Sentenciar una sentencia

¿Cuántas de nuestras frases podrán recordarse más de diez años?, ¿cuánto de lo que escribimos es leído? Escribimos con la convicción de afectar como nos afecta a nosotros la idea antes de ser escrita. Claro que esto no sucede en todos los casos y al momento de escribir mi idea previa fui víctima de mi propia convicción. Pero las ideas que más nos emocionan son las que más creemos que emocionarán. ¿Las ideas que nos emocionan después de ser leídas más de veinte veces, de pasar por un escrutinio más celoso que el padecido por los libros de Alonso Quijano, el bueno, serán las que merecen ser públicas? Creo que la respuesta tiene tantas variantes como las maneras en las que puede ser preguntada la idea, enunciada la pregunta. Lo único cierto es que pocos o ningún usuario de las redes sociales revisan lo que piensan antes de ser atrapados por sus propias ideas.
Previo a intentar reflexionar una sentencia con la que sentencia  Montaigne encontré una afirmación que criticaba una película por su adelanto de dos minutos. Además de impresionarme por la capacidad intuitiva de la prodigiosa crítica de cine (análoga, supongo, a la capacidad con la que Edgar Allan Poe leía las primeras páginas de las novelas de Dickens y adivinaba sus desenlaces), me di cuenta que la sentencia sentenciaba más una idea cercana a la referida persona que a la película. Es decir, se sentenciaba más a ella misma que a la película. Esto no quiere decir que el creador del filme no sea sentenciable, aunque todos sus trabajos pasados sean dignos de elogio, y algunos hayan sido elogiados por festivales importantes. Lo que quiere decir es que cualquier persona en redes sociales puede sentenciar cualquier cosa como quiera hacerlo. Puede criticarse a un cineasta premiado que no sabe hacer cine, a un escritor laureado que no sabe escribir porque abandonó a su pareja, hasta puede decirse que una novelista no sabe nada de la migración porque nunca fue migrante (aunque la novelista sea mexicana y viva en Nueva York). Lo importante es perseguir adeptos que compartan las sentencias o hacer manifiesto que el enojo personal debe convertirse en una idea general. La ventaja, así como la gran desventaja, es que en las redes un día puedes ser ensalzado y al día siguiente vilipendiado (en el mismo tema y con la misma fuerza). No hay adjetivos fijos, ni categorías que puedan establecerse. No hay memoria. En las redes sociales no vale la pena escribir. 
Si las proezas o yerros de Julio César se dieran en la actualidad, tal vez se harían tendencia en Twitter. Afortunadamente no fue así. «La suerte está echada» se entendería como un grito de guerra o una frase de paz, una búsqueda de alianzas o la desazón que se siente al no alcanzar dulces en una tienda. Aunque la frase necesita de un contexto más preciso, es demasiado breve para las imprecisas aguas de las redes sociales. La siguiente idea me parece que no lo requiere: «Merced a un vicio común de la humana naturaleza acontece que tenemos mayor confianza y temor mayor en las cosas que no hemos visto, y que están ocultas y nos son desconocidas.» Dado que nuestra hiper especialización y nuestra aversión al conocimiento nos llevan a desconocer mucho y no saber nada, pero a afirmar cualquier cosa, no podemos saber si Julio César tenía razón en lo que decía. Precisamente porque esa frase difícilmente entraría en las redes o sería vista con la convicción con la que fue escrita en la específica academia es que la sentencia del general romano merece ser recordada.

Yaddir

Recordado olvido

 

Recordado olvido

 

Hoy es otro el ejercicio. Primero, revisito “Olvido”, un breve poema de Cavafis compuesto en mayo de 1896. Uso la revisitación para construir un soneto. El soneto intenta desplegar y visibilizar un olvido. ¿Se logra? Daba para un juego, lo sé.

