Dice mucho del hombre acerca de lo que ríe. No es una vivencia muy clara, pero sí definitoria. Algunos afirman que, por ejemplo, su inteligencia se mide con lo que se ríe. Cierta comedia se subestima por ser muy burda, por reírse de cosas muy simples. Es decir, teatralidad simplona. Otros desprecian cierta comedia por ser muy elaborada; bromas rebuscadas entre cultivados con sonrisa compungida. Lo que sí es común es la ridiculez que implica. Cierta inferioridad criticable despierta la comicidad. Lo digno de risa nos mueve al reconocer su imperfección. En el pastel que cae en el rostro, nos reímos de la torpeza de los muchachos. La señora amante de los viajes que defiende a ultranza la vida interior, es chistosa por la ironía implícita. Los desperfectos, la discordancia, juguetean con nuestro juicio.
Entre la amplia variedad de objeto risibles, encontramos los momos. Más que ser variación del meme, es su develación descarnada. Hereda su reproducción incesante; su repetición monótona. El meme busca ganarse el like del usuario al estimularle una risilla efímera. El entretenimiento por el entretenimiento mismo. El momo se arrastra por él. Es la farsa engulléndose a sí misma. Con el fin de divertirse, el político descubierto en infidelidad pasa como el adolescente travieso que siempre fuimos (o seguimos siendo). El lisiado es el infeliz que no tuvo la fortuna de nosotros. El héroe trae los calzones de fuera o es un anciano imbécil. El Holocausto es lo mismo que un horno de pizzería funcionando. La lucha entre el bien y el mal es una persecución tragicómica. La afrenta fársica atropella todo, machaca incluso su propio nombre: el meme se trastorna en momazo. Da igual si eres angloparlante o hispanoamericano; when lo leas, lo zbras.
Esta singularidad de burlarse de todo pasa como inocuo. El instante inofensivo. Sin embargo habituarse a ello, quizás, introduzca subrepticiamente un cinismo corrosivo. Los aficionados de los momazos se enfrascan tanto en ellos, de turbio en turbio, de claro en claro, que el cerebro termina por secarse. Nada les importa; todo es motivo de escarnio. Prueba de ello la tenemos en la famosa legión Holk, jóvenes que ingieren y producen momos. No ven diferencia entre invadir páginas de internet, dinamitarlas con visitas, que intercambiarse fotos de jovencitas desnudas o destruir la reputación de alguien. Todo está permitido, todo es una broma divertidísima. Sería injusto acusarlos de inmorales. El amante del momazo se reconoce cínicamente como amoral. No es la sabiduría jovial del cristiano, ni la sabiduría irónica de Sócrates, ni la sabiduría trágica del nihilista; es la estupidez e indiferencia del burgués.