Tres cortísimos cuentos de juguete

Queridos lectores, como conmemoración del Día del Juguete (que seguramente será algún día en algún lugar), les comparto hoy tres cuentos cortísimos que hablan de juguetes exclusivamente –y de ningún otro tema ni oculto ni descubierto–, con la esperanza de que los diviertan como niños.

La sonaja de Arquitas

Los nuevos educadores ya habían hecho callo, se habían vuelto sordos al escándalo y ciegos a las ráfagas. A su cuidado, cientos de miles de criaturas se despeñaban buscando algo, mientras lloraban con la fuerza de la desolación. Sillas astilladas, ventanas destrizadas, cortinas jironadas, leyes desplomadas… Ante todo esto, los nuevos educadores no se asombraban. La excepción fue uno que un día fue arrancado de la abulia por un susto momentáneo. «No te preocupes –lo tranquilizó el primero entre ellos–. Deja que destruyan la casa; mientras eso los distraiga nunca se llevarán nuestra sonaja».


La escultura de Dédalo

Fue más vergonzoso para los amantes de la representante del pueblo que para ella misma, porque no parece haberse dado cuenta cuando ocurrió el suceso. Un testigo lo contó todo con una mezcla de repugnancia e indignación en la voz. La representante del pueblo había hablado como tocada por el mismísimo Espíritu Santo, con tal pasión por su gente y una perorata tan brillante sobre la integridad, que al principio los apantallados tomaron su súbita inmovilidad por uno de los números del espectáculo. Y así como se quedó, así sigue aún hoy, con la boca a medio abrir y los ojos viendo nadie sabe a dónde. Hay unos que tienen que cuidarse las roturas, según le entendí a los doctores, porque si no luego por ahí se le riega a uno el azogue.


Los dados de Palamedes

Pares, nones, pares de nones y nones de pares. En círculo los redactores embobados observaban cada tiro de los dados con la anticipación del cazador a la guarda de la madriguera. Nadie afuera del círculo les importaba, tratárase de amigo, enemigo, traidor o los tres. Un experto arúspice de los hados, que además tenía diplomados en estadística y economía, estaba al centro interpretando y describiéndoles los resultados. Los redactores interpretaban la interpretación, y con ello quitaban o ponían pares o nones de líneas en pares o nones de párrafos en sus libros de incontables reglas. Ya asentadas, se las dictaban al arúspice para que éste estuviera siempre actualizado en sus predicciones y pudiera así saber exactamente qué les depararía la suerte.

José de la Colina, colorista

 

José de la Colina, colorista

 

Él ha dicho que la literatura es una libertad imaginaria, que su escritura es como la práctica del surf o que la actividad del escritor es un juego: ¡como si la creatividad del artesano de las palabras fuese plena!; pero él sabe que los juegos —establecidos, programados o espontáneos— tienen reglas, que el mar picado tumba al surfista o el apacible lo aburre, que al escribir la imaginación se piensa libre… sin que nadie sepa bien a bien qué sea eso de la libertad —que siempre es cosa de imaginaciones. La caracterización de la literatura como un acto recreativo, como la liberación imaginaria de quien decide jugar con las letras, es una presentación deliberada del anarquista José de la Colina para no ensuciar el panorama con molotovs, sino estallar la realidad con las metáforas; para huir de las ruindades de las ruinas hasta alcanzar lo risueño de las risas; para que la lectura sea el acto imaginario por el que hacemos frente al absurdo habitual de nuestros ensueños y obsesiones. Deliberadamente, insisto, el colorista José de la Colina resalta los matices más vivos de la experiencia para hacer de la huida del feísmo estético una libertad imaginaria, para propiciar la creatividad lectora. ¿O no es eso la experiencia: la vida de la lectura y la experiencia de leer?

