Algún recuerdo

¿Cuándo los recuerdos comenzaron a ser más importantes que las experiencias vividas en el momento presente? Cuando faltan esas experiencias. El recuerdo tiene una ventaja frente a la vivencia que sigue aconteciendo: es completo. Pese a que lo actual sea pleno, en cualquier momento podría echarse a perder, fácilmente se puede convertir en una casi anécdota perfecta. La completitud del recuerdo, de un buen recuerdo, tiene la ventaja de no tener desventajas. Las nuevas experiencias desafían la pervivencia de una buena experiencia; la experiencia que pervive es un recuerdo; el recuerdo que sobrevive a los demás recuerdos, es un buen recuerdo. Pero recordar no es reproducir exactamente un momento segundo a segundo, es recolectar, escoger qué se va a recordar y qué se va a olvidar. No hay que olvidar al olvido al momento de recordar. La memoria trae al presente lo que se quiere traer en ese presente. Ese recuerdo no es exactamente igual si el presente se percibe como bueno o como malo. La cuarentena nos ha hecho recordar, y también nos hará olvidar. ¿Qué recordaremos de la cuarentena?, ¿qué querremos recordar de la cuarentena? Olvidaremos mucho. A los que la desgracia no nos ha afectado con una pérdida, supongo que poco recordaremos, algunos momentos difusos, nunca claros y mucho menos fechados. Tal vez el constante contacto con algunas personas que parecían desear convertirse en olvido. Casi involuntariamente compararemos nuestra dicha (o desdicha) presente para sentir que no la estamos pasando tan mal. Los recuerdos nos presentan que las cosas siempre pueden ser mejores. Por eso recordamos tanto en este encierro o semi encierro. Supongo que quien recuerda mucho quiere volver a experimentar las alegrías pasadas, aunque sea difícil conseguir alegrías semejantes. Todo recuerdo termina por olvidarse.

Yaddir

De traidores y traicionados

“El auténtico patriota no es el que no va contra su ciudad después de haberla perdido injustamente, sino aquel que, impulsado por un anhelo, trata de recuperarla por todos los medios”

Tucídides, VI 92,4

La traición, nace de manera inmediata en el desacuerdo, pero para que ésta pueda suscitarse es necesario que antes dos corazones latan al mismo ritmo, sin esa igualdad no es posible hablar de traición, sin esa igualdad lo que hay es desengaño ante la hipocresía.

Para creer que Judas efectivamente traicionó a Jesús, es necesario aceptar que ambos caminaron juntos por los mismos senderos y que vieron juntos las mismas maravillas, pero en algún momento los senderos y las miras se dirigieron a puntos diferentes y tratando de recuperar al amigo hacia lo que se cree bueno se le lleva sin notar el dolor que una idea apresurada trae consigo.

Por las acciones de Judas Jesús llegó al calvario, por el amor a la república César terminó su vida por Bruto asesinado.

El discípulo del mesías se quitó la vida al creer que con la muerte del maestro todo había acabado; el maestro en cambio, venció a la muerte y dio sentido al sufrimiento que en la cruz había experimentado.

Por lo que a Bruto respecta, de él sabemos que murió tiempo después de haber entregado a la muerte a quien fue su padre adoptivo, junto con él cayó la república y el Imperio se formalizó, tal y como César lo hubiera deseado.

Y es que el traidor actúa pensando en lo que es mejor y a veces no se percata que justo con su acción empuja al otro hacia lo que siempre había buscado.

Y aunque César y Jesús son muy distintos, ambos murieron traicionados y ambos consiguieron lo que con su vida habían buscado tanto.

Maigo.

Recordado olvido

 

Recordado olvido

 

Hoy es otro el ejercicio. Primero, revisito “Olvido”, un breve poema de Cavafis compuesto en mayo de 1896. Uso la revisitación para construir un soneto. El soneto intenta desplegar y visibilizar un olvido. ¿Se logra? Daba para un juego, lo sé.

 

en un invernadero cautivas

tras los cristales olvidan las flores

de los rayos del sol los calores

y el pasar de las húmedas brisas

 

no serán muy distintas las vidas

que en temores sopesan los hombres

por la luz la verdad los amores

olvidados en tanta evasiva

 

no diré de aquellos los nombres

que se olvidan en medio de prisas

soliviantan alegres colores

 

enclaustrando tan crueles sus risas

que por arte quisieran las flores

crezcan bellas felices y vivas

 

Námaste Heptákis

 

