Si la bondad de una acción se mostrara antes de que ésta se lleve a cabo no habría lugar para la esperanza, la fe perdería su sentido, y la caridad se perdería en medio de un cálculo de costos y beneficios. La vida sin fe, sin esperanza y sin caridad se limitaría a un cúmulo de movimientos perfecta y fríamente calculados y el hombre tendría que renunciar a la libertad que tanto le invita a controlarlo todo.
Por suerte para el hombre, no podemos tener claridad y certeza respecto a lo que hacemos, y por lo mismo no alcanzamos a ver las últimas consecuencias de nuestros actos mejor intencionados: debemos vivir confiando en que éstos no traerán grandes males a quienes pretendemos beneficiar y debemos aceptar como guía para la acción al amor a Dios y al prójimo, pues éste es el único capaz de traspasar los límites que nuestra falta de visión nos impone.
Maigo