LAS PALABRAS EXTRAORDINARIAS

LAS PALABRAS EXTRAORDINARIAS

Hagamos un trato. No un contrato, pues éstos atentan contra las buenas costumbres. En un trato tú eres tú, y yo soy  yo: personas ordinarias y comunes, por cierto, ¿te has dado cuenta de cómo siempre estamos intentando salir de lo ordinario, de lo común, para que desde lo alto de nuestra montaña se nos reconozca nuestra salida del cementerio (lugar en donde todos están a ras de suelo)?

     Los que allá arriba se encuentran hacen contratos sin verse las caras, pues se creen tan iguales que sería una lástima advertir en el rostro del otro una desemejanza, ‘¡qué horror!’, pensará alguno: si denuncio su desigualdad, me revocarán todos mis derechos. Se calla para seguir iguales. Todos tienen derecho a llegar hasta su montaña, y acondicionarla según lo estipulado. Para gritar con una sola voz: es nuestro trabajo.

     Pero no es sólo eso lo convenido: las palabras también deben cambiar para que no se vea la desigualdad entre los hombres extraordinarios, las palabras también tienen la obligación de ser extraordinarias, y sólo se puede lograr esto sembrándolas en la tierra fértil que cada montaña se ha propiciado, así, cada vez que haya un nuevo congreso, se podrán presentar los logros obtenidos en el campo de cada uno, evidentemente sin la soberbia de creerse mejor que el otro pues su producto es tan bueno como el mío, por lo que ambos merecen el reconocimiento de todos, una vez hecho esto, la comunidad puede guardarse en el baúl hasta nuevo aviso. Pero antes de guardar todo ¿Qué ocurre allá al fondo? ¿Ya viste? Esos dos siguen platicando de no sé qué tonterías, no, seguro es algo importante, pero no puede ser tan importante como para quebrantar los acuerdos, ¡ve y diles que el congreso ya acabó!, ¡rápido, se están alejando!

     ¿Cómo que no los alcanzaste?, ¿y se dirigían a la capilla del cementerio hablando lengua muerta?, ¡pues qué soberbios!, seguro se han dejado seducir por la erudición, no valen la pena. ¿Y estás seguro de que lo que escuchaste fue?: Hagamos un trato. No un contrato… ¿el trato es tratarnos?

Javel

Palabrería

Las verdades de hoy serán las mentiras de mañana.

 

Hiro postal

Papas locas

“The difference between the almost right word & the right word is really a large matter

–it’s the difference between the lightning bug and the lightning”
Mark Twain

Nacen en Jalisco. Sólo en los altos, en los muy altos. No se sabe a ciencia cierta cuántas proteínas, carbohidratos o grasas tengan. No se sabe si serán frutos, raíces o tubérculos. Les dicen papas porque eso parecen si se les ve de lejos. Les dicen locas porque, además, parecen hacer lo que quieren. No siguen ninguna regla. Nacen así nomás: nadie las planta ni riega. Como de la nada, ahí están. Haya frío o calor extremo. De repente hay un montón, de repente se desaparecen. Deliciosas pero también peligrosas: si tienen más de tres lunares negros te enferman casi de muerte. “Son bien raras, así como las palabras, así como hablar”, me dijo aquel día el campesino que iba a venderle quesos a mi tía. Otra vez las palabras, pensé, siempre las palabras. A través de las ellas todo mundo habla (aunque quién sabe si, como más de alguno piensa, sean ellas las que a través de nosotros hablan). Pero las veces que se habla de ellas no son tantas. Luego de pensarlo un rato, pienso que tal vez el señor aquel tenía razón. Las palabras parecen hacer lo que quieren. De repente hay un montón de adjetivos adverbios y verbos. De repente, nada, ni siquiera un artículo o preposición. Muchas veces las buscamos pero no las encontramos. Escasean, se desaparecen. Otras veces, aunque no queramos, ahí están; brotan sin parar. Llegan y nada más. A veces en tiempos felices, a veces en los tiempos más tristes.  No sabemos de dónde viene que hablemos. Hablamos y ya. Quizá por eso olvidamos preguntar cómo demonios sucederá. Hilamos, tejemos una letra con otra, una consonante con una vocal. Luego una palabra con otra y otra más. Y ahí está. Pero, a pesar de tener muchas partes, todo esto se da en una completa unidad.  Esto de hablar, sigo pensando, es nuestro símbolo más grande. Aunque también, así como estas papas, las palabras pueden enfermar. Son deliciosas pero también peligrosas. Son el recurso de los hombres más justos y de los más injustos. El peligro está en que se pueden usar tanto para descubrir como para ocultar la verdad.

