Intentamos volver

Intentamos volver

 

entre restos de cena están las migas

los olvidados coros de la noche

 

Inútil recorrer los límites del silencio: no hay señales, no hay arriba, no hay abajo, intentamos volver y nos devuelve. Un silencio que no se guarda, sólo se observa. Silencio en el que a solas me despierto. Silencio del deshabitado. Silencio que el poeta intenta nombrar al tiempo que comprueba que el mundo es indigno de la Palabra. Hablo del silencio de El deshabitado, la última novela de Javier Sicilia.

         El deshabitado es una despedida más, es el último ejercicio novelístico de Javier Sicilia, su retiro de la narrativa. El deshabitado es la descripción exterior del silencio interno que nos reveló Vestigios, su último poemario. Contrario a su despedida lírica, la última novela de Sicilia está inevitablemente malograda. Vestigios se escribió sobre los hitos desgarrados de la muerte; El deshabitado testimonia la dolorosa memoria. Los poemas de Vestigios yacen a la sombra de la Palabra; las páginas de El deshabitado apuntan a la soledad interna, a la clara ausencia de mi ausencia. En El deshabitado, sin hallar los límites del silencio, Sicilia exhibe los límites de la palabra.

         La primera dificultad de la última novela de Javier Sicilia es formal. Javier Sicilia (el autor) escribió una novela en que Javier Sicilia (el narrador) cuenta la experiencia límite de Javier Sicilia (el personaje) tras la muerte de su hijo Juan Francisco Sicilia. El personaje, sin embargo, al mismo tiempo de ser un personaje en la novela es un personaje en la vida pública del México contemporáneo, un personaje clave de la historia reciente. El narrador debe llevar al lector hacia el encuentro del personaje en la historia novelada y al recuerdo del personaje en la historia reciente. El narrador, omnisciente, también sabe lo que el lector experimenta: hace del lector, que es actor de la historia reciente, un personaje mudo de la historia novelada. Al mismo tiempo, el autor reúne en una misma obra a su narrador, su personaje literario, su personaje público y su activista político frente al lector, sin que por ello el lector pueda sentirse abrumado. Los cinco Javier Sicilia que confluyen en la novela dejan al lector ante un misterioso silencio: el silencio del deshabitado. El poeta ha tomado la palabra para que dentro de ella se despliegue el silencio: cuando Dios nos ha abandonado, nos descubrimos deshabitados… y no tenemos nada que decir. Como la novela no puede encubrir el silencio, porque inevitablemente habla, la novela es inevitablemente malograda. Sicilia tomó la palabra para decirnos que ya no bastan las palabras.

         La segunda dificultad de la última novela de Javier Sicilia es una dificultad lectora. ¿Qué hará el lector ante un libro que anuncia la desolación de las palabras? ¿Para qué se lee una novela en cuyo centro el lenguaje no es casa de nadie y en cuya morada nadie puede habitar? ¿Por qué tendría alguien que leer la malograda novela autobiográfica de un deshabitado? Porque al menos todavía puede haber lectores que se lo pregunten. Tan inexplicable, tan incómodo, tan aparentemente inútil como lo fue repartir abrazos por el país, llorar con las víctimas, encontrarse en el amor adolorido, es leer la nueva novela de Javier Sicilia. No es un testimonio del Movimiento por la Paz, no es una reivindicación de los muertos, mucho menos es una justificación de la desconcertante actividad del poeta. El deshabitado es la ventana al inexplicable e incómodo vivir de quien lo ha perdido todo, pero ama; de quien ha sido abandonado, pero busca; de quien transido de dolor, besa. El deshabitado es la novela de quien entiende el drama inmenso del que entrega con un beso y de quien se entrega besando, del que habita la noche y del que escapa a la mitad de ella, del que observa el silencio.

         La tercera dificultad de la última novela de Javier Sicilia es práctica. La novela sostiene que en nuestros tiempos ya no bastan las palabras, sino que la palabra, nuestras palabras, como la Palabra, debe volverse carne: como el perdón se encarnó en los abrazos que las víctimas se dieron recorriendo el país en la Caravana por la Paz. El lector ve en la novela el desmoronamiento de un hombre, de un país, de un mundo, ve la indignidad del mundo para la Palabra y ve la necesidad de que la Palabra sea carne. Y la encarnación sólo puede entenderse como un acto de despoder. La dificultad práctica de El deshabitado es idéntica a la dificultad teórica del retraimiento de Sicilia: no encabezó un movimiento para tomar el poder, sino que lo encabezó para renunciar a él. ¿En qué medida un lector está en posibilidad de despoder?

