Eterno cansancio

Entre el aislamiento se vive un eterno cansancio, cansancio de estar trabajando, cansancio de estar aburridos, cansancio de estar abrumado, cansancio del otro, cansancio de uno mismo, cansancio de lo que estamos viviendo.

Entre las paredes que nos confinan abunda el fastidio: que se hable siempre de lo mismo, de lo que no acaba, de fingir que se hace mucho cuando en realidad no se hace nada.

Entre las palabras que nos decimos se tiene agotamiento, ya no nos mentimos como antes, ya no nos vemos viviendo, y pensamos -¡Ojalá que esto acabe!- y decimos -¡Esto pasará!- y más nos encerramos con la idea de que todo lo que trae consigo el encierro pronto terminará.

Entre las palabras, dichas por los que viven en castillos ubicados en el aire,  pasamos nuestro tiempo, nos nutrimos de mentiras, incertidumbres y miedos; y vemos realidades que se imponen, a pesar de las buenas intenciones, a pesar de nuestros más profundos deseos.

Entre discursos y frases, entre negociaciones y miedos nos morimos de cansancio o de hambre o de miedo, a veces sólo pensando -ojalá que no me vea de nuevo, soy lo opuesto de Narciso, mi reflejo muestra a Hefesto-

Nos cansamos de nosotros y de nuestro profundo silencio, nos cansamos de no tener nada que decirnos, de ver cómo hemos vivido, de sentir la soledad y el miedo, y pensamos que cuando acabe la cuarentena no tendremos que vernos a nosotros mismos de nuevo.

Maigo.

Imágenes en cuarentena

En estos días de encierro hemos sido testigos del poder de nuestra imaginación. Ante la falta de explicaciones claras y fáciles de entender, las imágenes se superponen una a otra sin un orden claro o que sea claro para nosotros. Imaginamos que algún poder excesivo, tan fuerte que sabe cómo actuaremos cada persona en el mundo, ideó un virus que debilitará a su contrincante (dependiendo qué fobias y filias tengamos, el contrincante puede ser China, Rusia o Estados Unidos, aunque el preferido es el primero porque ahí empezó el Coronavirus) hasta dejarlo tan débil que ya no sea peligroso. Imagino que el favoritismo por esta clase de explicaciones proviene de creer que en cualquier momento la potencia creadora de la enfermedad dará la cura. Imagino que las imágenes que tenemos de los comunistas contra los yanquis, reforzadas por cientos de películas, son las que nos hacen creer que en el mundo siempre hay poderes que están en pugna por el control de todo el globo y los ataques entre ellos cada vez son más sofisticados. En nuestra casa, con claros límites para actuar, nos gusta imaginar en la existencia de regímenes que controlan hasta lo que respiramos.

Tal vez habituados a la constante interacción con nuestros semejantes, el no verlos o el verlos poco nos lleva a imaginar que tardaremos mucho en verlos, nos lleva a imaginar los peores escenarios. La repetición de las imágenes de lo que pasa en otros países nos lleva a imaginar que esa será la situación de nuestro propio país, pero cada estado ha actuado de diversa manera, además de que ha tenido una interacción distinta con el centro del virus. Nos imaginamos que el virus puede estar en las manos que nos dieron cambio al pagar en alguna tienda o en la persona que acaba de pasar a nuestro lado caminando tranquilamente.

Hay quienes imaginan los escenarios futuros, qué haremos después de que pase la cuarentena, la exagerada higiene que repetiremos y enseñaremos a nuestros hijos y nietos. Con optimismo semejante están quienes se ríen de la situación, aunque para otros sea ofensivo. Pero si esas imágenes no estuvieran en ellos, si no pudieran reírse en esta situación, quizá entristecerían. Las imágenes nos pueden entristecer, causar inseguridades, pero también alegrar y mirar con optimismo al futuro.

Yaddir

Cuarentena

El texto no llegó, pues no salió de casa

todo lo desinfectó, sus manos las lavó

pero su café se enfrío esperándolo en la taza.

