriente artística es un relámpago que azota la tierra villana. Hay constancia de este fulgor en la provocación que genera, sea en el público o en los expertos del gremio. No importa si la luz brilló efímeramente, cuenta el hecho extraordinario que acabamos de presenciar.

Sin embargo no todo orden tiene que ser mecánico o estructural. El movimiento también puede hacerse presente más allá de causa y efecto. Así, la realidad no tiene que ser estática. En la Poética Aristóteles menciona que los hombres somos capaces incluso de deleitarnos en la imitación de cosas dolorosas para la vista (1448b-10). En tal caso, así como no sentimos repugnancia por esa clase de imitación, tampoco sentimos hastío por ver imitada la misma historia (en apariencia). Lo que nos deleita es la imitación y labor del poeta y artista. Su genialidad radica en, como diría cierto poeta mexicano, llegar, descubrir y perderse en lo mismo. La realidad no la vemos agotada, por lo mismo cada poema, pieza literaria o buen cuadro tiene algo que decirnos. Por contrario que parezca el arte es otra muestra de nuestra insuficiencia.

Para lo anterior hay que aceptar lo engañoso de lo inmediato. Lo real no se caracteriza por lo aparente que vemos. Extrañamente eso no impide que dejemos de hablar de ello. No gozamos de un ojo divino en nuestro espíritu, pero tampoco somos escépticos. Aquiles aclara aquello que entendemos por valentía. Fausto, aquel afán, quizá insaciable y desastroso, por el conocimiento. O Primo Levi acerca de la dignidad y justicia humana. Cada cual va enriqueciendo e iluminando nuestra experiencia sobre ello, a pesar de que tal vez nunca tengamos suficiente claridad. Siempre estaremos enfrentados con la ambigüedad. La realidad es mágica no por engendrar hombres con cola de cerdo, sino por haber hechiceros que encantan las cosas.

Moscas. La semana pasada se reportó el hallazgo de 75 a 80 fosas clandestinas. Este fin el Colectivo El Solecito encontró 28 cuerpos en 8 fosas registradas, publica el Reforma (8, 286). De continuar la tendencia, en 75 fosas podría haber por lo menos 200 cuerpos. Y lo peor, los cadáveres en fosas clandestinas siguen sin tener rostro.

II. Esta semana capturaron a los secuestradores y homicidas de una figura pública en Cuautitlán Izcalli. Cercano en fechas a su plagio, una joven fue secuestrada, liberada y a paso veloz huyó a otro sitio. En las últimas semanas han aparecido embolsados y destazados. No es el norte ni la Lagunilla. Pueblo chico…

Y la última… Los ánimos han estado muy agitados por la muerte de Juan Gabriel. Entre que apalean a un intelectual y otros que ven a uno en Juan Gabriel. Enardecidos en el ronco pecho, varios literatos expresaron su pérdida terrible y fatal.

La noche de la impostura I

La noche de la impostura I

 

Ayotzinapa es la imagen más completa de la corrupción del país. Corruptas las escuelas que envueltas en el engañoso manto de la autonomía no distinguen públicamente y con honestidad su activismo político de su labor académica. Corruptos los funcionarios del Estado que omiten su colusión con el crimen y su solapamiento de la ilegalidad, que preocupados por los cálculos de la elección próxima y la encuesta siguiente desvirtúan la investigación y desprecian a las víctimas. Corruptos los combativos de la causa arraigada y los sosegados de la pax mafiosa. Corruptos los mexicanos a los que nos desaparecieron hace dos años a un grupo de jóvenes normalistas, los mexicanos que no podemos dar razón.

