Mar o mujer

Mar o mujer

Vi el eterno vaiven de tu ser;

sentí la salinidad de tu piel;

no supe si eras mar o mujer.

Javel

Ese extraño objeto del deseo

Entró por la puerta de cristal luciendo un escote despampanante. Su piel morena contrastaba con una blusa de color amarillo bajo la que se dibujaban dos pechos perfectamente redondos, perfectamente abultados y perfectamente sujetos por un sostén que realzaba su voluptuosidad. Cada paso que daba era marcado por el tacón de unas botas que amortiguaba el andar de un par de piernas cinceladas por horas y horas de gimnasio y una que otra noche de sensualidad. La sincronía era perfecta, la vibración que provocaba el tacón en el suelo repercutía de manera directa en el balanceo de la blusa –de lo que escondía aquella blusa, que más que esconderlo lo evidenciaba en un juego obsceno de lujuria y deseo. Los que no voltearon por la magnífica visión del escote, lo hicieron por la firmeza de cada paso que lenta y pausadamente se paseaba por la estancia. Todas las miradas, de hombres y mujeres por igual, se posaron en esa figura que cautivaba de una forma más allá de la mera lujuria. La extraña belleza que se mostraba era envuelta y resaltada por un perfume suave pero, lejos de ser sutil, tan penetrante que producía mareo. Las mujeres inmediatamente le lanzaron miradas de envidia y muerte antes un cutis perfectamente liso, perfectamente suave y perfectamente delineado. Sin embargo, los hombres no pudieron hacer lo propio de su género ante ese cuerpo tan maravilloso, tan firme y tan curveado en el que la única imperfección que se mostraba era la de un pequeño bulto que sobresalía de los leggins justo en el área de la entrepierna. 

Gazmogno