Sororial despedida

Para el “Flaco”, no el de Úbeda, que hoy vuela dejando el nido.

Incontables fueron las veces en las que deseé que se fuera lejos, muy lejos de mí. En verdad creía que el día que lo hiciera yo no podría ser más feliz: no más peleas ni insultos, no más malas caras ni gritos, no más corajes a lo bruto. No conforme con eso, también llegué a pensar que todo habría sido mejor para mí si, en primer lugar, él no hubiera irrumpido en mi vida como lo hizo. Y lo que es más: un día, hace no mucho, en un arranque de cólera, deseé que él no hubiera existido jamás y entonces me predijo una molesta, pero sabia voz que más temprano que tarde habría de arrepentirme de haber proferido esas palabras. Yo no le creí…

¡Cuánta razón tenía! Pues hoy veo a la profecía cumplirse: hoy me arrepiento por haber concebido todos aquellos pensamientos venenosos, por haber deseado con tanta mezquindad que mi hermano se marchara, tan pronto y tan lejos como pudiera. Hoy veo mi deseo hecho realidad y ya no lo quiero. Por fin mi hermano se marcha y me deja atrás, vuela hacia la que será su nueva vida de ahora en adelante y no me queda más opción que tragarme mis palabras, todas y cada una de ellas, porque no quiero que se vaya y me deje sola con su ausencia, porque ya no quiero decirle adiós.

Hoy sólo me embarga esta sensación de que dejé que se me escaparan los años como agua entre las manos y que vano es mi arrepentimiento porque no habré de recuperarlos jamás. Por eso ahora mi deseo es distinto y ojalá que Augusto vuele alto y llegue lejos, pero que lo haga pleno y feliz. Buen viaje, hermano.

Hiro postal