         Ahora que José de la Colina cumple 85 años y en tiempos en que la obsesión historicista hace que todo sea memorable —falsamente memorable, pues cuando cada cosa tiene su tiempo de celebración, la celebración misma calla y se empequeñece; todo tendrá su tiempo de grandeza cuando sólo aspiremos a la altura mínima—, sin duda se presentará por todos lados el listado de sus olvidadas (perdón, pero es lo cierto; raro sería que en un ambiente como el nuestro tan cautivado por la catástrofe, emplazado por la tetratransformación histórica y extenuado al compromiso ideológico sea lo más común leer un cuento sin signos de puntuación —no porque así se le lea al mood cente, sino porque deliberadamente así fue compuesto—, barajar las versiones —contadas y recontadas; Sherezada que hace de Penélope— de un cuento juguetón o divertirse con las nasalidades de un sonetillo agripado y agripino —¿en qué país estamos, Agripina?—: no señor, estos tiempos no hacen que lo más común sea el juego) obras, no faltará quien desde Wikipedia cifre su labor editorial o quien le dé valía por su “contribución” a la historia del cine —¿no sonaría muy de él aquello de “Quiero portarme bien, pero no sé cómo”?—. Pocos serán los que —y en una genuina y divagadora (porque claro que don José es un divagador, quizás un muy preciso divagador más que un divagador preciso; la diferencia, dicho sea de paso, es muy importante y no sólo un juego de palabras [¿acaso de la Colina compartirá el podio de los palabreros juguetones mexicanos con Ulalume y Deniz?], pues divagar con precisión es como la elegancia de la plática, la gracia en la conversación, la danza en torno a una taza de café, mientras que ser un divagador preciso es como la técnica del reportero, el arte del espía o la habilidad del psicoanalista [¿será entonces el reportero un psicoanalista de la sociedad?, ¿o acaso el terapeuta reportea la intimidad?, ¿o serán los traumas la nota roja del alma? ¡Alto, que así descubriremos a ciertos profesionales como la prensa rosa de nuestra personalidad! Y yo respeto a todos los progresistas], y de la Colina escribe más bien como alambicado, ingenioso y divagante conversador, que como un puntilloso, taxidermístico y bistúrico predicador) experiencia de lectura— escriban de su encuentro literario con el escritor, es decir pocos serán los que entiendan con la precisión imprecisa de su estilo o la exagerada sencillez de sus letras, la poderosa e imponente rapidez estupefacta de ciertas certeras líneas del autor, o la jubilosa y juguetona jiribilla que es jolgorio en don José, o que al menos retoce disfrutando el ruido rubicundo de su risa. ¿Quién nos explicará su afición al ramonismo y su adhesión a las oraciones largas? ¿Quién hará notar que la admiración que se extiende por el cuento de hasta mil noches produce cuentos mínimos de hasta una línea? Quizás entre tantas celebraciones, historias, recuentos, valoraciones, desplegados, denuncias, alusiones, deslindes, afinidades, declaraciones, críticas, réplicas, complotes, conferencias, estudios, investigaciones, protocolos, consultas, aclaraciones, repeticiones, mañaneras, balbuceos y tetratransformaciones históricas no haya tiempo de jugar con la literatura. ¡Quién celebrará a de la Colina jugando!

         Yo, y tú lo sabes, lector, no puedo señalar a nadie responsabilidades. Pero también sabes, lector (y no creas, en absoluto —¿notado has el uso enantiosémico de la expresión “en absoluto”? Etimológicamente nombra una libertad plena, la plena libertad de lo no abarcable; como Dios en la teología escolástica [¿la teología escolástica en un ensayo {¿o será una divagación?} sobre José de la Colina?]. Mientras que en su uso actual casi refiere a una privación absoluta, casi como negación; como el absoluto indeterminado de Hegel [bueno, ya no te has de sorprender, lector. ¿En este ensayo {¿o será una divagación?} cabe cualquier cosa? Sépalo Hegel]—, que presumo saber suficiente de ti, sino que supongo que aquí nos reúne la lectura, ahí donde nos conocemos y desconocemos, somos y nos olvidamos, el lugar de la libertad imaginaria), que creo es nuestra responsabilidad celebrar los 85 años de José de la Colina platicando, leyendo y escribiendo con el gusto que su lectura nos produce. Como cuando uno mira un cuadro colorista, leer a José de la Colina debería permitirnos conversar tranquilamente con los tonos de la alegría que se ilustran con su pluma. Para afirmar que en la literatura todo es posible, la literatura debe ser plenamente posible y José de la Colina ha sido el surfista que colorea las posibilidades.

