El artificio de la dignidad

El artificio de la dignidad

 

Siete cuentos morales es una obra maestra. En la primera de sus siete partes se presenta el relato «El Perro». La historia es sencilla: en el camino entre el trabajo y la casa una enfermera en bicicleta se aterra ante los violentos ladridos de un perro tras la reja de jardín de una casa francesa; incómoda por el terror y solapada por la recurrencia, la enfermera toca a la puerta de la casa a fin de acordar con los dueños del perro una solución; la historia termina casi como si nada hubiese pasado. El relato produce como apariencia primaria la sana disposición moral a arreglar las cosas. La enfermera, civilizada y bien intencionada, acude a los dueños del perro para que se le ofrezca una solución; los dueños, un par de viejos cuya marca civilizatoria parece lejana o quizás olvidada, no ven sentido a la petición de la enfermera. Fin del relato: ellos siguen en su exilio doméstico, ella en su terror público, el perro en el límite de la civilidad y la violencia. Pero esto es sólo una primera impresión.

         El relato, brevísimo, tiene dos partes. En la primera parte la narración se acerca bastante a la interioridad de la enfermera: se nos muestran sus temores, se permite a los lectores cavilar juntos sobre los razonamientos de la enfermera. En la segunda parte, la narración casi se vuelve externa: ya no se sabe lo que piensa la enfermera, no alcanzan a vislumbrarse los pensamientos de los dueños del perro. ¿Qué distingue ambas partes? La presencia de San Agustín. La primera parte cumple cabalmente con las explicaciones, pues la enfermera informa de la situación y plantea las razones posibles por las que puede entenderse la reacción del perro. Las explicaciones de la enfermera son eficientes para mostrar el problema moral del miedo, el ultraje cotidiano ante la violencia, la afrenta a la dignidad de la ciclista en la irrupción de la bestialidad. La primera parte, vale decir, es especulativa. Sin embargo, cuando la enfermera recuerda a San Agustín la especulación enmascara un nuevo tema y la narración cambia de estilo. La idea de San Agustín recordada por la enfermera nos aleja de sus razonamientos, nos distancia de su interioridad y hace del relato un asunto externo. La segunda parte, vale decir ahora, es alegórica.

         ¿Qué idea de San Agustín recuerda la enfermera, divide al relato y enmascara la moral? La enfermera recuerda que para Agustín la prueba más clara de nuestra creaturalidad caída es la imposibilidad de controlar los movimientos del cuerpo, en particular la imposibilidad de controlar la erección. ¿Cómo se va de la explicación de la bestialidad del perro furioso a la fuerza de la erección del hombre excitado? ¿Por qué la excitación distancia al lector del relato y vuelve todo un asunto exterior? ¿Por qué la excitación hace alegórico lo especulativo?

         La maestría de John Maxwell Coetzee se muestra con claridad en la alegoría de «El Perro». Como artificio moral, las explicaciones sobre la incomodidad de la violencia encuentran su solución en el concepto de dignidad. La dignidad humana nos convoca a resolver nuestros problemas humanamente. La dignidad, en ese sentido, es una marca exterior para el reconocimiento del interior velado. La dignidad, puesta de ese modo, es un artificio para la convivencia cotidiana. Sin embargo, en tanto sea exterior, la dignidad nunca será solución plena de los problemas humanos. El erotismo distorsiona la dignidad.

         Coetzee plantea en la casa del perro una alegoría del alma humana. El perro, expuesto por el agustinismo de la enfermera como excitación, guarda los límites de lo propio al tiempo que se proyecta sobre los demás. El perro, como el alma excitada, ataca bravío lo que se le presenta. Mas lo ataca todo. Pues en casa no hay más que una pareja de viejos para los que el perro es un guardián. No hay thymos posible en la anciana de pelo gris. Ningún razonamiento sobre la excitabilidad puede hacer ahora el anciano del saco rojo. La dignidad, muestra la alegoría coetzeana, radica en la excitabilidad plena por algo superior; cuando la excitabilidad sólo cimbra la reja del jardín, la dignidad es necesariamente una marca externa. Cuando la única sensualidad perceptible es un raído saco rojo, toda excitación parece indigna. Las almas viejas sólo aspiran a la dignidad como marca exterior. Las almas viejas confunden la dignidad con la tranquilidad, como los modernos confunden la legalidad con la dignidad.

