1. ¿Quién diablos es Edgar? Podemos encontrarlo en su salón de clases, en la barra de una cantina, en un concierto, en el transporte público, en medio de un sueño, en otro continente, muy seguramente no en misa, pero sí en la mayoría de sitios en que transitamos cotidianamente. No seamos facilistas: Edgar no soy yo ni eres tú. No se trata de recurrir al choteado “todos somos Edgar”. No va por ahí. Sin embargo, como en la conversación con un desconocido que está a punto de dejar de serlo, hay que medir la distancia, notar los contrastes que hay entre su personalidad y la propia. Hacer una revisión de simpatías y antipatías; diferencias y semejanzas, para saber con quién estamos tratando. Si le gusta lo mismo que a mí tal vez se convierta en un amigo; si no, tal vez la liga nos aguante para uno o dos tarros más, y se acabó.
Edgar es el protagonista de esta historia, nada escapa al dominio de la catastrófica espiral de su monólogo. Él es la puerta de entrada a su mundo, por él sabemos qué pueden tener en común Trasímaco y Estragón, qué hace Eli en su vida, cómo termina el partido de los Dodgers y por qué Into my arms de Nick cave puede ser una balada tan dolorosa. También nos dará idea de lo que es discutir Nietzsche con un montón de adolescentes en un salón de clases. Tal vez las claves que nos ayuden a comprender a Edgar sean sus dos grandes aficiones: las competencias deportivas y la música; después de todo, reconocer a alguien es un acto de empatía, y pocas actividades como las mencionadas tienen una carga empática tan fuerte [¿Pregunta al autor: Afición a las mujeres es análoga? pienso que no].
2. El título. Sin embargo, no sé qué tanta empatía puede haber para quien se encuentra en el fango, o si nosotros mismos somos quienes estamos en él. Y es aquí donde tenemos que preguntarnos por el título de la obra. Otra temporada en el fango, oculta más de lo que revela. Por un lado nos sugiere que estar en el fango es una experiencia común, que puede darse ocasionalmente y suceder por tiempos prolongados [¿Se han sentido en el fango?]. Sólo porque se le menciona como temporada es que podemos distinguirlo del infierno, al cual podemos asumir como permanente o final. Pantano e infierno como topografías poéticas claramente distintas guardan sin embargo cierta semejanza que conviene explorar. Y qué mejor que comparando a Edgar con un par de personajes que ya han estado ahí. Pongamos a su lado a Orfeo y Dante.
3. de infiernos y pantanos: Dante, Orfeo, Edgar. Cuando Dante experimentó el extravío en la selva oscura a la mitad del camino de su vida y lo asediaron aquellas bestias (un leopardo, un león y una loba [simbología]), emprendió un viaje larguísimo, un periplo, como se dice. Bajó al infierno y descendió por sus nueve círculos, atravesó el purgatorio y finalmente llegó al cielo. Ahí fue recibido por su amada Beatriz, con quien todavía viajó a través de las restantes esferas celestes hasta llegar a la rosa de los beatos.
Otro infierno: más antiguo y más terreno: Orfeo también entró a los infiernos en la búsqueda por arrancar de las garras de la muerte a su Eurídice. Mediante la música abrió la tierra, convenció a Caronte de surcar los siete ríos que conducen al Hades, apaciguó al cerbero, y ante la negativa del sombrío monarca —gracias a su música— pudo conquistar el favor de Perséfone, quien intercede por él ante Hades y le permite llevar a Eurídice consigo, no sin antes estipular aquél contrato de funestas consecuencias que son ya conocidas.
¿es éste un libro de periplos? ¿es Edgar un héroe, un buscador o un enamorado? Porque usualmente todo enamorado es un buscador. De momento no podemos saberlo, habrá que comprarlo y no quiero dar spoilers. El poeta Gonzalo Rojas, decía que el último en hablar con los dioses fue Hölderlin y que nuestro hado no da para más. Y es que justo en esto es que encontramos un punto fuerte del libro, ya que por ser contemporáneo, no hay que hacer traslados hacia la teología cristiana, ni la escatología griega. No es esto un facilismo, bien podríamos pensar que el encuentro con las bestias de Dante eran su crisis de los cuarenta, sin embargo, el extravío en el bosque oscuro y, lo que parece ser un ataque de pánico que tiene el protagonista a mitad de un puente, claramente tienen origen común y es ahí donde el libro puede hablarnos con mayor fuerza.
Entre Dante, Orfeo y Edgar las diferencias saltan, la única semejanza es que buscan a su mujer; y lo que cambia es la naturaleza de su infierno: ya mencionamos lo sucedido con Dante y Orfeo. El infierno de estos dos músicos conjuga dos ideas curiosas: el de la eternidad y la síntesis de todo lo siniestro que hay en el mundo llevado a la tortura y el castigo. A diferencia de estos casos, en que el infierno es una figura literaria propia de la imaginación, conocemos bien al infierno de Edgar: se llama pasado. No es eterno, sin embargo, con el tiempo se hace más grande [A los jóvenes / advertencia de vivir en el pasado], tocará como lectores ver si sucede como en el caso de estos dos cantores: así como alcanzó Orfeo a su Eurídice y Dante a su Beatriz, veamos si Edgar alcanza a Eli, Berenice, Éfe, Éle, entre otras. Sin revelar nada, creo que se resuelve en el penúltimo capítulo.
4- Un viaje. A veces inmóvil ¿Es éste un libro de desaliento? Definitivamente. Pero son tiempos en los que respondernos qué hacer con el desaliento y todas sus facetas es un cuestionamiento insoslayable a la hora de buscar la felicidad propia. No todo viaje requiere salir, a veces el viaje inmóvil es el que más lejos nos lleva. Y éste es un libro que nos da varias muestras de ello. Ya insistí en que en este libro no hay infiernos eternos, y tal vez en los pasos por el pantano de Edgar encontremos pistas de cómo salir de los propios fangos.
Tal vez ahí esté la importancia de concebir la estadía en el fango como una simple temporada: así como vienen las temporadas en que hay mundiales de futbol, olimpiadas; giras de conciertos; temporadas de ebriedad, de sobriedad, de cruda; ratos en los que escuchamos frenéticamente un solo disco, quizá así es la deprimente estadía en el fango: sólamente por un rato.
* Esta presentación fue leída la noche del 19 de este mes en el Bar «El segundo piso» en Azcapotzalco. Lo que va entre corchetes son señalamiento de notas que se expresaron durante la lectura del texto. El libro se publica por Thyrso Editorial, y su autor casi siempre está contento de vender un ejemplar y comer con el comprador.