Variación sobre el milagro

 

Variación sobre el milagro

 

a 60 años del nacimiento de Tedi López Mills

 

And there’s no time when I’m alone

 

¿Quién es el yo que lee el poema? ¿Quién es el yo que mira al mundo? ¿Quién es el yo que puede seguir el oráculo délfico? La experiencia de uno mismo, el saber de sí, tan de sabido, suele olvidársenos. Yo está por descontado. Y sin embargo, yo no se olvida: es misterio sin ser extraño; es extraño que a veces no sea misterio. Sí, hay quien se extraña de sí mismo, quien deja de ser misterio y se conoce tan plenamente que ya nada puede saber de sí: ahí lo vemos arrastrando sus días, parapetado en sus deberes, escudado en su dignidad y jactancioso de su libertad. Hay, en cambio, quien no puede extrañarse de sí, permanente misterio que nunca termina de sondear los límites de su alma, cartógrafo incansable de los litorales del deseo: todo se le va en pensar, en pensarse, en pensarnos… ¿Cómo vive? ¿Cuál es su experiencia? ¿Cómo hablar de un tal yo? Todo esto me viene a la mente al leer el poema “Milagroso movimiento” de Tedi López Mills [Ciudad de México, 1959].

Viene del horizonte este sueño

Y los pájaros de la brisa

Traen el cielo mojado en sus alas.

 

¿Quién te enseñará a vivir?

 

Memoria y deseo aquí también se mezclan:

Fulgores en los quebrantos del agua;

No el recuerdo, su brillo imperfecto.

Mar de voces y cuerpos,

Suave manto de ruido se hunde

Bajo la espuma que lo criba.

 

Festejo el milagroso movimiento:

Blandos confines picados de aletas,

El tenue oleaje que abandona sus orlas en la arena,

Otro tiempo que se iza ensortijado y se estrena despacio.

 

Otros sueños que hechizan las corrientes

Huyen de la orilla que los nombra.

 

Nótese el lugar privilegiado del cuarto verso. Véase que ese verso solitario, esa tenaz pregunta, incendia al poema todo: un sol que ilumina el horizonte del poema. “¿Quién te enseñará a vivir?” es la pregunta maravillada de quien contempla el milagro. ¿Qué milagro? ¿Qué se mueve en el poema?

“Milagroso movimiento” es un poema de la segunda parte de Cinco estaciones [Ediciones Toledo, 1989], poemario con el que Tedi López Mills se dio a conocer en las letras mexicanas hace treinta años. Como en su tiempo observó Adolfo Castañón [Vuelta 169], el título alude al calendario espiritual de Ángelo Silesio: del invierno del pecado al otoño de la plenitud y la muerte inaugurando la quinta estación. El “solitario paisaje del alma” (Christopher Domínguez Michael dixit) que es “Milagroso movimiento” pertenece a la primavera: nacimiento del deseo, maravilla del mundo, despertar de la conciencia. “¿Quién te enseñará a vivir?” es la maravillada pregunta de quien ve claramente el mundo quizá por primera vez. “¿Quién te enseñará a vivir?” pregunta el yo que se descubre misterio. El extraño de sí mismo, en cambio, cree no necesitar a nadie que le enseñe. ¿Cómo llegamos a la pregunta maravillada?

La primera estrofa parece la antesala de la pregunta. Sin embargo, la apariencia es ambigua. Quien habla en el poema ve llegar al sueño, tanto como podría ver la llegada de los pájaros. ¿Sueño y pájaros llegan desde el horizonte? Siendo así, la llegada no podría ser la misma. Vemos a los pájaros llegar en el tiempo, sólo podemos ver la llegada del sueño en el espacio. El horizonte se disocia. Los pájaros, dice quien habla en el poema, traen el cielo mojado en sus alas. ¿Vemos caer la lluvia? O más bien, la temporalidad expuesta por la llegada de los pájaros refresca como la brisa. ¿Cómo no ver en el vuelo de un pájaro la suspensión del tiempo? ¿Cómo no sentir la frescura del mundo cuando el tiempo se suspende en el vuelo? Mas el sueño también podría traer el cielo mojado en sus alas, pues quien despierta del sueño, lo mismo que quien sabe disfrutar de él, redescubre al mundo. ¿En qué difiere la brisa del día de la brisa del sueño? El cielo mojado diluye la diferencia entre el hombre y el mundo; a veces el llanto anticipa el milagro del encuentro.