 

en un invernadero cautivas

tras los cristales olvidan las flores

de los rayos del sol los calores

y el pasar de las húmedas brisas

 

no serán muy distintas las vidas

que en temores sopesan los hombres

por la luz la verdad los amores

olvidados en tanta evasiva

 

no diré de aquellos los nombres

que se olvidan en medio de prisas

soliviantan alegres colores

 

enclaustrando tan crueles sus risas

que por arte quisieran las flores

crezcan bellas felices y vivas

 

Námaste Heptákis

 

Escenas del terruño. 1. «Vamos requetebien», dice la publicidad oficial. Mientras, nos enteramos que durante los primeros cuatro meses del año el pago de intereses de la deuda superó al gasto de inversión. ¡Ya vienen los ochentas! 2. ¿Y nadie va a levantar la voz por la intromisión del nuevo régimen en el ITAM? ¿A nadie le molesta que el presidente le haya dicho a alguien que no acepte la postulación como rector? Meade no será el nuevo rector del ITAM. 3. El canciller perdió ganando. Sí, el presidente pidió un aplauso para él por la negociación con Estados Unidos sobre el tema de la migración y los aranceles. Problema será cuando la amenaza, pasados los 90 días de plazo conseguidos en la negociación, vuelva: la responsabilidad caerá en Ebrard. E incluso entonces, si logra un nuevo acuerdo, falta el problema interior. Con lo acordado hasta ahora Marcelo se vuelve el blanco de ataque de los radicales de izquierda (dentro y fuera de la 4T): militarización de la frontera, compromisos comerciales con productos agroalimentarios y detención de migrantes. ¿Acaso el triunfo del canciller no es la derrota de sus aspiraciones internas? 4. Miente el Consejo Mexicano de la Familia (una de las caras públicas del Frente Nacional por la Familia) al decir que el lobby gay de México denunció a Agustín Laje y Nicolás Márquez para que el presidente prohíba la entrada de ambos al país. No se trata de una denuncia, sino de una advertencia que sostiene que el discurso de odio promovido por ambos es un riesgo para el país. Además, no todos los que apoyaron la petición forman parte del colectivo al que acusan de la promoción. El que esto escribe, al menos, está convencido de que la promoción del fascismo como vía católica es una perversión de la fe, una hipocresía y un peligro para la política nacional. Invitados todos a enfrentar al fascismo en la Ciudad de México el próximo jueves 13 a las 10 de la mañana, en la Universidad La Salle.

Coletilla. “El amor no es un fuego que se oculta en un alma: todo nos traiciona, la voz, los ojos, el silencio”. Jean Racine

Titila

Escribir como si supiera lo que digo, resultó ser una tarea mucho más difícil de lo que imaginé. Verá, soy un excelente mentiroso en la vida real, y me he venido a dar cuenta que me valgo de recursos físicos más que de los artilugios retóricos que creí poseer. Es verdad, creí poseer muchas otras cosas más, que ahora me parecen más caducas que la infancia. Algunas de ellas debieron ser bonitas, como dicen los libros que son las estrellas, como dicen los médicos que es el leer. Otras, por necesidad, feas y vergonzosas, pero aún así las extraño por igual. Creí poseer la habilidad para engañar a la muerte, un nombre, una casa, una esposa, tres hijas. Tal vez se acuerden algún día de mí, tal vez me acuerde algún día de ellas. Tal vez, si no he aprendido a mentir aún por escrito, algún día mi diario (si es que poseo alguno) me ayude a recuperar el tiempo perdido. Lo que sí me recuerdan a cada momento, es que tengo los recuerdos perdidos, y una enfermedad cuyo nombre no recuerdo cómo deletrear.

Funes 2.0

Funes 2.0

Ahora que mi computador no sirve, me he dado a la tarea de pensarme frente a ella. Primero, observo el monitor que antes controlaba o regulaba con mis manos, ahora está apagado, silencioso, finito. ¡Qué bello es lo finito! Por fin el rumor del mundo se ha callado, lector, o mejor dicho, la vorágine del acontecer donde lo mismo confluyen noticias de Moscú, Siria, El Cairo, la cuadra de al lado; el mundo en paquete, la información como para volvernos locos se ha silenciado. Recuerdo hace unos segundos, el aniversario de tal escrito, hora el divorcio de J y P actores, más abajo el estreno de… y la muerte de… Extensión infinita, la forma de la internet.