El texto no salió, haciendo gala de paciencia

al guardarse pensó que hacía bien

para dar lugar con su silencio a la ciencia.

El texto se guardó, para no contagiar

con desesperanzas a nadie.

Para no aumentar el miedo,

o para evitar un desaire.

Por lo que haya sido: miedo,

prudencia, amor por el otro,

o por gestos de paciencia,

el texto no apareció.

Lo cierto es, que hoy le tocaba,

pero el texto no salió

porque la cuarentena guardaba

Maigo

Tirano servicial

Hay tiranos que se alegran al servir a otros, ya sea defendiéndolos debido a lo parecido de sus gustos o bien sirviéndolos para evitar perder el poder alcanzado sobre sus súbditos.

Herodes Antipas decía sentirse tranquilo en su palacio, hasta que se daba cuenta de los servicios que debía a los romanos y a todo aquello que lo esclavizaba y lo encadenaba a cumplir con las promesas que no quería, por una danza mató al Bautista, y tiempo después juzgó a la ligera cegado por la risa y las bellezas de su corte volviéndose incapaz de reconocer la inocencia en quien, a diferencia de él, era libre de verdad.

Maigo

El gusano mentiroso

Había una vez un gusano temeroso viviendo en las cálidas tierras del trópico. El protagonista de esta historia temía a las aves que veía en el cielo, temía a los monos que de los árboles bajaban al suelo, temía de su sombra y su propio reflejo lo asustaba, éste le mostraba como alguien viejo, con la cabeza de algodón y el corazón debilitado por tantos berrinches hechos en la vida.

Cuando era joven se dijo estar cansado de tener miedo, quiso tener igualdad y presto trató de volar o de saltar pero nunca logró despegarse del suelo.

El gusano creyó que si no podía ser como los otros, los otros debían ser como él, pero ante todo creía que los demás le debían sumisión y respeto porque sus ideas eran grandes, aunque faltas de juicio porque todo lo veía al nivel del suelo, el gusano además de débil era miope y medio sordo, porque no escuchaba a menos que se agacharan para verlo.

El protagonista de esta historia estaba resentido por no poder salir del suelo, así que se decidió a formar un nuevo reino, con la promesa de transformar la realidad convenció a otros animales temerosos como él de que ya era hora de cambiar el orden y de dejar de gobernarse por el miedo, pero siendo gusanos aquellos que lo seguían tenían miedo de los animales grandes.

El gusano protagonista de esta historia, queriendo cambiar la narrativa decidió que había que denunciar e insultar al rey de la selva, y para atraerse a los animales grandes que le podrían ayudar a la causa se puso a tejer redes con melifluas palabras.

El protagonista de esta narración que se hace historia aprovechó las horas de sueño de animales como los gorilas, o los elefantes, o las hienas, ya que éstos en las horas de sueño se acercaban lo suficiente para escucharlo, es decir al nivel del suelo.

Deseando que el león ya no gobernara por violento, los animales acabaron con su trono y decidieron que el gusano sería más ecuánime, pero no contaron con que el miedo llevaría a un cambio nuevo en la historia que ahora se escribe, pues el gusano se sintió león y pretendió hacer su voluntad en contra de todo lo que es bueno.

El gusano más miedoso, porque ahora estaba en la mira de todos, decidió dividir a quienes por él derrocaron al anterior monarca, puso a los gusanos en contra de los gorilas, de las hienas y hasta de las vacas, los elefantes gritaban y pisoteaban gusanos y el gusano cada día de más miedo se llenaba.

Un día nada afortunado el gusanito miedoso decidió que su inmunidad de todo lo salvaba y decidió prender fuego a la selva y a lo que sobre el suelo se posaba, acabó con animales, árboles y aguas, todos se arrepintieron de haber escuchado sus palabras y mientras el gusano presumía de lo que comía o lo que cenaba entre el fuego se consumía haciendo nueva historia para quien quisiera escucharla.