         Al inicio del relato la enfermera califica al perro como un “perro malo”; al interior de la casa la anciana califica al perro como un “perro guardián”. En el exterior funciona plenamente el artificio moral, por lo que el perro puede ser juzgado moralmente, por lo que el juicio pude ser publicado como un letrero en la reja. En el interior, en cambio, el artificio moral es imposible, pues al envejecido en eros, a quien es incapaz de amar, la excitabilidad y la violencia le son guarida, distancia necesaria, reclusión salvífica. Como artificio moral, la primera parte del relato otorga al lector una clara compañía; la segunda, en cambio, lo deja a la distancia, lo hace pensar, lo lleva a considerar su propia comprensión de la dignidad. Cuando en la segunda parte todo se vuelve exterior y el lector se niega a pensar la relación entre dignidad y excitabilidad, el relato mismo se vuelve un perro que cimbra la reja que es el libro, que hace al lector preguntarse si acaso piensa la moral con tanta exterioridad. Siete cuentos morales, una obra maestra, recibe al lector con lo que algunos podrían creer una incomodidad violenta.

Námaste Heptákis

 

Escenas del terruño. 1. Se cumplieron 48 meses de la desaparición de los normalistas de Ayotzinapa. El presidente electo se reunió con los padres de los desaparecidos y tras la reunión declaró que, con o sin sentencia, decretará la creación de una comisión de la verdad que investigará el caso. Al frente de la comisión estará Alejandro Encinas, cuya posición sobre el caso comenté el 21 de julio pasado. Cosa curiosa, que al ser por decreto y no por sentencia, la comisión no tendrá un carácter vinculante, por lo que el resultado de la investigación podría servir para doblegar al poder Judicial. No deja de llamar la atención que el futuro presidente diga, así sin pena, que lo hará con independencia de la resolución legal. 2. ¿La presencia de Carmen Aristegui en Radio Centro es una cachetada para José Gutiérrez Vivó? Tras el veto a Gutiérrez Vivó, Aristegui se benefició con su horario, su espacio y parte de su audiencia en MVS. Ahora la popular periodista llega a la empresa que ha mantenido alejado a don José. No me gusta pensar mal. 3. Ángel Gilberto Adame hace una segunda advertencia sobre la sucesión testamentaria del matrimonio Paz-Tramini.

Coletilla. “El movimiento estudiantil del 68, que cumplirá ya cincuenta años a la vuelta de la esquina, y los hechos de Tlatelolco, se han llenado de expertos que no estuvieron allí ni vieron nada: el mito gana terreno”. Luis González de Alba

Amistad y caducidad

Amistad y caducidad

 

El diálogo ciceroniano sobre la amistad, Lelio, es una evocación del pasado. No es de extrañar: muchas veces los amigos se reúnen a evocar el pasado. Pasa el tiempo en que florece la amistad y los amigos se reúnen a imaginar las coronas que podrían haber construido con las flores marchitas. Pasa el tiempo de la amistad y los amigos, avejentados, juegan un rato a creer que el tiempo no ha pasado o a fingir que todavía podrían vivir en el pasado. Porque la amistad caduca es que, cuando nos reunimos con amigos, evocamos el pasado conjunto. Y el diálogo Laelius de Cicerón es la reflexión más profunda sobre el término de la amistad.