         El deshabitado no puede ser una novela bien lograda, porque por su lectura nunca logrará que su lector se despodere. Javier Sicilia no predica la conversión de los débiles. El poeta no es coribante de un nuevo rito. La despedida de la narrativa no es un acto de poder, de arroparse en el silencio, sino de despoder, de deshabitación de la palabra. El poeta ya no hablará como poeta: será palabra encarnada. A sus lectores nos queda abierta la posibilidad de leer despoderando, de que la palabra sea carne.

 

Námaste Heptákis

 

Escenas del terruño. 1. Anoten la fecha: 12 de diciembre de 2016, la primera ocasión que el término «desaparecidos» apareció en un discurso del presidente Peña. Héctor de Mauleón ha hecho un recuento de nuestra narcofosa nacional, recuento que ha incomodado a algunos y le ha valido una nueva amenaza de muerte. 2. Algo cambió en la historia del secuestro en México durante la semana. En San Miguel Totolapan, Guerrero, un grupo de «autodefensas» secuestró a 21 personas ligadas al líder de secuestradores de la región, Raybel Jacobo de Almonte «El Tequilero», para obligarlo a liberar a quienes él había secuestrado. La labor de los funcionarios fue de mediadores entre ambos grupos de secuestradores a fin de conseguir el intercambio de secuestrados. Leyó bien el lector: los funcionarios mediaron un pacto criminal. 3. Es preocupante que la nueva jornada de acciones para pedir resultados en la búsqueda de los normalistas de Ayotzinapa desaparecidos desde hace 26 meses inicie con violencia. El pasado miércoles, un grupo de normalistas lanzó piedras, petardos y bombas molotov contra el cuartel militar de Chilpancingo; desde el interior del cuartel los militares contestaron con petardos. ¡Los militares contestaron a la agresión! Al parecer las nuevas jornadas concluirán con una peregrinación de la Normal Rural «Raúl Isidro Burgos» a la Basílica de Guadalupe, donde el Cardenal Norberto Rivera oficiaría una misa en memoria de los normalistas desaparecidos. De ser así, sería un acto más de la reinvención del Cardenal Rivera, quien tras el nombramiento del nuevo Cardenal ha cambiado su discurso y ahora finge que le preocupan las causas sociales. ¿Acaso no recuerdan que la principal preocupación de Rivera Carrera este año habían sido los anos? Si tan comprometido se siente con los padres de los desaparecidos, ¿por qué no los apoyó para el encuentro con el Papa Francisco? El Cardenal Rivera quiere salvar el puesto y para ello está dispuesto a prestar los cerillos. Indignante.  4. Las cosas buenas casi no se cuentan… Basta leer El Sur del pasado 12 de diciembre, que informa que en una comunidad del municipio guerrerense de Cochoapa el Grande, el municipio más pobre del país, están esperando a los profesores desde 2012, pero no llegan. El problema, además, es que los profesores que acreditaron las evaluaciones no son bilingües (tu’un savi-español) y los padres de los niños -que rondan los 30 años- son una generación que tampoco tuvo profesores, por lo que no hablan español. Las cosas buenas ¿qué? Aquí puedes descargar, lector, un diccionario de tu’un savi. 5. La semana pasada un grupo de secretarios de Estado jugaron a hacer guacamole porque -al parecer- no tienen nada mejor que hacer, lo consideran buena onda y les da publicidad. El juego se inscribió en un evento agropecuario organizado por el exgobernador de Querétaro y actual secretario de Agricultura para anunciar una cierta certificación a una marca de uno de los empresarios favoritos del sexenio. Tan bien le va a dicha marca que no sólo reúne a cuatro secretarios de Estado para amenizar la tarde y asegurar sus exportaciones a medio oriente, sino que en próximas semanas el gobierno anunciará con bombo y platillo, en voz del actual secretario de Salud y exrector de la UNAM, la alianza de los servicios públicos de salud con una cadena de laboratorios de dicha marca para subrogar el servicio de mastografías. El dato: la marca ha sido asociada con un viejo barón del narco, del mismo cártel que creció en Querétaro y en la UNAM durante los años anteriores. Curioso, ¿no? 6. El pasado domingo, en el suplemento cultural de La Jornada, apareció una reseña del nuevo libro de Valeria Luiselli -que reseñé aquí la semana pasada-. Curioso inicio de la reseña: «en una época en que la literatura se ha dado permiso de ser un género en sí misma e incluso toma prestados recursos del periodismo». ¿Eso en un suplemento «cultural»? ¿Eso en el diario que, en la República Socialista de Coyoacán, presumen como el único preocupado por la cultura?

