Había salido ya sorteada como funcionaria de casilla para las elecciones estatales de hace un año, pero de aquello yo nunca me enteré. En esa ocasión, mi mamá, a quien siempre le ha disgustado todo lo que tiene que ver con la política, salió con el cuento de que me encontraba estudiando en el extranjero –¡ojalá me hiciera la buena!– y sabrá Dios cuándo volvería –¡ojalá yo le hiciera la buena!–, y supongo que entonces los capacitadores se fueron con el rabo entre las patas pues, de seguro, ése no era el primer rechazo que sufrían en el día. Transcurrió el tiempo y para estas elecciones, ahora federales, salí sorteada de nuevo. Sin embargo, quiso el destino que esta vez no estuviera mi mamá en casa para cuando llegaron a buscarme y entonces no hubo quien dijera que me había vuelto al extranjero a estudiar y que desconocían cuándo regresaría, por lo que me dejaron, esperanzados supongo, el folletito donde me informaban que había sido elegida como funcionario de casilla.
Recuerdo que ese día fue lunes por dos cosas: primero, porque llegué a mi casa ya avanzada la noche –este semestre había estado yendo a la escuela de ocho a ocho– y porque había ido la señora que le ayuda a mi abuelita a cocinar, quien trabaja lunes y jueves y que fue la que recibió mi folletito en la casa. Para cuando yo llegué, ya se había esparcido la noticia entre todos de que, probablemente, el primero de julio no me verían ni el polvo. Esto, claro está, dependía de que yo decidiera participar y de que me otorgaran mi nombramiento como tal. Ciertamente no me hacía gracia participar, pero por alguna razón me sentía impelida a hacerlo; es más, en el momento sólo podía pensar en mi decisión como un ejemplo del imperativo categórico kantiano. Resuelta como estaba, aunque sin pizca de entusiasmo, llamé al número escrito en el folleto donde me informaron que el capacitador de mi sección se pondría en contacto conmigo para ponernos de acuerdo sobre cuándo andaría libre para tomar la capacitación.
Lo primero que tuvo lugar fue la entrega de mi nombramiento, lo cual recuerdo por lo inusual de la hora. Eran ya pasadas de las diez cuando llegó el capacitador, quien me dijo que había sido nombrada secretario y acordamos entonces la posible fecha de mi capacitación. Después de varias fechas en las que según quedábamos de acuerdo y a la mera hora alguno de los dos se retractaba, la mañana de un sábado de mayo llegó el capacitador a mi casa para darme instrucciones sobre lo que haría el día de las elecciones y el material para que pudiera practicar por mientras. La capacitación no duró más de veinte minutos, pero como siempre había que esperar a la práctica. Desde entonces he asistido a dos simulacros, en los cuales he aprendido varias cosas que me gustaría compartir porque considero importante y pertinente, dada la proximidad de las elecciones, que otros tengan conocimiento de ellas. Por esa razón –y después de este inmenso discurso–, he aquí algunas de las cuestiones que he aprendido como próximo funcionario de casilla:
- Primero lo primero: no te olvides de llevar tu credencial de elector, renovada si es tu caso; sin ella, chilles, patalees o grites, no podrás votar. Así que evítanos la pena de pedirte que te vayas. Tampoco podrás votar si no apareces en la lista nominal, a menos de que traigas una sentencia firmada por el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación y en este caso, otra identificación mientras ésta no tenga nada que ver con algún partido político (pasaporte, cédula profesional, licencia de conducir).
- Si piensas formarte desde temprano para que a las ocho en punto ya estés emitiendo tu voto, lamento decirte que tu espera será más larga. Es a las ocho en punto cuando nosotros como funcionarios estamos obligados a empezar el armado de la casilla, NO ANTES y para el caso, tampoco después a menos de que se presente algún inconveniente. Así que no te pongas de necio a gritar impertinencias como ¡apúrense!, ¡ya quiero votar!, ¡tengo prisa! o ¡cácaro! porque sólo gastarás tu voz a lo idiota. La votación dará inicio cuando el presidente de la casilla lo indiqué, una vez que todo haya quedado puesto y listo.
- Fíjate si la casilla en la que estás formado es la que te corresponde por tu sección. Al frente de tu credencial de elector encontrarás que dice sección seguido de cuatro dígitos. Verifica que los dígitos concuerden con los escritos afuera de la casilla para que no pierdas tiempo haciendo fila en donde no te corresponde.
- Por mucho que apoyes a un partido, no lleves propaganda de ningún tipo, y me refiero particularmente a las playeras con logotipos y lemas; de lo contrario, no podremos dejarte votar por hacer proselitismo. Así que, de nuevo, evítanos la pena de pedirte que te marches.
