Cambios y permanencias

«La gente no cambia» tal vez sea una de las frases más inocentemente dudosas que se dicen con frecuencia. Esconde un intento de comprender el fondo del pozo del alma humana al trasladarlo a una frase exacta y breve. Pero los cambios en el carácter son notorios. Las situaciones lo modifican de una manera tan sutil y paulatina, que de no ser por nuestra memoria seríamos incapaces de percibirlo. ¿Qué persona logra mantener intacta su esencia del principio al fin de su vida? Supongo que sería un desafío olímpico lograr mantener un rasgo de nuestro ser de la infancia por toda la vida. Aunque tal vez lo desafiante e importante no sea conservar intacto una parte de nuestro carácter, sino que esa parte se incline hacia lo mejor. Si el niño fue berrinchudo, no vale la pena que eso lo externe si logra ser presidente de una nación. Tal vez ese sea el sentido de la frase, enfatizar con amargura que las características negativas perduran por largo tiempo. El rencor perdura, el perdón escasea. Es más fácil que uno mismo mantenga presente sus mejores cualidades que sus peores vicios. Es más importante mirar nuestros defectos. Reconocerlos a detalle, mirar de dónde nacen. Tal vez sea más correcto decir que «La gente casi nunca quiere cambiar «.

La real tiranía

Hasta donde tengo entendido sabio es aquel que actúa de manera contraria a como lo hace el ignorante, mientras que el primero ve, el segundo no ve, mientras que el primero escucha, el segundo ni siquiera oye y mientras que el primero calla para poder atender a lo que se le dice, el segundo habla y habla para hacer callar a quienes tienen algo que decirle.

Alguna vez se me dijo que un rey sabio se sienta en el trono, porque sentado se puede escuchar mejor a quien llega solicitando audiencia, el tirano en cambio suele estar de pie ante la asamblea y busca hacerse escuchar sin ceder la palabra a otro.

La real tiranía debe ser la que se ejerce de pie, hablando y cerrando los ojos ante cualquier espejo que pueda mostrar a la verdad, que no peca pero tampoco deja de ser dolorosa.

Cristo como sabio y rey bajó del cielo y escuchó por treinta años, habló por tres y perdonó a los culpables hasta 70 veces 7, los que pregonan la tiranía, como Tiberio en tiempos de Cristo,  hablan muchos años, no suelen callar un segundo y en lugar de perdonar culpan y responsabilizan a otros por cualquier cosa que pasa en donde dicen gobernar.

Maigo

Inocente preguntilla: ¿Qué tan objetiva es la información que proviene de quien no ve y no oye?

Cambio

Cuenta una leyenda que Constantino, un descendiente en el poder que alguna vez ostentara César, venció a sus enemigos al luchar bajo un signo de una religión  que predicaba el amor al prójimo.

Además cuenta la leyenda que ese mismo César, que para entonces gobernaba un imperio ya en decadencia, se convirtió a la fe que hablaba de un Dios de amor y predicaba el perdón a los enemigos, lo que incluía el perdón a quienes en algún momento habían ofendido al que perdonaba.

Por si fuera poco, la leyenda cuenta que tras la conversión del mandatario se asentaron las bases del poder terrenal de un nuevo estado, indicando con ello que los cambios en la fe de los hombres suelen ocurrir desde arriba hacia abajo.

Esa leyenda, como todas las leyendas mucho tiene de falso, porque el cambio real en los hombres no viene de arriba a abajo, nace del corazón de los mismos y de la aproximación con el amigo.

En la amistad y la conversación que ésta implica se encuentra la salvación y la conversión,la última de gran ayuda para dejar de lado los errores que alejan al hombre dela felicidad de ser salvo.

En la amistad se encuentra la superación del egoísmo que suele caracterizar al tirano y quizá por ello aquellos que piensan que los cambios en el corazón del hombre se dan desde arriba a lo que está debajo buscan anular la amistad y por decreto determinan la diferencia entre lo bueno y lo malo.

No faltan los entusiastas que creen que los cambios en el corazón son producto de la historia,del progreso o del trabajo, aunque por el momento tímidas suenan las voces de quienes suelen criticar a los primeros.

Los críticos  parecen voces en el desierto y con tormentas de arena son callados por los optimistas que hacen la alabanza de los supuestos cambios alcanzados. Supongo que por decreto a todos nos toca sentirnos alborotados, como ante un pastel o juguete lo haría cualquier ingenua niñita.