PARA APUNTARLE BIEN: “Hoy quemé tu carta. La única que me escribiste. Y yo te he estado escribiendo (sin que tú lo sepas) día tras día. A veces con amor, a veces con desolación, a veces con rencor. Tu carta la conozco de memoria: catorce líneas, ochenta y ocho palabras, diecinueve comas, once puntos seguidos, diecisiete acentos ortográficos y ni una sola verdad.” –José Emilio Pacheco en El principio del placer.

MISERERES: En el sexenio pasado y lo que va de este van, más o menos, 24 mil desaparecidos. La PGR anunció la creación de la “Unidad de víctimas para personas desaparecidas”, cumpliendo –dice- con el compromiso que el gobierno hizo. Se cumplirá hasta ver la efectividad, dicen los familiares de tales desaparecidos.   Por otra parte, a OCDE dio a conocer que en México las personas trabajan, más o menos, 500 horas más que en el resto de los países de tal organización. Y no, no les pagan más.

Dedicado a…

Así, mientras tus ojos recorren lentamente el perfil de estas palabras, mis labios, invisibles, se posan en los tuyos para robarte un beso. Y tú no haces más que sonreír.

Gazmogno

Ocho minutos

“Separados y silenciosos, esa noche hicimos un papel de convidados de piedra”

J. J. A.

Eran las ocho. Lucía, desconsolada, llamó a Juan, su amigo del alma. Eran pocas las veces que se habían visto, todas  gracias a Juan o al destino. Nunca antes Lucía le había hablado para que se vieran. Pero ellos se conocían bien. Él la conocía mejor que muchos, mejor que todos esos que habían sido de ella. Mejor que todos esos que creían conocerla bien. Esa llamada era la señal que él había estado esperando. ¡Qué emoción! –pensó. Era su oportunidad, la única, de decirle lo que sentía. Tenía poco tiempo, debía actuar rápido y actuar bien. Pensó, escribió, borró, volvió a escribir y memorizó cada palabra. Con ella había que ser cuidadoso. Llegó la hora. Ella –como siempre- llegó tardísimo, pero esta vez no cargaba su sonrisa de siempre; esta vez lloraba como si llorara al mundo entero. Mala suerte. Para eso el pobre de Juan no había ensayado. Ella lloraba pero también estaba muy equivocada,  ella y nadie más era la culpable de todo ese dolor. Juan lo sabía bien, pero no sabía qué decir.   Lo cierto es que en ese momento de tanta niebla a Lucía no le importaba la verdad; ella buscaba sólo palabras de aliento, un abrazo al menos, un poco de paz. Pero nada más.

¿Cuántas palabras caben en ocho minutos? ¿Cuántas promesas, ataques o propuestas? ¿Cuántas verdades y cuántas mentiras? ¿Caben perdones e invitaciones? Poco, o nada, queda de esos héroes que en un minuto rescataron al mundo. Nada ahora, más que un vago recuerdo, de aquéllos que cantaron las musas, de esos admirabilísimos seres que una vez todo el mundo deseó ser. Ojalá esos héroes estuvieran cerca, salvaran al mundo,  nos salvaran a todos, y si no, regaran así como el sol, gotas de tantita esperanza. Hoy se necesita más de un minuto para salvar al mundo. ¿Se puede hacerlo en ocho? Ya ni siquiera al mundo o a un continente, sino a un país. Uno chiquito, rotito y tantito dolido. Lleno “des” y más “des” (desconsuelo, desconfianza, descalificación, desconcierto y desdicha). Ni siquiera me refiero a salvarlo por completo, hablo de comenzar a o prometer salvarlo con eso que nos hace siempre tan humanos: las palabras. ¿Puede en ocho minutos resumirse y resolverse la realidad, la economía, el narcotráfico, y la corrupción? Yo creía que sí. Esperé los “qués”, “para qués” y los “cómos”. No llegaron.  Luego recordé lo ingenua que puedo ser. Pero tenía miedo de que en realidad, bien adentro, esperara mucho menos de lo que decía, quería o creía esperar. Tenía miedo de esperar y conformarme sólo con palabras bonitas, palabras de aliento. Tal vez estas palabras que se sienten como abrazos en el frío y besos en la soledad no son, no pueden ni deben ser –aun sufriendo el dolor más grande- nunca suficientes. Ha de empezarse o terminarse por allí, pero siempre debe buscarse un poco o muchísimo más.

