El tirano, el naufrago y el pescador

Es imposible llegar al poder y no sentir piedad. Esto no significa la cancelación del otro, pero sí de lo mejor del hombre y del mundo. El tirano comienza su carrera psicológica de este modo: “pobres, hace poco yo estaba como ellos, hambriento, con frío, menesteroso. Si ellos se esfuerzan pueden llegar a ser algo parecido a mí, y vivir bien”. La carrera por la obtención de bienes es la consecuencia de que quien gobierna al mundo considera que lo mejor del hombre es su tranquilidad material, donde el hombre no tiene que preocuparse por los vientos helados de las alturas antropológicas y sí por convertir la naturaleza en moneda. Ya Rousseau nos advertía de cuánto debilitaba al espíritu las artes burguesas. Pero cabría recordar que el burgués es principalmente materialista y por ende envidioso. Sabe que los bienes que pueda obtener son efímeros y limitados. El burgués debe promover el libre mercado, pero no la obtención absoluta de las riquezas. En este sentido, quien no tiene no existe en el mundo. El tirano en su infinita bondad dice: hay que dar libertad para que consuman el pan que yo les doy: la existencia cuesta 20 chelines.

Así vamos avanzando en el tiempo con necesidades cada vez más sutiles, el deseo se vuelve infinito. Nadie puede obtenerlo todo, sólo el que da. El pobre nace y crece con envidia. Los crímenes se reducen a la negación del pan. No hay crimen, hay hambre. El tirano hace mucho que murió, pero no su producción encadenante. En esta medida el arte es un adorno insano cuando adormece nuestras consciencias (no me limito a la consciencia de clase o social), sino aquella parte del hombre que desea llegar a las alturas del ser.

Es verdad que al arte es un adorno inútil porque es una sutileza del espíritu que en nada ayuda al hecho real y concreto. Pero existe arte saludable. Leyendo el Robinson Crusoe no voy a comprar un auto ni derrocar al capitalismo, pero sí sabré que renunciar a los deberes y derechos de una sociedad enferma es la única forma que tiene el hombre para conocerse. Sin embargo, como lo muestra Defoe, eso casi nunca es posible, ya que depende de unos vientos nada favorables para el egoísmo, y, ¿quién quiere ser un naufrago en el mundo? Todos anhelamos una balsa, un barco mercante, o  si es un crucero, sería mejor.

Ahora comienzo a comprender por qué la vida del santo nos parece tan ajena y descabellada. ¿Quién en su sano juicio renuncia a todo, para entregarse como el náufrago a una voluntad tempestuosa? El nihilista también es un mito, porque nadie desea renunciar a las comodidades del Estado. Ni locura divina, ni enfermedad racional son posibles para nosotros que parpadeamos ante Eros. Aún queda una tercera vía, la del romántico trovador como Byron, pero creo que también depende de cierta fortuna favorable. Quizá es verdad que no haya libertad, pero me animo a pensar con Rousseau y Defoe que lo mejor es deshacernos de aquello que atrofia el espíritu, para elevarnos no al infinito, sino sólo hasta nuestra dignidad.

A esto recuerdo que quien encontró por un momento al ser supremo y sonrió, fue ese viejo pescador del cuento de Hemingway. Ahí supo que Dios no es la fe en Él como poder, sino la entera ausencia del todo.

Javel 

Palabra:  ¿La ilusión? Eso cuesta caro. A mí me costó vivir más de lo debido.

Juan Rulfo

Don Paco, historiador y administrador

Poner el gobierno al servicio del pueblo es una de las máximas de la cuarta transformación. Tal cosa puede verse en los cambios emprendidos últimamente. El nuevo gobierno intenta ser más cercano y deshelar las barreras tecnocráticas. Combatir la maquinación neoliberal con la justicia sincera y cálida. Un símbolo de esta lucha puede verse en las trincheras menos imaginadas: el Fondo de Cultura Económica. Paco I. Taibo II, su director a cargo, la representa perfectamente. A diferencia del sexenio anterior, donde hubo un funcionario escasamente público y asociado al salinismo, ahora el director en turno goza de una popularidad inmensa. Tiene ovaciones y muestras de respeto en la misma aldea donde el salinismo es el mito nuevo de la Caída. Asimismo su promoción cultural es celebrada. Recuerdo un tuit donde una usuaria lo defendía aduciendo que era un luchador social y un promotor comprometido con la difusión cultural. Un historiador que escribe para el pueblo, viste como si fuera del pueblo y habla como si fuera del pueblo. Frente a eso, en cualquier comparación, sale perdiendo el banquero disfrazado de letrado.

