10 de mayo

Sólo en el regazo de María es posible encontrar el cobijo que la modernidad es incapaz de proporcionar.

El dolorido corazón del hombre, acude tembloroso a los brazos de la madre, antes de presentarse con el padre y pedir el perdón, que amorosamente se le concede en el momento de la salvación.

Sólo en el regazo de María la salvación encuentra el calor materno y amoroso de la madre que nos fue entregada en el dolor y que nos disculpa por hacer lo que no sabemos cuando lastimamos a nuestro salvador.

Sólo en el regazo de María nosotros renacemos como hijos de Dios, ya que el hijo bien amado del padre desde la cruz nos lo otorgó. Benditos somos por tener el regazo de María, porque nos entregó a su hijo y nos mostró la dulzura del servicio desde antes de la venida del salvador.

Pero ingratos, celebramos a las madres exigiendo las perlas que la virgen jamás pidió.

Maigo.

 

 

 

 

Radicalidad

Radicalidad

Quizá lo peor del mal es que no parece un misterio. Que, a pesar del relativismo, que es una especie de moralidad, invento de ese último hombre que describió Nietzsche, su nombre permee las cosas que negamos categóricamente, complicando la posibilidad de ir con tiento en las cuestiones morales, pues eso es lo que necesitan las más de las veces para iluminarse. No parece un misterio porque, como más de uno dice, es obvia la conexión entre la voluntad natural, con tendencia al egoísmo, y los actos que nos condenan ante nosotros o, como pasa más recurrentemente, ante el ojo público. Lo malo aparece gratuito, y esa gratuidad nos lleva a preguntarnos por las miles razones posibles que lo originaron. El bien no logra eso. El bien nos atrae de manera distinta. Como si, a pesar de lo normal que nos parezca el horror, nunca acaba de sorprender, de ser justificado. El mal no tiene aspecto de misterio porque requiere de justificación racional. Terminamos, por eso, en el maniqueísmo ortodoxo que maquilla la imprudencia: llámese verdad efectiva, llámese oposición natural entre el bien y el mal.

La erradicación del mal por la fuerza es una ilusión peligrosa. No porque el hombre no esté posibilitado para conocer el bien, sino porque la fuerza omite esa posibilidad. La guerra contra el narco fue un gesto moral que ubicó mal la urgencia política: la inútil violencia, ciega como hija de la fuerza, que sigue resonando mientras el problema sigue intacto. La corrupción del estado lo muestra inútil, al tiempo que muestra nuestra propia participación del mal. No podemos ser ajenos, en ningún grado, a esa presencia. Esa no es justicia. Nuestra enajenación sólo demuestra los efectos de la fuerza. Dado que los tiempos no dan para más, que hay que seguir el camino que la necesidad y la circunstancia nos otorgan, hacerse ilusiones es otra inutilidad. El mal siempre tendrá el rostro de la justificación, que es el lenguaje de la omisión. No podemos atribuirnos el control total de la situación; ante el mal, la esperanza es justicia que no se convierte en ingenuidad. La democracia no seguirá en tanto se siga creyendo en esa mala lectura que hace de lo carnal, como de Sancho Panza, la simpleza eterna del hombre. No sólo de pan vive el hombre, y eso se refiere a todo hombre.

¿Cómo pensar el perdón ante lo horrible? ¿Cómo, ante toda forma del horror, ante la patencia del mal, puede el perdón no ser sólo otra forma de la omisión? ¿Por qué si el mal no tiene forma de remediarse, vale la pena buscar el perdón? No es fácil decir que el límite es claro, porque la precipitación es más fácil aquí que en otros lados. Hasta donde puedo ver, hay un error en suponer que el perdón es una especie de aminoramiento del horror. El perdón debe tomar en toda su dimensión al mal, puesto que de otro modo no se podrá saber la razón por la que el perdón se otorga cuando no es merecido. No habrá omisión si el perdón atiende no sólo a la paz personal, al olvido del dolor que el pecado siembra en nuestro corazón. Brota del amor porque sabe de lo humanamente complicado que es. Acto radical de amor atreverse a besar la mejilla de los injustos porque nos iguala a ellos, en una condición común, aunque no necesariamente en las acciones. Eso es todo lo contrario a la sumisión. La justicia pide del castigo en tanto consecuencia, que a fin de cuentas busca ser un tipo de pedagogía. Sospecho que la reflexión en torno a la justicia nunca se completa cuando no se integra el elemento que la desequilibra las más de las veces, pero que también puede mantenerla firme: el amor.