Námaste Heptákis

 

Escenas del terruño. 1. Importante observación de Ricardo Raphael: «Fifilandia está pagando por los pecados, las desigualdades y las equivocaciones del Mirreynato». 2. Interesante la anécdota que narra Martha Anaya: el comisionado para la paz en Chiapas palideció al recibir la noticia. Inmediatamente fue a reunirse con el obispo. Dialogaron solos. El ejército vigiló al comisionado. Todo eso aquel atardecer shakespereano del 23 de marzo de 1994. 3. Hablando de los intelectuales que se han unido al régimen para linchar a Enrique Krauze, el periodista Humberto Padgett atinó la descripción de la transformación de la intelectualidad, cuyos miembros pasaron «de furiosos opositores a recalcitrantes oficialistas».

Coletilla. Impresionante el trabajo de Ángel Gilberto Adame. El sustantivo con mayor número de apariciones en la obra de Octavio Paz es «tiempo», con 4350 apariciones. El segundo lugar lo tiene «poesía», con 4332 apariciones. El tercer lugar es para «mundo», con 4182 apariciones. Impresionante.

La rana, la Parca y dos mil cuentos más

Líneas

Poema

Letras

Sílabas

Cuentas varias

1

Es un juego ambiguo el cantar de la rana,

32

12

2

de un lado se cuenta; del otro, también.

30

11

3

Pero unos son cuentos, las otras son cuentas:

36

12

4

se cuentan las letras que lleva uno escritas

37

12

5

y se les refiere en el mismo poema,

27

12

6

o bien si se quiere, se cuentan palabras

32

12

7

(aquí, por ejemplo, van cincuenta y seis).

31

11

56 palabras (líneas 1-7)

8

Y ya es otra cosa el contar de los cuentos,

33

12

9

como si uno fuera a contar que una rana

31

12

10

saltó al viejo estanque y regó alrededor

34

12

11

sus aguas, que un día durmieron tranquilas,

35

12

12

en jaras brillantes, ya esquirlas de paz

33

11

13

perdida, empapada, estrellada; y la rana

32

12

14

sembró olas nuevas en vieja quietud

30

11

15

(aquí ya llevamos cien, diez y seis más

30

11

116 palabras (líneas 1-15)

16

y contando letras: quinientas y quince).

32

12

515 letras (líneas 1-16)

17

O puede cantarse, tal vez, en haikú

27

11

18

y todo contarse de muchas maneras

28

12

19

ya que hasta lo ambiguo es ambiguo en la rana

36

12

20

(¿será por anfibio?) como estas tres líneas:

33

12

 

 

21

Antiguo estanque.

15

5

22

Rana de cuatro letras…

18

7

23

¡Zas! Diecinueve.

13

5

 

 

24

Nos faltan onomatopeyas de agua.

27

12

25

Estoy divagando, regreso al conteo,

29

12

26

al cuento y al juego que es muchos juegos

33

12

27

pues tiene además una calaverita

28

12

28

de letras macabras y embrujos rimados

32

12

29

que pueden sumar cuatrocientas cuarenta:

35

12

 

 

30

Las aguas gozaban de un hondo tinaco

30

12

31

confiando que nunca habrá quien les demulce

37

12

32

o insulte su calma, la ofusque o la fulce;

32

12

33

pero se olvidaban del ser más bellaco.

31

12

34

Detrás de los setos, por la margarita,

30

12

35

la rana fraguaba su plan: «no serán

27

11

36

por mucho felices, ¿qué, creen que sin pan

32

11

37

pueden presumirle a quien lo necesita?

32

12

38

Mi sed y mi hambre no habrán sido en vano

32

12

39

si ahora me ayuda mi amiga Maruja».