Escenas del terruño. 1. «Vamos requetebien», dice la publicidad oficial. Mientras, nos enteramos que durante los primeros cuatro meses del año el pago de intereses de la deuda superó al gasto de inversión. ¡Ya vienen los ochentas! 2. ¿Y nadie va a levantar la voz por la intromisión del nuevo régimen en el ITAM? ¿A nadie le molesta que el presidente le haya dicho a alguien que no acepte la postulación como rector? Meade no será el nuevo rector del ITAM. 3. El canciller perdió ganando. Sí, el presidente pidió un aplauso para él por la negociación con Estados Unidos sobre el tema de la migración y los aranceles. Problema será cuando la amenaza, pasados los 90 días de plazo conseguidos en la negociación, vuelva: la responsabilidad caerá en Ebrard. E incluso entonces, si logra un nuevo acuerdo, falta el problema interior. Con lo acordado hasta ahora Marcelo se vuelve el blanco de ataque de los radicales de izquierda (dentro y fuera de la 4T): militarización de la frontera, compromisos comerciales con productos agroalimentarios y detención de migrantes. ¿Acaso el triunfo del canciller no es la derrota de sus aspiraciones internas? 4. Miente el Consejo Mexicano de la Familia (una de las caras públicas del Frente Nacional por la Familia) al decir que el lobby gay de México denunció a Agustín Laje y Nicolás Márquez para que el presidente prohíba la entrada de ambos al país. No se trata de una denuncia, sino de una advertencia que sostiene que el discurso de odio promovido por ambos es un riesgo para el país. Además, no todos los que apoyaron la petición forman parte del colectivo al que acusan de la promoción. El que esto escribe, al menos, está convencido de que la promoción del fascismo como vía católica es una perversión de la fe, una hipocresía y un peligro para la política nacional. Invitados todos a enfrentar al fascismo en la Ciudad de México el próximo jueves 13 a las 10 de la mañana, en la Universidad La Salle.

Coletilla. “El amor no es un fuego que se oculta en un alma: todo nos traiciona, la voz, los ojos, el silencio”. Jean Racine

Entre las musas y la memoria

Las musas llegaron, puntuales como siempre.

La memoria estaba atenta a las palabras que ellas dictaban, tal vez de nuevo recordaríamos a un tirano, tal vez de nuevo veríamos a las fuentes de la palabra.

Todo parecía perfecto para que a tiempo se publicara, pero la vejez y las distracciones, llamadas ocupaciones no ayudaron para nada.

Maigo

Olvido y justicia

Olvido y justicia

La memoria persigue al hombre: esta mínima lección que extraje del cuarto cuento de El llano en llamas me ha hecho reflexionar sobre cierta situación incómoda. La situación vino cuando me enteré hace algunos días de ¿por qué los Zetas disolvían cuerpos? Pues para no dejar rastro de sus crímenes, y eso es obvio, pero ¿por qué no dejar rastro?, bueno, pensé, porque es un mal negocio. La memoria es un mal negocio, pues implica sobornar a más personas. El único modo en que la memoria deja de acuciarnos es si la desintegramos, si la abolimos por completo del hombre. La sangre que ahora corre fuera de nuestro hermano, lleva a preguntarnos: ¿Qué has hecho?, casi siempre la voz personal es suficiente, pero si no, la voz colectiva dirá entre estertores ¿Qué has hecho?, para impedir cualquier investigación o introspección es mejor eliminar toda evidencia.

Aquel hombre en el cuento de Rulfo que huye por haber matado a una familia entera, los Urquidi, va escondiéndose de su perseguidor, quizá de su único juez, el recuerdo. El temporal es de sequías, hay espinas y hiervas que lastiman la piel, metáfora de que es un recuerdo malo quien lo persigue o quizá la venganza. El recuerdo como bien sabemos es una marca en nuestro haber, una herida viva, punzante, casi siempre consciente. “Este peso se ha de ver por cualquier ojo que me mire; se ha de ver como si fuera una hinchazón rara. Yo así lo siento.”, el hombre de Rulfo es cainita. ¿Qué inicia la historia de estos hombres, la justicia o la venganza? Sea cual sea, vemos que este hombre no puede negarse su pasado, no disuelve a su perseguidor. El ansia lo carcome, ésa es su marca y su verdugo. El ansia de escapar o ser juzgado; vive sin querer vivir, pues sabe lo que hizo pero no quiere recordarlo. “Se conoce que lo arrastra el ansia. Y el ansia deja huella siempre.” Cualquier acto que haga ahora, después del delito, es indicio de querer escapar. Para un desesperado sólo la muerte o la locura quedan. Él se dará razones durante el camino, “No debí matarlos a todos… Después de todo, así estuvo mejor. Nadie los llorará y yo viviré en paz.” Esta paz es la de un desgraciado, un no hombre, ya que no puede compartir su pasado ni el presente: parece un fantasma, pues cuenta entre lloros que tuvo hijos y que su tierra está muy lejos, pero ni su nombre declara.