¿Cómo llegamos al llanto? Tras la pregunta maravillada, la poeta nos da la clave: “memoria y deseo aquí también se mezclan”. Es decir, el poema perteneciente a la segunda estación, el poema de primavera, también se vive en abril. ¿Por qué en abril? Porque “Abril, el más cruel entre los meses, injerta lilas en la tierra inerte, cruza memorias con anhelos, remueve raíces perezosas con lluvias vernales.”, ha dicho Eliot en La tierra baldía. Si hay milagro es porque la muerte hace posible la vida, porque el florecimiento también es posible cuando Dios muere. ¿No es ya un milagro maravilloso?

Va más allá. ¿Cómo se cruzan las memorias y los anhelos? ¿Dónde se mezclan el deseo y la memoria? “Fulgores en los quebrantos del agua” es la imagen de la aparición de las ideas en la propia mente. No hay idea sin memoria, no hay idea sin deseo. Pensar es la reunión de la memoria y el deseo. Pensar es el dón de las hijas de la Memoria a quien cunde en Deseo (cfr. Timeo 51b y Fedro 275a-e). Por la idea se encuentran las materias del sueño y del mundo El maravillado no sólo recuerda las ideas, sino que ve a las ideas desde un brillo imperfecto. Quien deja de pensar, quien se abandona, quien deja de ser misterio, confunde el brillo con cualquier lustro, pierde el sueño, se pierde en el mundo, deja a su sola luz la iluminación sola de su vida: camina solo sin ver nada más allá de sí mismo.

¿Qué es, en cambio, lo otro para el maravillado? Lo otro, “mar de voces y cuerpos”, llega a la ribera de las almas, aparece como Venus en las orillas de los ojos: la luz que brilla tras el llanto de amor. El maravillado ha de cribar los ruidos para reconocer las voces, ha de mirar con cuidado en la espuma para distinguir el agua, ha de observar la precipitación de la arena arremolinada. La espuma es idéntica para quien no se maravilla: todo deseo es el mismo, nada es mejor ni peor. Para quien ya no se maravilla, el remolino de arena es sólo una apariencia; conocedor del tiempo, el hombre ya no puede sorprenderse. Quien no reconoce las voces, no distingue entre el campo oloroso en el jazmín y la ceniza pálida. Quien ha dejado pasar el milagro nunca podrá ver la muerte eterna; ya no vive.

Quien ve el milagro, continúa el poema, está de fiesta. El mundo aparece como la superficie del mar, palpitante de vida; la vida aparece como la fuerza del mar: infinita, infatigable, frágil, tenue, fresca. “Otro tiempo que se iza ensortijado y se estrena despacio”, una nueva oportunidad para seguir sabiéndose. Se vive para izarse a la vida. Se vive para estrenar la vida. La maravilla de saberse vivo es la de saberse misterio todavía.

¿Tanto para eso? Tanto elogiar la maravilla para sólo saberse misterio. Tanto elogiar el misterio para seguir soñando. Tanto para… Precisamente, “otros sueños que hechizan las corrientes huyen de la orilla que los nombra”. Nosotros, tan finitos, tan tenuemente presentes, tan permutables, apenas vamos mirando cada sueño. El resto de los sueños se nos van. Un sueño a la vez. A diferencia de quien deja pasar los milagros, el maravillado quisiera apresarlos todos. ¿Cómo es que alguien podría abandonar un milagro? A veces los sueños nos huyen. Pero a quien abandona el milagro no le huye el sueño, sino que se le escapan los nombres: huye de sí mismo por despreciar a la palabra, huye de sí por temer a la verdad. ¿Arroparse en la tragedia para evitar la dicha? Quizás alguien lo quiera. Y queriéndolo, ¿podría ser yo todavía? Sólo se puede enseñar a vivir cuando yo sigue siendo un misterio. ¿Quién soy yo?

