Visitas

Sé que no lo soñé, y sin embargo me sigue pareciendo tan irreal como si hubiera sido un invento de los caprichos de mi imaginación.

Poco tiempo hacía que había vuelto a mi cama después de complacer las necesidades de la naturaleza. La lluvia en el exterior hacía de la noche una delicia para cualquiera y un tierno arrullo para el cansado.

Debo admitir que me encontraba haciendo las paces con Morfeo mientras retorcía mi cuerpo sobre el desgastado colchón, cuando, muy a lo lejos, tenía encendida a modo muy tenue y tibio, el ardiente deseo que vinieras a buscarme, a buscar calor bajo mis sábanas y encontrar cariño en mis brazos. Sin embargo, al carecer de un genuino don de telepatía, esos deseos debían, como todas las noches, ser ahogados por la pesadumbre de los mundos oníricos que visito por necesidad.

Faltaba mucho para perder la consciencia, es por eso que aseguro que no fue un quehacer de mi imaginación, el que la puerta de mi habitación se abriera de repente con demasiado cuidado, como quien busca entumecer el ruido y no despertar al resto de los habitantes de la casa, como lo haría un ladrón o un amante temerario. Fue esta delicadeza la que me llamó la atención más que el hecho tan inusual en una noche de sábado. Como es natural, esperaba ver tu rostro, a penas iluminado por la luna, cubierto entre tinieblas y frío sonriendo con una mueca de complicidad y deseo.

En cuanto se hubo abierto, no encontre otra cosa que silencio y soledad, no fue un susto lo que terminó ahuyentando por el resto de la noche mi posibilidad de descanso, sino la decepción de saber que no eras tú quien vino a visitarme. Una vez que el escalofrío pasó, me encogí de hombros, me levanté de mi cama a cerrar la puerta de mi habitación y regresé a esperar, que la próxima vez que se abriera, fueras tú quien endulzara mi noche.

Amanece la voz

Amanece la voz

La noche es agua que uno bebe por la brisa.

Un silencio agita mi boca entumecida,

y la mirada embotada cae como una hoja,

presurosa en su leve desprender.

Pasa la hora en que la hierba calla.

Escucho sólo la entraña de mi voz,

preñada por el mundo.

¿Cuántos abrazos miden esta hora?

El amor fatuo es una hoguera diminuta

de milagros sedientos, de vientos mendigos.

Aun cada caricia es una hoja que se seca,

que se derrama por el aire de una mano.

Extrañando un tacto reverdezco.

Nuestra muerte es señal de eternidad.

Pasa una sombra y cruje la hojarasca.

Un parpadeo alumbra la sospecha dócil

de que la noche es el vidrio frágil del sueño

esperando a partirse, como esa cama de hojas.

Cuando su brazo se alce quedará el agua,

la sed furtiva y transparente,

que pide luz para gozar la noche.

 

Tacitus

Espejo a media noche

Espejo a media noche

 

Al amainar la lluvia, la gota de un suspiro inunda neblinosa la tristeza. De pronto el claro: sólo vaho paciente a la intemperie. Y apenas media noche…

 

Námaste Heptákis

 