PARA APUNTARLE BIEN: “Tal como lo había intuido, el rostro de María sonreía. Es decir, ya no sonreía, pero había estado sonriendo un décimo de segundo antes. Me ha sucedido a veces darme vuelta de pronto con la sensación de que me espiaban, no encontrar a nadie y sin embargo sentir que la soledad que me rodeaba era reciente y que algo fugaz había desaparecido, como si un leve temblor quedara vibrando en el ambiente. Era algo así” Ernesto Sabato lo dijo en El túnel.

MISERERES: Debates y Post-debates, quién ganó todavía es sorpresa. Muchas encuestas –como la del Reforma- dicen que fue la candidata. Otros no piensan lo mismo. Acá pueden ver dos opiniones distintas: http://www.adnpolitico.com/opinion/2012/06/11/opinion-josefina-fue-la-mejor-pero-amlo-gano-el-debate y http://www.adnpolitico.com/opinion/2012/06/10/el-segundo-debate-una-interpretacion-de-urgencia. Hasta ahora, las encuestas de la elección siguen pronosticando los mismos (tristes) resultados.

Para Thimocrates: Pido perdón porque ese día, legalmente, tú tenías razón; debí decir duopolio. Pero sigo pensando lo mismo, cada vez avanzan más las licitaciones para el monopolio sospechado y bien o mal llamado por muchos como yo. Aquí te dejo unas cosas para que veas por qué creo lo que creo (claro que podemos acabar por acordar que desacordamos, yo espero sólo que lo leas). Éste es un texto de Denise Dresser: http://www.elmanana.com/diario/post/1653513. Y ésta es la respuesta del periódico The guardian a Televisa después de las acusaciones que ya sabrás –donde hablan precisamente del monopolio y del manejo de los medios para propaganda electoral-: http://www.guardian.co.uk/world/2012/jun/08/mexico-televisa-files-genuine-qanda?CMP=twt_gu, http://www.guardian.co.uk/world/2012/jun/11/wikileaks-us-concerns-televisa-pena-nieto?CMP=twt_guhttp://www.guardian.co.uk/world/2012/jun/11/wikileaks-us-concerns-televisa-pena-nieto?CMP=twt_gu. Te dejo también un saludo, Rubio.

Desnudos

The rivering waters of, hitherandthithering waters of. Night!”

J. J.

 

No puedo más. La vida me ha dicho hoy: alto, ¡para! Me ha dicho y hecho lo que yo he querido hacer desde hace mucho y he venido prometiéndole a ella, a la vida: parar. Mi cuerpo no me responde, lo sé. Pero es que ya no puede, ya no quiere. Desnuda, ahí, frente a nadie más que a mí, me pregunto qué he hecho con mi vida, me pregunto qué me trajo hasta aquí. Busco, busco más y bien adentro. No hay respuesta. Sé que lo he hecho mal. Me siento utilizada, y sé bien que ha sido así. Porque sé, y saben, que si me usan bien no lo hago todo tan mal; a veces doy frutos, a veces he hecho que ellos den buenos frutos. Desnuda, ahí, deseo que todo fuera un sueño, uno malo pero sueño al fin. Deseo no estar aquí tirada sin poder moverme, deseo no estar desnuda, no ver tantas caras, no ser tan frágil, no haber decidido tan mal. Desnuda me doy cuenta que no sé quién soy, mucho menos por qué hice lo que hice. Me pregunto –sólo así, desnuda, cuando no puedo más y tal vez porque mi cuerpo y alma me obligan- si algún día llegará ese gran día en que descubra, para siempre, quién soy. Y así, desnuda, me doy cuenta que tal vez no necesito nada más: tal vez la respuesta no esté afuera sino aquí dentro.  Desnudo mi cuerpo y desnuda mi alma: ésa soy yo. Comienzo a desear que el momento no acabara pues pronto tendré que volver a vestirme, tendré que poder levantarme y secar las lágrimas que ni siquiera me acuerdo llorar,  pronto tendré que hacer como si nada pasara, como que nada pasó…