         La caducidad de la amistad es, en sentido estricto, el tema del Laelius; pero está tan creativamente resguardada que es necesario leerlo con mucho cuidado para notarlo. Explícitamente la caducidad de la amistad sólo se menciona en dos momentos: después de la definición de la amistad –que coincide con el fundamento metafísico de la amistad en Aristóteles- y al final del diálogo –donde la mayoría ve una preceptiva del cuidado de la amistad-. Implícitamente, el problema de la caducidad de la amistad está planteado desde la selección misma de los personajes del diálogo. El diálogo evocado tiene tres personajes: Lelio, Fanio y Escévola. Además de aparecer en el diálogo aquí comentado, Lelio aparece en dos diálogos más: Catón el mayor y Sobre la república; en ambos, por cierto, aparece junto a Escipión. Escévola, por su parte, aparece tanto en De Oratore como en Sobre la república. Y Fannio sólo había aparecido previamente en Sobre la república, aunque no durante todo el diálogo. Los tres interlocutores del Laelius sólo vuelven a aparecer juntos en Sobre la república. Dramáticamente, el Sobre la república es anterior al Laelius, pues se realiza en las ferias latinas del invierno previo al asesinato de Escipión; mientras que Laelius tiene lugar en la primavera de 129 a.C., tras los nueve días de luto por la muerte de Escipión. Sobre la república acontece mientras se celebran las fiestas públicas por la fidelidad a la alianza latina; Laelius acontece tras la infidelidad que asesinó a Escipión. En Sobre la república habla principalmente Escipión; en Laelius la palabra la toma Lelio; en Sobre la república, Cicerón nos apunta que la pareja de amigos tenía un acuerdo tácito: en la guerra, Lelio daba el lugar principal a Escipión; en la paz, Escipión se lo daba a Lelio. En Laelius, explícitamente el lugar lo tiene Lelio; implícitamente, en cambio, todo lo que se dice de la amistad está bajo la sombra de Escipión; como si entre caballeros la justicia fuese para la paz y la amistad para la guerra. En la paz, los amigos se reúnen a evocar; quizá la evocación es lo justo.

         Catón el mayor, el otro diálogo en que aparece Lelio, es el diálogo en que Cicerón fabula la inmortalidad del alma. La vejez (y la muerte) deja de ser terrible ante la fábula del alma inmortal. Para quien no ha pensado el problema de la justicia, la fábula sobre la inmortalidad es suficiente. Si no es posible que los amigos sean justos, al menos han de estar bien dispuestos al cuidado del alma inmortal. La evocación de las buenas amistades es la oportunidad de hacer justicia para quien no es del todo justo. La evocación, en este sentido, es lo justo. Catón, hombre justo, puede hacer caballeros, aunque no logre hacer filósofos. En sentido estricto, sin embargo, el tema de Catón el mayor es la excelencia de la memoria. Sólo el filósofo reconoce la excelencia de la memoria. Sólo el filósofo reconoce la justicia –o la injusticia- de la evocación. Algo enseña Cicerón al filósofo en torno a la memoria que le permite comprender el sentido de la evocación. El filósofo evoca ciceronianamente de acuerdo a lo aprendido en De Oratore, el otro diálogo aquí implicado. La evocación filosófica es una excelencia del orador; no por nada el nombre de Lelio significa, a través del griego, gran orador.

         La amistad, tal como se presenta en el Laelius, supone el conocimiento de la justicia y la memoria de los diálogos Sobre la república y Catón el mayor. Se conoce la amistad, puede presumirse por ahora, en tanto se reconoce cómo es que la justicia y la memoria se involucran en su práctica. La caducidad de la amistad se entiende, además, en función de la memoria y la justicia. Por ello, para Cicerón la amistad se presenta frecuentemente como una evocación de los amigos. Quienes no dejan pasar la amistad, quienes se esmeran en que nunca cambie, algo no han entendido. Quien comienza a entender algo sobre la caducidad de la amistad comienza a comprender por qué es justo que las amistades terminen.

 

Námaste Heptákis

 

Escenas del terruño. 1. En México se organiza una nueva guerrilla y los servicios de inteligencia federales intentan evitar su arraigo en las zonas urbanas, así como limitar sus vías de financiamiento. 2. Importante investigación de Animal Político sobre los seminarios para «curar» la homosexualidad, investigación que muestra la pequeñez del pensamiento de los «defensores» de la familia. 3. Humberto Padgett investiga la corrupción en el cuerpo policíaco de Naucalpan. 4. La posibilidad de que el EZLN postule una candidata independiente para la elección de 2018 debe pensarse como un llamado a imaginar una política posible, una renuncia al poder y la aceptación de la búsqueda de la comunidad; eso piensa Gustavo Esteva en un artículo reciente. 5. Creativa la lectura que Salvador Camarena ha hecho del enriquecimiento ilícito de Javier Duarte: es necesario arreglar la educación privada, donde se educa la «gente bien», donde se funda el mirreynato.

