Falsas Esperanzas

El árbol se conoce por sus frutos: el misericordiado da misericordia; el miserable, miseria.

Caras salieron las falsas esperanzas, ingenuos resultan quienes esperan tener larga vida cuando cimentan la fuerza de ésta en la muerte, el odio y las divisiones.

Julio César lo entendió en el Senado, justo cuando pasaban los Idus de Marzo. Él dividió, venció y por su propio hijo fue cruelmente asesinado.

Maigo.

Adendum: Desde esta categoría nos sumamos al dolor que embarga a México y al resto de Latinoamérica.

Creo que Yaddir habla bien del costo de la indiferencia, aquí el post

Retirada…

Retirada…

Pompeyo Magno estaba al frente de Roma cuando  Julio César cruzaba el Rubicón al mando de un ejército, las consecuencias de esa huída fueron nefastas, ya que mientras César desafiaba a las leyes emitidas por el Senado, Pompeyo escapaba con la esperanza de levantarse victorioso después de saberse inferior y con su partida reconocer una clara derrota.

Los pensamientos de Pompeyo no los conocemos, no sabemos si se fue para evitar muertes innecesarias en la ciudad eterna, o si partió por cobardía y con el ferviente deseo de salvar ante todo su vida, lo que sí sabemos es que perdió su última batalla en Farsalia, y murió traicionado por un joven monarca. El general recibió a la muerte lejos de la capital de la República a la que se supone protegió y engrandeció a lo largo de su vida con gloriosas batallas.

Pompeyo perdió la vida escapando, César inició una guerra civil al desconocer al Estado que le había prohibido cruzar el Rubicón con sus soldados, lo malo de la guerra civil es que también termina con tus aliados y César lo vivió en carne propia cuando entraban los Idus de Marzo.

Pero el que más perdió con esa huida fue el Estado, ese, se perdió para siempre para dar paso a un Imperio del que César no disfrutó ni dos años.

Quien diría que con la retirada de Pompeyo se anunciaba la mala muerte de lo que hasta el momento se creía civilizado.

Maigo

21 siglos después

Dicen que Virgilio escribió la Eneida por encargo, y que el encargo no consistió en la métrica o en el tema de la Épica, sino en mostrar que la familia Julia provenía de Eneas, héroe salido de Troya con los penates y su padre en la espalda.

La necesidad de esa demostración tiene algo de sentido cuando pensamos en que Julio César se veía así mismo como descendiente de Venus, quien fuera la madre de Eneas, de modo que tener sus manos el poder Roma fuera algo así como el destino que correspondía al gobernante y a quienes él eligiera.

Rescribir la historia remontándose a viejos tiempos, digamos unos 500 años atrás, es necesario cuando se quiere justificar en mandatos divinos la ostentación del poder que se muestra en la tierra. Los reyes justifican su gobierno en la elección que los dioses hacen de ellos, pero para que el poder del rey sea válido de igual modo debe ser válido el Dios que nombra al rey.

Así pues la entrega de bastones de mando, fundados en la divinidad, sólo adquiere significado cuando ese bastón es válido y por tanto es reconocido como tal por todos aquellos que en algún sentido lo rodearon.

Virgilio tuvo que revalidar la posición de la familia Julia en el Imperio recién formado y hay quienes buscan en tradiciones perdidas la validez de su mandato. Un bastón de mando sólo es significativo cuando el que lo otorga manda y no es conquistado, como nunca lo había sido el hasta entonces pueblo romano.

 Quizá por ello, a tantos años de la Eneida  hay quienes exigen reescrituras de la historia, porque con ellas se crean culpas y se inventan perdones que funden una tradición capaz de mantener en el poder a quienes se sienten por la divinidad tocados.

Maigo

Entre la corona y las sandalias

Cuentan algunos cercanos a Julio, que cuando se hizo dictador vitalicio un amigo suyo le ofrecía en unos juegos la posibilidad de coronarse rey de Roma, los recuerdos, en torno a Tarquino y otros reyes que antes de la república ya habían caído, muy probablemente llevaron a César a rechazar el nombramiento.