Maigo.

Mefíticos días

(los malos días)

Si a Juan Carlos “N” se le acusa de todo lo que dice haber hecho sin comprobarlo, se le estará convirtiendo en una leyenda; por el contrario, si se le da un sentencia ejemplar con las pocas pruebas que hay en sus contra, tendremos un mártir. Conozco las implicaciones de lo último que digo y no es una forma de burla, pero sí una preocupación. ¿Para quién puede ser mártir Juan Carlos? Será una figura de devoción para los que son como él, ya su mito está creciendo, días después de ser detenido, una víctima más fue encontrada por esos rumbos que él profanó primero. ¿Hay un imitador? No lo sé. Pero el caso me parece por demás sensible. Ellos, los “N” recrean tan bien los asesinatos que dicen haber cometido, que no hay duda de su veracidad, pero son tan puntillosos que uno duda si no es fama lo que buscan.

La violencia también se banaliza, es el espectáculo lo que llama la atención, lo que crea la tensión, pues la vida de las víctimas se vuelve el escenario de una búsqueda y ocultamiento entre el que arroja la piedra, oculta la mano, pero deja pistas para comenzar el juego. Ahora que lo escribo, me parece un poco torpe mi argumento, pues si lo que buscan estos asesinos de la sepa de Juan Carlos es la venganza o el bien social, bien (en términos de técnica, no morales) hacen en ocultarse, pero precisamente uno duda por esa ligera teatralidad del monstruo. ¿Está nervioso? No lo creo, quizá decepcionado y desesperado por no poder seguir con su vicio. Y quizá algunos entiendan toda esa teatralidad como el llamado a la jauría, no se oculten más, que sepan que estamos entre ellos.

¿Quiénes están entre nosotros? Los enajenados. En su maravilloso libro Los cuatro amores, C. S. Lewis al hablarnos del pecado, nos invita a reconocerlo como el alejamiento por rencor en contra del Padre, es decir, del amor. Quien peca es el más alejado de la creación, es decir, del acto de amor libre, por consecuencia se aleja de los hombres y su infierno es no amar, como dice Dostoievski. Sólo quien odia puede permanecer impasible frente al dolor del otro, para el sociópata el otro no responde a su llamado, porque los Juan Carlos ni siquiera tienen palabra, no se comunican para establecer relaciones de bien, es decir, no es un hombre. Su filosofía es el egoísmo que enajena: su mal es el mal del mundo. “¡Pero lo violaron!” protesta una voz, sí y ahí nació el odio, pero el rencor (que es empodrecer el corazón) lo hace víctima de sí mismo. El perdón que hermana no aparece más. ¿Se pueden perdonar las injusticias en un país como el nuestro? Yo no sé responder, quizá estoy enfermando por el aire fétido. Pero aún creo que hay salvación.

Juan Carlos duda de todos, es el genio corrompido.

Mefíticos días en los que estamos viviendo. ¿Habrá oportunidad de algún Bocaccio para nosotros?

Javel

Cerrado

El olvido de lo bueno, comienza con el temor al trauma, ya que el malvado no es malvado, es enfermo o ignorante de que hace daño, al menos Sigue leyendo «Cerrado»

El infierno de la traición

Y Jesús le dijo: ¡Oh Judas! ¿con un beso entregas al Hijo del hombre?

Lc 22.48

El infierno de la traición, se lleva al traidor y al traicionado, especialmente si el segundo se deja dominar por el rencor, ya que ese dominio sólo conduce a morir por la espada.

Se dice que Jesús fue traicionado, pero él salió del infierno al tercer día. También se dice que Julio César murió apuñalado, y que el último golpe se lo dio su hijo Bruto.

Jesús, siendo la perfección de la ley que se rige por el amor, perdonó a quienes lo crucificaron, pero a César le fue bien al morir: ya no hubiera podido vivir con la desconfianza de ir al senado, y es que al César no le es dado perdonar porque su ignorancia lo hace ciego e incapaz de ver la desconfianza que ha sembrado.

Maigo

Maldad

¿Qué es la maldad sino el ansia de dañar? ¿En qué consiste el engaño sino en hacer una cosa y simular otra? 

Sermón 353. San Agustín

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