Coletilla. Aristegui Noticias dio voz a Elena Poniatowska, quien se dice víctima del odio de Luis González de Alba. Infantil, como siempre, la Poni cree que fue solamente el odio lo que orientó las críticas de González de Alba en su contra. Poni cree, declara y quisiera hacer creer, que al fondo de las críticas de González de Alba a La noche de Tlaltelolco se encuentra el celo por el éxito editorial. Olvida Elenita, y no es raro, que si su editorial modificó La noche de Tlaltelolco de acuerdo a las indicaciones de Luis González de Alba, lo hizo por mandato judicial, pues Poniatowska se había negado a corregirlo. En noviembre de 1997, en La Jornada, González de Alba solicitó públicamente que Poniatowska corrigiera los errores de su libro (alrededor de 50). Dice en No hubo barco para mí (p.152): “Ocurrió en noviembre de 1997: pedí a Elena corregir errores de su crónica tlatelolca y Monsiváis exigió a Carmen Lira: ¡O Luis o yo! Me echaron sin dejarme siquiera vender mis acciones del diario: un comité de salud política eligió quién tenía los valores necesarios para poseer esas acciones y a cómo iban a pagarme”. Las diferencias con la Poni habían comenzado en marzo de 1993, cuando González de Alba protestó públicamente por los ataque de Poniatowska contra José Woldenberg, quien había iniciado la ciudadanización de los órganos electorales y la campaña para que el Distrito Federal estuviera en condiciones de elegir a su jefe de gobierno. Poniatowska se lanzó públicamente contra el demócrata Woldenberg. En el 93 atacó la democracia, en el 97 avaló la censura (que duró hasta la muerte de González de Alba, asunto ni siquiera mencionado al paso en las páginas del periódico de las izquiedas), en 2006 inventó una legitimidad y ahora viene a decir, pueril, que Luis González de Alba le dirigió un odio inmerecido. A eso, cuando menos, se le llama hipocresía.

Aquellos tiempos

Remember how we laughed away the hours
And dreamed of all the great things we would do

Mary  Hopkin

Dicen que el pasado es como el vino: se saborea mejor con el paso de los años. Quizá en su momento no sepamos apreciar lo que nos sucede, pero a la luz de los años lo consideramos con mayor claridad. En ocasiones sonreímos con añoranza al ver ese brillante tesoro que puede ser el pasado. A veces el contraste con el presente moribundo nos pone nostálgicos al sentir que nunca apreciamos aquél en su justa medida. Por otro lado, el paso del tiempo también permite condenar las calamidades y tener razones para ello. En este caso o agradecemos no encontrarnos en aquel entonces o tratamos de hallar razones para la condena. Esta última siempre requiere de un ejercicio de memoria; recordar qué sucedió, cómo y por qué aconteció. Luchando por no ser sobrecogidos por la calamidad, quien reflexiona busca encontrar algún sentido a su pasado.

Los días y los años del escritor Luis González de Alba es un intento por lo anterior. Haciendo frente a la atrocidad perpetrada en Tlatelolco, la obra es una rememoración de los acontecimientos previos a esa tarde fatídica. Sabemos y leemos que el mismo González de Alba gestó y escribió el libro en prisión. Alejado de una consideración usual, Los días y los años no es solamente un testimonio del verano y otoño de 1968. Creerlo así sería que la crónica presentara el episodio desollado, incluso con fines morbosos. Además de relatarnos las juntas y decisiones previas a la matanza, el relato se alterna con miradas a las conversaciones sostenidas entre el autor y sus compañeros en Lecumberri (frecuentemente sostenidas con sus amigos). Observamos que ni las murallas de los intereses individuales ni las de Lecumberri propiciaron que algunos dejaran de reunirse en torno a una mesa. A este cruce de historias, se añade por momentos ensoñaciones del mismo González de Alba. Tales ensoñaciones aparecen y se esfuman, vuelven y huyen, se encienden y oscurecen. Con cada suspiro lanzado por aquel entonces ya sucedido —o jamás ocurrido— su imaginación pervive en la reclusión y desaliento. No toda reordenación del pasado obedece a una reconstrucción de los hechos.

Revisitar el pasado no es igual a reproducirlo. Adherido a la historia nacional, nos acordamos casi inconscientes del año 68. Reproducimos la historia a la inversa y el episodio queda inscrito en la línea del tiempo. Fui educado que en el año mencionado ocurrió algo vergonzoso y hórrido, aunque tal vergüenza y horror no pudiera sentirlas. Consideraba el año marcado por la represión, aunque no comprendiera qué fue lo que se reprimió. Así como yo, para muchos otros el año 68 se volvió una etapa más. A veces con dolor, a veces con nostalgia, contemplamos la cicatriz sin querer recordar por qué está ahí. Junto con ello olvidamos que es una marca de una herida jamás curada o concluida.

