La alegría reinaba en toda la comunidad, el regalo que había traído Prometeo, había resultado mucho más provechoso para celebrar que para otra cosa. Sí, es cierto que la primera intención del Dios fue alejar a los animales salvajes de la ciudad, dar luz por las noches y ahuyentar el frío de los cuerpos de los hombres. Sin embargo, las lanzas, la luna y las pieles hacían un mejor trabajo a la hora de satisfacer estas necesidades. Cuando el Dios llegó, los hombres quisieron celebrar, y comer como nunca antes lo habían hecho, y lo lograron.