El acontecer de todos los tiempos y espacios están ahí. Mirar el infinito y guardarlo en el bolsillo es de enfermos. No acuso para librarme del diagnóstico, sino para mirar de cerca algo que ha tiempo no me hago. Como Funes el memorioso me siento frente al monitor: amo de un todo inconexo. El mundo, por otra parte, necesita orden, de otro modo no lo entendemos. El poeta, por ejemplo, cuando crea (ordena) lo hace consciente de que el otro a quien habla o muestra su obra, ve las acciones, pasiones y situaciones del mundo que ha dibujado su pluma. Pero él no nos muestra el todo (eso sería el reflejo del mundo sin dios, sin creación ni verbo o voluntad creadoras), sino sólo una parte, la que él vio. Así se lee y se comunica mejor.

Sería imposible hablar con todo el mundo sobre todo el mundo. Nuestros temas siempre se limitan a unos cuantos que dan cuenta de nuestros gustos y preferencias, y que bien explorados hacen la conversación más que deseable. Es verdad que algunos temas se irán añadiendo, dejando otros en el cajón de los recuerdos. Avanzamos con paso de tortuga. La Internet, por otro lado, no. Ella avanza a la velocidad de mil voces por nanosegundos, esquizofrenia en un clic.

Todo esto da cuenta de que el hombre no está hecho para el infinito por su naturaleza finita, pero no se confunda el espacio virtual con lo trascendente, pues la conciencia no es un invento de Internet y sin embargo es lo único metafísico con que contamos para conocernos. El ciber espacio nos lanza hacia un espacio virtual que muy poco tiene que ofrecernos. No niego la utilidad de éste ni quiero la época de las cavernas, pero acaso el cavernícola era más sabio de su constitución que hoy nosotros, pues él contaba con el verdadero ocio, ése que no lo alejaba de su ser comunitario.

Si a Pascal le aterraba el silencio de los espacios vacíos, a mí el silencio del infinito me ayuda a ver el desorden en que nuestro pensamiento se abandona y se disuelve al intentar mirar a todas partes dentro del fluido de un río virtual. Contemplamos sin actuar. Asimov nos advirtió de ser aquello que era multivac: Conocimiento impotente. El otro estado del hombre es la voluntad inconsciente, ambas son partes de la negación de la vida.

Javel

Hablando de: Ineptitud. ¿Para qué llevar el remate del libro hasta la nueva residencia de cultura, los Pinos? ¿No tienen las suficientes visitas? No, esto no es publicidad, no puedo pensar mal de AMLO. Seguramente un estudio de los años anteriores del evento y de sus asistentes le han revelado a los organizadores que de por esos lados del mundo es de donde afluye la mayor parte de los compradores-lectores, además de que no hay otros espacios tan grandes para ese evento.

Una disculpa a Tacitus por ocupar un espacio de su día.

Entre las musas y la memoria

Las musas llegaron, puntuales como siempre.

La memoria estaba atenta a las palabras que ellas dictaban, tal vez de nuevo recordaríamos a un tirano, tal vez de nuevo veríamos a las fuentes de la palabra.

Todo parecía perfecto para que a tiempo se publicara, pero la vejez y las distracciones, llamadas ocupaciones no ayudaron para nada.

Maigo

Aroma en flor

(Palabra y memoria)

Es interesante pensar en las actividades primeras del hombre según el Génesis, pues siguiendo el relato, Adán y Eva realmente no hicieron nada más que disfrutar de la vida eterna y el mérito más grande que se le puede atribuir a la humanidad es el de gozar y dar nombre a las criaturas del mundo. Es decir que el gozo que tenemos cuando señalamos con la palabra, es porque aún lo hacemos como un mandato divino. Hablar es de dioses o semidioses, los animales en el jardín primero, no hablaban.

