Doce uvas

Me causa miedo tener que comer doce uvas en un santiamén. Pienso que podría ahogarme con ellas si no veo antes por qué las como. Es como pensar en un propósito, en ningún caso podría comerlo por comerlo, antes debo pensarlo, ver cuidadosamente qué pido para saber si puedo acercarme a su cumplimiento. ¿Cuántos propósitos de los que uno mismo se establece se cumplen? La locura irradia cada que llevamos una uva a la boca. ¿Habrá planes para saber cómo se come con cuidado un propósito?, ¿se comen porque es bonito creer que están dentro de nosotros y, en cualquier momento, saldrán? Pero los propósitos ya no se ven igual una vez que salen. En menos de un mes se pueden olvidar todos los propósitos. Sería mejor tener un gran propósito, en lugar de los tradicionales doce, pero que fuera posible. Sería mejor preguntarnos de lo que somos capaces. Lo mejor sería que el comer uvas para empezar el año fuera un ejercicio de autoconocimiento.

Yaddir

Décimas por un errante

Décimas por un errante

Te busqué por mucho tiempo

¿Por qué tanto de mí huías?

Tú querías mi lejanía,

pero tu corazón a tiempo

late. En ningún momento

de tu corazón, garganta

y mirada me fui. Tanta

era tu cobardía de verme

llegar un día, que aunque

mi nombre sabías, renta

 

a la mentira seductora pedías.

A obscuras y rencoroso,

tú, en ese calabozo,

obstinado te perdías.

No pienses que te oprimía,

pero tantas veces me viste

con ojos de amante triste

que no recordarme te era

imposible, y tu compañera,

la mentira, te dijo: perdiste

 

el amor por la vida. Pero

eso no es cierto. Mírame

levántate y háblame.

Abandona el austero

silencio que no es sincero

siempre. Tu corazón late

aún por el verdadero amante

que soy yo: el perdón

ardiendo en tu corazón,

y vuelve a la mar, navegante.

Javel

Las del estribo: Mañana que es fin de año, seguramente sonará aquella estrofa de “no quiero comenzar el año nuevo/con este mismo amor que me hace tanto mal” de José Alfredo Jiménez. El Chapo escuchaba, del mismo autor, “El rey” cuando se escapaba de la cárcel. Pero pensemos que olvidar y evadir es escapar de la posibilidad de enmendar nuestros errores, de vivir bien. El rey que quiere el narcotráfico no tiene a “nadie que lo comprenda” porque lo quiere todo para él, por ello no tiene verdaderos amigos, y si no tiene “ni trono ni reina” es porque no son hombres que lo merezcan.

Mañana haremos el ritual de las uvas, de las promesas de vivir bien, pero preguntémonos si merecemos esa oportunidad, no la de olvidar o imponer para hacer de nuestra “palabra la ley”, sino la de enmendar nuestras faltas. Porque si no es así, las uvas sólo serán nuestra versión del túnel bajo la cárcel. Aunque es cierto, hacernos el propósito de no comenzar con lo que nos hace daño, con lo que estamos inconformes, es síntoma de que aún buscamos vivir bien. Vivamos bien, pero sin olvidar lo que tenemos que enmendar.

Lector, gracias por acompañarme en ésta mi primer travesía como escritor en la web, que sin ti mi ejercicio no estaría completo, pues a mi modo de ver, la lectura y escritura siempre es de dos.

¡Feliz año nuevo, lector!

 

 

De regreso

Cuando llegaron a la casa, vieron al niño con María, su madre; y postrándose lo adoraron. Abrieron sus cofres y le presentaron como regalos oro, incienso y mirra. Entonces, advertidos en sueños de que no volvieran a Herodes, regresaron a su tierra por otro camino.
Mt 2, 1-12