Bajo estas expectativas, la Estrategia Nacional de Lectura enciende. No sólo por la aceptación popular que tiene la lectura, sino por la persona que la encabeza. Su trabajo en Para Leer en Libertad entusiasma por todo lo que han hecho: bibliotecas remotas abastecidas, ferias de libro puestas en las aceras, libros obsequiados por el triunfo de la izquierda. En contraste con las simulaciones en administración de cultura, la brigada toma por asalto las calles y a los ciudadanos de a pie. Ponen manos a la obra cuando otros delinean estrategias que avanzan tan lento que ni terminan por concretarse. Sus primeras medidas como director de la FCE van por el mismo rumbo: poner en marcha los librobuses, rebajar los precios de varios libros y fusionar el Fondo con el Educal y la DGP (decisión criticada por Zaid).

La Estrategia Nacional de Lectura enciende, mas no promete. Está basada en la política de grandes masas y se sostiene por un prejuicio: la lectura es buena y es deseable por todos. Si no hay muchos lectores, ha sido por las condiciones materiales e ineficiencias en la educación. Sostiene el señor Taibo que las editoriales han abusado en sus precios y eso ha vuelto inaccesibles los libros. El mexicano no es leído por el mundo capitalista y los salarios bajos. Desafortunadamente la realidad es más cruda. Hay muchos mexicanos que no tienen dinero para comprar los libros que pudiera, sin embargo hay más a los que no les interesa. Cada año aumentan los precios en cines, desde entradas hasta botanas, y el volumen de clientes no parece disminuir drásticamente. Gran parte de los visitantes en las librerías de viejo son compradores que, con facilidad o penurias, son capaces de adquirir en las grandes cadenas. Aquellos que no mantienen como prioridad la lectura, que no buscan para conseguirla, no son lectores en potencia. Venderles ejemplares más baratos atiborra su casa, no asegura lectores habituales. La motivación y curiosidad son más complejos que un ajuste entre venta y salario.

En una de las entrevistas, el señor Taibo mencionó haber negociado con 20 o 30 escritores para que accedan bajar sus precios. Afirmó que les conviene: menor precio, mayor atractivo; mayor atractivo, mayores ventas; mayores ventas, mayor ganancia. (Ecuación cultural.) Deja pensando qué sucede si un escritor no accede: ¿no sería publicado por el Fondo? ¿Qué pasa si es un autor asiduo o perteneciente a una colección? También preocupa cuál sería la relación con otras editoriales para las coediciones. En un mercado difícil, ellas tienen su derecho a velar por sus intereses. Muchas sobreviven al ser absorbidas por grandes casas editoriales. Si una de ellas no le conviene el trato, ¿el FCE aplicaría el principio de respeto entre todos los individuos (físicos o morales) y la negociación se cerraría? ¿O se la comerían doblada?

Principalmente estas preguntas causan intriga debido al temple del director. Sus muestras pasadas como bravucón deben complicar el manejo de una empresa cultural y sus relaciones de negocio. Sobre todo si sus planes de venta y distribución parecen estar basadas en la cruzada moral llamada Cuarta Transformación. Quienes no cooperen podrían ser vistos como mezquinos y anti-nacionalistas por no contribuir al progreso nacional. Hacer al FCE una empresa rentable con una oferta atractiva, junto con una reedición que la revitalice, aseguraría su continuidad y servicio a futuras generaciones. Le daría más libertad y autonomía frente al Estado. Subestimar al Fondo no es tan diferente al desinterés que tienen los tecnócratas por él.