Interrumpido o fallido, el movimiento del 68 ha quedado vacuo. Las desmemoria es tanta que el movimiento sirve como bandera proselitista o legitimación de grupos apolíticos. Si los registros históricos y la visión edulcorante han contribuido a ello, leer Los días y los años ayuda a realmente lamentarnos y sentir la alegría por ese pasado. Detrás de nosotros está la rosa marchita, la cual quizá nunca volverá a ser lo que fue, pero eso no le quita su belleza aneja. Constantemente Luis González de Alba se quejó de que los protestantes jamás entendieron el significado del 02 de Octubre. La juventud poco ha entendido lo que sucedió en aquellos días: el intento de los jóvenes por hacer política y un trabajo común. Los jóvenes nos hemos vuelto rancios; dejamos que Psiquis desistiera de perseguir a Amor.

Moscas. Sorpresa ha causado el asesinato del juez local, Vicente Antonio Bermúdez. No sólo es inaudito por ser un crimen, sino por que este juez ha presidido juicios de sonados personajes del narco. Asimismo el crimen da para pensar qué tan confiable es hacer justicia en México.

II. En la semana provocó revuelo la abstención de Andrés Romer en la UNESCO. Más importante que Roemer es la disputa no cultural detrás entre Israel y Palestina, la cual es detallada por Meschoulam.

III. Controvertida ha sido la propuesta de otorgar la Medalla Belisario Domínguez a Gonzalo Rivas. La controversia incluso llegó a las pantallas mexicanos en Despierta con Loret de Mola. ¿El heroísmo es un concepto propio de la burguesía o del sistema?

Sabiduría del desengaño

Sabiduría del desengaño

 

Sabio es el que sabe muchas cosas, pero también lo es el que sabe bien lo que sabe. Además es sabio quien conoce el bien, así como sabio es quien vive bien por lo que sabe. El sabio podría ser feliz por todo lo que sabe, porque sabe bien lo que sabe, por lo que sabe o por lo que su saber le posibilita. Por ello parece extravagante hablar de un sabio infeliz o afirmar la sabiduría de quien se ha suicidado. Sin duda resulta sospechoso afirmar la infelicidad del sabio o la sabiduría del suicida, sin que por ello sea menos digna de duda la sabiduría del desengaño. La extravagancia es mayor cuando afirmo la sabiduría del desengaño en Luis González de Alba. Del conjunto de necrológicas que, desde su suicidio el pasado domingo, se ha publicado, ninguna –bueno, sólo una, pero no en el sentido aquí considerado- lo ha afirmado como sabio, todas lo han erigido como ícono de la libertad, libertad de la vida y el pensamiento. Los íconos, empero, no se proclaman; perduran, prevalecen. No habla pues, aquí, el compañero o el amigo, el que lo conoció o se nutrió con su plática, ni el cofrade intelectual ni el tesonero de la historia; habla el lector, el admirador de sus letras, el coleccionista de sus libros, el que se alegra de no haberlo conocido porque sospecha que en la fascinación se hubiera perdido.

         Mi admiración por Luis González de Alba nunca atendió a su pasado político, sino que desde el principio fue una simpatía por su cursilería (Christopher Domínguez Michael dixit). Agapi mu fue un encuentro feliz de mi adolescencia, un preludio de buena parte de mi experiencia lectora: leer para mí, sabiendo que lo leído permanecerá en mí -delineando mi diálogo silencioso-, con poca esperanza de compartir mi lectura. Agapi mu inauguró un ventanal solitario de mi experiencia, escotilla de la vida, rincón que es un refugio, refugio que no es fuga. Agapi mu también descubrió para mí a Cavafis (Luis diría Kavafis porque siempre será más valiente que yo), sol que alumbra la destrucción. Por mucho tiempo mi lectura de Luis González de Alba fue la meditación constante de la soledad y la destrucción.

