SOBERBIO…
“Es más fácil escribir contra la soberbia que vencerla”
Francisco de Quevedo y Villegas.
La soberbia es considerada uno de los siete pecados capitales, y en algunos casos es vista como la raíz y madre de todos los pecados, se dice que el primer pecado, el cometido por Adán y Eva, fue el resultado no sólo de la tentación de la serpiente, sino de la soberbia de quienes accedieron a comer el fruto prohibido, esperando con ello ser como dioses y conocer el bien y el mal[1]. También se dice que la soberbia es, de entre todos los pecados, el que más atenta en contra de la vida comunitaria, la comunidad puede perdonar al ladrón, pero el soberbio queda condenado por su carácter a una vida aislada y solitaria, teniendo, a final de cuentas, que aguantarse a sí mismo.
Todo esto que se dice sobre la soberbia, y el resto de los pecados capitales, tiene sentido cuando se acepta abiertamente la creencia en un Dios creador, cuando la virtud consiste en una disposición habitual y firme a hacer el bien, misma que emerge de la guía que dan a nuestros actos la razón y la fe[2]. Pero, en un mundo sin fe, o más bien sin la capacidad para aceptar dicha fe, ¿todavía cabe reflexionar en torno a la soberbia?
Lo más seguro es que sí, pues aun pensando en la soberbia como algo que se da independientemente de la fe en un Dios creador, ésta no deja por ello ser una actitud humana, y como tal, algo que repercute de alguna manera en la vida de la comunidad. Teniendo esto en mente, tratemos de decir qué es eso a lo que llamamos soberbia y cuáles son las implicaciones que tiene la presencia de la misma en la vida comunitaria.
La soberbia es normalmente definida como la altivez o el apetito desordenado de ser preferido a otros, lo cual conlleva a la satisfacción y envanecimiento por la contemplación de las propias prendas con menosprecio de los demás, es decir, es la altivez y arrogancia del que por creerse superior desprecia al resto[3]. Fundamental para entender qué es la soberbia es que nos detengamos un momento en el último aspecto enunciado en la definición común, la soberbia es la arrogancia de quien se cree a sí mismo superior a los demás.
Quien se cree superior a los demás, bien puede hacerlo por dos causas, porque efectivamente lo sea, un carpintero es mejor que un aprendiz en la ejecución de su arte, o porque no es capaz de ver sus propios límites, es decir, no reconoce en qué puedan ser mejores que él los demás y no tiene la más mínima disposición para hacerlo, su principal característica es su terrible apetito por alabanzas, apetito que conduce al soberbio a sentir envidia de aquellos que son alabados en lugar de él.
Respecto a estas dos posibles causas, tal pareciera que la primera tiene razón de ser, pues tiene derecho a presentarse como mejor el que es efectivamente mejor para hacer aquellas cosas en que destaca, sin embargo, el problema con aquel que se sabe mucho mejor que los demás en la realización de algo, radica cuando ese conocimiento deviene en el desprecio de los demás, por ejemplo, el Universitario que se sabe mejor que el resto de los mortales porque ha reflexionado respecto a lo que es lo justo y lo injusto y desprecia a todos aquellos que no demuestran mediante miles de títulos que ellos también han reflexionado, claro suponiendo que el primero efectivamente sea el mejor reflexionando.
En este caso, el desprecio que muestra el soberbio sobre lo que los otros puedan llegar a aportar en la elaboración de su arte, conduce al mismo a su vez a ser despreciado por la comunidad, ésta lo toma en cuenta, pero sólo para obtener lo que necesita de él, y nada más, el soberbio es incapaz de tener amigos virtuosos, porque para la amistad se requiere de igualdad, y esta no es posible en la mente del soberbio, un excelente universitario no podrá ser jamás amigo de sus vecinos no-universitarios, porque estos no son iguales que él en la más excelsa de las virtudes, la posesión del conocimiento.
Por otro lado, encontramos a quien es soberbio porque no es capaz de reconocer sus propios límites, de modo que sólo cree que es mejor que los demás sin realmente serlo, este modo de ser del soberbio, más parece vanidad que soberbia, pues es una gloria vacua de todo lo glorificable lo que alimenta la altivez del soberbio, en este caso el vanidoso siente que el mundo no lo merece sin tener merito alguno, este vacío respecto a lo que es presumido por el vanidoso, hace mucho más insoportable al soberbio, el primero al menos aporta algo a la comunidad, su hacer en lo que es mejor, el segundo, no da nada, y al ser insoportable e inútil es confinado a las soledades de su ser vacío, cayendo con esto en un terrible infierno en vida, donde no queda nada más que el llanto silencioso.
Ante este panorama, tal pareciera que la soberbia efectivamente es, fue y será algo bastante nocivo para la comunidad, sin embargo, aún no hemos considerado que en su origen la soberbia (superbǐa) también es un orgullo noble, es decir, es el orgullo de saberse mejor en algo, sin que ello implique necesariamente el menosprecio de los demás en otros ámbitos de la vida, así pues, la soberbia era el orgullo que sentían los patricios de serlo, orgullo que los distinguía siempre de los plebeyos y que les impedía mezclarse con ellos para ciertas cosas, pero que no los hacía olvidar lo necesario de los mismos para otras.
Aún cuando estuviera presente el orgullo noble, que es la soberbia, en el campo de batalla, no hay lugar para distinciones, el que es valiente destaca del resto sin que importe su origen noble o plebeyo; sin embargo fuera del campo las distinciones entre ambos condujeron a que los patricios se consideraran siempre mejores que el resto para gobernar y decidir sobre lo que convenía a toda la ciudad, lo cual siempre trajo diferencias entre los miembros de la misma, y junto con ello bastantes guerras intestinas.
De lo anterior se desprende que, ya sea como un apetito desordenado o como un orgullo noble, lo que sí es claro es que la soberbia impide el sentimiento de igualdad, tan necesario entre los miembros de una comunidad, en especial cuando se pretende que ésta lleve una vida en la cual efectivamente el trabajo de todos los miembros sea llevado a cabo en función del bienestar del todo al que estos pertenecen, es decir, si se pretende tener una comunidad que funcione con la unidad que caracteriza al cuerpo humano, la soberbia es una actitud que impide que se de dicha unidad.
Después de todo, bien podríamos concluir por el momento, que la soberbia sí es raíz y madre de otros tantos vicios que conducen a la destrucción de la vida comunitaria, independientemente de si la comunidad es capaz o no de aceptar que cree en un Dios creador, aceptación que deja ver que contra la soberbia se enfrenta la virtud de la humildad, la cual no exploro aquí porque sale de los límites planteados para la presente reflexión.