         A dos años de la desaparición de los normalistas de Ayotzinapa se sabe que los normalistas fueron atacados mientras se transportaban en cuatro autobuses secuestrados; que los normalistas secuestraron cuatro autobuses durante una acostumbrada y normalizada “colecta” de fondos; que los normalistas requerían secuestrar autobuses, tomar casetas y “recolectar” fondos “a nombre de la normal rural” porque se dirigían a la Ciudad de México para participar en la protesta “estudiantil” del 2 de octubre; que la mayoría de los normalistas desaparecidos eran jóvenes de nuevo ingreso a quienes el “comité de lucha” de la normal tuvo el derecho de obligar a “recaudar” fondos, tomar casetas y secuestrar autobuses para participar en la protesta “estudiantil” en la Ciudad de México y conmemorativa del 2 de octubre de 1968; que el “comité de lucha” de la normal rural es un órgano de formación política del grupo que fácticamente controla la institución y que sigue las órdenes de una organización clandestina afincada en la sierra de Guerrero y que tiene por fin el combate al Estado mediante la focalización de frentes de combate… En resumidas cuentas: sabemos que los jóvenes fueron desaparecidos mientras fueron obligados a infringir la ley por un grupo guerrillero. Y la guerrilla, tan corrupta como siempre, ha guardado un indecoroso silencio por dos años.

         A dos años de la desaparición de los normalistas de Ayotzinapa se sabe que los normalistas fueron atacados por un grupo criminal que los confundió con el grupo con que rivaliza en el tráfico y la explotación de opio en la región; que el grupo criminal incluía entre sus miembros –al menos- al presidente perredista del municipio de Iguala, a su esposa y al jefe de la policía municipal; que el día de la desaparición, el grupo criminal se encontraba en la zona para dar seguridad al evento de precampaña de la esposa del presidente municipal; que en la desaparición de los estudiantes se contó con la participación de miembros de dos policías municipales, se utilizó armamento oficial y se emplearon las patrullas oficiales; que los policías federales asignados a la zona estuvieron presentes en el ataque a los normalistas y que “apoyaron” a los elementos municipales, pero que los videos que evidencian su participación fueron borrados accidentalmente y que las dos copias de seguridad se encuentran actualmente extraviadas; que los normalistas fueron separados en –al menos- tres grupos y conducidos a –al menos- tres lugares diferentes; que durante el ataque hubo incidental presencia militar, pues mientras los elementos castrenses realizaban la búsqueda de una motocicleta coincidieron con el ataque de los policías a los normalistas; que las fotos tomadas por uno de los militares que presenció el ataque fueron desechadas del expediente de la investigación oficial porque eran demasiado oscuras y que fueron destruidas por orden de un militar superior; que uno de los grupos de normalistas fue conducido al basurero de Cocula donde fue quemado, como el mismo grupo criminal ya lo había hecho en el mismo lugar y en al menos cinco ocasiones anteriores; que la investigación de los hechos del basurero está llena de dudas por la evidencia de una inspección extraoficial por parte de un alto funcionario federal, quien posiblemente plantó evidencia en el lugar en que oficialmente se presume terminaron las cenizas de los calcinados; que otro grupo de normalistas fue conducido a una casa de seguridad custodiada por policías estatales y en la que los cuerpos de los normalistas presuntamente fueron disueltos en ácido, como ya acostumbraba hacer ahí el grupo criminal; que se desconoce el destino de los normalistas restantes; que se registró actividad de los celulares de algunos de los desaparecidos en el tiempo en que –según la investigación oficial- los celulares ya habían sido destruidos por los criminales; que no hay explicación oficial de los defectos de la investigación; que el PRD no ha dado razón de su respaldo a un político criminal; que la administración estatal de Guerrero no pudo dar razón de la participación de los policías estatales; que no hay un posicionamiento oficial de los altos mandos del ejército sobre la participación de sus subordinados durante los hechos; que el diálogo entre los padres de los desaparecidos y los funcionarios federales se encuentra suspendido; y que ningún grupo político ha atendido a uno de los principales reclamos de los padres de los desaparecidos: ¿qué garantía nos dan los partidos políticos de que al votar por los candidatos que ellos respaldan no estaremos votando nuevamente por un político criminal?