         ¿Acaso no vi soledad y destrucción en su primera novela sobre el 68? La lectura de Otros días, otros años me dio la respuesta. Mientras algunos consideran que la novela de 2008 es la historia de amor enmarcada en los días –y años- posteriores al 2 de octubre, la versión rosa del movimiento estudiantil, el amor que recubre a la masacre; yo vi sangre en la segunda novela sobre el 68. El tema principal de Otros días, otros años es la sangre: sangre que denota muerte porque está viva, sangre que denota destrucción porque está activa, sangre que mana soledad, soledad destilada por la enfermedad. La sangre de Otros días, otros años está teñida de VIH, y derramada ante el lienzo del ritual político de la Plaza de las Tres Culturas muestra por vez primera su verdadero color. Magistral e inteligente, Luis González de Alba compuso dos novelas paralelas en torno al movimiento estudiantil de 1968. En la primera, donde una mayoría fanática espera ver muerte y represión, el autor delinea los senderos de la vida y la alegría; el 68 fue efusivo, pero no una efusión de revolución libertaria, sino de vida libre, del deseo que se condensa en el sexo desprejuiciado. Si la Plaza de las Tres Culturas tiene forma de represión, se trata de represión sexual: el mayor mito político de la izquierda mexicana es homofóbico. En la segunda novela, en un contraste extraordinario, la vida exhibe su complejidad y la alegría se precipita en nostalgia. Son los ochentas, el camino de la alegría condujo al callejón del sida y la vida de los sesentas petrificó en el nacionalismo revolucionario. Cumplir la libación anual en Tlatelolco paga el olvido injusto de los enfermos de VIH. Otros días, otros años nos da la posibilidad de ver la sangre por primera vez roja. La sangre roja de estas novelas paralelas no es, empero, el centro de la sabiduría del desengaño.

         En el más bello capítulo de su último libro publicado en vida, Luis González de Alba se pregunta: “¿Cuándo se jodió mi vida?”. En Mi último tequila el lector encuentra el panorama de la respuesta. La vida se jode cuando el amor y la política nos dejan sin amigos. O dicho al modo en que le gusta a los intelectuales: la amistad no sobrevive ni a la política ni al amor. El desengañado, quien perdió el amor y fue derrotado en política, busca en torno la amistad y sólo encuentra a otros: pasados compartidos, tercos recuerdos, proyectos frustrados, el catálogo de lo que pudo ser y el inventario de lo que nunca fue. El desengañado ya no puede encontrar amigos, ya no puede ser feliz, y sólo el sabio sabe por qué; sólo Luis González de Alba pudo responder “¿Cuándo se jodió mi vida?”.

         Yo no me mato hoy porque todavía no sé cuándo se jodió mi vida. Sí sé, en cambio, que mi admirado Luis González de Alba describió un camino posible: conocerse tan radicalmente a uno mismo que al final la extinción deje de ser terrible, que en ocasiones cada intento termina por fracasar, quedando mi corazón –muerto- sin sepultar. El desengañado también acepta que sean otros los felices.

 

Námaste Heptákis

 

Escenas del terruño. 1. Una desaparición más en Veracruz, pero en esta ocasión ya se encontraron los cuerpos. Evidentemente falta la explicación del caso.  2. Una fosa clandestina más en Morelos. 3. El miércoles 5 de octubre se aprobó en comisiones del Senado una modificación al artículo 123 de la Constitución, a partir de la enmienda podría quedar cancelado el derecho de huelga. ¡Gravísimo! Avanza el Estado Servil. 4. Sin duda es un tipo de violencia de género, además de una censura interesante: el asesinato de una sexoservidora transexual en la Ciudad de México no ha convocado a las buenas conciencias que siempre protestan ante las injusticias. Sorpresivamente, el villano de la prensa militante, Televisa, sí pone atención en el caso.

Coletilla. Juan Villoro, Enrique Krauze, Javier Sicilia, Arnoldo Krauss, Francisco Bolívar Zapata, Mario Lavista, Antonio Lazcano, Hugo Hiriart, Vicente Quirarte, Ruy Pérez Tamayo, Elsa Cross, Hernán Bravo Varela, Luis de Tavira, Diego Enrique Osorno, Sergio González Rodriguez, Roberto Blancarte, Luis Fernando Lara, Miguel León Portilla, José Ramón Cossío, Javier Garciadiego, Claudio Lomnitz y Luis Felipe Rodríguez en un mismo evento gratuito. Aykir.