27

12

40

Pues ése fue el nombre que diole el lejano

34

12

41

verdugo, la Parca, fingiendo, el granuja.

32

12

42

La rana posó entonces sobre su mano

29

12

43

y de ahí ésta dio un salto: envidia y burbuja.

35

12

440 letras (líneas 30-43)

 

 

44

Pero contar letras no tiene gran chiste

33

12

45

si el número no es autorreferencial

30

11

46

como que estas letras nos dan treinta y seis,

36

11

47

o que nuestras sílabas son sólo doce,

30

12

48

que aquí no son cinco; y aquí: nomás tres,

31

11

49

y el cuento refiere a sí mismo también

31

11

50

diciendo que el paso es a veces de doce

31

12

51

y a veces de once cuando cierra así

28

11

52

(arriba se cambia pa’ que entre el haikú),

31

11

53

y que ya llevamos cincuenta y tres líneas

34

12

54

saltando la rana por sabia o por necia

31

12

55

con la consonante rimando muy poco,

29

12

56

más bien asonando con mucha frecuencia,

33

12

57

con tal de que habiendo contado las letras

35

12

58

nos den en su suma dos mil, ni una más,

26

11

59

y cuenten sesenta con cinco las líneas,

33

12

60

en sílabas: veinticuatro treintaiunos,

33

12

61

sumando además a un juego los otros,

29

12

62

echando clavados, goteando a los lados

32

12

63

contando de cómo se hace contar

26

11

64

de cuentas, de cuentos, de parcas, de brujas

34

12

65

y de un viejo estanque al que hay que saltar.

35

11

2000 letras, 744 sílabas (líneas 1-65)

Las quinientas alejandrinas

Las quinientas alejandrinas

Hago mi siguiente contribución al juego: un soneto alejandrino que mantiene el juego de las cuentas con la presencia de la rana.

Remando con ripios reta rijosa la rana,                          32

invita croando a echarse de noche en su lago               36

de ritmos y rimas que son leños de voz plana,              35

reflejos sonoros agolpándose en un trago,                     34

 

taciturnos números con entrañas anfibias                    36

que, silentes, aquí enredan las cuentas y el canto,       40

mientras observas tranquilo tus yemas tibias;              39

lloviendo palabras, la rana se lleva el llanto.                 38

 

Amistoso es el juego, como agua cristalina,                      34

materia de luces alzándose al vuelo veraz,                     35

aguardando unos ojos de arena ardiente y fina.           38

 

Navega con tiento este lago, si eres capaz,                     34

alegra tu pensar, no andes hoy saturnino;                     33

cuenta ya si fueron quinientas, así lo verás.                   36

                                                                                                 500

 

Tacitus

Sigue la rana contando

Sigue la rana contando

Amable lector, te pido disculpas por no haber acudido a la cita de los jueves, un imprevisto me sacó del rumbo y no puede llegar. También aprovecho para pedir disculpas a Tacitus, por el espacio que ocuparé en su día.

  1. Una cuarteta cuasijitanjafórica de la rana saltarina en tiempo de la gripe

Salada vida la tuya

Renacuajo de estanque gris

Un viento es aleluya

Claridad hay en mi nariz.

  1. Un haikú que reúne el juego de la rana y el juego de las cuentas

Un salto                                              7

A distancia parece más                 19

¿Serán cuarenta y nueve, rana?    23

49

 

Javel 

Contado ruido

Contado ruido

(con tantas ranas y con tantas letras)

 

Hace varias semanas presenté (Hacer sonar un ruido) una colección de versiones del haikú más famoso e invité a versionarlo. Hubo versiones de Cantumimbra (Haciendo sonar un ruido y Dos mitos, de creación y destrucción), Yaddir (El lago apacible), Carmín (Haciendo sonar un ruido V), Tacitus (Haciendo sonar un ruido IV y La rana en los extremos de la memoria) y Námaste Heptákis (Sonando un ruido y La historia del lago taciturno). La fatalidad de septiembre me impidió seguir con el juego y octubre nos trajo un viejo juego nuevo vía Javel, en el que ya participó Tacitus. No queriendo pasar al viejo juego nuevo sin terminar el nuevo juego viejo, propongo lo siguiente.