Fueron más los recuerdos en el pueblo que el propio deseo lo que condujo al nuevo gobernante a rechazar tal nombramiento.

César no era un rey, aunque su nombre después designaría a quienes actuaran como tales al ostentar su herencia: un tiránico gobierno. Lo más seguro es que deseara serlo, porque algunos cuentan que no usaba la corona que le ofreciera Marco Antonio, pero calzaba unas botas que sólo eran propias de quienes como Sila habían ejercido el mandato.

Al rechazar la corona, Julio César era por el pueblo romano ovacionado, ya que se presentaba como un romano más, caminando a pie y preocupado por el bienestar de los romanos. Pero ¡ay! bajo la túnica portaba bien colocado el calzado, que marcaba sus pasos hacia su asenso como tirano.

¿Cuántos no habrá que rechacen coronas frente al populacho y que bajo trajes austeros lleven áureos calzados?

Maigo

Hacer historia

Cuentan los historiadores que cuando César se encontraba exiliado de Roma, despúes de haber sido cónsul durante un tiempo conveniente para Graco y Pompeyo, se dedicó a escribir para el pueblo romano, describiendo con detalle los trabajos que pasaba en el territorio que enriquecería las arcas de Roma y aumentaría su seguridad.

El comentario que ahora es famoso porque relata las guerras de los romanos en las Galias cuenta de las acciones bárbaras que llevó a cabo Vercigetorix al dejar morir de hambre a las mujeres, niños y ancianos que ya no podían ser alimentados mientras durara el sitio de los romanos, se justifica la conquista y las acciones que los lectores podrían ver como actos reprobables adquieren entonces el matiz de aceptables.

Algunos lectores de las acciones de César, consideran que la relación de lo que ocurría en las Galias, más que historia es propaganda, de modo que el pueblo viera al general que aspiraba a dictador sufriendo de fríos y hambres en tierras lejanas.

Entre los comentarios y el reparto de pan, además de festejos que tuvieran muchos espectáculos sangrientos en la arena de batalla, la gente de Roma en César cada vez más confiaba, en él veían a un salvador y un protector de los derechos y garantías, y sin darse cuenta de lo que ocurría el pueblo se enajenaba y su libertad perdía.

Con César relatando lo que él mismo hacía en lo que hoy sería Francia la narración de la historia devino en propaganda y en lecturas que engrandecían cualquier acción por César realizada, pues desde su partida a las Galias él siendo César ya no se pertenecía a sí mismo, sino más bien a la ciudad eterna que junto al Tiber se levantaba.

No creo que Heródoto en eso pensara cuando empezó la investigación que una vida le llevara, pero Heródoto no se concentra más que en aquello que es digno de mención de los pueblos por él conocidos, o al menos eso dice a veces.

Pero lejos estaba el padre de la historia de lo que hacía César con sus comentarios, ya que Heródoto no relata ni siquiera el hecho de las Termópilas buscando paralelismos con su persona.

Maigo

Adendum: Estimado lector que hasta ahora me has acompañado cada semana, como parte de la celebración por los 10 años de vida que ya tiene este Blog, regresa con nosotros alguien que desde el inicio estuvo, luego vagó y finalmente regresó, por lo que a partir de este momento compartiré el espacio que cada semana tengo para que ese alguien publique, así que desde hoy las entradas que cada miércoles hacía se espaciarán a cada dos semanas.

Gracias por la lectura, y por los comentarios, por la amistad y las letras y especialmente por la paciencia que hasta ahora me has tenido.

Te pido lector le des la bienvenida a quien con nosotros se incorpora, publicará el próximo miércoles, no sé si desde temprana hora, pero lo tendremos por aquí cada dos semanas y con alegría le digo en buena hora regresas Perro de Llama.

Desabasto

Se cuenta que poco antes de que Julio César se nombrara dictador vitalicio, por el legal mandato del senado, se dedicó a perseguir a quien fuera  miembro del anterior Triunvirato, con Creso muerto sólo hacía falta encontrar a Pompeyo.