Escenas del terruño. 1. Héctor de Mauleón presentó la historia del «Comandante Fierro», el hombre detrás del aumento de la violencia en Colima. 2. Algunos dirán que es estilo personal, yo creo que se trata de convicción democrática: periodista censurado que sale de una estación de radio y que en lugar de ponerse al centro a protagonizar el drama persecutorio aprovecha la atención pública para reflexionar sobre el estado actual del periodismo, de la radio y las condiciones políticas que favorecen la censura. Lean a Leonardo Curzio. 3. Entre las iniciativas rousseaunianas tras el terremoto del pasado 19 de septiembre, cabe destacar doblemente una de ellas dedicada a verificar la información compartida en redes sociales de manera que fuese posible distinguir las fake news de las notas reales. Me llamó la atención que al grupo de verificadores no le interesara verificar las versiones que afirmaban «el rebasamiento del gobierno». Las sospechas se me hicieron más fuertes al leer el sábado 23 las dos notas principales de La Jornada, una en que se mentía sobre la esposa del señor que ostenta el puesto de gobernador de Morelos y otra «nota» editorializada como «el gobierno rebasado ante la tragedia». Proceso del 24 siguió con lo mismo. Para los días siguientes los verificadores no se interesaron en verificar la información. Y el pasado 11 de octubre, cuando un señor adinerado presentó el informe de sus donaciones (o para ser más preciso: de lo que sus empresas recaudaron en donaciones), la sentencia del multimillonario fue que en el sismo «el gobierno se vio rebasado», que por ello «la sociedad se organizó sola». Y no sólo se dejó su afirmación sin verificar -como ya había pasado en enero-, sino que al día siguiente me encontré con toda una carta de amor revolucionario en el sitio progre de una romántica irresoluta. A qué don Carlos, tan transparente en sus donaciones y tan opaco en sus campañas mediáticas. 4. ¿Ya vieron el programa de La ciudad de las ideas? ¿Ya vieron la promoción «humanista» del Yunque? ¿Y vieron que entre los invitados está un empresario que, ¡chin!, es aliado de AMLO? Insisto: no se trata de ganar, sino de posicionar la agenda.

Coletilla. Segundo encuentro «Libertad por el saber«. En esta ocasión dedicado a las revoluciones: mexicana, cubana, rusa, pero también a Darwin, Lutero, Bach… Y si no pueden ir al Colegio Nacional, hay transmisión en vivo. Y si no pueden verlo en vivo, podrán verlo en Youtube después del evento.

Ahogado

Se ocultó el Sol. Primero tras los campos trabajados que veían el fin de la jornada. Poco tiempo después, lejos en el puerto, lo vieron ponerse también. Los juegos reflexivos del mar y las nubes que compartían según su capricho un poco del brillo ígneo que los prendía en las horas más cansadas, inspiraron entonces a un jovencito poeta que vivía cerca de los muelles. Con una entonación infatuada cantó que el gran astro se sumergía en las aguas del océano. Cantó que después de un día sofocante y bochornoso, quiso refrescarse con un chapuzón. Cantó que iba a pasar la noche muy lejos de quien pudiera verlo: lejos de los campos, de los puertos e incluso de los barcos comisionados a arriesgar la vida en soledad. Muy lejos de los ojos desapareció lentamente todo el color de las cosas del mundo. Las acusaciones de los pocos testigos que escucharon la invocación del poeta bastaron para condenarlo, pues al día siguiente, los campos trabajados no amanecieron y los arados quedaron relegados al frío de una noche que duró hasta mucho después que todos los granos y los huesos se hicieran polvo.

Nerudianismo gazmóñico

La tristeza no está en los versos que te escribo, sino en las noches tan oscuras que llegaron tras tu partida.

Gazmogno

Mariconada

“Que ser valiente no salga tan caro,
que ser cobarde no valga la pena.”

Joaquín Sabina

Lo había olvidado por completo: esa noche había toque de queda. Tan atareados estábamos con todo lo que había que entregar que pronto perdimos la noción del tiempo. Lo único que logró sacarnos de nuestro trance fue el ulular de la sirena que anunciaba que todo el mundo, sin excepción, debía permanecer donde estuviera.

Por un momento suspiré de alivio, pues a pesar de todas las horas trabajadas, no veíamos para cuándo terminar y era primordial que el trabajo estuviera listo mañana a primera hora, con lo que quedarnos toda la madrugada nos sacaría del apuro. No obstante, cuando vi el rostro horrorizado de mis colegas alrededor mío, recordé lo que realmente significaba el toque de queda: cortarían los suministros de agua y energía eléctrica, por lo que las idas al baño estarían prohibidas y ni siquiera tendríamos oportunidad de terminar nuestro trabajo. Por si eso fuera poco, pasaríamos la noche en vela con hambre y frío en el pequeño cubículo que nos correspondía dentro de aquel solemne edificio de oficinas corporativas, cuidándonos los unos a los otros de que no fueran a llevarnos los militares con ellos. ¡No, no! ¡Eso era! El pavor reflejado en sus caras era a causa de los militares, ellos eran lo peor del toque de queda: nadie que se fuera con ellos regresaba… vivo.