El hombre es silente

El hombre es silente

Los hombres en el campo hablan así: ya amaneció; trae la pala; cava aquí; rastrilla allí; se hace tarde; vamos a comer; volvamos a casa. Aquí la claridad del sol también es cavernosa, pero quizá más plúmbea: impone seriedad. Como se ve, las palabras no fluyen más que lo necesario para comunicar una acción que ha de cumplirse. Aquí no hay expectativas, esa enfermedad no existe, aquí el tiempo presente es lo único que hay y le llamamos temporal, se espera porque se sabe. Hay que prepararse. Si hay buen tiempo, el trabajo es más fresco; si pocas lluvias, el terral estará hendido. El rayo húmedo que nos parte entre abril y mayo da esperanzas de vida. –“Los hombres del campo hablaban así”, esta lección del silencio ya está superada, aunque tiene su mérito si la encausas bien: deshacer hombres.

El hombre es silente, no materia muda.

Jamás seré en modo alguno un Sócrates, y esto lo sé porque mi vinculación paterna desciende del silencio. En el campo campesino en que crecí había un silencio varonil y mesurado, pues los hombres no hablan más que lo necesario. No entiendo el deseo a la palabra más que en el interior del corazón. Uno habla por amor al otro o por aversión al mal. –Y lo aberrante, ¿no es hermoso también? Interior del hombre, respondo.

La tierra está atestada de muertos, de ahí su silencio misterioso, de muerte que florece humilde. –¿De qué humildad puedes estar orgulloso, cuando el seno del planeta alberga el dolor de muchos restos sin nombre? El que nos mostró esto fue Onán en una lección negativa. La soberbia no reposa ni tiene fruto, es escandalosa. ¡Onán, gran maestro del silencio infecto, calla para siempre! –¡No, ahora grita, gran espíritu de la Nada!

Nosotros no buscamos el silencio, florece, y como todo en la tierra, muere. -Y sin sentido alguno vamos pasando al polvo estelar y azaroso. El único misterio es la nada a que tú llamas silencio.

Mi infancia fue religiosa, es decir, silente. Por eso oía el corazón de un niño hablando consigo. –La rebeldía era lo que escuchabas, La rebeldía se presenta de muchos modos en la carne vacía. Mucho dolor debe sentir quien niega el alma, ¿no sientes amor espíritu?

Ahora me convenzo de que el silencio es mi primera casa, mas, mi primer refugio lo encontré contigo, sabio ateniense… había también un Demian y él (ellos) morían en una guerra y su silencio florecía como milagro de mi nueva primavera: lección de un español que me enseñaba a hablar con ese buen amigo: con el hombre que siempre va conmigo.

Javel

La desigualdad ante lo justo

La desigualdad ante lo justo

Quien se aplica a un oficio no garantiza inmediatamente su excelencia. No solemos asumir las diferencias existentes en los talentos naturales como distinciones sustanciales, pues preferimos tacharlas de irrelevantes cuando se juzgan frente al fondo humano en que resaltan. Todos reconocemos que hay diferencias sociales (casi siempre concebidas como arbitrarias), económicas (debidas a habilidades y ambiciones), físicas y anímicas, pero estamos convencidos de que una comunidad no encuentra paz si no disminuimos esas diferencias. Hay sensatez en preferir la paz: nadie dice que por poseer un carácter o talentos distintos a los de otros tenga que ser marginado por ellos. En algún sentido, la imagen de la igualdad sirve como maquillaje para la experiencia de lo social y lo político. ¿Qué sentido puede tener el exacerbar la diferencia utilizando palabras como excelente, insuficiente, bueno o malo, preguntamos irritados? La fantasía de la igualdad es efectiva porque pensamos que es mejor para la vida no determinar con juicios endebles lo que se presenta como diferente y semejante al mismo tiempo. Pero quien renuncia a ver las diferencias bajo la idea de que atreverse a hacerlo es un asomo de intolerancia, de orgullo ciego, pierde la oportunidad de entender, de teorizar sobre su propia vida práctica. Se rehúsa a la posibilidad de conocer el modo de vivir como una muestra de nuestra opinión sobre lo que nos conviene, se rehúsa a mirar aquello que podría aclarar si la igualdad es la mejor representación, la opinión más prudente en torno a la naturaleza de los hombres. Por ello, todo sentido de la palabra semejante pierde su sentido, puesto que en realidad es una especie de pincelada monótona sobre la múltiple imagen del hombre.

