«Aserrín, aserrán…»

A diferencia de los Maderos de San Juan, en México pedimos pan y nos lo dan con circo. Ayer se cumplió una semana de que se llevó a cabo la toma de protesta de nuestro actual presidente, Enrique Peña Nieto. Aquel día también tuvo lugar una marcha en el centro de la Ciudad de México para manifestarse en contra del nombramiento de EPN como presidente de la República, suceso que culminaría en una tragedia que aún no termina. Debido a la violencia ejercida durante la marcha se encarceló a mucha gente, la cual fue acusada –todavía continúa el debate de si injusta o justamente– de causar dicha violencia al atentar contra edificios públicos y comercios que se encontraban al paso de la misma, y de la cual alguna sigue tras las rejas. El resultado de tal evento fue el de muchas personas heridas, una que otra posible muerte, muchos indignados tanto a favor como en contra de la causa y millones de dimes y diretes. Pero el cuento no termina allí.

El siguiente circo que se presentó en nuestro país fue el de la muerte del exportero del Pachuca, Miguel Ángel Calero, quien era originario de Colombia y cuya muerte fue resentida por gente tanto del ámbito deportivo como por aquella otra que apenas si había escuchado hablar de él en los últimos días. Lo lamentable del asunto fue que el futbolista falleció a la edad de 41 años por una trombosis que le causó muerte cerebral y, a pesar de que se esperaba que se recuperara de tal padecimiento, el desenlace resultó el más fatal de todos. Con todo, el pesar ocasionado por este acontecimiento sólo duró algunos días en lo que tardaba en llegar el siguiente circo a la ciudad.

Dicho circo es mejor conocido como Teletón y tuvo una duración de dos días –viernes y sábado para ser exactos– y, aunque la euforia no es la misma que provocaba cuando apenas iniciaba el proyecto, cabe destacar que todavía jala la atención de muchísima gente, la cual se reúne ya sea frente al televisor o en el foro donde se lleva a cabo el evento para participar de la magnanimidad de la que hace gala el pueblo mexicano que, por mucho que se encuentre jodido, siempre tiene una monedita que ofrecer para que millones de niños y jóvenes con capacidades diferentes, que padecen cáncer o cualquier otra enfermedad que resulte difícil de curar, pueda recibir el diagnóstico y el tratamiento adecuado para su recuperación –y también, claro está, para que las grandes empresas se hagan cada vez más ricas con los impuestos que deducen con aquellos donativos estratosféricos–.

El sábado también se anunció otro circo: la tan ansiada pelea de box entre el filipino Manny “Pac-Man” Pacquiao y el mexicano Juan Manuel “Dinamita” Márquez, quienes se enfrentaron en el MGM Grand Garden Arena de Las Vegas. Del mismo modo que pasó con el Teletón, la gente se amotinó alrededor de su televisor y en la misma arena para ver quién de los dos se hacía con la victoria que lo coronaría como el mejor en la categoría Welter. Tal encuentro contemplaba doce rounds, pero bastaron sólo seis para anunciar al indiscutible ganador: Márquez, el boxeador mexicano, quien venció a su contrincante con un knockout fulminante. La euforia del pueblo y del vencedor no se hizo esperar y todo fue alegría hasta que al boxeador se le ocurrió dedicarle esa victoria al presidente de México, lo que dividió las opiniones y trajo consigo la discordia.

Por último, y como la semana no estaría completa sin el circo del día de hoy, este domingo se ha confirmado la muerte de la cantante grupera Jenni Rivera, quien falleció al desplomarse el avión en el que viajaba desde Monterrey con destino a Toluca. Sin duda, un suceso lamentable aunque no por eso deja de ser pan y circo para el pueblo mexicano, quien está más al pendiente de toda esta clase de eventos que de aquellos a los que debería prestarles atención como, por ejemplo, el rumbo político y económico que está tomando el país con esta nueva administración. ¿Quién no recuerda el primer circo presentado? ¡Pues si fue el de la muerte de Calero! Así, ¡que viva México, cabrones! Y que nos sigan dando pan con circo.

Hiro postal

Marcha

Cae la gota y rebota contra el zapato que, tiñéndose de carmesí, ha destrozado la flor.

Gazmogno

Amarga Victoria

«Nefasta práctica», dijo en voz alta el soldado. Con un pie sobre lo que antes fue el brioso pecho de un hermoso joven hizo presión y con fuerza jaló hacia sí. En un tronido se zafó la lanza del costillar. ¡Horrible estremecimiento! El ángulo del Sol ya se abatía exhausto, y aún sonaban en la distancia forzados respiros y el golpe de metal con metal, como cuando rebaja su fragor la lluvia y cesa su fuerza minutos antes de que se apacigüe por completo.

«Nefasta -repitió-; tener que lanzar así la jabalina…» Después de suspirar siguió disertando para su audiencia invisible, como quien ensaya antes de presentarle al foro su discurso: «Nadie debería venir al llano a morir sin saber lo que enfrenta, muerto de lejos, cobardemente y sin defensa. Es lo mismo que caer quebrado por un rayo, o ahogarse en las honduras del mar vinoso.»

Detrás de él, su general alcanzó a escuchar lo último, y dejó salir una risa compasiva. En sus manos se confundían su sangre y la ajena, pero sus ojos las distinguían. Cuando el soldado volteó de súbito al ser tomado desprevenido, de la marcada sonrisa de su superior salieron estas palabras: «Cuando miras a tu enemigo a la cara y sabes que uno de los dos morirá; cuando le dices tu nombre, le relatas tu linaje y presentas tu casa y tus logros; cuando escuchas los suyos y aprietas las manos al mango de tu espada; cuando haces todo esto, ¿sabes tú a lo que te enfrentas?»

El soldado pronunció un agudo silencio, y después miró a su general marcharse a ordenar los honores funerarios de los amigos caídos.