Gobierno ambulante

¿Qué mejor manera habrá para ocultarse, que correr por todas partes y decirse itinerante?

 

Maigo

De pretexto

Algunos se visten ridículamente, algunos más bajan de peso, otros van a conciertos insospechados o compran cosas que no necesitan, hay otros quienes lloran por largos periodos, algunos dejan a su familia y amigos e incluso dejan de preocuparse por sí, otros componen canciones o bellos poemas, hay quienes se comprometen seriamente de por vida, algunos cambian enteramente sus gustos, quienes se dejan golpear y todavía están los más radicales, que incluso se matan. He nombrado éstas sólo por señalar algunas de las cosas que las personas dicen hacer en aras del amor, pero hay muchas más, las personas acostumbran pretextar los actos más inverosímiles por medio del amor o quizá mejor dicho, teniendo como fin al mismo.

Lejos de considerar descalificar a esos quienes han intentado racionalizar las peores locuras teniendo como escudo a dicho sentimiento por pensar que ni siquiera existe o algún argumento similarmente endeble, mi propósito aquí será cercar los pensamientos que surgen luego de escuchar a alguien pretextarse en el amor. En principio, quisiera confesar cierto que nadie sabemos con certeza qué es el amor, algunos apuestan a que la manera en que se viva será también la manera de significarlo y eso podría parecer cabal, pero además de adolecer del subjetivismo que ello arrojaría – consecuentemente aceptando por amor mil cosas, palabras o hechos que no se calificarían como enteramente amorosos– impediría que hablásemos del amor en general. Claro que esto no demuestra sino en primera instancia, la dificultad para comprender cuándo alguien hace algo por amor, siendo que, si ni siquiera entendemos éste, mucho se habría de entender por qué se realizan ciertas cosas a partir de él. Ahora, hasta aquí es confuso si las cosas descabelladas se hacen: a) Por amor. Ya lo siento, sólo me dejo llevar por él y ya que el amor es una locura indescifrable, lo que de él provenga lo será igualmente, o b) En busca del amor.  Quizá si me vista raro, me aviente del bungee o ande por todos lados con el objeto a conquistar, termine amándome. Aunque en cierto sentido a) y b) son similares, pues en ambos parece que el amor precede a los actos locos. Así que si se explica ante otro que tal cosa se hizo por amor, sólo se estaría justificando algo que ya es padecido.

Sin embargo, en estas mismas charlas donde sale a relucir la justificación amorosa, se pone y no en entredicho las cosas que se hacen por la razón dada. Hay quienes defienden cualquier acción a favor del buen sentimiento, sin importar que el acto hubiese consistido en aventar a la vía del metro a alguien por ejemplo y también quienes sí distinguen qué cosas sí y qué otras no es posible justificar bajo este sentir, así dejarse medio matar a palos no es algo que se creería fue hecho por amor. Lo raro de estas segundas personas es que, si logran decir qué sí y qué no puede ser pretextado bajo ese argumento, es que parecería que saben enteramente qué es el amor, lo que les permitiría separar los actos de veras amorosos y los de otra índole. Lo terrible de las primeras personas creo que salta a la vista. Todo esto nos trae de vuelta hacia lo que ya decíamos, sosteniendo obstinadamente que dependerá de qué se entienda por amor más la forma en que se vive éste se obtendrá la base sólida o no, para justificar ciertos actos por amor. Claro que esto no resuelve la cuestión de qué tan válido es aquel afamado argumento para la justificación de los asuntos más inverosímiles, acaso lanza el problema a otro lado, pero ¿qué podría decir yo, ínfima mortal, acerca del amor y lo que podría pretextar?

Poco sé de dicha justificación pese a que la he oído con suma frecuencia y  aunque en alguna ocasión creo haberla usado, sólo hay una cosa que tengo muy claro: cualquier cosa, palabra o hecho que requiera un pretexto, sea éste el amor, la buena fe, la venganza o cualquier otro, no es algo que se sostiene por su propia bonanza o más allá, por su propia razón.

 

La cigarra