Le llamo fracaso

Le llamo fracaso

reposaremos nuestra miseria
en un caldo espeso

Si la evidencia de que no ha fracasado el Estado es la persistencia de la vida cotidiana, entonces vivimos la normalización de la violencia. La violencia, nos enseñó a ver René Girard, se distingue por no estar sacralizada y se reconoce cuando se necesita de la fuerza del Estado para contrarrestarla. Cuando el Estado puede hacer frente a la violencia, se mantienen los límites de lo prohibido; cuando el Estado puede incorporar la violencia, nace una nueva prohibición. La ley civil es el compás de la violencia. El crédito social se vislumbra desde el campo abierto por la ley. En cambio, cuando pretendemos hacer al consumo una ley, no hay violencia posible, pues la prohibición sólo es incapacidad. Desaparece el Estado en la sociedad mercantil porque todo es negociable, porque las incapacidades se compensan en el mercado y los créditos se falsifican en ilegalidad. La persistencia de la vida cotidiana es solamente la necesidad del consumo.

La normalización de la violencia desdibuja los límites de lo permitido y otea con indiferencia la permeabilidad de la transgresión. La violencia normalizada parece alejar la gran violencia y nos engaña sobre la posibilidad de manipular o contener las violencias pequeñas. Pero no hay violencia pequeña; y quien así lo ve ya no entiende la violencia. La violencia normalizada funda el imperio de la necesidad que se expresa en la injusticia justificada por la supervivencia. La violencia normalizada es invisible no por inexistente, sino por omnipresente. La violencia normalizada ya no nos permite reconocer la violencia: la violencia es nuestra vida cotidiana.

Aferrarse a la ilusión del Estado en el momento en que la violencia se ha normalizado sólo es explicable porque el mercado nos puede presentar a un sustituto de la violencia como un bien de consumo. Consumimos la violencia informativa con abundancia, pero sin digestión. Consumimos la violencia de entretenimiento con diversión, pero sin comprensión. Consumimos la violencia en indignaciones súbitas, linchamientos mediáticos y resentimientos injustos, pero pronto sustituimos un sentimiento por otro, un impulso por otro, una injusticia por otra. La violencia consumible es discreta; nuestra experiencia, continua; la suma de nuestra vida en la normalización de la violencia sólo puede ser contradicción. Y a esto yo le llamo fracaso.

 

Námaste Heptákis

 

Los desaparecidos. En la reunión de los funcionarios federales con los padres de los desaparecidos de Ayotzinapa se presentaron los avances de la investigación, se acordó reanudar la búsqueda y se citó a una nueva reunión el 18 de febrero –pasada la visita papal-. Fuera de las reuniones, en cambio, la guerra ideológica sigue encendida. En particular hay que poner atención a las denuncias que ha presentado el militar argentino Luis Alfonso Plazas Vega, quien advierte que Ángela Buitrago fabricó pruebas en su contra. Buitrago, por su parte, forma parte del GIEI. Hoy se denuncia en La Jornada una campaña difamatoria. Que termine la guerra ideológica, pero que el caso no sea olvidado.

Escenas del terruño. 1. Luis González de Alba advierte sobre las variaciones en el índice de esperanza de vida en el México actual. 2. Según cifras de la organización Alto al Secuestro, el promedio de plagios a nivel nacional en los tres primeros años del gobierno de Enrique Peña Nieto es de 6 secuestros cada 24 horas. 3. Tras la humillación que significó la fuga, los funcionarios federales han filtrado información personal del preso del momento: ¿la disfunción eréctil es compensación simbólica de la impotencia que exhibió el escape? 4. La avalancha informativa del caso de Joaquín Guzmán Loera ocultó el mayor logro periodístico en lo que va del año. La reportera Lourdes Murgía logró en entrevista, presentada en el noticiario de Ciro Gómez Leyva, que el futbolista Cuauhtémoc Blanco alcanzara la altura de político. 5. Consígnese uno de los fallos de la Suprema Corte de Justicia más importantes en los últimos años. 6. No se acusen sorpresas posteriores. Mauricio Meschoulam ofrece un panorama de la guerra siria en este inicio de año.

Coletilla. El mejor ensayo sobre la muerte de David Bowie es del indudable genio literario de Álvaro Enrigue y se intitula Bowituario.