Coletilla. «Todos tenemos necesidad de consuelo, porque ninguno es inmune al sufrimiento, al dolor y a la incomprensión. Cuánto dolor puede causar una palabra rencorosa, fruto de la envidia, de los celos y de la rabia. Cuánto sufrimiento provoca la experiencia de la traición, de la violencia y del abandono; cuánta amargura ante la muerte de los seres queridos. Sin embargo, Dios nunca permanece distante cuando se viven estos dramas. Una palabra que da ánimo, un abrazo que te hace sentir comprendido, una caricia que hace percibir el amor, una oración que permite ser más fuerte…, son todas expresiones de la cercanía de Dios a través del consuelo ofrecido por los hermanos». Papa Francisco, quien hoy cumple 80 años.

La esperanza en el progreso

La esperanza en el progreso

La cultura del progreso pervierte la esperanza: la emplaza en un futuro posible y oculta su necesidad ante el inmediato fin de los tiempos. La esperanza en el progreso siempre deja tiempo para lo importante, pues nunca permite el imperio de lo importante. La esperanza en el progreso disocia la acción y la palabra: podemos prometernos la esperanza, podemos esperar la explicación, pero no podemos comprometernos con una explicación esperanzada. Disociadas la acción y la palabra, nada impide la irresponsabilidad; al contrario, la responsabilidad es futura en cuanto libre resolución o en cuanto fatídica aceptación. La esperanza en el progreso termina en tragedia.

Ahora que el Papa Francisco visita México podemos mirar azorados la perversión de la esperanza operada por el progreso. En las primeras impresiones caras a la mexicanidad, Francisco se gana la aceptación de la gente porque “es tan sencillo que rompe el protocolo”. Dejemos por ahora de lado la sospecha de que admirar al pontífice por romper el protocolo sólo sea una adherencia al gusto por la transgresión, y pensemos que es en verdad sospechoso que admiremos la ruptura del protocolo sin que nos admiremos de que el protocolo se haya instaurado. La “sencillez” de Francisco es presentada tras la valla protocolaria como un espectáculo venido de lejos, como un espécimen parahumano que hoy podemos mirar para después ver alguna otra cosa. Admirar la ruptura del protocolo sin admirarnos de la instauración del mismo es ocultarnos nuestra disposición al espectáculo, la disociación operada en nuestra vida entre la acción y la palabra: podemos admirar al raro individuo que se caracteriza por su “sencillez” porque sabemos que nosotros no queremos aspirar a esa característica. Desde la valla protocolaria parece anunciarse que las palabras de Francisco no encontrarán oídos, pero harán lindos adornos en los piercing de la conciencia.

La expectativa –que no esperanza- de los críticos sobre los discursos del Papa en las regiones que visitará son, una vez más, avisos de la falsificación de la esperanza. Visitará Ecatepec –el municipio más poblado y violento del país-, Chiapas –el ícono de la marginación y la desigualdad mexicana-, Morelia –el modelo de la corrupción narcopolítica- y Ciudad Juárez –la zona limítrofe del progreso, el lugar donde la vida es mercancía-. Francisco ha dicho que hablará fuerte. No traicionemos la esperanza. Todo político habla fuerte en Ecatepec, Chiapas, Morelia y Ciudad Juárez. Todos se espantan de la marginación ecatepequense, y todos se indignan por sus condiciones de vida. Todos miran preocupados a Chiapas, y cabizbajos dicen que los indígenas no deben vivir así. Todos se indignan con la colusión del narcotráfico y la política en Michoacán, y dicen que las cosas no deben ser así. Todos miran a Ciudad Juárez con esperanza… Porque la gente decente de nuestros días, y los políticos saben actuar muy bien como gente decente, se indigna ante lo indignante y manifiesta febrilmente su indignación de modos por demás creativos; la gente decente en verdad cree que el hashtag es sustituto del arrepentimiento y el like es una merced del perdón. Toda la gente decente espera que el Papa diga cosas muy duras y terribles, diga que las cosas no deben ser así, diga frases espectaculares con las que después podamos saturar el twitter… y que luego se vaya, y lo podamos culpar, porque sólo trajo palabras, porque sólo trajo buenas intenciones, porque México seguirá igual tras su visita. Y culparemos a los medios por hacer de la visita un espectáculo, y a los políticos por participar en la feria de la redención, y los críticos saldrán y nos dirán que nos lo dijeron. Pero eso pasará porque, nuevamente, hemos dejado de ver que en nuestra vida se ha disociado la acción de la palabra: confundiremos las palabras de Francisco con los decretos de los políticos; pervertiremos los símbolos papales con las poses fotogénicas de las creaturas de la publicidad. Los discursos del Papa Francisco sólo podrían abrigar la esperanza si al escucharlos superamos la escisión entre palabra y acción.

