Algún recuerdo

¿Cuándo los recuerdos comenzaron a ser más importantes que las experiencias vividas en el momento presente? Cuando faltan esas experiencias. El recuerdo tiene una ventaja frente a la vivencia que sigue aconteciendo: es completo. Pese a que lo actual sea pleno, en cualquier momento podría echarse a perder, fácilmente se puede convertir en una casi anécdota perfecta. La completitud del recuerdo, de un buen recuerdo, tiene la ventaja de no tener desventajas. Las nuevas experiencias desafían la pervivencia de una buena experiencia; la experiencia que pervive es un recuerdo; el recuerdo que sobrevive a los demás recuerdos, es un buen recuerdo. Pero recordar no es reproducir exactamente un momento segundo a segundo, es recolectar, escoger qué se va a recordar y qué se va a olvidar. No hay que olvidar al olvido al momento de recordar. La memoria trae al presente lo que se quiere traer en ese presente. Ese recuerdo no es exactamente igual si el presente se percibe como bueno o como malo. La cuarentena nos ha hecho recordar, y también nos hará olvidar. ¿Qué recordaremos de la cuarentena?, ¿qué querremos recordar de la cuarentena? Olvidaremos mucho. A los que la desgracia no nos ha afectado con una pérdida, supongo que poco recordaremos, algunos momentos difusos, nunca claros y mucho menos fechados. Tal vez el constante contacto con algunas personas que parecían desear convertirse en olvido. Casi involuntariamente compararemos nuestra dicha (o desdicha) presente para sentir que no la estamos pasando tan mal. Los recuerdos nos presentan que las cosas siempre pueden ser mejores. Por eso recordamos tanto en este encierro o semi encierro. Supongo que quien recuerda mucho quiere volver a experimentar las alegrías pasadas, aunque sea difícil conseguir alegrías semejantes. Todo recuerdo termina por olvidarse.

Yaddir

Un político en el diván…

– La culpa la tienen los otros, los que estuvieron aquí antes.

-Ellos hicieron todo mal y sin pensar en mí o en mis futuras necesidades.

-Pero, hombre, date cuenta de que estás siendo juez y parte.

-Ellos son los que no entienden, ellos son aquí los únicos culpables, por sus actos inconscientes yo vivo como miserable, teniendo todo no accedo a nada y por su culpa mis actuales fracasos son más grandes.

– ¿Y qué ganas con culparlos?

– El mundo debería darse cuenta de que yo soy bueno y que si hago cosas desagradables es porque cargo un pasado lleno de contrariedades, yo soy bueno, si algo malo hago es porque ellos son los culpables.

-Culparlos no te garantiza la comprensión sobre tus acciones desagradables, si sólo vienes a culparlos no lograremos avances.

-¿Me está sugiriendo que olvide el pasado y deje todo así como así, eso no me lo esperaba de usted y de los que como usted se dicen profesionales?

-No te estoy pidiendo olvido, sólo una mejor comprensión sobre tu pasado y aquello que se esconde en las profundidades, si crees que esto sirve sólo para encontrar culpables entonces en tu tratamiento jamás encontraremos avances.

(Haciendo muecas y sonriendo el interlocutor se levantó de su asiento, salió del consultorio y decidió no volver por aquellos lares, por un momento pensó que el análisis de su alma consistía en encontrar culpables, pero nunca entendió que de todos modos de sus actos tenía que hacerse responsable)

Maigo

Aquellos tiempos

Remember how we laughed away the hours
And dreamed of all the great things we would do

Mary  Hopkin

Dicen que el pasado es como el vino: se saborea mejor con el paso de los años. Quizá en su momento no sepamos apreciar lo que nos sucede, pero a la luz de los años lo consideramos con mayor claridad. En ocasiones sonreímos con añoranza al ver ese brillante tesoro que puede ser el pasado. A veces el contraste con el presente moribundo nos pone nostálgicos al sentir que nunca apreciamos aquél en su justa medida. Por otro lado, el paso del tiempo también permite condenar las calamidades y tener razones para ello. En este caso o agradecemos no encontrarnos en aquel entonces o tratamos de hallar razones para la condena. Esta última siempre requiere de un ejercicio de memoria; recordar qué sucedió, cómo y por qué aconteció. Luchando por no ser sobrecogidos por la calamidad, quien reflexiona busca encontrar algún sentido a su pasado.