Refutación de la entropía

Refutación de la entropía

 

en Yom Kipur

 

“Seremos felices”, exclama el personaje beckettiano. ¿Cómo iba yo a saber que aquéllos éramos nosotros?, pregunto ahora. De palabra eras el optimista: te daba ilusión la armonía preestablecida como a los niños ilusiona ser Peter Pan. De palabra yo era el pesimista: el pathos y la tragedia; un alma borracha de Grecia. Mis actos me contrariaban: leamos, hagamos un blog, seamos el nuevo Ateneo… Mientras tus “si quieres”, “pues sí” y “está bien” te delataban. El optimista que no actúa; el pesimista que no dejaba de hacer.

Hubo un quiebre. ¿Lo recuerdas? Fue en junio de 2010. Leíamos juntos a Platón -¡a quién más!-; Las leyes, para ser más precisos. Precisaste de mi acción, mas la tristeza me ató inactivo… en ese entonces, en ese entonces justamente –como dirías tú-. Comenzaste a actuar, a denunciar al postrado. Todo se conmovió sin añorar equilibrio; vértigo de una amistad licuefacta: juntos refutamos la entropía separados. Sin norte, yo era un niño perdido queriendo huir de Nunca Jamás; a ti te faltaba Grecia. Vinieron tiempos peores en que lo mejor era la desavenencia. Parimos la logomaquia. Nos convertimos mutuamente en un soplo en el corazón del otro. Esperábamos.

Ahora no sé, francamente, nada de ti; aunque bien sabes que lo sé todo. Sí sé que en situación semejante te encuentras hacia mí (disculpa mi optimismo, pero sabes que yo sé más y que por eso la situación no puede ser la misma). Sé que desde mi Grecia bizantina no alcanzo a ver tu barco. Sé que a mí me acechan los bárbaros y que tú puedes vencer al cocodrilo. Sé también que cuando me aplaste la marea roja tú podrías quitarte el traje de pirata y decir las más bellas palabras de lo que pudo haber sido. Y si, finalmente, ahorita te preguntara: “¿Y si nos ahorcamos?”, ya sé lo que contestarías. QED

 

Námaste Heptákis

 

Que quepa duda. Según el INACIPE, los estudios de criminalística y criminología en México han aumentado considerablemente pasando de cientos a miles de estudiantes en la última década. Entre las causas que el organismo identifica se encuentran el evidente aumento en la violencia, así como la alta popularidad de las series policiacas de televisión. Cabe la duda: ¿no es preocupante que el aumento en dicho estudio no se refleje en el aumento de casos resueltos?

Escenas del terruño. 1. ¿Por qué los progres validan la “andanada” contra Joaquín López-Dóriga? Sé que su defensa es políticamente incorrecta; su difamación, en cambio, es políticamente viciosa. Su mejor defensa la hizo su mayor aportación a la vida nacional: Florestán, quien el 30 de septiembre afirmó: “Más que justicia, quieren tener razón”. Al buen entendedor…
2. La semana pasada se cumplió un año de la desaparición de los normalistas de Ayotzinapa, sobre el tema recomiendo dos importantes artículos. Primero, un reportaje presentado ayer por Animal Político. En segundo lugar, el pasado jueves en El Universal, Héctor de Mauleón señaló una pista descuidada en la investigación del caso.
3. Dos de octubre, como cada año. Y profanando los altares públicos, el proscrito Luis González de Alba, que sobrevivió al dos de octubre, que estuvo en Lecumberri, que vivió en el exilio, que había testimoniado y trabajado por la izquierda hasta que la santería jornalera –movidos por los linchadores Monsi y Poni- lo censuraron, habló ayer en Milenio.
4. A unas horas del inicio del Sínodo Ordinario para la Familia, el escándalo enturbia la reflexión. Krzystof Charamsa, sacerdote polaco, ha sido destituido de sus funciones en la Congregación para la Doctrina de la Fe tras hacer pública su vida gay y la relación sentimental que sostiene en actualización de la misma. Más allá del escándalo, sin embargo, en las declaraciones del caso hay dos expresiones dignas de ser pensadas. Charamsa pide reconocer la “homofobia interior”, mientras que Federico Lombardi, vocero del Estado Vaticano, declaró irresponsables las declaraciones porque “someten la asamblea sinodal a una presión mediática injustificada”.

Coletilla. “Es en la sociedad que los hombres pelean con sus amigos; es en la soledad que los derrotan”. G. K. Chesterton