Námaste Heptákis

 

Escenas del terruño. 1. «Antes no se podía tocar ni al presidente ni a la prensa, eso ya se acabó», dijo el Señor Presidente mientras amenazaba a la prensa. 2. Las arbitrarias revisiones de los militares de la Guardia Nacional a civiles en el metro de la Ciudad de México no son inconstitucionales porque no son todos los días, dijo Rosa Isela Rodríguez, secretaria de Gobierno de la CDMX. 3. Es peligrosa la nueva Ley de Extinción de Dominio. Sergio Sarmiento apunta: «No hay mayor garantía contra la tiranía como la propiedad». Y Jaime Sánchez Susarrey advierte de la delación normalizada que la nueva ley implica. 4. Interesantísima discusión en la patria: ¿qué corresponde garantizar a las leyes: la libertad sexual o la fidelidad? ¿Bajo qué criterio jerarquizarlas? Importante resolución de la Corte. 5. La secularización no necesariamente barbariza, pero sí contribuye a la incultura. 6. En China se ha producido un ser en gestación parte mono y parte humano.

Coletilla. Bellísimo el último concierto de Joan Baez. Eligió Madrid para despedirse de los escenarios. Tres grandes momentos del concierto. Primero, cantando «Joe Hill», canción que un colectivo liberal adoptó en su lucha contra el franquismo. Segundo, el recuerdo de Rosalía de Castro con «Adiós ríos, adiós fontes». Y, por último, «No nos moverán», que ante los totalitarismos y las discordias bien haríamos en recordar. Bello final.

El reconocimiento de un milagro.

El reconocimiento de un milagro necesita de la capacidad de quien lo ve para maravillarse; sin esta facultad lo milagroso simplemente pasa desapercibido o es visto como algo que todavía no ha sido iluminado por la luz de la razón, esa luz que nos dice que lo complejo siempre puede descomponerse en los elementos más simples y que juntando lo simple es posible formar lo complejo sin que haya límites reales para ese juego de descomposiciones y composiciones.

Pero esto no significa que para reconocer un milagro como tal sea necesario abandonar la capacidad para pensar que distingue al hombre de los brutos, y hay que aclarar esto para evitar esas ideas malsanas que dicen que la facultad para maravillarse y la posibilidad de razonar respecto a lo que nos maravilla están peleadas, pues habría que ser muy bruto para no ver que la maravilla también depende del pensamiento.

Por lo general, cuando se habla de un milagro se señala a un suceso que sale del orden cotidiano de la naturaleza, como el nacimiento de un niño que es fruto del vientre de una virgen. Para ver este milagro como milagro, y no como embuste, es necesario primero reconocer que hay un orden en la naturaleza y que ese orden sólo puede ser modificado por una instancia divina, por ende superior al hombre y a la misma naturaleza, es decir, es necesario que se hagan presentes la razón que reconoce ordenes, la maravilla que ve lo que sale de ese orden y la fe que es la que logra explicar satisfactoriamente para el creyente la presencia del orden establecido.

Pero cuando ya no hay fe parece absurdo hablar de milagros, pues ya no se reconoce la presencia de nada que sea superior a la razón misma y a la posibilidad de juntar y separar elementos infinitamente para establecer ordenes, esa parece ser la condición de nuestro tiempo, cuando ya ni siquiera se puede tener fe en la razón toda vez que ésta ha mostrado sus grandes limitantes.