Los días y los años del escritor Luis González de Alba es un intento por lo anterior. Haciendo frente a la atrocidad perpetrada en Tlatelolco, la obra es una rememoración de los acontecimientos previos a esa tarde fatídica. Sabemos y leemos que el mismo González de Alba gestó y escribió el libro en prisión. Alejado de una consideración usual, Los días y los años no es solamente un testimonio del verano y otoño de 1968. Creerlo así sería que la crónica presentara el episodio desollado, incluso con fines morbosos. Además de relatarnos las juntas y decisiones previas a la matanza, el relato se alterna con miradas a las conversaciones sostenidas entre el autor y sus compañeros en Lecumberri (frecuentemente sostenidas con sus amigos). Observamos que ni las murallas de los intereses individuales ni las de Lecumberri propiciaron que algunos dejaran de reunirse en torno a una mesa. A este cruce de historias, se añade por momentos ensoñaciones del mismo González de Alba. Tales ensoñaciones aparecen y se esfuman, vuelven y huyen, se encienden y oscurecen. Con cada suspiro lanzado por aquel entonces ya sucedido —o jamás ocurrido— su imaginación pervive en la reclusión y desaliento. No toda reordenación del pasado obedece a una reconstrucción de los hechos.

Revisitar el pasado no es igual a reproducirlo. Adherido a la historia nacional, nos acordamos casi inconscientes del año 68. Reproducimos la historia a la inversa y el episodio queda inscrito en la línea del tiempo. Fui educado que en el año mencionado ocurrió algo vergonzoso y hórrido, aunque tal vergüenza y horror no pudiera sentirlas. Consideraba el año marcado por la represión, aunque no comprendiera qué fue lo que se reprimió. Así como yo, para muchos otros el año 68 se volvió una etapa más. A veces con dolor, a veces con nostalgia, contemplamos la cicatriz sin querer recordar por qué está ahí. Junto con ello olvidamos que es una marca de una herida jamás curada o concluida.

Interrumpido o fallido, el movimiento del 68 ha quedado vacuo. Las desmemoria es tanta que el movimiento sirve como bandera proselitista o legitimación de grupos apolíticos. Si los registros históricos y la visión edulcorante han contribuido a ello, leer Los días y los años ayuda a realmente lamentarnos y sentir la alegría por ese pasado. Detrás de nosotros está la rosa marchita, la cual quizá nunca volverá a ser lo que fue, pero eso no le quita su belleza aneja. Constantemente Luis González de Alba se quejó de que los protestantes jamás entendieron el significado del 02 de Octubre. La juventud poco ha entendido lo que sucedió en aquellos días: el intento de los jóvenes por hacer política y un trabajo común. Los jóvenes nos hemos vuelto rancios; dejamos que Psiquis desistiera de perseguir a Amor.

Moscas. Sorpresa ha causado el asesinato del juez local, Vicente Antonio Bermúdez. No sólo es inaudito por ser un crimen, sino por que este juez ha presidido juicios de sonados personajes del narco. Asimismo el crimen da para pensar qué tan confiable es hacer justicia en México.

II. En la semana provocó revuelo la abstención de Andrés Romer en la UNESCO. Más importante que Roemer es la disputa no cultural detrás entre Israel y Palestina, la cual es detallada por Meschoulam.

III. Controvertida ha sido la propuesta de otorgar la Medalla Belisario Domínguez a Gonzalo Rivas. La controversia incluso llegó a las pantallas mexicanos en Despierta con Loret de Mola. ¿El heroísmo es un concepto propio de la burguesía o del sistema?

La carta (primera parte)

Escribir una carta es una actividad actualmente infravalorada. Antes, según veo cartas de décadas pasadas y me cuentan las personas de varias décadas, era muy común escribir cartas, así como escoger el papel adecuado para hacerlo, pensar qué se iba a decir y cómo sería la mejor manera de expresarlo; según cuentan, algunas misivas eran perfumadas amorosamente. La escritura era casi un ritual, un momento especial cuando se confiaba en que las palabras llevarían algo de una a otra persona; no era difícil usar horas enteras en dicha actividad.
En la actualidad preferimos teclear. Aunque pudiera ser más cómodo escribir en computadora, celular, tablet, etc., parece que es una tortura, pues hasta tenemos contados los caracteres para escribir. Pero esto no hace conciso nuestro recuadro tecleado, sino que lo vuelve incompleto; lo escrito con prisa está pensado con prisa y no lo podemos evitar porque presurosamente exigen, al menos así creemos, nuestra respuesta. Nuestro vicio por el tecleo breve nos dificulta el escrito extenso, pues al extender la idea de los pocos caracteres la reiteramos sin explicarla (véanse los comentarios a los escritos del periódico colgados en la red). Si no atendemos pacientemente la explicación una idea, mucho menos nos detendremos a imaginar qué sentirán las personas al leernos; nuestras palabras son escritas y leídas sin mucha pasión o con confusas pasiones. La carta también podía sufrir las mismas presurosas carencias, pero los trazos y dobleces propios de aquélla podían expresar, quizá reforzado con lo escrito, subrepticias pasiones. ¿La tecnología nos condena a la inexpresividad? ¿No más bien nos altera incontrolablemente nuestras trémulas pasiones? ¿No estará escrito todo esto sin una gota de sangre?

