El hombre es silente
Los hombres en el campo hablan así: ya amaneció; trae la pala; cava aquí; rastrilla allí; se hace tarde; vamos a comer; volvamos a casa. Aquí la claridad del sol también es cavernosa, pero quizá más plúmbea: impone seriedad. Como se ve, las palabras no fluyen más que lo necesario para comunicar una acción que ha de cumplirse. Aquí no hay expectativas, esa enfermedad no existe, aquí el tiempo presente es lo único que hay y le llamamos temporal, se espera porque se sabe. Hay que prepararse. Si hay buen tiempo, el trabajo es más fresco; si pocas lluvias, el terral estará hendido. El rayo húmedo que nos parte entre abril y mayo da esperanzas de vida. –“Los hombres del campo hablaban así”, esta lección del silencio ya está superada, aunque tiene su mérito si la encausas bien: deshacer hombres.
El hombre es silente, no materia muda.
Jamás seré en modo alguno un Sócrates, y esto lo sé porque mi vinculación paterna desciende del silencio. En el campo campesino en que crecí había un silencio varonil y mesurado, pues los hombres no hablan más que lo necesario. No entiendo el deseo a la palabra más que en el interior del corazón. Uno habla por amor al otro o por aversión al mal. –Y lo aberrante, ¿no es hermoso también? Interior del hombre, respondo.
La tierra está atestada de muertos, de ahí su silencio misterioso, de muerte que florece humilde. –¿De qué humildad puedes estar orgulloso, cuando el seno del planeta alberga el dolor de muchos restos sin nombre? El que nos mostró esto fue Onán en una lección negativa. La soberbia no reposa ni tiene fruto, es escandalosa. ¡Onán, gran maestro del silencio infecto, calla para siempre! –¡No, ahora grita, gran espíritu de la Nada!
Nosotros no buscamos el silencio, florece, y como todo en la tierra, muere. -Y sin sentido alguno vamos pasando al polvo estelar y azaroso. El único misterio es la nada a que tú llamas silencio.
Mi infancia fue religiosa, es decir, silente. Por eso oía el corazón de un niño hablando consigo. –La rebeldía era lo que escuchabas, La rebeldía se presenta de muchos modos en la carne vacía. Mucho dolor debe sentir quien niega el alma, ¿no sientes amor espíritu?
Ahora me convenzo de que el silencio es mi primera casa, mas, mi primer refugio lo encontré contigo, sabio ateniense… había también un Demian y él (ellos) morían en una guerra y su silencio florecía como milagro de mi nueva primavera: lección de un español que me enseñaba a hablar con ese buen amigo: con el hombre que siempre va conmigo.
Javel