Quisiera decir que el Papa Francisco mostrará la verdad de la esperanza, pero tengo la impresión que la esperanza que de él se quiere no es para hoy, sino para pasado mañana. Hoy es fiesta; mañana, destino. Y el Papa lo sabe.

 

Námaste Heptákis

 

Los desaparecidos. Ya se han cumplido 16 meses de la desaparición de los normalistas de Ayotzinapa. En torno al caso es nuevamente el ruido y la grilla lo que satura todo. En la semana se presentaron las conclusiones del Equipo Argentino de Antropología Forense, que en breve dicen: no se puede concluir científicamente que la noche del 26 de septiembre se haya producido un incendio suficiente para calcinar 43 cuerpos en el basurero de Cocula. Contrario a lo que tanto se ha dicho, la conclusión del EAAF no desmorona la investigación oficial, sino que complementa lo que después del 27 de enero de 2015 se ha investigado en torno al caso. Según lo declarado por Gildardo López Astudillo, El Gil, a los normalistas se les dividió en tres grupos: unos fueron trasladados en patrullas de Iguala, otros en patrullas de Cocula y otros partieron con rumbo a Taxco. Los primeros dos grupos fueron conducidos al basurero de Cocula. Según la declaración de Bernabé Sotelo Salinas, El Peluco, los normalistas fueron conducidos al basurero esposados y apilados en una camioneta de tres y media toneladas, los que llegaron muertos «fueron arrojados al fondo del basurero», al resto se les mató a golpes y posteriormente se les calcinó; se reunieron las cenizas en una bolsa que posteriormente se tiró en el cauce del río San Juan. Según El Gil, el tercer grupo llegó al rancho de Víctor Hugo Benítez Palacios, El Tilo (todavía prófugo), donde fueron disueltos en ácido. En el basurero de Cocula, por tanto, no se calcinó a los 43; lo cual coincide con la conclusión del EAAF. Sabemos que uno de los 43 fue desollado vivo; los restos de uno más se identificaron entre las muestras del río San Juan. O la identificación genética es falsa, o hubo incendio en Cocula y al menos ahí se calcinó a uno. Según la declaración inicial de Sidronio Casarrubias Salgado, en la camioneta que llegó a Cocula iban como mínimo 19 estudiantes, no más de 25; el resto formarían el tercer grupo. No veo el desmoronamiento de una investigación todavía en curso.
Por otra parte, ya se cumplió un mes de la desaparición forzada de cinco jóvenes en Tierra Blanca, Veracruz, hay un poco de luz sobre el caso. El seguimiento lo ha hecho Ciro Gómez Leyva.
Además, Juan Pablo Becerra Acosta aumenta los testimonios sobre los desaparecidos de Ciudad Cuauhtémoc.
Y por último, a la lista de desaparecidos hay que añadir el caso de Sinaloa.

Escenas del terruño. 1. Que, según Carlos Puig, la coordinación de seguridad para Guerrero es un anuncio vacío, sin seguimiento, sin plan y sin fin. Según mi conteo, hasta el 12 de febrero –día 43 del año- el número de ejecutados en Guerrero es de 206. 2. De acuerdo a la Consulta Infantil y Juvenil que en las elecciones pasadas realizó el INE, el 24% de los niños michoacanos -entre 6 y 9 años- no confía en la policía, y el 18.5% tampoco confía en el ejército. Entre los niños michoacanos -de 10 a 13 años-, 32.3% no confía en la policía, 28.1% no confía en el ejército y 56.3% no confía en los gobernantes; y el 3.1% de los encuestados declaró que son obligados a participar en actividades ilegales. Entre los adolescentes michoacanos -de 14 a 17 años-, el 83.5% no confía en la policía, 75.8% no confía en el ejército y el 95.1% no confía en los gobernantes; además de que la cifra de quienes son obligados a delinquir sube a 4.4%. Un dato más para la lista del drama de los niños sicarios. 3. Que, según León Krauze, las elecciones de Estados Unidos ponen en juego el idealismo y la real politik. 4. Aunque hoy todos tienen puesta a atención en la visita del Papa Francisco, la creatividad periodística de Animal Político redirige la atención de la misa en Ecatepec al Ecatepec de la Santa Muerte. Imperdible el excelente reportaje de Manu Ureste.

Coletilla. Tras la reunión del Papa Francisco con el Patriarca de todas las Rusias Cirilo I se va rumorando la posibilidad de una próxima visita papal a Rusia; el problema de la realización de esa hipotética visita va mucho más allá de la geopolítica y los caprichos de Vladimir Putin. Si quieres, estimado lector, tener un panorama del significado (y la complejidad) de una visita papal a Rusia te recomiendo leer La Gran Controversia del historiador franco-mexicano Jean Meyer.

