Y después de comer…

Pasó la comida del domingo, pero ésta, a diferencia de la buena comida, que por lo menos nos deja un sabor agradable en la boca, ya sea por su sazón o por la agradable compañía, se pasó de hieles. Desagradables y amargas hieles que nos ponen en peligro de deshacernos descuidadamente de todo lo bueno que hasta antes de esa comida desagradable habíamos conseguido.

Hace doce años, unas horas después de haber cerrado elecciones la gente salía a festejar a la democracia, más que al candidato o al partido electo, festejaba la salida de algo que se había convertido en un cáliz tedioso por repetitivo, festejaba una salida más que una llegada. Doce años después, el cáliz que tocaba apurar ya estaba manchado por el sabor de la sangre y peor aún, por la amargura de la desconfianza, tanto que se vertiera lo que se vertiera en él todo sabría mal.

Recuerdo aún la alegría de muchas personas, embriagada de alegría porque vio que votar tenía sentido, que se podía ser efectivamente responsable de lo que pasara en su entorno, así como recuerdo el desencanto que poco a poco fue llegando cuando todo pasó de ser divertido a ser peligroso.

Aún sin estar de acuerdo con la embriaguez general de hace doce años, no deja de doler la resaca que llega doce años después, pues las personas ya no festejan, y ya no lo hacen porque no ven motivo alguno, desconfían de todo y de todos; renuncian a votar y se lamentan de tener que elegir cuando ya todo sabe igual, y junto con ello renuncian a lo poco que quizá sea aprovechable en los platos y la copas manchadas por tanta sangre y tanto dolor.

Pasó la comida del domingo, y todos hubimos de apurar un cáliz amargo para brindar, a sabiendas de que vertiéramos lo que vertiéramos en él, ya fuera un licor viejo, uno nuevo, uno diferente, uno de esos licores que se suben rápido y embriaga, o algún licor más suave y pacífico al estómago, el sabor que nos quedaría en la boca sería el sabor de haber apurado un cáliz amargo.

Pasó la comida del domingo y ahora debemos hacer lo posible por no vomitar aquello bueno que se consiguió antes dicha comida, hemos de evitar los movimientos violentos que revuelven el estómago y confiar en que algún día aprenderemos a cocinar.

 

Maigo.