Su desgracia se nota más cuando al encontrar al borreguero, el asesino le pregunta si los animales son suyos, “No, son de quien los parió”, contesta el pastor queriendo compartir una broma. El asesino no ríe, está hambriento, ya que se ha tenido que ocultar en el cerro. Regresó a la naturaleza por su crimen, pero este retorno no lo hizo feliz. La posibilidad de compartir la sonrisa y la felicidad siempre pende del hecho de que ambas son públicas. Él regresó exiliado al estado de las necesidades básicas, pero cargado de culpa. El asesino se burla de sí en su tabuco, pero no comparte con nadie el pan ni la dicha. Quiere morir o lavar su culpa, de ahí que se arroje al río varias veces.

Para poder compartir con otros la injusticia hay que convertirlos en criminales. El crimen organizado a eso se dedica, la investigación de Vice news da cuenta de cómo después de destruir las casas de los Garza (cómplices del crimen) los Zetas llaman a la población para que saqueen lo que queda. Si a la justicia no se puede ir, sólo queda el olvido y la venganza. Es peor cuando la justicia quiere fincarse en el olvido. Para el criminal gracias, hay puerta para reincidir, para el afectado, miedo y furia. Pero la injusticia no son casos aislados, hay un deber incluso con quien no conocemos. En el cuento, quien mata al asesino es el único sobreviviente de la matanza original (todo lo mueve la venganza: el recuerdo herido), este hombre piensa en su recién nacido que también fue asesinado, pero “ni recuerdos tengo de ti” dice al hijo muerto, y sin tener recuerdo hizo el rito fúnebre, también le dio sepultura. La vida mancillada es motivo suficiente para hacer justicia.

¿Cómo perdonar cuando la justicia es sacramento del caprichoso mesías? Perdonar al corrupto viene a ser una forma de ganar adeptos; pero al mismo tiempo, la corrupción vista así, vuelve públicas a la injusticia y el olvido. No podemos ser cómplices ni dejar que se nos inculpe.

Javel

Para gastar después

El dos de octubre no se olvida, ¿tendrá su culminación en el primero de diciembre que quiere olvidar a quienes soliviantaron la impunidad?

Olvido selectivo

El olvido elige lo que se lleva, aquello que guardará para siempre en su casa y aquello que dejará salir o simplemente asomarse por las ventanas, nuestra memoria difícilmente es fiel ante aquello que nos ocupa, y a veces no permite que el olvido se lleve lo que dolor nos causa.

La mayor parte del tiempo el olvido parece involuntario, no decidimos qué dejarle y qué no, simplemente ocurre y a veces para que no haga de las suyas recurrimos a artilugios que esperamos detengan su paso, pero aún así el olvido sucede, la memoria cambia y el discurso sobre lo acontecido varía conforme se aleja de lo recordado, a fuerza de recordar también se olvida.

Tal pareciera que el camino natural del olvido no puede ser tocado por nada, no voluntariamente, sin embargo, el olvido puede ser invitado a llevarse las cosas que se supone de él se guardan, sólo es cuestión de rememorar y rememorar para que a fuerza de ser tocada la memoria se enrede entre sus propias palabras, incluso el temor a olvidar ciertas cosas nos lleva a no prestar atención a otras y a olvidarlas con la facilidad con la que se pierden las acciones que se suceden siempre.

El olvido puede ser invitado a la mesa, a fuerza de usar la memoria se presenta un banquete para el olvido. A fuerza de contar y recontar con distintas palabras lo que se supone no debiera jamás olvidarse se olvida lo que se hace en octubre, y por recordar octubre se deja a un lado la sangre de septiembre; además recontando lo de septiembre se retoca el humo pasado de junio, y atendiendo a junio se trastocan los otros meses llenos de dolor.

A veces el tiempo es tirano y a fuerza de recuerdos de cosas terribles nos hace olvidar otras tantas cosas peores, otras que nos amenazan y que nos invitan a bajar la mirada ante el peligro que nos asecha.

El olvido elige lo que se lleva y a veces el que olvida elige lo que deja a fuerza de recordar o fingir que bien recuerda.

 

Maigo.