         A dos años de la desaparición de los normalistas de Ayotzinapa se sabe que los detractores de los normalistas los hacen responsables de su propia desaparición y sentencian vanidosos que eso les pasa por no venerar los ideales de la cultura burguesa, no perseguir los filantrópicos fines del progreso tecnológico y en su lugar buscar la quimera de los trasnochados ideales de justicia social e igualdad de oportunidades; que los defensores de los normalistas desaparecidos culpan al Estado y al Sistema de la desaparición, al tiempo que denuncian airados la desaparición trepidante de las diferencias, el refinamiento de la exclusión y el sofoco de la escasez que opera el desarrollo económico; que los profesionales de la política han utilizado indecorosamente el caso para apuntalar sus propias posiciones y cuestionar las ajenas; que la desaparición se ha utilizado para enmierdar la pestilente guerra ideológica que ha fracturado al país; y que Ayotzinapa, como la imagen más completa de la corrupción del país, nos ha mostrado el desinterés por lo común, por el razonamiento público y ha hecho presente la triste realidad de que ya no hay país.

 

Námaste Heptákis

 

Escenas del terruño. Sin duda, la semana quedó marcada por cuatro noticias importantes: dos acapararon los titulares, una fue injustamente ignorada y a la otra no se le consideró en su justa dimensión. 1. En la semana se dibujó la verdadera estatura del presidente Lic. (sic) Enrique Peña Nieto. La UP reconoció que el estudiante plagió. Donald Trump humilló a Peña. Y al final, un evento facilón para que el presidente reiterara que el problema no es de él, sino de los otros, pues somos los otros quienes no vemos lo que él ve. 2. La muerte de Juan Gabriel convocó a -casi- todas las plumas y permitió los más queridos ejercicios nacionales: la injuria, el linchamiento, la sospecha y la conformación del tribunal totalitario de los moralistas de cinco minutos. Rápido, usemos las preferencias sexuales del muerto para lavarnos las manos de nuestra homofobia. Apúrense, prendan velas junto al féretro con los cerillos de Monsiváis para que los políticos se tomen la foto. Vamos, desempolven el traje de la mexicanidad y fabulen raquíticos retratos de nuestra educación sentimental… En medio de la vorágine resalto dos columnas que, a mi juicio, son de las pocas realmente honestas. El lector verá que en esencia dicen lo mismo; alguno sospechará que la similitud muy probablemente nos acerca más al fenómeno. A falta de talento para que yo pueda decir algo sobre Juan Gabriel, te sugiero lector que leas y guardes para ti la columna de Genaro Lozano en Reforma del martes pasado y la de Luis González de Alba en Milenio de ayer. Creo que son las aportaciones más valiosas sobre el caso para nuestro presente político. 3. La reportera Miriam Moreno, del equipo de Ciro Gómez Leyva, dio a conocer un video en que se prueba que en el enfrentamiento de Nochixtlán también disparó la policía estatal, y disparó a matar. ¿Por qué se ninguneó la noticia más importante de la semana? 4. Gravísimo: el gobernador de Morelos mandó golpear a la conciencia moral del país, el poeta Javier Sicilia. Javier nos abrió los brazos para llorar juntos nuestra tragedia y ahora que lo golpean nos preocupa más un estúpido plagiario. Cuando el amor nos vale madre, todo valió madre.

Coletilla. “Cuando se ha perdido la fe cualquier forma de resistencia es mejor que nada. Estos tiempos no nos preparan para otra cosa”. Javier Sicilia

Egoismo

No es tu amor propio el que me ahuyenta, es el mío el que se alimenta con tus actos.

 

Maigo.

 

Adendum: La muerte de Juan Gabriel ha servido para que se haga una clara muestra de la intolerancia que nos rodea, algunos, sus seguidores no soportan las críticas ácidas de quienes son sus detractores. Mientras que los otros montados en discurso que también defiende la tolerancia aprovechan para mostrar cuan intolerantes son con aquellos que no comparten sus afecciones. Al final, seguidores y detractores acaban quejandose de lo mismo que culpan a los demás.