Optimismo descarrilado

En medio de la adversidad llega a nosotros el intento por brindar algún augurio. Cuando el panorama ensombrece y parece que nos hallamos atados, nos preguntamos si es posible actuar y lograr algún éxito. Observamos la tempestad circunstancial y tenemos la incertidumbre de si habrá mejoría. En dicho momento hasta la mejor entereza queda vulnerada, la racha de sucesos infortunados alcanzan a poner en duda a cualquier hombre.

Frente a la desgracia se puede tomar, por ejemplo, una actitud de resignación. En ella quien decide reconoce su capacidad superada, existen para él fuerzas o entidades que intervienen sobre su voluntad. Todo intento será en vano para cambiar el curso del porvenir, entonces resulta prudente sobrellevar la vida atados. Tal comprensión alcanza a reflejarse en la disposición genética de los individuos, el controversial gen de la maldad o la propensión a enfermedades degenerativas se vuelven lastres con mayor peso que la roca de Sísifo. A modo de respuesta, por otro lado, podemos encontrarnos con un posicionamiento que exalte elección y obrar humano, uno que confíe en su perfección congénita y el trayecto derivado a partir de ese origen luminoso.

Seguramente esta última visión resulta más familiar a nosotros. Nuestra vida cotidiana descansa en ella, confiamos que lo próximos serán días más claros y todo avance es significativo. Nuestros gobernantes implementan programas de lectura donde se triunfa mientras se amplíe el círculo de lectores. O iniciativas contra el hambre donde su éxito esté medido por al apertura de comedores comunitarios (que ruede la comida para que más hambrientos puedan beneficiarse de ella). En un plano global, la junta de naciones pretende recordar la superación de nuestra barbarie. Todavía nos persuadimos más por el decremento en guerras y fortalecimiento en lazos diplomáticos. Incluso la eugenesia, corona por nuestro denuedo tecnológico, podrá enmendar los errores por naturaleza. En este sentido, por tanto, nuestra vida moderna es optimista, ya que confiamos en la capacidad para remediar nuestros males: creemos el trayecto paulatino hacia la felicidad a manos del hombre.

Andando sobre este trayecto, avanzando y superando los problemas, volvemos el hoy mejor que el ayer. Gozamos cada vez que hacemos que el sol emerja y anuncie un día nuevo. Sin embargo, en tal modo de vida, sucede que la superación llega a realizarse mediante el encubrimiento. La marcha incesante sólo tiene importancia en ella misma y en ocasiones el avance puede darse a brincos con tal de lograrse. Aparece la sorpresa cuando encontramos que aún existen hombres peleando por sus religiones, nos cuesta trabajo admitir que aquella edad oscura no haya terminado hace centenares de años. O quedamos boquiabiertos al enterarnos de matanzas de gran número cada de vez en cuando en México; ¿el debilitamiento de cédulas criminales, aprobación de legislaturas y cuidadosa selección de cargos públicos no ha bastado para concluir la historia sangrienta? Entre el regocijo por los buenos resultados y la falta de valentía para aceptar las equivocaciones, no cabe lugar para el arrepentimiento. Andar y andar a veces oculta por dónde pasamos y hacia dónde vamos, es decir, nos orilla a perdernos. La locomotora acelera y corre sin saber dónde parara, aunque confiemos que sea en una estación segura.

Bocadillos de la plaza pública. En los siguientes días se recibirá a Su Santidad en tierras mexicanas. Así algunos aprovecharon el momento para destapar oportunamente bodas falsas, un periódico (Reforma, 8069) aprovechó para retomar algunas estadísticas interesantes en torno a la asunción religiosa de los mexicanos. Por ejemplos, mientras el primer Censo de Población de México revela que 99.1% del país se asumía católico en 1895, en 2010 el porcentaje se redujo a un 83%. Entre tales años, específicamente entre 1980 y 2008, se redujeron cercano a la mitad los bautizos y las bodas religiosas en México. Asimismo ha ido creciendo la popularidad de otras religiones (mormones, testigos de Jehová, cristianos protestantes, pentecostales y evangélicos), mientras ha ido disminuyendo el interés por el sacerdocio: no existen suficientes jóvenes para reemplazar a los doce mil sacerdotes en el país.

II. Bajo una sonrisa irónica

recibimos la atrocidad onírica:

un cuerpo que se suma a la pila.

Veracruzanos  afirman

querer terminar la pesadilla.

Señor Carmesí