El tiempo navideño se ha terminado, a todos nos toca regresar a la normalidad que trae consigo la vida cotidiana. Muchos vuelven con la cruda nostalgia por las fiestas que se han terminado, toman conciencia del tiempo que han dejado pasar sin hacer nada y recuerdan como algo lejano los cambios que se suponen harían en sus vidas. Otros, los propositivos, regresan a la vida de siempre tratando de cambiar algunos hábitos, que si bien pueden cambiar en algo la rutina de todos los días en nada cambia lo que hay en sus corazones.
Lo cierto es que la mayoría regresa a lo que hace todos los días renegando del frío o buscando pretextos para no regresar, y en su regreso recorre el camino que ya se había transitado, vuelven los enojos, los rencores se reavivan, las envidias se fortalecen y la avidez por el dinero crece cada día. Tal pareciera que nadie se salva de ser mayoría, ni las minorías que regresan tratando de cambiar en algo sus costumbres porque el calendario les ha dado la pauta para pretender hacerlo. Sin embargo, las apariencias engañan y a veces nos muestran en la más humilde de las sonrisas que la gloria de Dios encarnado ha iluminado a quien creyéndose sabio decide regresar a su vida de siempre, es decir a su vida en comunidad, pero siguiendo otro camino, que al ser diferente al ya recorrido se torna tortuoso a la vez que salvífico.
Maigo.

De nuevo Año Nuevo

La llegada del Año Nuevo está llena de sentimientos encontrados. Por un lado, sentimos nostalgia por lo que se está dejando atrás y, como “recordar es volver a vivir”, aprovechamos los últimos minutos del año que está por terminar para hacer un recuento de todo lo vivido en el transcurso del mismo: momentos llenos de singular alegría en los cuales compartimos nuestros triunfos y éxitos, o cualquier otro suceso importante en nuestra vida, con la gente que queremos; momentos que estuvieron empapados de tristeza en los que pudimos habernos sentido solos, pero que seguramente siempre hubo alguien que estuvo apoyándonos aun cuando no fuéramos conscientes de ello; momentos de incertidumbre, confusión y duda en los cuales sentimos que nuestra alma pendía de un hilo y estuvimos a punto de darnos por vencidos, o bien que pensamos que ya nada tenía solución; momentos que se grabaron a fuego en nuestra memoria, para bien o para mal; momentos que nos dejaron valiosas enseñanzas, momentos que ya no habrán de repetirse, momentos que quisiéramos tal vez olvidar, pero que no nos es posible. Asimismo, recordamos a las personas que nos acompañaron durante el año: a las que conocimos y se volvieron importantes, a las que ya conocíamos y dejaron de serlo; a las que, cual estrellas fugaces, sólo cruzaron por nuestro camino para continuar el suyo; a las que deseamos nunca haber conocido, o bien nunca haber olvidado; a las que se nos fueron dejando un enorme vacío en nuestro ser, a las que cambiarían nuestra vida por completo.

Por otro lado, también nos embarga un sentimiento de ilusión y alegría, pues esperamos que el año que comienza esté lleno de bendiciones para nosotros, así como para los que queremos, y se logren cumplir todos nuestros deseos. Además, lo vemos como una nueva oportunidad para hacer todas las cosas que no hicimos en éste que termina, o bien para enmendar aquello que hicimos mal, a sabiendas de que es bastante probable que no lo aprovechemos para ninguna de las dos cosas. Es decir, lo concebimos como un nuevo “chance” para cumplir –ahora sí– con los propósitos de Año Nuevo, los cuales van desde bajar de peso, comer mejor, esforzarse más en la escuela o el trabajo hasta conseguir pareja, saltar del bungee o irse de viaje. Lo curioso del asunto es que, generalmente, sucede lo siguiente: la singular alegría que nos embargaba al principio se irá diluyendo conforme transcurra el año y aunque hayamos jurado que este año sí cumplíamos con nuestros propósitos, terminaremos por no hacer nada… como siempre; o tal vez sólo sea que sin propósitos, el Año Nuevo sería cualquier otra cosa menos Año Nuevo. No obstante, puede ser que en éste demos la sorpresa (aunque lo dudo bastante) de cumplir con dichos propósitos, pues cabe señalar que el 2012 no es un año cualquiera, sino que es el año en el que, según dicen que señalaron los mayas, se ha vaticinado el fin del mundo y a lo mejor eso sea suficiente aliciente para cumplir aunque sea con un par de ellos.

Pero mientras son peras o son manzanas, ¡feliz Año Nuevo del fin del mundo tengan todos! Y como diría la Beba: “Si esto no se termina, pues la seguimos”.

Hiro postal