Retomemos el inicio. Un oficio prueba las capacidades naturales para él. El talento no se conoce hasta que se ordena por el conocimiento productivo, encendido por la inspiración práctica. Las producciones distinguen al productor. No lo discriminan, ni lo hacen menos humano: las diferencias cualitativas son humanas, muy humanas. Sólo Dios hizo todo bueno. La humanidad no es cualidad, sino naturaleza. Incluso los viciosos de los que habla Aristóteles viven contra su naturaleza sólo comparativamente: se hacen como bestias. La bestialidad del hombre es posible sólo por ser también animal. ¿Eso quiere decir que la humanidad es algo que no puede erradicarse del alma? La pregunta apunta a algo distinto: las cualidades pueden modificarse mientras estén en la misma cosa, precisamente por no ser sustanciales; la humanidad pudiera poseer, dentro de su carácter genérico, variaciones en cuanto a aquello que la muestra ante nosotros. Nadie duda que el horror criminal parece poco humano, pero, ¿de dónde proviene el horror si no tenemos algo ordinario, algo más deseable, más cercano a lo que llamamos bueno? Las diferencias morales, hechas cotidianamente, dan pie generalmente a la hipocresía no porque no deberían ser hechas (el deberían también es moral en este caso), sino porque no sabemos explicar sensatamente el valor que tiene la capacidad de relacionar palabras y actos en nuestra alma. En el hombre, las diferencias son naturales. Esto está muy lejos de justificar el totalitarismo, puesto que, por lo general, esos regímenes no suelen comprender a fondo el problema radical de la diferencia. Si en lo político se muestra la natural propensión y necesidad del hombre de vivir en común (por lo cual es posible la persuasión en lo público), es útil preguntarse si aquello que se busca como común puede hallarse de manera eficiente. Las dictaduras están demasiado cerradas por la esclavitud que el líder tiene ante sus imposturas morales, y se hallan impedidas de comprensión política porque confunden lo normativo con lo útil para lo común. El bien de la ciudad se confunde ahí con la opinión del poderoso, al grado de posibilitar el apoyo moral popular a la impostura. Por eso requieren de adoctrinamiento, de persecución y estrechez persecutoria, del delirio por la personalidad. El ansia de poder no es poco común, y también distingue a quien la posee. Sancho Panza probaba la existencia de la codicia en una muchacha que se quejaba de haber sido injuriada al poner a prueba su amor por el dinero: no había mejor manera de hacerlo que arrebatándoselo sin explicación previa.

Quien teoriza sobre su experiencia práctica, ha de toparse con el problema de saber qué es lo que en verdad desea. Decir que hay conocimiento de lo natural en lo político parece una extrañeza: la ley se toma como ajena a lo natural. Al parecer reconocer el alma de alguien es un conocimiento político: no sé bien qué acciones convienen a alguien, no sé juzgar si no entiendo qué mueve al otro, qué lo hace ser de tal modo. Seth Benardete observa con su esmerada agudeza que, dado que Sócrates es el único narrador de la República, no podía haber visto que Polemarco había enviado a su esclavo para detenerlo, y de hecho cuenta la escena como si pudiera atestiguar lo que sucedió a distancia de él, lo cual parece obviar el conocimiento de Sócrates en torno al carácter de Polemarco. Parecería que desde entonces la República nos increpa sobre la relación entre lo justo y el conocimiento del alma. La utopía no es un instructivo, pero tampoco una artimaña de la irrealidad. Es la pedagogía más radical en que se mira el Bien. La distancia con las cosas humanas sólo se salva cuando uno busca instruirse en ella.

 

Tacitus

La libertad en la tiranía

La libertad es uno de los principales supuestos en la vida democrática, el pueblo debe elegir sin presiones qué es lo que considera mejor para él, ya que no buscará aquello que pueda resultarle perjudicial. Sin embargo, cuando se reúnen la libertad y la necesidad de elegir sin una completa visión de aquello que se elige, se abre la puerta al error.

La libertad supone la posibilidad del error, y de esa posibilidad suele nutrirse la tiranía. Los grandes tiranos como Sila o Julio César aprovecharon la ignorancia del pueblo romano respecto a lo que conformaba a la propia Roma, ambos originaron su poder en la conjunción entre la tradición del pueblo y la ignorancia sobre lo que es lo bueno.

