Salió el sol

Cuando despertó ya se había terminado el ruido de la tormenta. Por fin había pasado el momento de ir a la deriva, en el cielo había una promesa, la promesa de la salvación y de la vida.

Sus ojos, ahora llenos de sueños, se percataban de todo el trabajo que había, ya no se trataba de alimentar a los animales o de calmar a los miembros de la familia.

La vida se había salvado y la promesa en el cielo era el sello garante de ello.

Noé salió del arca, llevaba consigo una pala, pues había que enterrar a aquellos, que por incrédulos, no lograron ver el arcoíris.

Maigo

Inundación

Cuando se tienen las manos manchadas de sangre, la lluvia no alcanza a lavarlas, los ríos no pueden limpiarlas, y rojos se tornan por la muerte de los recién nacidos. La tierra se mancha y el aire se cubre con su rojo olor, el hedor de la muerte se respira por doquier y el aire que era limpio adquiere otro color. La sangre lo llena todo tras años de guerra, injusticia e indignidad, el calor nos recuerda a cada instante que bajo la tierra se han sembrado semillas que piden distintas cosas, unas quieren paz y otras desde las profundidades piden venganza con los gritos desesperados que se emiten desde las entrañas del olvido.

Se pide la lluvia, rogando por la vida de hombres y animales que van dejando sus restos en el desierto, y el cielo se apiada mandando agua suficiente para vivir, y otra tanta para lavar la mancha que tiene cubiertos a los hombres. Por desgracia esa mancha es tan grande y profunda que debe caer el agua contenida en todos los cielos, de modo que la sangre deje el lugar que ha ocupado y se lo ceda a la compasión que no es lástima y a la esperanza que no es vana ilusión.

Ojalá que con toda el agua que trae la inundación se vayan las iniquidades que nos impiden ir en el arca con Noé.

Maigo.