Por fortuna para nosotros, seres sin fe en lo divino ni fe en la razón, aún nos queda la posibilidad de maravillarnos: mermada y débil, pero parece que ahí está y que despierta cada vez que nos asomamos por la ventana y, vemos que a pesar de nuestra insistente negativa por reconocer un orden en el mundo y por ver que hay seres vivos con alma-capaces de moverse por sí mismos y cuyo movimiento tiene una finalidad en ellos mismos- siempre nos encontramos más o menos con lo mismo, un sol que aparece todos los días y alguno que otro ser que con sus movimientos nos recuerda que nosotros mismos somos un milagro.

Maigo.

 

La tierra de las maravillas

«La luz del día dio en el rostro de uno que dormía. 

Su sueño fue avivado

pero no despertó.»


Semillas, tierra, tiempo. Luz, agua, más tiempo.  Plántula. Más agua, más luz y más tiempo. Tallo, hojas, botón. Más luz, más agua. Tiempo y más tiempo… ¡Sorpresa! ¡Ahí está la flor! Qué momento. Ese momento grandísimo, mágico, lleno de ruido y lleno de silencio. El instante, delicado y delicioso, en el que la norma se olvida, el uniforme se quita y la realidad truena. Instante en el que todo deja de ser gris; deslumbra, retumba y ciega el amarillo. Aquel «ahora» , tan fugaz y eterno;  que nos va dejando pero se imprime en nuestra alma y  nos mueve tal vez para siempre. El momento en que lo común y monótono deja de ser. Ese momento en que huye lo aburrido y se rompe el tedio: el momento del asombro. Ver nacer al sol o a una flor. Los ciruelos o las jacarandas. Mirar las estrellas o tus ojos. La lluvia y su olor. El mar, su baile y su canto. Las palabras y sus eternas aventuras. La vida y la muerte. Los sueños, el amor, el mundo…Sí, todo esto nos asombra. El mundo entero está hecho de delicados instantes; asombra siempre si se le pone tantita atención. Ver desorden en el orden, hacer desorden por el orden. ¡Ahí! Ahí comienza todo. Ahí comienzas tú y comienzo yo. Ahí comienza el hombre y se eleva como un Dios.

En su columna del domingo “Testamento educativo” (en el Reforma), Zaid habló de la síntesis de Latapí sobre educación. Resumo: educar es formar el carácter. La educación debe tomar en cuenta el salto que se produce a los once o doce años, cuando empieza la autoconciencia y el diálogo con uno mismo, cuando se descubre la maravilla y la riqueza del pensar. Hay que educar los sentimientos. El éxito es importante para el desarrollo personal, pero la educación limitada a ciertas formas de excelencia y competitividad produce analfabetos en el desarrollo de sus sentimientos. Hay que educar para la libertad… “Afortunadamente, las cosas de verdad importantes, como que salga el sol cada día, no están sujetas a la intervención siempre falible de los hombres… los niños están dotados de impulsos que operan por sí mismos. Los seres humanos se educan a sí mismos, a pesar de los males maestros”, concluye. Afortunadamente a asombrarnos nadie nos enseña,  para asombrarnos no dependemos de nadie. Por suerte, aunque todo vaya y venga, el asombro se queda.

PARA APUNTARLE BIEN: Para los días grises: “Todo el mundo descubre, tarde o temprano, que la felicidad perfecta no es posible, pero pocos hay que se detengan en la consideración opuesta de que lo mismo ocurre con la infelicidad perfecta. Los momentos que se oponen a la realización de uno y otro estado límite son de la misma naturaleza: se derivan de nuestra condición humana, que es enemiga de cualquier infinitud. Se opone a ello nuestro eternamente insuficiente conocimiento del futuro; y ello se llama, en un caso, esperanza y en el otro, incertidumbre del mañana. Se opone a ello la seguridad de la muerte, que pone límite a cualquier gozo, pero también a cualquier dolor.” (Primo Levi lo dice en “Si esto es un hombre”).

Algo del señor Latapí: Finale prestissimo, Fondo de Cultura Económica, 2009.

MISERERES: Brasil y Argentina vs. Carrocería mexicana. Arrancan campañas, los gritos y sombrerazos. Fox pide a candidatos campaña limpia (luego le sangró la boca).