Obituario: no he tenido el gusto de leerlo a fondo, pero pienso, lector, que llevar un oficio de peligro al grado de mostrar dicho riesgo constante en cicatrices reales, es algo que debe recordarse por nosotros. Hay quienes nos recuerdan que la vida y la valentía pueden todavía mantener la verdad en este mundo de sombras que nos dan las verdades históricas y los silencios oficiales. Que la muerte de Sergio González Rodríguez nos lleve a buscar esa posibilidad en las palabras que dejó.

Tacitus

Olvido

El olvido de tu voz y de tus ojos compasivos es lo que me ha perdido en el sendero del pecado

 

Maigo

El desprecio a su máxima potencia

El desprecio a su máxima potencia

El desprecio, sea verdadero o falso, siempre es injusto. Si es falso, lo será sólo porque el que siente el agravio así lo mal entiende; terminará odiando al que de hecho lo aprecia. Si el desprecio es verdadero, entonces el ejercicio de la justicia es incompleto; se vuelve más fácil creer que ese individuo es malo, estúpido, inútil y despreciable, es decir, el derecho a la justicia pasa a ser de unos cuantos. Despreciar a un hombre de esta última manera, coaccionarlo al aislamiento, enviarlo con los otros despreciables, es ponerlo al servicio de la injusticia, dictaminando al mismo tiempo que “Tú no eres digno de la justicia ni del aprecio.” La mayoría de los hombres, sea falso o verdadero el desprecio, comprenden que no hay otra salida más que ser despreciables, para así justificar su desprecio al que los despreció primero.

Que el hombre sólo puede ser malvado, es la piedra sobre la cual anda el desprecio, la desconfianza y la injusticia. Piedra endeble, que fue forjada por el orgullo lastimado de los hombres. Pues hay un regusto amargo en esto de sentirse odiados, malqueridos. Pero si es verdad lo que vengo diciendo, entonces hay que reconocer lo depravado que se vuelve el contacto con los hombres. Estamos más atentos al momento en que caiga el virtuoso, que al arrepentimiento de los malvados. No hay búsqueda del bien común, sino cacería de brujas. Esta cacería de brujas oscurece de nuestra conciencia la idea y el deseo del bien, y sobrepone la del mal. La indolencia de esta pérdida, nos lleva a buscar en todo la injusticia, no sólo para denunciarla, sino para cometerla y encubrirla.

El desprecio al mal en que vivimos, es falso e injusto, pues no buscamos con ello reencontrar el bien, sino vivir justificando nuestro mal. El mal, el vicio, lo cruel, la injusticia, claro que se desprecian y adolecen, pero sólo ocurre en el momento en que sabemos que el bien es el fin último. Pero ¿cómo regresar al bien? Quizá el perdón es lo más antitético del desprecio, ya que el perdón es el reconocimiento de que el hombre puede ser bueno otra vez, es la confianza en su virtud, es el resarcimiento del pacto para la búsqueda del bien. Pedir perdón es el reconocimiento del mal que se hizo, y es llegar dulcemente adoloridos ante la compañía del otro que quiere buscar el bien con nosotros, es enjugar nuestra conciencia y ver el mal y el bien en su justa medida. Pero el desprecio a su máxima potencia nos envuelve en esta histeria y placer por la injusticia. El desprecio es un mal en el mundo, pues nos ha alejado de la justicia y el perdón.

Javel

Perdón en progreso

En muchos lugares he escuchado que el perdón es un proceso, ésta idea suele molestarme bastante, porque entender al perdón como tal es entender la gracia como el resultado obtenido mediante un método.

Creer que la mirada de Dios se posa en el hombre y en su salvación debido a que éste ha encontrado la receta para ser amado es pecar de soberbia, el perdón de Dios no es resultado de un método bien seguido y a veces optimizable, el perdón llega por Gracia, y es por ello que es de agradecerse con la devoción de una vida bendecida por el salvador.

No me gusta la idea del perdón como un proceso, porque aunque sí es una decisión de quien lo otorga, no hay un método que lo garantice como resultado de un trabajo bien llevado.

Maigo.

Añoranza

También hace falta paciencia para no recordar.

Maigo

Regresión

Te fuiste, pero los gritos se quedaron. Regresaron los dolores, la triteza y el ahogo. Y cual Judas Iscariote mi espíritu busca una cuerda desesperado.

Maigo.