Palabras de oficina

Hace algún tiempo, impreciso por el contraste con mi actual situación, tuve la oportunidad de estar en una posición donde podía darle mi estilo a un área de trabajo. No era jefe, era un subordinado. Para ser sinceros no era exactamente como mis otros compañeros, aunque para recursos humanos lo era. Pero esto no se trata de mí. Uno de esos días en los que tenía más responsabilidades, vi que mis compañeros se reían incansablemente. No sé si fue el estrés, mi paranoia o qué, pero sospeché que yo algo tenía que ver con su risa. Al acercarme a ellos lo comprobé. Tenían una lista que parecía ser un diccionario. Ellos sabían que a mí me gusta escribir. Pero no quisieron hacerme partícipe del ejercicio. Se dieron cuenta que los observaba, así que excusaron mi ausencia diciendo que lo de la libreta era cosa del momento, nada muy importante, ni que me afectara a mí o a nadie de la empresa. Les dije que no se preocuparan. Su lista era asunto de ellos. Pero lo que a todos nos concernía era que el trabajo estuviera a tiempo. Nos dispusimos a trabajar como cualquier otro día. Obviamente la curiosidad me ganó. Revisé su lista. Me sorprendió lo que vi; tanto que la comparto:

Estrés: preocupación causada por la diaria amenaza de que si no se termina el trabajo te pueden despedir.

Jefe: administrador que está pendiente del trabajo de sus empleados; en ocasiones asume el papel de padre.

Junta: espacio de obligada reunión para, obligatoriamente, perder tiempo señalando lo que debe hacerse en lugar de hacer lo señalado.

Provechito: palabra que ningún oficinista deja de decir cuando ve a un compañero comiendo o disponiéndose claramente a ingerir alimentos. Se suele dar énfasis a la importancia de ese momento alargando alguna de las dos últimas vocales. No importa el puesto o la empresa en la que estés, decir provechito muestra la esencia de un oficinista.

Compañeros: los mejores aliados o los peores enemigos. Salvo en la guerra, en el trabajo un buen compañero es como un ángel; uno malo es su claro opuesto. Bien lo dice el filósofo, sin buenos compañeros no valdría la pena vivir.

Situación temporal: sinónimo para referirse a un momento que se distiende en el tiempo con un claro inicio pero con una fecha de termino incierta. Situación indefinida. Ejemplo: «El que trabajes los fines de semana es algo temporal».

Ascenso: promesa semejante a la que hace un candidato público en campaña.

Yaddir

El diálogo en la oficina

Trabajar en una oficina es querer contradecirse. Se entroniza el diálogo, pero las voluntades particulares (los yoes trajeados) gustan de imponer sus deseos; se alaba la empatía, pero cuando se le pregunta a alguien “¿cómo estás?” sólo queremos que nos responda “bien”. Se busca el éxito personal, pero se trabaja en equipo. Se cree que algo del lugar es propio, pero el puesto es temporal. Se quiere resolver cualquier problema de manera racional (sólo con palabras y suponiendo que el otro está totalmente dispuesto a ser buen compañero).  

Pero la oficina no modifica el alma de sus oficinistas, son los oficinistas los que le dan alma a la oficina y entre sí se forman en ese tipo de persona. La naturaleza humana ya es contradictoria. Lo mismo se toma una decisión por los mejores motivos, como por los peores, buscando a veces evitar lo peor y a veces querer lo mejor, respectivamente. Pocas personas son tan congruentes como para no cambiarles constantemente de adjetivos. Decir algo general sobre las personas es casi imposible, y cuando puede decirse, resulta de poca ayuda para entenderlas. Que el amor sea una serie de químicos relacionados complejamente en el cerebro, no nos ayuda a evitar actuar como tontos, locos, inspirados o una mezcla de las tres cuando nos enamoramos. El neurólogo más sagaz no podrá evitar enamorarse de una persona a la que jamás pensó siquiera voltear a ver en una calle. Podemos desear algo hasta la locura y al momento de obtenerlo comenzar a aborrecerlo. Podemos odiar y amar a la misma persona.

Una mujer odiaba profundamente a un hombre. Él le dijo que quería verla en la noche. Ella sabía que si lo veía, perdería la calma, comenzaría a actuar como una loca. Él tenía el poder de llevarla a la locura cuando quisiera; ella podía hacer que él jamás dejara de pensar en ella. Ambos sabían que si se veían, si cometían el error de encontrarse, no sabrían de lo que serían capaces. Ninguno de los dos quería verse. Ella y él querían verse.

Es falso que las contradicciones nos definan. Pero bajo tanta aparente contradicción, solemos tomar decisiones motivados por algo misterioso, a veces le damos una explicación, en muchas ocasiones la tiene, pero en las más importantes, en las más problemáticas, la explicación es insuficiente o incompleta. No encuentro otro motivo para ello que el percatarme lo poco que nos conocemos a nosotros mismos. Ignoramos por qué odiamos tanto el trabajo de oficina y seguimos haciéndolo.

Yaddir