Ni me enteré quién o cuándo, pero la puerta ya estaba atrancada cuando me acerqué a ella. Como si fuera la señal que hubieran estado esperando, los militares cortaron la luz y al pequeño cubículo se lo tragó la penumbra. No quedaba más que esperar a que la noche menguara y al final la mañana vendría. Lamentablemente, no llegaría para todos…; eso era un hecho. Porque los militares, ellos sólo buscaban un pretexto para llevarse a cualquiera; se hubieran llevado a su propia madre de haber podido, no me cabe la menor duda. Por suerte, ninguna de ellas vivía, pero nosotros… Pues no era un secreto para nadie que para enlistarse como militar había que cumplir un solo requisito: ser huérfano de madre, y aunque nadie sabía realmente por qué, todo el mundo tenía su teoría al respecto. Yo, por ejemplo, pensaba que se debía a…

-¡Cueeelloooo!- Nadie que escuchara ese grito en el toque de queda podía augurar nada bueno. La sangre en mis venas se congeló al instante y por un momento no supe qué hacer. Simplemente atiné a desviar la mirada hacia la ventana que se encontraba a un costado mío y entonces vi pasar una sombra corriendo despavorida por el pasillo hasta que se perdió entre la muralla de cubículos contiguos. El corazón comenzó a latirme desbocado y sentí fluir la adrenalina por todo mi cuerpo. Quería huir, cerrar los ojos, gritar, ¡algo!, pero era imposible: mis ojos estaban fijos en la ventana como si ésta me hubiera hipnotizado. Segundos después, una luz comenzó a iluminar tenuemente el codo del pasillo. En ese momento salí de mi trance y, tan pronto como recuperé la movilidad, por instinto, me dejé caer de espaldas en el rincón que había entre la puerta y la pared para esconderme con los latidos de mi corazón perforándome los oídos. Caí precipitadamente al suelo y, para cuando mis nalgas tocaron el piso, mi cuerpo temblaba frenéticamente de pies a cabeza sin que yo pudiera controlarlo. Entonces noté que mis colegas, tan desesperados como yo, buscaban refugio inútilmente, pues por el vidrio traslúcido de la ventana cualquiera que se asomara podría vernos.

Después de eso, todo ocurrió demasiado rápido. Escuchamos claramente cómo el eco de unas pisadas aumentaba de manera estruendosa con cada segundo que pasaba y finalmente los dueños de ellas aparecieron frente a nosotros. Seis o siete figuras deformadas por la luz proveniente del pasillo carcajeaban al unísono mientras se divertían hostigando a un bulto que caminaba dando tumbos. Lo siguiente que supe fue que el bulto cayó al suelo con un golpe sordo y, por la angosta rendija situada debajo de la puerta, alcancé a ver el rostro del bulto aquel. Horrorizada, abrí los ojos y ahogué un grito de terror mientras intentaba pegarme lo más posible al rincón. Habría reconocido esa cara en cualquier parte, incluso con toda esa sangre que ahora chorreaba de ella, pues le pertenecía a Germán, mi mejor amigo en este mundo de porquería.

Reconociéndome a su vez, Germán intentó estirar la mano hacia mí mientras me suplicaba ayuda con la mirada y yo, en vez de acudir lealmente a su llamado, llena de miedo, me hice para atrás en un acto reflejo y lo último que vi en sus ojos antes de que los militares lo arrastraran lejos de allí fue el dolor de saberse decepcionado y abandonado por la única persona que le juró que nunca lo dejaría solo: ésa era yo…

Germán había muerto abatido a golpes por haber sido acusado falsamente de “marica” ante los militares y no había cosa que ellos odiaran más que a un homosexual, fuera éste hombre o mujer. Lo cierto es que yo resulté ser la verdadera marica y mi penitencia consistía en vivir sabiendo esta terrible verdad.

Hiro postal

Desvelo

Descubro mis ojos para velar tu sueño.

Maigo.