Pero hablar es también una forma de la rebeldía. El hombre habló de más y fue expulsado del paraíso, o si le creemos a Darwin, hablar no es natural. Palabrear es alejarse de dioses, dogmas, demonios o determinismos biológicos. La palabra es la forma más pura de la libertad, pues es a su vez, la parte más visible del alma. Sea como sea, para que el hombre conviva no puede prescindir de la palabra o alguna especie de logos. Aunque la palabra es lo más claro y sinuoso a la vez. Pues oculta y desoculta en la medida en que el hombre es relámpago y sombra. Ya que tan pronto lo ilumina todo como lo obscurece todo. ¿Qué es el hombre?

Desde los aforismos de Heráclito hasta la última novela de Paul Auster, la palabra es reveladora de nuestras preocupaciones, preguntas eternas, así como de nuestro talante. Según Chesterton, “nos distinguimos de los animales porque ellos no hablan cuando comen, se gruñen, pero no dicen qué delicioso te quedó este platillo”, quizá también porque no cocinan. El lenguaje nos vuelve más humanos, nos devuelve en parte al edén original o nos aleja, según entendamos las escrituras y entendamos la libertad.

Pero acaso del edén se nos olvida lo siguiente: que era un jardín cultivado por Dios. Por eso algunos, pensando en su extensión, lo ubican en el Sahara, y otros más modestos en el patio trasero de su casa; algunos más ociosos lo ubican en su alma, o dicen cultivar su espíritu, con lo que quieren decir que también la palabra se cultiva, dando buen fruto.

Para que el fruto salga ha de rastrillarse la tierra, y después el fruto ha de romper desde abajo para que brote a la vida nuestra flor. Vamos en todo del interior al exterior y viceversa. Una vez nacido el tallo, hay que procurarle los cuidados para que sea bello. De otro modo la flor se vuelve pedestre, así como el maldiciente, y no habrá quien diga, qué hermoso aroma tiene la azucena. El aroma viene del alma, la palabra se rompe y esparce su perfume que hemos de saborear por un buen tiempo si el jardinero es hábil criador.

La palabra es caricia etérea, fruto infinito para la sed del espíritu. Siempre estamos sedientos de ella, o tratando de recuperar su aroma: recuerdo. La palabra nos dice quiénes somos, porque volteamos al pasado, pero, ¿quién puede predecir el pasado, es decir, lo que vendrá a la memoria?

Javel

Olvido selectivo

El olvido elige lo que se lleva, aquello que guardará para siempre en su casa y aquello que dejará salir o simplemente asomarse por las ventanas, nuestra memoria difícilmente es fiel ante aquello que nos ocupa, y a veces no permite que el olvido se lleve lo que dolor nos causa.

La mayor parte del tiempo el olvido parece involuntario, no decidimos qué dejarle y qué no, simplemente ocurre y a veces para que no haga de las suyas recurrimos a artilugios que esperamos detengan su paso, pero aún así el olvido sucede, la memoria cambia y el discurso sobre lo acontecido varía conforme se aleja de lo recordado, a fuerza de recordar también se olvida.

Tal pareciera que el camino natural del olvido no puede ser tocado por nada, no voluntariamente, sin embargo, el olvido puede ser invitado a llevarse las cosas que se supone de él se guardan, sólo es cuestión de rememorar y rememorar para que a fuerza de ser tocada la memoria se enrede entre sus propias palabras, incluso el temor a olvidar ciertas cosas nos lleva a no prestar atención a otras y a olvidarlas con la facilidad con la que se pierden las acciones que se suceden siempre.

El olvido puede ser invitado a la mesa, a fuerza de usar la memoria se presenta un banquete para el olvido. A fuerza de contar y recontar con distintas palabras lo que se supone no debiera jamás olvidarse se olvida lo que se hace en octubre, y por recordar octubre se deja a un lado la sangre de septiembre; además recontando lo de septiembre se retoca el humo pasado de junio, y atendiendo a junio se trastocan los otros meses llenos de dolor.

A veces el tiempo es tirano y a fuerza de recuerdos de cosas terribles nos hace olvidar otras tantas cosas peores, otras que nos amenazan y que nos invitan a bajar la mirada ante el peligro que nos asecha.

El olvido elige lo que se lleva y a veces el que olvida elige lo que deja a fuerza de recordar o fingir que bien recuerda.

 

Maigo.