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Fotografía de una calle

Todo empezó con una fotografía. «Si tuviera suficientes fotos –pensó el genio inventor Elpisiano Anquilón–, podría imaginar toda la calle». Esa noche se la había pasado contemplando la vieja fotografía en la que se apreciaba uno de sus tíos cuando era niño, corriendo en el patio de ésta que ahora era su casa (el tío se había mudado ya hace mucho), y en cuyos bordes se alcanzaban a adivinar porciones de la calle. ¿Cómo habría sido? Algunas cosas no existían ya, como esa maceta o aquella base para alimento de pájaro; pero muchas otras se veían aún: la acera, la casa del vecino de la izquierda (sin su remodelación, claro), el modo en que se inclinaba el Sol. Había tratado de hacerse una idea por horas sin descanso ni fruto de qué demonios había en la esquina de su cuadra en ese entonces. Esa noche fue la que tuvo por primera vez la idea: «Si tuviera una fotografía como ésta, pero de cada posible punto en la calle, podría imaginarla entera».

Por alguna razón, mirar a su tío con la playerita blanca e imaginar a su madre metida en la casa, teniendo las preocupaciones que hayan tenido en un día de hace tantos años, tal vez ayudando a hacer de comer la sopa de habas que hacía su abuela, lo hacía sentir una nostalgia pesada como un ancla. Estaba seguro de que los ojos de ese niño no tenían la tristeza de estos tiempos. «En ese entonces había esperanza. En ese entonces creían que estaba en sus manos mejorar las cosas; ahora ya es tarde, ya ningún niño tiene esos ojos», pensaba. Cómo le habría gustado estar allí, y no aquí –que eran el mismo lugar, dicho de paso–.

Esa noche encendió la hoguera. El ingeniero Elpisiano se dirigió meses después a todos los inversionistas que pudo encontrar con su idea. Ésta era más ambiciosa que los mapas satelitales, más costosa que los viajes virtuales a los museos importantes, más completa que todas las descripciones de todos los Atlas de todos los tiempos: un lugar virtual exacto. Contendría la imagen completa de todos los sonidos, aromas, colores, texturas, circunstancias, efectos, rincones, secretos… en general, haría acopio de todo lo que los armatostes ingenieriles pudieran captar para grabar en un instante la calle de su casa y poder mostrársela a sus hijos y nietos exactamente así como era hoy, sin importar el momento del tiempo en el que estuvieran. Siempre que quisiera podría caminar ese día y revivirlo. Nunca más se perderían en las voraces corrientes del reloj los eventos que hacían a esa casa ser lo que era, ni a él ser lo que era entonces. Entonces sería siempre.

Pero el proyecto no terminó allí. La idea, que casi de inmediato maravilló a las grandes compañías que lucraban con la nostalgia de los inadaptados al veloz cambio de las grandes compañías, fue reforzándose, cada ola más poderosa, cada ventarrón más voraz. Del mercado de las interacciones por internet pasó a enamorar a los historiadores (que suelen sentir amor por pocas cosas), a los científicos, a los gobernantes de los países predominantes, y al mundo entero. Conforme esta empresa avanzaba, la dureza del presente parecía doler más y más. Ya no quedaba mucho, y lo sabían bien.

El mapeo global de cada calle de cada ciudad de todo el mundo tardó tanto tiempo, que para cuando terminaron la primera muestra de imagen completa en sus tres dimensiones, ya habían pasado cincuenta años de que se tomaron las primeras fotografías de la calle del ya entonces difunto inventor. Pero su legado estaba por fin en las manos de todos, tal como lo soñó. Miles de millones de seres humanos de todo el planeta pudieron experimentar durante todas sus vidas el seductor placer de transitar las calles de un mundo que no era el suyo, de una época en que las cosas eran más sencillas, cuando los ojos de los niños aún brillaban y los padres confiaban en el porvenir; antes de que todas las compañías internacionales se volvieran mucho más poderosas que los países mismos y que El Sistema (tan odiado por todos) gobernara cada movimiento de sus vidas con sus lazos invisibles e impersonales. Por fin todos los miembros de la unida humanidad pudieron descansar en las tranquilas calles de un tiempo antes de que los grandes inventores hubieran hecho del mundo un lugar detestable, inerte y sin esperanza.