Ésta muy bien podría ser mi historia aquel día, aquel lunes o tal vez mañana. Tal vez esta historia también sea la tuya. Tal vez es historia del mundo entero y se repita a diario (no hay que sentirnos extra-especiales). Tal vez después de la larga semana pasada, llena de momentos, de colores, de promesas, de ataques y debates, ésta sea también la historia de las palabras. Sí; la historia de una mala noche, día o instante de las palabras. No han de saber quiénes son o a qué han venido al mundo porque hoy nadie les cree. Pienso que se han de sentir usadas, porque las usamos, pero no para bien. Han sido usadas como las más monstruosas aunque más sutiles máscaras, como el mejor maquillaje que cubre el rostro y oculta toda imperfección. Hoy, me parece, se usan para ocultar más que para desocultar. Son las infalibles edecanes que atraen seguidores y votantes. Hoy con ellas se engaña y se miente, y ellas –las palabras- lo han de saber bien. Por eso creo que como tú y como yo tal vez ellas no se hallan, saben que han hecho mal pero no saben ya si están hechas para algo mejor. Yo soy de las que piensa que sí; las palabras son cosa buena. Son para el bien, la verdad y la belleza. Ojalá que si te las encuentras, no las creas tan groseras. Y si piensas lo mismo que yo; levántate y muéstraselo a ellas y al mundo: no las uses para mentir o engañar, no las uses para cubrirte y ocultar. Úsalas para puras cosas buenas. Canta las más bellas canciones de amor, recita el más honorable poema, di no cuando es no y sí cuando es sí. Impera rescatar a las palabras pues ellas son, creo, el milagro más grande del que somos testigo. Ayúdalas pues tal vez ellas te ayuden mañana cuando seas tú el que esté tirado ahí. Ayudarlas es tal vez ayudarte a ti.

PARA APUNTARLE BIEN: Esto es de Robert Browning, de Bishop Boulgram’s Apology:

 Just when we are safest, there’s a sunset-touch,

 A fancy from a flower-bell, some one’s death,

 A chorus-ending from Euripides,

And that’s enough for fifty hopes and fears

 As old and new at once as Nature’s self,

To rap and knock and enter in our soul.

Take hands and dance there, a fantastic ring,

Round the ancient idol, on his base again,

The grand Perhaps…

MISERERES: Ya ganó Hollande en Francia, aun después del debate. Y acá, después del debate, con todo mexicano jugando al politólogo, los análisis y las calificaciones varían y varían. Me parece que no hay que olvidar quién está atrás de aquél que ya consiguió –dicen- ese dos por ciento necesario para no perder el registro. Sí, hay que poner atención a las propuestas y su viabilidad. Pero no hay que olvidar que es imposible resumir soluciones (y más las de México) en tan poco tiempo. No hay que olvidar, tampoco, que por desgracia o gracia, la elocuencia no garantiza efectividad. Lo que importa más no es el debate, importa más el llamado post-debate.

Sin palabras

Han oído alguna vez eso de: “… ya no tengo nada por decir…”, “… no hay palabras  para esto…” o “… me dejaste sin palabras…” Seguro tanto que ya es un lugar común, de lo que no estoy segura es de si en verdad lo entendemos o podemos dar cuenta de lo que se quiere decir, cuando se dice. La cuestión primera es ¿por qué a veces alguien puede quedarse sin palabras? Claro que hay modos de quedarse sin ellas, es decir, es diferente el silencio ante lo que no puede decirse –cuando es mejor (idóneo) no decir nada porque no puede ser dicho–  a cuando ya no hay nada por decir –no queda nada por agregar puesto todo ya ha sido dicho– y es diferente también a no sé qué decir – reconozco que existe aún algo por ser dicho, pero no sé qué o, peor aún, sé del contenido pero no sé cómo decirlo–, además de que todo lo anterior es desigual a quedarse sin palabras dado que se oyó o se supo algo de magnitud tal que no se sabe qué responder, cómo replicar –escuchar algo para lo que no se estaba listo y quedarse, llanamente, acallado–. Al menos ahora he distinguido entre los tipos de guardar silencio.

Lejano queda pues, de todo lo anterior, el saber qué decir y quizá hasta cómo decirlo,  pero no tener a  nadie quien quiera escucharlo. Claro que este silencio implica que de lo dicho se sigue el ser oído necesariamente. ¿Siempre que se dice es para que se oiga? A lo poco que llegan mis elucubraciones parece que sí, porque a lo que se teme de no decir correctamente o de decir boberas, es al juicio del escucha, sin importar que éste sea uno mismo. Ya lo decía el genial Demócrito “… hay que aprender a avergonzarse, primero, ante uno mismo”.

La cosa es que justo ahora, me he quedado en silencio. Por ver queda de qué tipo.

La cigarra