La inhabitada justicia

La inhabitada justicia

No es nada extraño escuchar que el olvido es fruto de la reiteración. Pero una técnica socorrida en la mnemotecnia más limitada es, precisamente, la repetición. Se repite uno hasta el cansancio para no dejar pasar lo importante; se habitúa uno a la casa y la calle en que se vive porque moramos en ellas. El edificio cartesiano, por ejemplo, ya no parece novedoso: los instruidos saben que la ciencia y la abstracción geométrica son compañeras por necesidad, aunque sería un absurdo pensar que por ello lo conocemos a la perfección. El tiempo tiene un sello indeleble en nuestra alma que difumina su capacidad para mantener lo pasajero. Pero también es cierto que la costumbre conspira con el recuerdo para no dejar pasar aquello que nos agobia de manera cercana. Del dolor uno prefiere no acordarse: ser demasiado optimistas nos obliga a veces a creer que los malos tragos terminan cuando se empieza a refrescar la garganta, siendo la amargura una propiedad de las cosas y no sólo una impresión personal. No es fácil tomarse en serio eso de que la memoria y la atención a la situación política o social florezcan con ráfagas de memes y con la sola abundancia de medios de difusión. No sé si pueda imaginarse un futuro en que la conversación cotidiana pudiera abrirse un poco más a eso que se desea callar, porque no puede creerse que el dolor ajeno producido por la desolación de la fuerza simplemente no figure ante los ojos. Uno se descubre absurdo cuando nota que espera ver la muerte ante sí en cada esquina para palpar la aridez abismal de la sangre que hoy nos inunda; la desolación nos encuentra en el laberinto de la barbarie.

La guerra ha acrecentado, ha arraigado el olvido. No olvidamos las muertes ni las consecuencias de la impunidad, sino la necesidad de la justicia. No fue justo convertir a todos los muertos en la guerra en presuntos criminales: si la justicia requiere de un juicio para ser operada, eso se debe a la condición misma de la acción. Sancho Panza no conocía bien la naturaleza de aquella que le reclamaba la injusticia de no recibir dinero de un hombre con el que se había refocilado hasta que se le ocurrió un modo práctico de revelarla: intentó quitarle aquello que reclamaba para saber qué clase de indignación albergaba, después de haberla dejado ir muy confiada de haber sido pagada como quería. No fue justo haber intentado forzar a un movimiento pacífico que tenía la intención de mostrarnos la oscuridad en que se habían sumido las víctimas a declinar por un partido político de manera pública: lo intentó el hoy Presidente electo con el Movimiento de Sicilia hace seis años. No era justo porque el Movimiento no podía obedecer a los intereses de un grupo de poder, pero ahí se veía ya el interés de la ambición por responder justamente a quienes estaban cansados de ser olvidados. Ni qué decir sobre la vuelta del PRI. Y menos justo será creer en que la pacificación es algo inevitable, en que es necesario un proyecto de nación antes que la justicia misma, que mantiene a la comunidad política.

¿A quién corresponden estas injusticias y errores? ¿Para qué recordarlos y señalarlos cuando los vientos parecen soplar por fin hacia otro lado? Pareciera que la justicia es obra sólo de quien tiene el poder para decidir sobre la dirección de la comunidad. Pero la democracia, si bien no otorga a cualquiera el poder de juzgar, espera, dado que se basa en una elección general, que lo público no sólo nos dé materia para murmurar, sino para opinar sobre lo que se puede elegir en común. El Estado eligió la guerra, pero el ciudadano puede consentir o no, aunque eso difícilmente influya en su compañero de trabajo, por no hablar del Sr. Presidente de la República. Eso ya es un aire que las dictaduras y los totalitarismos no tienen ni por asomo. Por algo será. Más allá del debate sobre lo que ha de hacerse con el crimen y la impunidad, subsiste algo sospechoso en la aclamación popular del “nuevo” régimen: ¿por qué es tan seductora la relación entre el futuro, el Presidente y su proyecto como para estar dispuestos a creer que seremos más justos poniéndonos todos en el mismo coro, en vez de tener oído para las voces que exhalan el tremebundo dolor que forma también parte de nuestra fisonomía? Parecía inútil, pero el Movimiento por la Paz hizo algo más atinado al poner esa voz en el centro de la emergencia del país, y también fue un movimiento pacífico, aunque no tan mediático ni tan encuestado como el triunfo presidencial. Si a la violencia tenemos que acostumbrarnos para seguir con el trajín cotidiano, es necesario también saber la consecuencia más grave de ver nuestra vida hundida en tal pasmo. Pero para el disfraz de revolucionario siempre sirven más las soluciones ruidosas y totales, cercanas a la excusa de las carencias humanas naturales cuando se ven resquebrajadas por su ínsita podredumbre: al fin y al cabo el Presidente es humano y seguro no podrá contra toda la corrupción heredada. Puede ponerse en duda siempre la calidad humana, más tratándose de asuntos políticos. Evidentemente, eso no sólo aplica para los burócratas del futuro.

 

Tacitus