Detras de la acción

Los adjetivos son la forma más rápida y sencilla de reducir una acción; tan rápidos como un golpe, vemos la ruina de las personas y nos atrevemos a calificarla de lamentable o merecida, según sea nuestra idea de la situación. Problemático en extremo es hacerse una idea de la situación, pues ¿dicha idea depende de lo que vemos o de lo que nos parezcan ser las personas que actúan? Mucho más difícil es evaluar una situación si le afecta directamente a un amigo. Pero todavía un punto mucho más difícil, aquello que parece divisarse y está cubierto por nubes, como la cima de una montaña, es saber dónde comienza y dónde termina una acción. Pondré un ejemplo que quizá ayude a vislumbrar lo recientemente dicho.

Un conocido se había reunido con una serie de colegas para celebrar el día más patrio del año en México. Sus colegas tienen enemigos del otro lado de la calle. Los dos grupos se lanzan invectivas constantemente y de vez en cuando organizan bailes de golpes. Los conflictos no pasaban de ahí. A mi conocido se le ocurrió ese día ser parte de aquellos que lanzan frases de amenaza. A los agredidos, el intruso nunca les había sido agradable del todo. Los del bando enemigo a mi conocido, no se sabe si por no haberlo invitado al pleito o porque por fin tenían un pretexto para atacarlo, comenzaron a perseguirlo únicamente a él hasta hacerlo entrar en su casa. Inmediatamente la multitud enardecida comenzó a patear el zaguán de la persona que conozco y lograron conquistar su casa. Pero, cual no sería su terrible sorpresa cuando vieron al padre de mi conocido y dueño de la casa defender a su hijo, y su casa, con algo así como un picahielos. Como todos podrán imaginar, la legión de jóvenes hambrientos de pleito terminaron con el mismo cuando uno de su manada fue picado con el objeto punzocortante por el defensor de su hogar.

¿Dónde comenzó la acción?, ¿en el afán de mi conocido por agredir a los otros jóvenes, enemigos de sus amigos?, ¿los agredió porque se sintió protegido por sus colegas?, ¿quería tan sólo divertirse y nunca pensó que unas cuantas palabras terminaran en sangre? O ¿comenzó con la defensa radical del padre de mi conocido a su casa y a su hijo?, ¿le pareció justo sacar un picahielos y sólo quería intimidar a aquellos que habían entrado sin su permiso, o el de alguien de su familia, a su casa?, ¿podríamos decir que todo comenzó con haberle dado permiso a su hijo de salir con sus amigos a una reunión? Exagerándole un poco más, ¿comenzó con descuidar las amistades de su hijo? Inclusive podría decir que la acción empezó o se propició por la forma en la que educó a su hijo, pero como no tengo mucha información al respecto, mejor no me refiero a ello. Creo que el ejemplo muestra que toda acción siempre se da en un gran contexto. Antes de concluir, queda por decir que tras la lesión al joven camorrista por parte del padre de mi conocido, éste fue llevado a su Delegación y absuelto, pues la legión había incurrido en diversos delitos; cada quien se fue con su golpe. Para calificar una acción hay que intentar pensar todo el contexto que nos sea posible. ¿Aún le quedarán más secuelas a la pendencia?

Yaddir

Culposa inocencia

La distancia no mata al amor sino los amantes que permiten que entre ellos crezca un abismo.

El tiempo no mata al amor sino los amantes que pasan los momentos que deberían estar juntos en compañía de la soledad.

La indiferencia no mata al amor sino los amantes que deliberadamente ignoran a quien dicen amar.

Los celos no matan al amor sino los amantes que, en lugar de apagar esas llamaradas, se esfuerzan por mantenerlas vivas.

Las mentiras no matan al amor sino los amantes que al pronunciarlas están convencidos de que la verdad nunca saldrá a flote.

Las peleas no matan al amor sino los amantes que, bajo cualquier pretexto, se infligen heridas imposibles de cerrar.

El amor no muere por sí solo ni mata a los amantes aunque ellos juren y perjuren que mueren de amor; en cambio, son los amantes, que se declaran inocentes, los únicos culpables de tan dolorosas muertes.

Hiro postal