Irónicamente, el segundo inició su tiranía distanciándose y hasta huyendo del poder del primero. Sila buscó matar a Julio y éste se vio en la necesidad de replegarse para fundar un nuevo modo de poder en el temor y el mal recuerdo que los romanos tenían sobre los excesos del tirano. Años más tarde y antes de su muerte, Julio ostentó en sus píes las botas que sólo se destinaban a los reyes, y rechazó tres veces la corona que no estaba en su cabeza, pero que sí habitaba en su mente al momento de su muerte.

Sila y Julio ya están muertos, pero ambos tiranos jugaron con la idea de libertad que tan confusa suele tener el pueblo. En todo momento la libertad se confunde con la posibilidad de movimiento, sin considerar que a veces algunos son libres y poderosos desde algún supuesto encierro.

Los tiranos suelen distanciarse de quienes parecen representar algún obstáculo a sus intereses, pero hay momentos en que se unen con aquellos a los que juzgaron con supuesta dureza y se justifica tal unión con cambios en las circunstancias históricas, cambios que hablan de lados correctos e incorrectos para el juicio del tiempo.

Cuando el tirano lo precisa concede abiertamente libertades que ya se habían otorgado desde un comienzo, y se ve a Sila y a Julio avanzar como hermanos por los anales del tiempo.

 

Maigo.

La anomalía en la obra del Creador

I

En su breve tratado Sobre la gracia y la dignidad, Schiller define una de las bellezas en el hombre como arquitectónica. La definición que ofrece orilla perderse por su generalidad: la belleza arquitectónica es la «expresión sensorial de un concepto racional», es decir, «cualquier estructura bella de la naturaleza «. Sin embargo ayuda a esclarecer el concepto recurriendo a una representación sensible (Schiller estaría de acuerdo; él mismo reconoce importante el aspecto estético del entendimiento). Definir algo como arquitectónico es atribuirle dos cualidades: diseño e inmutabilidad. Un gran palacio, construido por las mejores manos y el más diestro arquitecto, sobrevive casi perennemente. Los acueductos romanos son ruinas más por desuso que inutilidad. Así la naturaleza siempre está en movimiento sin cambiar. Curiosamente no es teleológica por tener fines establecidos y trascendentales. En realidad es llamada así porque su movimiento responde a una causalidad que conduce a una finalidad; una causalidad basada en el efecto que mantiene el funcionamiento natural. Ningún perfeccionamiento en camino porque la naturaleza ya es perfecta. Ejemplo de autosuficiencia, resistiendo las fauces de Cronos, su superioridad radica en la necesidad. La obra del Creador tiene su belleza para ser admirada.

El hombre, como ser natural, también es parte de la belleza arquitectónica. Resulta testimonio de la Creación. Parte de él está bajo el imperativo de la necesidad. Sin embargo, a pesar de ello, Schiller advierte que también goza de voluntad. Esta parte suya lo distingue de otros seres naturaleza. La persona es quien puede ser causa de sí mismo: sólo el hombre tiene el privilegio de «intervenir por voluntad suya en el cerco de la necesidad […] y hacer partir de sí mismo una serie totalmente nueva de fenómenos». A este acto Schiller lo llama acción y al producto, obra. Aspecto nada modesto: si la voluntad irrumpe en el cerco de la necesidad y produce una serie de fenómenos, esto lo acerca al Creador. Los actos de la voluntad al menos se parecen a lo que dio inicio a este mundo; la voluntad es un componente casi divina. Hay dos áreas claras en la persona: espíritu y cuerpo. Claras aunque no incomunicadas; distintas aunque no inconciliables.

Reconociendo su cuerpo como parte de lo Creado, tiene belleza arquitectónica. La misma naturaleza sabia, así como en otros animales y plantas, lo dirige y mantiene en la ruta para preservarlo. Hay dos legislaciones que rigen en su vida. La voluntad agrega complejidad en el hombre. Su aspiración por la libertad lo eleva a persona. Quedando la gracia definida como belleza en movimiento (inasible para admirarla con la vista, olfato  o tacto) y distinguiéndose de la arquitectónica, ¿cuál es el único ser natural capaz de manifestar una belleza que resplandezca en el mundo fenoménico pero no sea causado por los fenómenos? El hombre. Puntualiza Schiller sobre ambas bellezas: «La belleza arquitectónica honra al Creador de la naturaleza; la gracia, a su poseedor.» Se aspira a la gracia, la otra belleza ya está presente. Enfatizando la diferencia esencial entre el reino de la necesidad y el ser capaz de intervenir en su dominio, Schiller se preocupa por restaurar la más hermosa obra divina: la Creación. Sabe que el hombre, como parte de ella, sólo hallará su verdadera humanidad una vez que dicha restauración ocurra. Es decir, la máxima virtud humana es la armonía plena. Reconciliación de los aparentes contrarios. El espíritu será virtuoso si logra armonizar con la naturaleza y cumplir con su destino.