- A lo mejor puede estar de más este comentario, pero no te atrevas a llegar con veinte alcoholes encima y cayéndote de borracho o portando armas. En cualquiera de los dos casos, podemos negarte tu derecho de votar.
- Al momento de hacer fila, tendrán prioridad los adultos mayores, las mujeres embarazadas y las personas con capacidades diferentes. No te enojes con los funcionarios, las reglas son ésas y nosotros sólo estamos prestándote un servicio.
- El meollo de este asunto: la votación. Ha rondado información variada en internet acerca de cómo hay que votar para que no se anule o se invalide el voto emitido, sobre todo respecto a los candidatos que representan a una coalición. Según el manual que me entregó mi capacitador, se contabilizarán los votos de la siguiente forma: a) votos para cada partido político, b) votos para candidato de coalición, c) votos para candidatos no registrados y d) votos nulos.
- En el primer caso, serán considerados votos para partido político “cuando el elector marcó en la boleta solamente un recuadro con emblema de partido político”. En los ejemplos ilustrados que vienen en el manual, se ven los siete casos que pueden darse por cada partido político (PAN, PRI, PRD, PVEM, PT, Movimiento Ciudadano y Nueva Alianza), independientemente de que el nombre del candidato aparezca en otro recuadro. Ahora bien, aclara el manual que “si la marca sale del recuadro, pero es evidente la decisión del elector, el voto cuenta para el partido político marcado”. De preferencia, para que no haya confusiones, trata de no salirte del recuadro.
- Para el segundo caso, se considerarán votos para candidato de coalición “cuando el elector marcó en la boleta dos o más recuadros, siempre y cuando exista coalición entre los partidos cuyos emblemas marcó, es decir, cuando aparezca el nombre del mismo candidato en dos o más recuadros”. En los ejemplos, aparecen los casos de las coaliciones PRI-PVEM, PRD-PT-Movimiento Ciudadano, PRD-Movimiento Ciudadano, PT-Movimiento Ciudadano y PRD-PT. De acuerdo con ellos, no es necesario que se marquen todos los recuadros en donde aparezca el nombre del candidato; tú marcarás los recuadros de los partidos que te convenzan y nosotros como funcionarios tenemos la obligación de contabilizar todas las combinaciones que se den y anotarlas tal cual.
- En el caso de los votos para candidatos no registrados, serán considerados de esta manera “cuando el elector escribió en la boleta algún nombre completo en el recuadro para candidatos no registrados” y ponen cuatro ejemplos: “Juan López”, “María Pérez”, “Pedro Infante” y “Sara García”. Por muy absurdos que sean los últimos ejemplos, sí se han dado los casos y nosotros como funcionarios debemos contabilizarlos entre la categoría de los votos para candidatos no registrados.
- Por último, se considera que el voto es nulo “cuando el elector marcó en la boleta dos o más recuadros de partidos que no forman una coalición, marcó toda la boleta o depositó la boleta en blanco, es decir, cuando no se puede determinar a favor de quién emitió su voto”. Y cabe aclarar también que se considerará nulo si en el recuadro de candidatos no registrados, al elector le da por escribir cualquier otra cosa que no sea un nombre. Los ejemplos que vienen en el manual son: “No me interesa votar”, “FRAUDE”, “Rateros todos” y “NINGUNO”.
- Ahora bien, que quede perfectamente claro que cualquier cosa podrá contar como marca, sea una palabra –aunque se trate de una grosería–, una carita sonriente, una estrella, rayones, un tache o lo que se te pueda ocurrir, siempre y cuando la marca no salga de lo escrito como hacerle un hoyo a la boleta o cualquier cosa que atente contra la “integridad” de la misma, pues esto constituiría un delito federal. Por ejemplo, supongamos que ninguno de los candidatos te convence, pero no soportas a uno en especial, entonces aprovechas el día de las elecciones para insultarlo; escribes sobre su nombre la palabra altisonante de tu preferencia y te das por bien servido. Aunque tu intención haya sido expresar tu inconformidad, lamento decirte que contará tu voto como válido para el candidato que más desprecias, así que abstente de hacer este numerito.
Esto es, por el momento, lo que tengo que decir al respecto de lo que he aprendido como próximo funcionario. Si acaso a ti, lector, te surgiera alguna otra duda que yo no haya tratado en este escrito, con gusto puedes dejarme un comentario. Si conozco la respuesta, te la diré y si no, me daré a la tarea de investigarla y luego responderte. Espero que lo anterior sea de gran ayuda para este primero de julio y si no, pues que Dios nos agarre confesados.
Hiro postal
P.D. Agradecimientos especiales a Tres, un friki genial –aprovechando que la RAE ya aceptó el término– que trabaja en el Ferjos Café, por haber sido inspiración de este escrito con sus preguntas y por darme chance de escribirlo en su lugar de trabajo cuando no contaba con luz en mi casa.