Mezcolanza

“Y, con cuidado, detuvo el Tiempo durante todo el tiempo que lo deseó”

A. B.

Yo, como otros, naturalmente le temo al tiempo futuro, al cambio, a lo desconocido, a la novedad. No soy de esa gente intrépida y audaz. Soy aburrida, me agarro de lo que ya tengo y no lo quiero soltar. Soy de las que prefiere mirar más de una vez el pasado, pensarlo, extrañarlo. Las más de las veces escojo los mismos olores, caras y  lugares. Prefiero abrir el mismo libro viejo que me cuenta el cuento del fin que he leído más de cinco veces. Lo hago, en parte, porque soy cobarde, porque no confío en mi memoria y me da miedo olvidar. Lo hago tal vez porque, como me dijeron una vez, tengo alma de viejito cascarrabias. Aunque quizá es porque estos días lo nuevo y diferente, me parece que la mayoría de las veces, ha resultado mucho peor que todo lo de antes.  Este miedo al cambio no está tan injustificado, pues estos días futuros parecen más noches que días.  El camino del futuro gris, viene adornado de muchas espinas que prometen dejar heridas que no serán fáciles de sanar. Aunque, por otro lado, están los que piensan todo lo contrario. Los que aman el cambio y la novedad. Los que no le temen a lo desconocido, detestan la rutina y vivir de fotos viejas o libros de hojas amarillas. Unos queremos que todo se pare y otros que todo avance.  Pensándolo bien, querer sólo al pasado, está igual de mal que quererlo negar y dejarlo pasar. Ni al pasado ni al futuro los podemos evitar. El hombre, nos guste o no, es una mezcla frágil y rara de ambos. Es cambio, pero también permanencia. Hay siempre algo que se mantiene. Eso que se queda, que siempre ha estado y estará, es lo que hay que descubrir y cuidar para alcanzar la felicidad. Por eso, pienso, que nuestro destino sí es (seguir buscando) la verdad.

PARA APUNTARLE BIEN: “To look back upon the past year, and see how little we have striven and to what small purpose: and how often we have been cowardly and hung back, or temerarious and rushed unwisely in; and how every day and all day long we have transgressed the law of kindness;—it may seem a paradox, but in the bitterness of these discoveries, a certain consolation resides. Life is not designed to minister to a man’s vanity. He goes upon his long business most of the time with a hanging head, and all the time like a blind child. Full of rewards and pleasures as it is—so that to see the day break or the moon rise, or to meet a friend, or to hear the dinner-call when he is hungry, fills him with surprising joys—this world is yet for him no abiding city. Friendships fall through, health fails, weariness assails him; year after year, he must thumb the hardly varying record of his own weakness and folly. It is a friendly process of detachment. When the time comes that he should go, there need be few illusions left about himself. Here lies one who meant well, tried a little, failed much:—surely that may be his epitaph, of which he need not be ashamed. Nor will he complain at the summons which calls a defeated soldier from the field: defeated, ay, if he were Paul or Marcus Aurelius!—but if there is still one inch of fight in his old spirit, undishonoured. The faith which sustained him in his life-long blindness and life-long disappointment will scarce even be required in this last formality of laying down his arms. Give him a march with his old bones; there, out of the glorious sun-coloured earth, out of the day and the dust and the ecstasy—there goes another Faithful Failure!” –Robert L. Stevenson

MISERERES: “Después de lo que hemos vivido y continuamos viviendo…no hay palabra teñida desde las alturas, ni siquiera una palabra teológica, que tenga ningún derecho, a menos que haya sido sometida a un diálogo”, escribió Sicilia para la Proceso. Miren: http://ht.ly/gsRU2.    Ahí habla de las nuevas movilizaciones del EZLN para el nuevo gobierno. Los zapatistas piden a EPN respetar los acuerdos firmados y anunciaron, también, que han tomado cinco cabeceras municipales en Chiapas. Por otro lado, Secretario del PRD le dio la “bienvenida” a MORENA, pues –dijo- ayudará a crecer la preferencia por la izquierda. Y en Estados Unidos sí se llegó a un acuerdo para evitar el precipicio fiscal; se mantendrán (según) los recortes de impuestos a la clase media, y se elevarán los de la clase alta. Se extenderá, además, el seguro de desempleo.