Apertura democrática 2.0

Apertura democrática 2.0

 

Contra el poder y sus abusos,

contra la seducción de la autoridad,

contra la fascinación de la ortodoxia.

Octavio Paz

 

En política, la unanimidad es consecuencia del error o del engaño. La mayoría, en democracia, es peligrosa cuando no es democrática. La unanimidad mayoritaria en una democracia sólo es real en la situación límite, la del mayor peligro, la de la supervivencia. No siendo el caso la supervivencia, la unanimidad mayoritaria de nuestros días, sea error o sea engaño, es un producto digno de reflexión. Dos son las posiciones que tras la más reciente elección han permeado entre opinadores, especialistas y analistas, posiciones generalizadas, aparentemente conciliadoras, pretendidas como garantes de la unidad nacional. Las dos posiciones popularizadas son, a mi juicio, un producto mimético. En la medida en que no reconocemos su origen en el contagio mimético del lopezobradorismo, no podremos ni explicar la apariencia de unidad de los meses por venir, ni identificar los peligros de nuestra situación. Ambas posiciones tienen una interacción importante, pues aunque públicamente se presentan como complementarias, su relación real es de falsa consecuencia. ¿La falsa consecuencia es producto de un error o de un engaño?

         La primera posición afirma que el triunfador ha llegado al poder con una inequívoca legitimidad, adjudicando la legitimidad tanto al número de votos, como a una pregonada madurez del sistema democrático. ¿Por qué sería necesario afirmar la madurez del sistema democrático? ¿A qué demócrata le sorprende que los votos cuenten? Quienes afirman que el triunfo de Andrés Manuel López Obrador es la madurez del sistema democrático replican miméticamente la posición que el triunfador propaló durante los últimos doce años: la inexistencia de la democracia (mientras él no gane), la ilegitimidad de todo ganador (mientras el ganador no sea él). La democracia no es, como piensa el lopezobradorismo, la derrota del sistema, ni la llegada al poder de un grupo de políticos que pretende encarnar a la mayoría unánime. Afirmar que el triunfo de López Obrador es la genuina transición democrática es vituperar los esfuerzos democráticos en la vida política de los últimos veinte años, menospreciar la ciudadanización de los órganos electorales, restar valía a los mecanismos de transparencia: que los votos cuenten, que los funcionarios rindan cuentas y que se puedan hacer públicos el fraude, la corrupción y las componendas. Quien afirma que la elección del pasado domingo es el paso a la democracia ha imitado la posición del ahora ganador, de quien negó toda legitimidad a quienes lo vencieron, de quien despreció la ley, las legislaciones y las instituciones a fin de situar el fundamento de la legitimidad en la pretendida exclusividad de la unanimidad popular que él afirma representar. El contagio mimético del lopezobradorismo nos deja frente al peligro de una legitimidad que se asume por encima de las instituciones, las legislaciones y la ley; frente al peligro de quien podría fundar a su medida las nuevas reglas “democráticas”. Si él representa el origen de la legitimidad democrática, él será la fuente de las nuevas reglas “democráticas”. Vivimos el contagio mimético que reescribe la historia reciente, que pronto modificará las condiciones para la democracia.