Pero mientras los dos generales se dedicaban a batallar por ostentar el poder propio de un cónsul en Roma, la ciudad se enfrentaba al desorden, y a la falta de pan.

César persigue a Pompeyo por todo lo que puede de Europa y deja a la capital de lo que se convertiría en Imperio en manos de un juerguista de renombre, Marco lo llamaban y pertenecía a la familia Antonia.

Marco no sentía interés en lo que en la ciudad pasaba, no veía ni escuchaba que el clamor por el pan de cada día aumentaba, y cuentan algunos que hasta mandó a los soldados a aplacar a los rijosos que se atrevían a mostrar que el hambre con el pueblo hacía destrozos.

Tras el desabasto de trigo y la carencia de pan, César entro triunfante ante la famélica ciudad, la ordenó y repartió el pan que necesitaban los hambrientos y decidió alegrarlos con juegos propios de la época y por lo mismo sangrientos.

Con pan y circo los estragos del desabasto y la carencia se olvidaban, pues ahora Roma tenía como granero a las tierras de Cleopatra.

César se hizo querido por el hambriento pueblo y sólo unos cuantos vieron en él el peligro que esto representaba, pues las barrigas llenas y las funciones del circo atestadas hicieron de los romanos esclavos felices y dispuestos a dar el nombre de César y Señor a quien fuera que del desabasto los salvara.

Tal vez convenga pensar, si no será la gasolina ese alimento que nutrirá al nuevo pueblo romano, que se funda sobre los dolores y el pesar de muchos de sus hermanos.

Quizá las revoluciones efectivamente sirven para que todo siga igual y la transformación consista en recibir gasolina a cambio de libertad.

Maigo

La transformación de Roma

Cuentan algunos que tras la muerte de Tarquino el Soberbio el gobierno en Roma se transformó, dando inicio a la República, de la que muchos se sentirían orgullosos y en algún momento anhelantes.

Roma cambió en varias ocasiones, dejó se ser un sitio sin orden a ser gobernada por unos fundadores, tras la muerte de un rey se sucedió otro y al llegar al séptimo se le expulsó tras una revuelta que dio poder al Senado.

El Senado en Roma con jerarquías toda la vida de los romanos ordenaba, desde el calendario hasta las fiestas determinaba; muchos buscaban convertirse en cónsul, sólo uno cambió el consulado por un efímero reinado.

Cuentan que al transformar a Roma para que dejara de gobernarse por los dictámenes del Senado, se pusieron de acuerdo Julio César, Pompeyo y Craso, de modo que siendo César cónsul de lo que todavía no era el imperio Romano, se dictaran leyes que beneficiaran al triunvirato.

Como los senadores se negaban a votar favorablemente, Julio César los mandaba golpear, en algunos casos hubo quien perdió la vida, y así Roma se transformaba para beneficio de quien siendo joven perteneció al partido que se distinguía por estar en contra de los oligarcas, y a favor de quienes por ellos explotados se sentían.

Cuando las reformas se hicieron, fue necesario mandar lejos al cónsul, así que Carso y Pompeyo hicieron a un lado a César, quien se fue a las Galias a conquistar nuevas tierras, para trasformar sin tiranía a la ciudad que tanto decía amar.

Tras cruzar el Rubicón, César vio huir al Senado, y para perseguirlo dejó a Roma sumergida en el hambre y el desorden que impidió a los ciudadanos vivir como seres humanos, para ordenar las cosas fue necesario transformar nuevamente a Roma y borrar la República que con tantos trabajos se había levantado.

Cuatro cambios sufrió Roma desde que se erigió hasta que inició con la etapa que marcaría la historia de pueblos conquistados e ignorados, cuatro cambios hubo en la ciudad que sería recordada por los gobiernos de varios tiranos, como Calígula o Nerón, quien para cambiar a la ciudad primero la hubo quemado.

Con tantos cambios cabe preguntar por la importancia de conservar lo que se ve como logrado, o quizá es mejor desordenar todo para que al cambiarlo de lugar de todos modos quede igualado a lo que se supone se quería dejar de lado.

Maigo.