1. Un cuarteta cuasijitanjafórica de la rana saltarina en tiempo de la gripe

sereno soleado lago

simula silbar el viento

saltando salpica el sapo

sonoro sonar moquiento

 

2. Un haikú que reúne el juego de la rana y el juego de las cuentas

a once letras               11

les salta una rana      15

¡cuarenta letras!        14

__________

40

 

3. Mi aportación al nuevo juego

Soneto de arte menor, con descripción de su estructura formal, cuenta interna de vocales y suma final de trescientas letras. Se intitula, obviamente, “Las trescientas letras”.

Las sumas de los factores        21

los productos no alteran,         21

así las cuentas esperan            20

de todos estos valores.            19

 

Ochenta sílabas cuentan          21

entre diez versos menores;      22

rima simple, malas flores          21

sin que en la cuenta mueran.   22

 

Primero son dos cuartetos        22

con sus vocales setenta,             20

y luego van los tercetos             20

 

en que rebasan las treinta.      22

Siendo al final los intentos       24

trescientas letras la cuenta.     25

________

300

 

¿Alguien más quiere jugar más juegos?

 

Námaste Heptákis

 

Escenas del terruño. 1. El jueves siguiente se cumplen 37 meses de la desaparición de los normalistas de Ayotzinapa. En agosto, los funcionarios de la PGR se habían comprometido a presentar avances de la investigación en octubre. La dificultad de septiembre y los cambios dentro de la procuraduría dificultan creer que los funcionarios cumplirán su palabra. 2. Una historia conmovedora. El señor Santiago Nieto trabajaba para el PRD cuando se postuló para Fiscal Especial de Investigación de Delitos Electorales. En la postulación olvidó, ¡ay!, señalar que recibía sueldo por parte de quienes tendría que investigar. Y fue votado, ¡ay!, por los mismos perredistas que lo tenían contratado. Tras la renuncia del Procurador Cervantes, el señor Santiago Nieto filtró al diario Reforma información confidencial sobre una investigación a su cargo. Tras la filtración, el abogado del investigado divulgó el documento que el fiscal había filtrado y… ¡ay!, los documentos no coinciden: o mintió el fiscal que filtró ilegalmente el documento, o mintió el abogado. Ayer fue depuesto el fiscal. Los perredistas fueron los primeros en defenderlo alegando que la destitución del fiscal que infringió la legislación enturbia las investigaciones. Ha nacido el nuevo «mártir».  3. La exitosa administración de Eruviel Ávila en el Estado de México fue premiada con la dirigencia del PRI en la Ciudad de México. Ávila Villegas llega encaminado por un purpurado que espera cerrar el paso al sucesor natural de Norberto. La relación elecciones e iglesia más complicada que nunca. 4. Urge que «los jóvenes con iniciativa» que verifican información «objetivamente» se pongan a trabajar en la revisión de la renovación de credenciales de elector tras los sismos de septiembre, pues al permitirse la reposición extraordinaria sin identificación, el próximo año el candidato perdedor usará la reposición como evidencia de fraude. Chin, cierto, «los jóvenes con iniciativa» no tienen iniciativas contrarias a los intereses del candidato perdedor. Qué mala suerte. 5. Hay que leer a Juan Villoro y su reflexión sobre el imperio digital.

Coletilla. “Los escritores entrañables nos confirman que no estamos solos”. Jorge F. Hernández

Al filo

Al filo

Continúo el juego a que nos invita Javel, querido lector. Me apegué a su sugerencia.

 

Rubio vi el sol, como mies              20

en ardor blando de siega,               20

sangrando de vida ciega,                20

contando a dos voces diez:             20

la musa soñaba a sus pies.             20

Su voz suaviza mis lentas               20

horas en lunas milentas                  20

y alumbra feliz un cardo,                20

mas sufre mi pulso tardo:               20

al filo te di doscientas.                     20

 

Tacitus