Lluvia de primavera

A mucha gente no le gusta la lluvia, crea encharcamientos e inundaciones; y no conforme con ello después de que llueve el ambiente cambia, en especial en primavera, cuando tras una mojada tarde se sigue una noche o una mañana despejada y calurosa. El calor y el tráfico generan mal humor en las ciudades, por lo que no es de extrañar que muchos sean los que se quejan de la lluvia.

El origen del disgusto que genera el agua que cae del cielo radica más que en los perjuicios que ésta pueda provocar a la comodidad del hombre, en el cambio de valor que ha sufrido la lluvia misma; antaño las lluvias eran una bendición, cuando caía el agua en forma de goterones capaces de picar los ojos, o como una fina cortina, que obliga al hombre a concentrarse en uno mismo, éste se alegraba con la esperanza de que ese año el valle mojado por el agua cambiaría sus ropajes marrones por unos más coloridos, y a la inversa la presencia de un ambiente seco y polvoso le entristecía sobre manera.

Ahora, por el contrario, se prefieren los días secos y un tanto nublados, carentes de la claridad que adquiere el cielo tras la caída de una buena lluvia, y brillantes por la ausencia del agua, que en lugar de limpiar ensucia todo lo que toca. El agua deja de ser una bendición y se convierte en un problema que deben tratar las autoridades correspondientes, quienes a sabiendas de lo que prefiere la gente procuran sustituir al agua que cae del cielo por el polvo, que al viajar con el viento se encarga de cubrir con una fina capa, cada vez más gruesa, la distinción entre lo bueno y lo malo, al tiempo que permite la escritura de juicios especialmente efímeros.

Maigo.