Maigo

El gobernante del pueblo

Por lo regular aquellos gobernantes que dicen deberse a su pueblo acaban más locos que los que los vitoreaban cuando inician su gobierno. En poco tiempo el miedo a perder el poder conseguido tras muchos años, digamos unos dieciocho, se apodera de ellos; y con tal de afianzar su lugar como mandatarios cortan lenguas y envían a sus opositores al exilio o al cadalso.

A veces surgen defensores de aquellos que inician con un buen gobierno indicando las dificultades de una infancia difícil, llena de austeridades y privaciones, a veces las incoherencias de aquellos que se ganan el título de Gobernante del pueblo, se justifican en la presencia de fiebres.

El caso es que ya sea por dolores y estrés o por las fiebres que atacan a un cerebro débil, en ocasiones aquellos que ostentan el nombre de Gobernante del o para el pueblo, aquellos que dicen deberse a su pueblo, se convierten en seres peores que los opresores de los que supuestamente libraron a quienes los vitorearon cuando llegaron al poder.

Calígula, por ejemplo, estuvo sometido a la voluntad de Tiberio desde que era niño hasta que heredando el trono se convirtió en César. Fueron años de sospechas y de un constante encierro y también fueron años de convivencia con su antecesor Tiberio.

En siete meses se convirtió en Gobernante del Pueblo, y tres meses después de esos siete, de él se apoderaron la locura y el miedo, no quería perder el poder que en sus manos tenía y para mantenerlo se dedicó a asesinar y callar a su querido pueblo.

Ese pueblo que lo vitoreó al ver que en nada se parecía el nuevo César al anterior, especialmente cuando se habían cancelado algunas costumbres de Tiberio. Ese pueblo que se desencantó al ver que tras unos meses regresaban poco a poco las crueles y sangrientas costumbres del gobernante que no era del pueblo.

Maigo.

Despotismo austero

 “El déspota no se atiene a ninguna regla y sus caprichos destruyen todos los otros”

Montesqueu, El Espíritu de las Leyes III, Cap. VIII

 

Algunas personas consideran que es exagerado hablar de tiranos en el contexto de la modernidad, pues el Tirano solía llegar al poder mediante artimañas que casi siempre estaban acompañadas por el derramamiento de sangre: Julio César llega al poder después de haber conquistado a las Galias y se consolida tras la caída de Pompeyo, a su vez el poder de los césares se hace más fuerte tras la caída de las catorce puñaladas en el cuerpo de quien les otorgara su nombre.

Por su parte el tirano Pisístrato, llegó al poder tras derramar su propia sangre y fingir que los miembros de un partido opuesto lo atacaron. El nombre de tiranía para un gobierno que surge de la violencia se consolidó después de que los hijos de Pisístrato buscaran el poder para ellos mismos.

En la actualidad, tal vez no sea tan propio hablar de tiranos, algunos suelen enojarse por ello y es que es molesto ver que en medio del discurso del progreso se desfila en compañía de  leyes y edictos efímeros disfrazados de justicia social, disfraz que a veces emula una de las acciones de Pisístrato.

Tal vez sea mejor hablar de gobiernos despóticos y no tiránicos, pensando en que el déspota es moderno e ilustrado, se rodea casi siempre de eruditos que lo hagan adornarse a él como sabio y a veces se ve a sí mismo como sencillo y humilde porque sin renunciar a ciertas comodidades procura acercarse al pueblo como padre comprensivo y reconfortante.

Un déspota como Pedro el Grande hace y come en platos de madera, obsequia figurillas labradas por sus propias manos, y duerme en cabañas austeras, hechas con maderas finas, las cuales por lujosas y austeras son dignas de resguardarse en museos, una vez que ha pasado el tiempo de su uso.

Un déspota es moderno, y es progresista, caprichoso y hasta berrinchudo, pero disfraza sus antojos con razones y acertijos que se centran en el miedo, ya sea a la pobreza o al vicio.

 

Maigo