         La segunda posición, por su parte, es una falsa consecuencia de la primera, pues ha llegado a proponer “por el bien de México” la colaboración con el nuevo gobierno, lo que quiere decir que ante la transición y el arranque de la nueva administración es necesaria la unidad nacional, siendo la unidad un ejemplo de la buena voluntad ante el grupo de políticos que ahora se empoderará. Nuevamente se trata de mimetismo: el ánimo disruptor del ahora ganador configura el umbral en que se gesta el cambio. Para que el cambio sea ordenado, se dice, es necesario colaborar con el nuevo régimen, darle oportunidad, dejarlo hacer. Unidad para el cambio ordenado; sin conciliación, el desorden. ¿Acaso el orden no se garantiza por la ley? Precisamente es este mimetismo el más peligroso, el que más engaña a través de sus consensos y conciliaciones. Cabe una comparación. La “ruptura” de Luis Echeverría Álvarez con Gustavo Díaz Ordaz hizo que se asumiera colectivamente un compromiso de cambio, un consenso general para garantizar la estabilidad: la apertura democrática. Pasado el tiempo se reconoció que la ruptura no fue tal, que la apertura fue cerrazón y el consenso fue extorsión: que la pretendida unidad fue el intento de cancelar la pluralidad (Nunca mejor dicho, lector: a Echeverría le molestaba tanto Plural que la suplantó: la pluralidad se decretó desde Palacio Nacional). ¿Cómo es que los demócratas han llegado a creer que se requiere un trabajo distinto al de la misma ley? Por desgracia, muchos han asimilado la retórica del tigre y el diablo, o están dispuestos a conceder el beneficio de la estabilidad sobre el perjuicio de la ley, suscribiendo la afirmación echeverrista: “no hay que perder la paz”. Y así será mientras la paz siga siendo mejor negocio. ¿Acaso se puede conservar la paz perdiendo la ley? Vivimos el contagio mimético que idolatra la unanimidad mayoritaria frente a un peligro fabulado por el nuevo gobierno. Vivimos un engaño.

         Las posiciones predominantes ante el nuevo gobierno mimetizan las posiciones que lo hicieron posible. El riesgo del candidato es ahora el riesgo de la nación. ¿Nación sin ley? Banalización de la ley: “Ahora que habrá nuevas leyes, ¡que vengan!, directas de arriba, en tablas o en piedras, videos o pancartas, no tiene importancia”. Viviremos la comodidad unánime de quien se resigna a descubrir que no hay un lugar próspero sin ley (Esquilo, Euménides, v 895).

 

Námaste Heptákis

 

Escenas del terruño.1. Comenté la semana pasada que el día de la elección serían traicionados los dos candidatos presidenciales que no encabezaban las encuestas. Javier Tejado revisó las cifras de votación por los partidos pequeños coaligados con PAN y PRI, la revisión permite comprobar que la traición ocurrió. 2. También comenté que el nuevo gobierno intentará controlar a los partidos de oposición. Contra los naranjas, ya logró la ruptura de Enrique Alfaro, quien ahora trabajará con el lopezobradorismo; falta ver si pierden el registro o los subyuga. Contra los azules, Puebla será la manzana envenenada con la que Marko Cortés buscará la dirigencia nacional. 3. Hace tres años resalté que Enrique Vargas, entonces aspirante a la alcaldía de Huixquilucan, había sido el único entre todos los candidatos que avisó a su electorado la intención de reelección inmediata. El pasado domingo, el panista Enrique Vargas fue el único alcalde del país que logró la reelección. Notable que, nuevamente, los candidatos a alcalde omitieron declarar si pensaban en su reelección inmediata. La omisión es especialmente grave en el caso de los senadores, quienes podrían ocupar su cargo por 12 años. 4. Ya comenzó a reescribirse la historia. Ahora resulta que la elección del pasado domingo es la apertura del México profundo. Que el episodio anterior de esa apertura fue el gobierno de Lázaro Cárdenas, que tomó al México profundo como base de su organización (y, por supuesto, que no creó el sistema corporativista que dio identidad al PRI). Que no hubo campaña popular en 1988. Que el zapatismo no tuvo profundidad. Que no existió el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad. El doctor Lorenzo Meyer escribe la historia que quiere escuchar el nuevo príncipe. 5. El EZLN ha emitido un comunicado sobre el triunfo de López Obrador.

Coletilla. «Escribir es haber leído. Es muelle, aeropuerto, las primeras calles del pueblecito, las vías rápidas que entran a la ciudad y se ven torres y edificios, bloques para los hombres de hoy, las puntas de los árboles estáticos en la distancia. Es la reconocencia de las piedras preciosas recogidas en la imaginación del que lee vidas e historias antes contadas por otro que escribió el principio del mundo». María Luisa La China Mendoza, de quien extrañaré la adjetividencia sabatina.