Jugando y reflexionando

He estado jugando videojuegos desde hace dos semanas, una hora por día, de las 11:00 a las 12:00 horas. Decirlo así suena aburrido, como si estuviera haciendo una rutinaria tarea. En algún sentido lo es; preciso mi vaguedad porque, un día antes de comenzar mi labor, escuché a dos personas decir que los videojuegos alienaban. Nunca me ha quedado claro el significado de esa palabra tan ajena a este mundo mortal. Para clarificarla, como para demostrar su validez o su falsedad, me he dedicado a jugar The King of Fighters (de la edición de 1995 a la del 2002) y Metal Slug (1, 2, X, 3 y 4). ¿A qué he llegado en mi indagación?, ¿tan sólo me he divertido? O ¿puedo decir que he alcanzado reflexiones interesantes?

El final de todo juego es el triunfo, sea que éste se logre de manera individual o grupal; en algunos casos se dan empates o no hay ganador, como sucede en el caso del fútbol o en los juegos de baraja. Todos los juegos resultan entretenidos. Pero un juego siempre resulta más entretenido cuando lo ganamos, cuando mostramos, mediante nuestra destreza (adquirida a base de esfuerzo o surgida de forma casi natural) que somos mejores que nuestro compañero, adversario o que nosotros mismos. Cuando jugamos, al mantener activas varias de nuestras facultades, podemos conocernos.

Mi imaginación me permite, cuando juego KOF, asemejarme al personaje que escogí, creer que estoy golpeando, con la seguridad de no salir lastimado, planear una estrategia que me ayude a recibir menos golpes y “poderes”. Con Metal Slug, pasa algo semejante; la única diferencia es que me parece estar yendo de un lugar a otro, yendo de aventuras. Manipulo a la “máquina” para que ésta me permita acceder a sus personajes, jugar y ganar. ¿Esto querrá decir que estoy alienado? Quizá la respuesta sea más clara si pienso en aquellos que eluden sus responsabilidades por mantenerse jugando. ¿Se vuelven adictos al efímero placer de ganar?, ¿quieren tener la ilusión de que son peleadores insólitos o grandes aventureros, pues en sus vidas no son capaces de matar un bicho ni de estar sin su celular? O ¿se encuentran cansados de las actividades a las que se sienten atados y jugar les permite alejarse de su yugo? Creo que no tengo una respuesta general para todas estas preguntas; me parece que, al no haber un sujeto abstracto universal, hay diversas clases de jugadores y, entre esas clases, jugadores por motivos diferentes. Tal vez haya hasta quienes apuestan y, como dice Stefan Zweig sobre Dostoyevski, disfruten el placer de ganar dinero en poco tiempo, con poco esfuerzo.

Hay una diferencia clara entre los videojuegos y los juegos restantes: el ejercicio de nuestras actividades; los segundos permiten que las facultades se ejerciten y, en algunos, propician la convivencia humana; los primeros no exigen tanta reflexión, casi ningún ejercicio corporal, además pueden desarrollarse sin compañía alguna, tan sólo se necesita una «máquina».

Yaddir